Diario “La Nación”.
Buenos Aires, lunes 03 de noviembre de 1997
Hipótesis de conflicto: Atjeh
La isla grande de las especias
Una región rica que nunca aceptó su
incorporación a Indonesia.
En 1345, el viajero más ilustre y audaz de la Edad Media,
el marroquí Ibn Battuta, desembarcó en Sumatra: "Es una isla lozana y
verdeante -dijo-, llena de cocoteros, árboles del pan, naranjos dulces y
alcanfores. Para el comercio utilizan aquí estaño y oro chino en bruto sin
fundir. Cuando llegamos al puerto, salieron a recibirnos en pequeñas barcas con
cocos, plátanos, mangos y pescado". El sultán era Al-Malik az-Zahir,
"uno de los reyes más ilustres y generosos, hombre humilde, va caminando a
la oración del viernes", pero en la ceremonia entró montado en un
elefante, bajo una sombrilla cubierta de pedrerías, junto a otros cincuenta
elefantes engalanados a la derecha y otros tantos a la izquierda. "Tras un
concierto, caballos entrenados enjaezados de seda y con pulseras de oro en las
patas ejecutaron una danza que me dejó asombrado, a pesar de haberlo visto ya
en la corte del rey de la India".
Se refería el viajero al sultán de Atjeh en 1345.
Casi 600 años después -exactamente, 594-, en 1939, el
norteamericano John Gunther escribió estas líneas increíbles: "Ciertas
regiones de las Islas (Indonesia) están habitadas por tribus aborígenes que a
veces causan molestias. Durante un tiempo constituyó un foco de intranquilidad
la región de Atjeh, donde los miembros de la tribus musulmanas se resistían a
ser subyugados. Lo que consiguió someterlos con mayor facilidad fue el rápido
avance y la difusión de las carreteras, automóviles y cinematógrafos, que les
proporcionaban una distracción mejor (y menos arriesgada) que la caza de
cabezas humanas". Una nota aclara que "la mayoría de los caníbales y
"cazadores de cabezas" se encuentran en Nueva Guinea". En otras
palabras: no había habido un dramático retroceso de la civilización entre la
Edad Media y el siglo XX, sino que Gunther mezcla dos situaciones y dos
culturas e islas distintas, barajando en forma disparatada la información
disponible.
UNA
TIERRA MISTERIOSA
Esto tiene una lectura: Atjeh es una tierra misteriosa
para Occidente. Según los gustos, se puede traer a colación a Sandokán -miles
de kilómetros separan a su isla, Borneo, de Sumatra, pero al menos pertenecen a
idénticos mundo y cultura, o a Simbad el Marino y "Las mil y una
noches".
La realidad de Atjeh, sin embargo, es más prosaica. Es
una provincia "bajo jurisdicción especial" de Indonesia. Tiene 55.000
kilómetros cuadrados y al menos seis millones de habitantes. Es vital para la
economía indonesia y un baluarte del Islam en el sudeste asiático. De hecho, la
región más devota.
Atjeh recibió al Islam desde la India, por la vía de
comerciantes misioneros, y ya Marco Polo, en 1292, indica la existencia de un
monarca musulmán cuando visitó la comarca. Fue Atjeh el primer punto del
archipiélago indonesio que se convirtió a la fe musulmana. Situado a la entrada
del estrecho de Málaca, controlaba el paso de los barcos -nada menos que el
comercio entre la India y China- y acostumbraba a cobrar un "derecho de
peaje" en forma de tributo que, con frecuencia, llevó a la piratería.
Pero esto fue marginal, y el país se enriqueció gracias
al comercio y al cultivo de la pimienta, que lo pone de pleno derecho en la
historia americana. Atjeh producía o cultivaba esa especia que Europa, ansiosa
por sazonar su sosa comida medieval, buscó con ansia mediante los viajes de los
portugueses y de los castellanos. Oro, pimienta y perlas eran objetivos
fundamentales del viaje de Colón y aun Cervantes, mucho después, habla de
"la mucha pimienta y otras riquísimas mercaderías". En suma, Sumatra
y, en ella, Atjeh eran una de "las islas de la especiería" tan
afanosamente buscadas por castellanos y portugueses. Entre los siglos XIV y XVI
Atjeh controló el mercado de la pimienta y ello le abrió nuevos apetitos. El
más poderoso de los sultanes, Iskandar Muda (Alejandro el Grande) intentó en vano
quitar Málaca a los portugueses (ver recuadro) y con él Atjeh comenzó su
declinación. Surgieron nuevos centros de poder: Manila (española), Java
(holandesa), más tarde Singapur, y otros.
Atjeh reapareció en la política mundial cuando los
holandeses, con el pretexto de reprimir la piratería (básicamente, el peaje)
intentaron conquistarlo en 1873. La guerra duró cuarenta años; aunque terminó
oficialmente en 1913, las guerrillas continuaron. Los religiosos musulmanes
declararon la "guerra santa" y costó muy "cara a los holandeses
en hombres, material y prestigio". Entre 1903 y 1908, o sea, a 30 años de
empezada y antes de concluir oficialmente, la población de Atjeh perdió 13.000
vidas y, durante todo el conflicto la zona capitalina, tres cuartos de su población
por muerte o por huida.
INVASIÓN
JAPONESA
La nada sorda resistencia no había cesado cuando llegaron
los japoneses, en 1942, y aunque contaron con el apoyo de la población, a poco
lo perdieron y debieron enfrentar la oposición dirigida, a la vez, por la nobleza
y por el clero (usando mal la palabra por comodidad, pues no lo hay en el
Islam). Al rendirse Japón, la situación de Atjeh era tan fuerte que los
holandeses no pudieron reocuparla.
La independencia no trajo la paz. Hubo dentro de la
propia Atjeh una terrible revolución social que costó la vida a miles de
nobles, incluyendo grandes familias enteras que pagaron carísima una muy tenue
colaboración de algunas de ellas con los holandeses entre 1903 y 1941. Afuera,
Atjeh no aceptó mansamente su incorporación a Indonesia y, con mayor o menor
intensidad, las hostilidades siguen desde hace 50 años.
Al mismo tiempo, la riqueza de la región ha renacido,
pero gracias a sus gigantescos yacimientos de gas y de petróleo. Esto ha sumado
nuevas causas de encono, ya que Atjeh da al gobierno central muchísimo más de
lo que recibe. Independiente, sería tan rica como Brunei, y a la independencia
es a lo que aspira para, con la conducción del clero, formar una
"república islámica". Hay una guerrilla con varios cientos de miembros
formales, pero su fuerza está en la población, que opondría (datos
particulares) una resistencia masiva, de "tipo palestino".
En Atjeh se sigue el Islam sunnita, pero con algunos
toques de chiismo, por ejemplo, con la gran veneración a la familia de Ali,
yerno de Mahoma, es decir, a los dos nietos del profeta. La peregrinación a La
Meca es una devoción muy practicada (1186 personas en 1987, proporción superior
a la media de Indonesia) y hay una gran veneración de los santos, hombres
conocidos por su gran piedad y sabiduría.
Y éste es el problema, en resumen.
UN
SITIO HISTÓRICO
Málaca, la rival de Atjeh en 1500, era
una importante ciudad en la actual Malasia. Los portugueses la ocuparon en 1511
y la resistencia fue débil porque su gobernador creyó que se limitarían a
saquearla y a retirarse. La realidad fue distinta. Sobre las ruinas de la gran
mezquita construyeron un enorme fuerte y rodearon la urbe con una muralla de
dos kilómetros y medio de largo. En 1629, el sultán de Atjeh, Iskandar Muda,
intentó tomarla y le infligió el ataque más fuerte que sufrió en diez años.
Lanzó 20.000 hombres al combate, apoyados por 2000 cañones y 236 barcos, y
levantó alrededor fortificaciones tan fuertes que "ni siquiera los romanos
hubieran hecho tales obras más sólidas" (Pedro Barreto de Resende,
contemporáneo). Pero el arte de la guerra "a la europea" era muy
superior y el rey perdió 19.000 hombres, incluso a sus mejores generales, la
mayor parte de sus barcos y cañones. El valor desplegado no sirvió de nada,
pero inspiró una de las más importantes obras de la poesía épica local . .
No hay comentarios:
Publicar un comentario