Diario
“La Nación”. Buenos Aires, domingo 13 de noviembre de
2011 | Publicado en edición impresa
Entrevista con Eric L. Lewis
"EE.UU. ha sido culpable de una buena dosis de
arrogancia hacia la Argentina"
La relación
bilateral entre la Argentina y Estados Unidos nunca fue sencilla. Pasó por
mejores y peores momentos, y en cualquier caso debería mejorar, aunque la
confianza tome años en construirse. Quien lo afirma es reconocido como uno de
los mejores abogados corporativos de Estados Unidos, Eric L. Lewis, quien
durante las últimas décadas participó de lleno en ese ida y vuelta, pero desde
su dimensión práctica: el intercambio de información para investigaciones
económicas de alta complejidad. Por eso, su visión puede sorprender:
"Estados Unidos ha sido culpable de una buena dosis de arrogancia hacia la
Argentina a lo largo de los años".
Experto en
pesquisas sobre lavado de capitales, colaboró en algunas de las investigaciones
más sensibles de las últimas décadas. Busca para la justicia norteamericana,
por ejemplo, los activos en el histórico megafraude de Bernie Madoff, avanza
contra Goldman Sachs por el colapso financiero de Wall Street, hurga en el
programa Petróleo por Comida de las Naciones Unidas (ONU) en Irak y se apresta
a viajar, otra vez, a Medio Oriente, por un desfalco de por lo menos US$ 8200
millones. Por eso, también, calcula que viajó más de 75 veces a Buenos Aires
para, entre otros casos, colaborar con la investigación de la jueza federal
María Servini de Cubría sobre el BCCI, aquel escándalo de Gaith Pharaon cuyo
capítulo local abarcó al hotel Hyatt.
¿Qué significa el
lavado? ¿Cuál es su impacto en la vida cotidiana? Puede ser devastador, afirma
Lewis, como lo expuso antes en una audiencia ante el Congreso de Estados
Unidos. Puede aportar los fondos suficien tes para atentados terroristas o,
según cómo o contra qué se usen los fondos, desbarrancar la economía de un
país, o convertir los bancos "en instrumentos para el financiamiento de
terrorismo, fraude u otros delitos financieros". Y en esa línea, remarca
que "la Argentina sigue siendo un lugar importante ha ser observado",
algo sobre lo que martilla desde hace dos años el principal foro
intergubernamental antilavado del mundo, el GAFI.
Lejos de acotarse
a los delitos de cuello blanco, sin embargo, Lewis muestra un portfolio
singular de intereses: representa a detenidos en Guantánamo y Afganistán -donde
considera que se dirime la vigencia del Estado de Derecho en Estados Unidos-, y
analiza la puja entre los bonistas, Thomas Griesa, el juez federal con sede en
Nueva York que acumula todos los reclamos sobre la deuda soberana argentina,y
la Argentina.
De visita en
Buenos Aires, donde abrirá una oficina local de su estudio, el miembro del
Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) norteamericano y profesor de Derecho de
Georgetown University señala que "ha mejorado un poco la confianza entre
ambos países". Aunque en Washington, dice, la Argentina aún es vista con
recelo -como pareció confirmarlo esta semana la negativa de EE.UU. a apoyar un
crédito en el BID, después de los elogios que le dedicó Barack Obama a la Presidenta
en Cannes-. Lo mismo ocurre en Manhattan, donde la puja por la deuda pública en
default sigue vigente.
"Creo que
Griesa se impacientó y actuó más allá de la ley. Pero también creo que la
Argentina se excedió. Si querés ganar un juicio, lo primero es no meterle un
dedo en el ojo al juez. Hay que tratar de encontrar un punto común. Griesa es
inteligente, pero ve el mundo de un modo particular y tiene poca paciencia ante
países que hacen las cosas de manera diferente, aunque la Argentina no sea la única
que actúe así. De hecho, Estados Unidos no es muy bueno en eso de respetar la
soberanía de un Estado, con la excepción de la propia. Los bonistas saben que
cuando compran bonos se asumen riesgos. Y hay todo tipo de riesgos, sobre
defaults y sobre su ejecución judicial. Creo que es decisivo, si el sistema
jurídico ha de funcionar, que se cumpla la seguridad jurídica que protege los
bienes soberanos. Es correcto que la Argentina pueda conducir sus asuntos
soberanos sin correr el riesgo de sufrir embargos."
-De hecho, cuando
Cristina Kirchner viajó, a principios de este mes, a Cannes para la reunión del
G-20, dejó el Tango 01 en España para evitar posibles embargos.
-Algo que se
enseña en la Facultad de Derecho es que cuando se firma un contrato, se lo
honra o se pagan los daños por romperlo. Pero cómo se interrelacionan Estados
soberanos es otro tema. El problema, entonces, es cuando se avanza contra un
país, aunque sea Irán. Porque luego puede ser Cuba, porque no nos gusta Fidel
Castro. O Venezuela. ¿Qué pasa entonces si la Argentina, por ejemplo, no se
lleva bien con Colombia? ¿Le congelará sus activos? Así no habría sistema
internacional posible.
-¿Cómo es, en la práctica,
la cooperación bilateral entre la Argentina y Estados Unidos?
-Debe haber más
cooperación y diálogo. He visto, demasiadas veces, una reticencia a compartir
información. Y no se trata de uno u otro líder, ni es una cuestión de políticas
de izquierda o derecha, sino que hasta cierto punto es por las diferencias en
los sistemas legales. Nuestro país ha sido culpable de una buena dosis de
arrogancia hacia la Argentina a lo largo de los años. Creo que eso ha ido
cambiando pero Washington da por sentado que la Argentina no cumple con los
requerimientos legales, lo que llevó a incomprensiones y confusiones. Creo que
eso está mejorando, aunque la confianza es algo que se desarrolla con los años.
-BCCI, Madoff,
Goldman Sachs, Naciones Unidas y muchos escándalos más. ¿Cuáles son las
lecciones aprendidas tras tantos años en investigaciones antilavado?
-Primero, lo bueno
es que siempre hay trabajo cuando se trata de combatir el lavado. Segundo, hay
más conciencia sobre este problema a nivel global y creo que el 11-S tiene
mucho que ver con eso. Hubo tiempos en los que el lavado eran hombres con
valijas cargadas de dinero en un aeropuerto...
-Todavía ocurre en
la Argentina...
-Bueno, sí, sé que
tienen problemas con eso... [Risas.] Pero en líneas generales, el gran avance
de la tecnología, la posibilidad de transferir capitales a la velocidad de la
luz y el riesgo de financiar al terrorismo generó que Estados Unidos sea muy
"agresivo" al exportar su régimen legal alrededor del mundo,
diciéndoles a todos que deben acatar sus estándares. Es algo arrogante, pero
que funciona dado el interés de cualquiera por hacer negocios en dólares y a
nivel internacional, lo que necesariamente implica más tarde o más temprano
pasar por Nueva York, es decir, sujetándose a las leyes estadounidenses. El
problema es que el interés por estas leyes siempre es retrospectivo, es decir,
cuando algo malo pasa.
-¿Puede darme un
ejemplo?
-Cualquier
banquero argentino que quiera hacer negocios en Nueva York necesita una cuenta
corresponsal en un banco neoyorquino, que a su vez necesita no sólo conocer a
su cliente argentino, sino a los clientes de ese cliente argentino, lo que
significa que el secreto bancario está terminado si Estados Unidos se ve
afectado de algún modo.
-¿Tanto como
"terminado"?
-Sí, porque si a
ese banco argentino le preguntan de quién es esa cuenta y cuál es su negocio, y
responde que no puede aportar esos datos, ese banco está terminado porque no
podrá hacer más negocios en dólares.
-De hecho, una
negociación similar ocurre ahora entre Estados Unidos y el Credit Suisse y
antes con el también suizo UBS...
-Porque Suiza ha
cambiado, lentamente, pero cambió. Los lavadores ya no van a Suiza.
-Prefieren Curazao
y otras islas del Caribe...
-Ciertas islas del
Caribe, más Panamá, Dubai, que es por donde pasa el dinero iraní, o Bahrein.
Pero hay un dato clave: hubo un tiempo en que el lavado estaba vinculado al
narcotráfico y ahora se expandió a otras áreas, aunque lo que lo energizó como
problema actual es el terrorismo.
-¿Todavía hoy, a
10 años del 11-S?
-Eso no tiene
mucho que ver. El interés sobre el lavado está más vinculado a la salud de la
economía. Así, es un tema que interesa más cuando la economía marcha bien.
Nuestro [Departamento del] Tesoro, por ejemplo, ahora le presta menos atención
al lavado y más a salvar el sistema financiero internacional, aunque sí se
percibe más colaboración intergubernamental sobre impuestos. Si la AFIP quiere
información sobre contribuyentes argentinos en los bancos estadounidenses, hoy
es posible; antes eso estaba fuera de discusión.
-¿En qué se apoya
para decir eso?
-Colaboré con
jueces argentinos durante los años 90, ayudándolos a conseguir información para
la investigación sobre lavado, el BCCI, lo que ahora es el Four Seasons [por el
ex Hyatt], y Gaith Pharaon. Trabajé con la jueza Servini de Cubría para
conseguir la colaboración estadounidense, ya que nuestros sistemas jurídicos
son distintos.
-Cuando salió la
ley argentina de moratoria y blanqueo, usted alertó que el país corría el
riesgo de convertirse en el siguiente megacentro de lavado internacional. ¿Aún
lo piensa?
-La Argentina
sigue siendo un lugar importante a ser observado. Es un país de alto
crecimiento, donde la Triple Frontera sigue bajo la lupa, que resulta
periférico para los mercados de capital, pero que está conectado y que se
conectará más aún a los mercados. Además, y pese al tamaño de su PBI, aún es
una economía basada más en el efectivo que en el crédito de lo que fue en el
pasado. Son todos factores riesgo, como así también que carece de
infraestructura regulatoria y de control necesaria para el crecimiento que
tiene. Pero aún así, la preocupación de aquel momento ya no lo es tanto hoy,
dadas los cambios y reformas observados desde entonces.
-Paréntesis: al
comparar las operatorias de ayer y de hoy en dos casos concretos, BCCI y
Madoff, ¿cuánto cambió? ¿O la práctica delictual siempre se reduce a lo mismo?
-En algunos
aspectos es más complejo ahora, en otros, es menos. Se puede hacer más gracias
a la tecnología, pero a su vez Madoff aplicó el fraude más simple que jamás he
visto. Tomó dinero, lo depositó en una cuenta y listo; luego repartía ese
capital entre sus inversores diciéndoles que eran los intereses. De vez en cuando
transfería un poquito a Londres o después lo repatriaba, pero nada más. ¿Y qué
hicieron JP Morgan o Barclays ante eso? Nada.
-Y mientras tanto,
eso sí, aparecía en la tapa de las revistas...
-¡Como el gurú de
las finanzas! Madoff era muy sencillo. Una vez fui a su oficina justo después
de que estalló todo. Detrás de su escritorio, tenía una escultura de dos metros
de largo de un tornillo. ¡Era una forma de anticipar lo que haría! ¡Te voy a
jorobar! (Risas.) [N. de la R.: en inglés "screw" puede significar
"tornillo" o "jorobar"]. Lo suyo fue muy sencillo y sin
embargo nadie se preguntó qué estaba ocurriendo. Así, mes tras mes, año tras
año, anunció ganancias del 10 o 12 por ciento a sus clientes.
-Por otro lado,
usted ha criticado que Estados Unidos prefiere concentrarse en las "frutas
que cuelgan más cerca del piso", es decir, en las investigaciones de
cuello blanco más sencillas, en vez de las más complejas, pero también más
relevantes...
-Así es. Tomemos
el colapso del sistema financiero. Hubo una cadena de fraudes para que
ocurriera ese colapso, pero es complicado investigarlo, reconstruir la
operatoria completa y probar el dolo. Eso lleva a que los bancos no hayan sido
castigados todo lo duro que deberían. La visión dentro de Estados Unidos es que
los bancos grandes son demasiado importantes. Y pese a que lo prometieron, no
implementaron una infraestructura reglamentaria adecuada para controlar el
sistema. El problema es una apuesta habitual basada en "incentivos
asimétricos". Si te va bien, sos rico; si te va mal, paga el
contribuyente. Y con esto no quiero decir que estoy en contra del riesgo
capitalista, sino que debe regularse mejor. Más aún en este contexto: la crisis
europea no ha terminado y Grecia es apenas un granito. España e Italia juntos son
más grandes que Alemania, y tenemos un liderazgo político que es un fracaso.
-Y Silvio
Berlusconi acaba de anunciar que renunciará.
-¡Bien! [Risas.]
En serio. No se puede gobernar un país como un payaso durante años. En Estados Unidos
tampoco resultó bueno.
-Alude a George W.
Bush y usted ha defendido a detenidos en Guantánamo y en Afganistán. ¿Por qué?
-Porque pienso que
Guantánamo es el desafío moral de nuestra generación. No es que tenga simpatía
por quienes están allí, aunque algunos estén sólo porque son musulmanes o
porque otro lo delató por la recompensa sin tener nada que ver, ni tampoco
porque los hayan golpeado o tirado el Corán por el inodoro. Es porque el
sentimiento antimusulmán que siguió al 11-S me pareció impropio de Estados
Unidos. En tiempos de estrés, el Estado de Derecho vale lo que el gobierno lo
respeta y la administración Bush no mostró ningún respeto por eso. Institucionalizó
la tortura. El Estado de Derecho debe significar más que "confíen en
nosotros, somos buenos tipos, no torturamos".
-Lo preocupante,
sin embargo, es que la Corte Federal de Apelaciones concluyó que no hay un
derecho a no ser torturado y, peor aún, que los detenidos en Guantánamo no son
"personas" pasibles de protección jurídica en Estados Unidos?
-Así es. ¿Qué son,
entonces? ¡No son plantas ni animales! ¿Qué son? Creo que se fue un punto bajo
de nuestro país. Y cuando llegó la administración Obama, creí que apoyaría mi
planteo ante la Corte Suprema, pero no fue así. Hoy no hay una clara línea roja
que prohíba la tortura en Estados Unidos.
-¿Frustrado?
-Cada país ha
tenido sus momentos. Piense en la Argentina durante los años 70. Pueden decir
que exorcizaron sus fantasmas, que ahora es otro país, y espero que así sea.
Pero creo que nunca se hubiera pensado algo así en Estados Unidos, hasta que
tuvimos a Bush y Cheney, incluso vendiendo libros diciendo que hicieron lo
correcto y que lo volverían a hacer. El problema es que Barack Obama optó por
mirar hacia adelante y evitó revisar lo hecho antes para trazar esa línea roja
de la que hablamos antes. Hay un detenido, por ejemplo, al que sometieron al
submarino 183 veces. Y yo no tengo simpatía por ese detenido. Pero ¿cuándo se
decide que esa tortura funciona o no? ¿Recién después de 183 veces? Eso es
crueldad. El problema es cuando te plantean el tema como una cuestión de una
bomba inminente. Desde esa visión, todo está permitido. Y no es así. No es cuestión
de si la tortura funciona, sino si la tortura es parte de tu caja de
herramientas. Si lo está, será usada una y otra vez.
MANO A MANO
Los gringos tienen
una frase que cuadra perfecto con Eric L. Lewis. "Down to Earth guy".
Lo más parecido en español sería "un tipo con los pies en la tierra"
o "con calle". Porque es considerado uno de los mejores abogados
criminalistas de Estados Unidos, pero también sabe cómo detectar, en la neblina
de montañas de papeles, transferencias y cuentas bancarias, el lavado de
activos.
Veterano de
pesquisas increíbles, Lewis se ríe junto con el representante local de la
firma, Cristián Francos -con el que escribió un análisis sobre el juez Thomas
Griesa y la Argentina-, de las ocurrencias de los piratas. Cómo las tropelías
de un banquero billonario de Medio Oriente se asemejan, demasiado, a las de
ciertos ex funcionarios argentinos. "Hubo robos de identidades para
justificar créditos, otros a nombre del chofer o del kiosquero por millones de
dólares, con firmas falsas y los mismos papeles, o a nombre de un chico de 11
años cuyo padre es el presidente de un país de Asia central. Y hubo un solo
verdadero crédito y. el deudor se declaró insolvente", ríe.
Vuelto a casar con una abogada que ayuda, gratis, a acceder a programas
médicos en Estados Unidos, el estudio de Lewis, cuyo jefe regional es el
español Manuel Varela, destinó ya más de US$ 3 millones en horas profesionales
al "caso Guantánamo". "Lo hago no porque sea progresista
-afirma-, sino porque la seguridad jurídica importa más allá de que quieran
imponernos la regla del pánico.".
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