Diario “La
Nación”. Bueno Aires, lunes 17 de noviembre de 1997
Hipótesis de
conflicto: Zimbabwe (ex Rhodesia)
La tierra de dos reyes y un
inglés
Shaka y Mosilikatse comenzaron con la historia a la que
Cecil Rhodes legó su nombre.
Para analizar las posibilidades de conflictos en Zimbabwe
(ex Rhodesia) se puede elegir, según el gusto de cada uno, entre dos años: 1840
y 1890. Ambos corresponden a las invasiones que marcaron a fuego la comarca. La
primera fue negra y la segunda blanca, y el país invadido en ambos casos fue el
mismo: el de los shonas.
La primera invasión comienza con el gran rey zulú Shaka,
reconocido en Occidente por una serie televisiva, respetuosa de la verdad
histórica pero que no retrató a pleno la ferocidad sin par del monarca.
Shaka fue grande por su genio militar y por su capacidad:
fundó una nación altiva y guerrera, pero no era un hombre normal y sus
caprichosas crueldades excedieron ampliamente lo imaginable. Además, no
toleraba el más ligero desliz.
Fue, por lo tanto, una gran imprudencia la que llevó a su
íntimo amigo el general Mosilikatse (de sangre real) a guardar parte de lo
obtenido por una venta de ganado que el rey le había encomendado. Esto
determinó la suerte de Zimbabwe y, en gran medida, del sur de Africa. Huyó con
sus tropas y entró en el actual Transvaal. Su pueblo es conocido como Matabele.
Otro reino
Mosilikatse no era tan cruel como Shaka, pero tampoco un
hombre blando, y fue un azote atroz que llevó a la población a huir hacia el
Norte (los tswanas) y hacia el Sur (los sothos).El país quedó devastado y la
población, desesperada, cayó en el canibalismo. Ello permitió a los boers
conquistar el Transvaal con gran facilidad poco después.
En tanto, Mosilikatse siguió su viaje por el río Limpopo
y entró en el país shona, donde instaló su capital, en Bulawayo. Fue rey de los
matabeles desde entonces y hasta su muerte (1840-1868). Lo sucedió su hijo
Lobengula (1868-1894). Dominaban, tanto uno como otro, la mitad sudoeste del
país y, de cuando en cuando, lanzaban ataques contra los shonas, que,
independientemente, siguieron viviendo en libertad.
Llegan los blancos
La segunda invasión comenzó con el descubrimiento de oro
cerca de Bulawayo, hecho a partir del cual se encadenó una serie de tratados,
cada uno peor que el otro para los africanos.
El pacto que selló el destino fue el del 11 de febrero de
1888, por el cual Lobengula acordó los derechos de explotación minera sobre un territorio
de algo menos de 200.000 kilómetros cuadrados -todo su reino- y se lo reconoció
como soberano de los shonas,a quienes no dominaba. La unidad artificial quedó
definida. A cambio, 1300 libros al año, 1000 fusiles y una cañonera, que aún no
llegó.
Poco después se produjo la invasión de 1890, dirigida por
Rhodes (ver recuadro), y, en 1893, sus tropas tomaron Bulawayo. La guerra fue
brutal y un periodista hizo esta referencia: "Reinaba la teoría de
disparar a un negro al verlo... Así lo hicimos hasta el presente, quemando
kraals (aldeas) y tirando sobre indígenas que huían, simplemente porque eran
negros". No era un periodista europeo el que pedía que esto cesara, sino
el del Matabele Times.
Lobengula, desesperado, ordenó que se entregara todo el
oro a los blancos. "Díganles que han vencido a mis regimientos, matado a
mi gente, quemado mis kraals, capturado mis vacas y que quiero la paz". La
guerra duró dos años más, hasta 1896, y tres, con los shonas, hasta 1897.
Desde entonces, la convivencia tuvo tres participantes:
los blancos -la catorceava de la población-, dirigiendo y ocupando tierras (la
mitad del país), discriminando y despreciando a los negros. Estos, a su vez,
comprendían a los matabeles, que detestaban a los shonas, y a los shonas, que odiaban
a los matabeles.
El novelista Wilbur Smith, "matabelista", lo
define muy bien en boca de guerrilleros: "Desde que el gran Msilikazi
cruzó (...) el Limpopo, los shonas han sido nuestros perros, esclavos e hijos
de esclavos" ("El leopardo caza en la oscuridad", Buenos Aires,
Emecé, 1994, Pág. 497).
Pero esto no impedía que los shonas tuvieran una de las
historias más prestigiosas de Africa, con Estados bien organizados en el siglo
XV, con cortes imponentes y grandes fuertes de piedra. Los portugueses Barros,
Barbosa y Goes los describen admirados en el siglo XVI. Además, aunque hubieran
sido vencidos, sus viejas dinastías siguieron reinando hasta este siglo.
En la década del 40 comenzó la lucha por la independencia
(El Congreso Nacional Africano, fundado en 1957 y prohibido en 1959). Luego se
crearon la Unión Popular Africana de Zimbabwe (ZAPU, 1961) y la Unión Nacional
de Zimbabwe (ZANU, 1963), dirigidas por Joshua Nkomo, matabele, y Robert
Mugabe, shona, respectivamente. En 1965, los blancos, dirigidos por Ian Smith,
proclamaron su independencia, a la que siguió una guerra de guerrillas durísima
(1974-1981). Para esta lucha, los negros se unieron.
Elecciones libres
Finalmente, en 1980 hubo elecciones libres y el resultado
fue casi matemático. Los shonas son el 75 por ciento de la población y el ZANU
obtuvo el 64,2 por ciento (50 de las 80 bancas); los matabeles representan el
23 por ciento y el ZAPU logró el 24 por ciento (20 bancas). Los moderados del
obispo metodista, Ahel Muzorewa, shona, de familia real, accedieron al 8,2 por
ciento, que debe sumarse al ZANU (tres bancas).
Los blancos recibieron 20 bancas por cierto número de
años. Para solucionar las cosas, Smith debió devolver el gobierno a Londres
(ºlas cosas de los ingleses!) y éste, a su vez, le dio la independencia a un
Zimbabwe negro. Desde entonces gobierna Mugabe, como primer ministro o como
presidente.
Inicialmente, los líderes de las dos naciones cooperaron
(Nkomo fue ministro del Interior), pero luego comenzó una guerra civil no tan violenta
como otras, aunque de resultados categóricos. Los matabeles fueron vencidos y
así siguen las cosas, "en paz o más o menos estables", en esta unión
artificial de dos pueblos enemigos.
En cuanto a los blancos, de 270.000 han bajado a 100.000.
Los otros se han ido a Sudáfrica, Canadá o a Australia. Mugabe anunció que se
confiscará la tierra a los blancos, la que Gran Bretaña tomó de sus
propietarios negros sin pagar nada para darla a los colonos blancos. "Si
el gobierno británico desea que compensemos a sus hijos, que nos dé el dinero o
que les pague", indicó en octubre.
Rhodes, un hombre extraño
Cecil Rhodes (1852-1902) fue una de las figuras más
curiosas que ha conocido la historia imperial inglesa. Hijo de un pastor
protestante, llegó a Africa al fin de la adolescencia (1870), fue desahuciado y
se le anunció que moriría en seis meses (1874), se hizo millonario con
diamantes y fue potentado a escala mundial, tanto como amo del mercado de
diamantes (la empresa De Beer) como del de oro. Obeso a nivel patológico, de la
grandeza inglesa quería extender el dominio de su país a todo el mundo.
La conquista de Rhodesia (del Norte, hoy Zambia,y del
Sur, hoy Zimbabwe) fue obra suya. Valiente hasta la inconsciencia, en plena
guerra con los matabeles fue con sólo dos hombres más -ambos blancos- a
negociar la paz (1896). Despertó volcánicas pasiones, pero odiaba a las mujeres
(no a los hombres) y amaba la cultura. Hizo traducir todas las fuentes
mencionadas por Gibbon en "Decadencia y caída del Imperio Romano", en
ejemplar único para usarlo sólo él. Se conservan en su mansión Groote Schur,
que legó a Sudáfrica y que ha sido residencia del primer ministro. Una de sus
grandes preocupaciones en sus últimos días fue que se les quitara su apellido a
las Rhodesias .
Narciso Benayan Carmona. .
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