Diario “La Nación”.
Buenos Aires, lunes 06 de octubre de 1997 | Publicado en edición
impresa
Hipótesis de conflicto: los esquimales
Clima frío, sangre caliente
Repartidos en cuatro
países, constituyen una solitaria excepción entre los aborígenes de América por
el reconocimiento político que han conseguido
El humorista P. G. Wodehouse comenzó su novela
"Psmith periodista" indicando zumbonamente que si un esquimal llegara
a Nueva York, "lo primero que vería en los quioscos sería seguramente La
revista del iglú o una publicación similar escrita por y para esquimales".
No existe, desgraciadamente, un periódico así e, informativamente, nos
encontramos casi con la "catástrofe periodística" que está en la base
de la trama de la novela.
El público ignora, en efecto, que el mundo esquimal
hierve, frío y hielo externo aparte. Repartido entre cuatro países, Rusia, los
Estados Unidos, Canadá y Dinamarca, ha hecho su aparición política con
estruendo y está decidido a hacer oír su voz, y lo está logrando con
considerable éxito.
No hasta aquí, sin embargo, y esta nota trata, en cierto
modo, de hacer de "revista del iglú" (1).
Lo del carácter ardiente del mundo esquimal tiene mucho
más de verdad de lo que se piensa.
En el extremo oeste de su enorme país, en la punta
extrema de Siberia, mantuvieron cuatro siglos de guerra, del siglo XII al XVI,
con sus parientes remotos, los chukchis, que los vencieron y desalojaron,
dejándoles sólo pequeños enclaves. Combatieron en la Edad Media contra los
vikingos, en Terranova, y luego contra los indios algonquinos, en el Labrador,
el río Coppermine y el delta del Mackenzie.
Sobre esto anota Knut Rasmussen que "invariablemente
cargan con las culpas a sus adversarios. Asimismo, siempre que relatan sus
luchas son los indios los que resultan vencidos. A este respecto, los hombres
primitivos en nada se distinguen de los civilizados". ("De la
Groenlandia al Pacífico", 1a. parte, Barcelona, 1930, Pág. 170).
Los esquimales de Siberia son muy pocos: 1118, de los que
el 83,8 por ciento hablaba su idioma, el dialecto yupik del esquimal. Es algo
característico de ellos la devoción a la golondrina, que protege a los
cazadores y en invierno se vuelve lobo para ayudarlos a atrapar renos.
Son importantes, en cambio, en Alaska, donde constituyen
algo menos del tercio de la nación (30.000 en total). Sufrieron gran
discriminación del tipo clásico norteamericano: no podían comer en restaurantes
ni entrar en hoteles y teatros. Ello terminó con la ley estatal de igualdad de
derechos. Actualmente están integrados en el mismo sistema que los indios y con
ellos forman la Federación de Nativos (fundada en 1966).
Pero la base de los grandes cambios actuales se da en
Canadá y en Groenlandia, donde se concentra la gran mayoría de la nación, unos
50.000 en la primera y 55.000 en la segunda.
El nombre común de toda la nación esquimal es innuit
(hombres, algo racista por demás). Los de Alaska, Canadá y Groenlandia hablan
alguna de las 17 variedades del gran dialecto inupik, el más importante. En
1977 los cuatro se unieron en la Conferencia Circumpolar Innuit.
RECLAMOS
DE AUTONOMÍA
La actividad política comenzó en Groenlandia hace casi un
siglo, en 1900, pero limitándose a entonar los primeros cantos patrióticos
esquimales y a profundizar el sentido de unión entre todos los grupos de la
dispersa nación. Su país era colonia danesa desde 1721, tras un largo hiato
desde los vikingos medievales. Era muy pobre y vivía de la venta de pieles,
aceite y grasa a compañías ajenas a la comarca.
Esto comenzó a cambiar en 1950, las condiciones de vida
mejoraron, y más aún con la anexión de Dinamarca, en 1963. Consiguientemente,
los esquimales comenzaron a reclamar la autonomía. La obtuvieron en 1970 y
tomaron nombre oficial en su idioma: Kalaallit Nunaat. Tienen dos bancas en el
Parlamento danés en Copenhague. Su isla -la mayor del mundo- tiene 2.100.000
kilómetros cuadrados y 55.000 habitantes, de los que casi el 90 por ciento son
esquimales. El 1º de febrero de 1985 abandonaron la Comunidad Europea por
desacuerdos sobre derechos de pesca en sus aguas cuyo control querían y
lograron mantener. Su economía depende de la exportación del langostino en un
80 por ciento y el resto del bacalao, salmón y otros peces; pero en regiones
remotas (extremo norte y costa este) siguen viviendo de la caza de focas.
Tienen su propio gobierno y Parlamento con poder en todo, excepto relaciones
exteriores, defensa, justicia y policía.
Hay cinco partidos, todos nacionalistas esquimales,
aunque ninguno pide la independencia: Siumut, socialdemócrata (11 bancas, el
primer ministro y cuatro carteras), aliado con Inuit Ataqitigiit, socialista (5
bancas y dos carteras); Atassut, liberal (8 bancas); Akulliit, liberal (2
bancas), e Insittup, cuya principal plataforma es económica: privatización de
la pesca (una banca).
A esta situación excepcional en América, si consideramos
la isla como parte del continente, se sumará desde 1999 el Estado esquimal
canadiense de Nunavut (Nuestra Tierra), que ocupará la mitad del actual
Territorio del Noroeste y parte de Quebec, con 1.300.000 kilómetros cuadrados.
RADARES
CONFLICTIVOS
Ha habido algún escándalo a raíz de la instalación de 58
estaciones de radar y comunicaciones en tierra esquimal por los Estados Unidos
para observación de eventuales ataques misilísticos soviéticos y lanzamiento de
un contraataque atómico. Al mismo tiempo, se desplazó a numerosos esquimales de
sus residencias para poblar con ellos islas vacías en el extremo ártico hasta
en los paralelos 72 y 75.
Todo ello provocó inquietud y molestia sumado a la
derogación del status especial de indios y esquimales (1969). Hasta ese
momento, no habían sido perturbados mayormente por la colonización blanca, pero
ello cambió tanto por la presencia militar y sus efectos como por las
explotaciones mineras (plomo, zinc y gas submarino).
Se organizaron en un cuerpo colegiado, Innuit Tapirisat.
Reclamaron, con éxito, indemnizaciones. En el caso de Quebec, votaron siempre
contra la soberanía (84 por ciento en 1980 y 95 por ciento en 1995) y en caso
de que se concretare, decidieron pedir su unión con Nunavut (los indios tomaron
la posición contraria). Sin embargo, el dirigente Pita Astami indicó: "Si
Quebec viene a nosotros, se arrodilla y nos pregunta qué queremos... yo no
cerraría esa puerta".
Se ha señalado que por contactos forzados conocen más de
la alianza militar Ottawa-Washington -incluida la eventual guerra atómica- que
la mayoría de los no indígenas de ambos países y que "para controlar sus
destinos y evitar la completa erradicación de su pueblo y su cultura han
desplegado una determinación e inteligencia que deberían avergonzar a los otros
pueblos nativos".
LOGROS
INUSUALES
Y es cierto que con la realidad de Kalaallit autónoma y
de Nunavut Estado en menos de dos años, son el único pueblo aborigen de América
entera que ha logrado un reconocimiento en el nivel político (2). Ello a partir
de comienzos modestísimos, mucho más que en México, Guatemala o en la zona
andina de América del Sur, y aun que los mapuches. ¿No abrirán con ello una
puerta a planteos concretos de pueblos que recibieron a los blancos como
embajadores de igual a igual? (3) Es para pensarlo.
(1) Hoy, ya no se usan. Los esquimales viven en casitas
de tipo europeo.
(2) En los Estados Unidos se pensó en crear un Estado
indio en Oklahoma, pero no se concretó.
(3) La recriminación indignada de Felipe II al virrey
Toledo antes de desterrarlo de la corte, pese a su brillante gestión, que
incluyó la captura y ejecución del último inca, Túpac Amaru, da una visión
europea: "Yo os envié al Perú a servir a reyes y no a matar a reyes".
SANGRE
VIKINGA EN LOS POBLADORES DE GROENLANDIA
Para los esquimales no existía ninguna diferencia entre
Asia y América. El "encuentro de culturas" en su tierra no tenía
sentido porque esquimales de uno y otro continente eran del mismo pequeño mundo,
se hacían la guerra y comerciaban entre una y otra orilla del estrecho de
Behring hablando el mismo idioma.
Fue distinto en el Oriente, en el Atlántico. Hace unos
mil años, durante su viaje, el prestigioso comerciante Thorfinn Karlsefni, de
Islandia, los describió en su visita a Vinlandia (Terranova): "Vieron
muchas canoas, cuyos tripulantes blandían sus lanzas... produciendo un ritmo
peculiar". En señal de paz les mostraron un escudo blanco. "Al verlo,
se acercaron remando los salvajes, que eran hombres de tez cobriza, de mal
aspecto y largas melenas; sus ojos eran grandes y sus facciones bastas."
Intercambiaron hermosas pieles por telas rojas y los vikingos los llamaron
"skrellings".
La opinión general es que eran esquimales y el mismo
nombre se aplicó a los groenlandeses. Hay leyendas -o, más probablemente,
historias- de combates de vikingos de Groenlandia con piratas, de destrucción
de iglesias y toma de cautivos como esclavos. Una de las historias en especial
indica que cinco mujeres, blancas salvadas de los piratas, se refugiaron entre
los esquimales y se casaron con ellos. Existiría, en suma, una pequeña mezcla
de sangre escandinava entre los esquimales de la gran isla, recuerdo lejano de
la vieja presencia vikinga allí. Fue larga: en 1261 informaron al rey Haakon de
Noruega que le pagarían impuestos; en 1378 murió su último obispo, y en la
sugestiva fecha del 23 de octubre de 1492 el Papa envió uno nuevo. Justamente
ese día -era martes- Colón decidió dejar las Bahamas rumbo a Cuba en su primer
viaje.
LA
DIOSA DEL MAR
La diosa del agua, muy importante para
los esquimales, es conocida con muchos nombres, pero los más comunes son los de
Sedna o Nuliayuk ("la mujer de allá abajo"). Se cuenta que era una
muchacha a la que cortejaba un ave marina; ella escapó en una canoa llevada por
su padre y hermanos hacia una isla, pero el pájaro conjuró una tormenta. Para
prevenir un vuelco, sus deudos la arrojaron al agua. Ella salió a flote y tres
veces fue rechazada por sus parientes, pero se transformó en diosa del mar, con
poder sobre todos los animales de tierra y agua. Gracias a ella, los esquimales
tienen comida, pieles para vestirse, para sus carpas y canoas, grasa, huesos y
marfil. La mitología esquimal incluye historias sobre la creación; sobre
duendes, gigantes, monstruos y fantasmas; sobre héroes de gesta; sobre crimen y
venganza. .
Por
Narciso Binayán Carmona
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