Diario “La
Nación”. Buenos Aires, lunes 27 de octubre de 1997
Hipótesis de
conflicto: los asirios
La nación que Juan Pablo II
resucitó
Caída Asiria de su terrible grandeza bíblica hace 26
siglos, quiso y aún querría convertirse en un país independiente.
"Todos los días, miles de moscovitas y de turistas
se hacen limpiar los zapatos en las calles de la capital rusa. Probablemente
muy pocos reparen en el curioso aspecto de los lustrabotas en esa ciudad
ártica.
"Son casi siempre de pelo negro, de ojos negros, de
nariz aguileña, completamente ajenos a los rubios eslavos de la helada urbe.
"Acaso si llevan barba, su aspecto haga vibrar en
los transeúntes una idea vagamente familiar, despertando algún recuerdo de su
adolescencia. Pero ni uno en diez mil ni acaso en cien mil pensará más en el
asunto. Después de todo, la cara de esos modestos trabajadores no es cosa que
importe a nadie."
De esta forma comencé una nota hace 16 años: "El
terror creó el imperio asirio; la fuerza lo destruyó" ( La Nación ,
19 de junio de 1981).
Este panorama en el Moscú de los últimos tiempos del
comunismo puede complementarse con la cita de un periodista inglés respecto de
la retirada inglesa de Irak en 1955 y del último desfile de los asirios (en la
gran base aérea de Habbaniya, al oeste de Bagdad): "Un ejército de
hombrecitos morenos y fornidos con polainas y de aspecto muy solemne. Me
parecieron infinitamente conmovedores. No eran muy impresionantes, su
instrucción militar no era muy brillante, ni su equipo muy costoso y llamativo,
pero había orgullo y sentimiento en su actitud al salir de la plaza de armas
por última vez, con las cabezas muy altas, los brazos balanceándose con
decisión, en aquella versión ligeramente exagerada de la disciplina militar
británica, común en las tropas coloniales".
"La mayoría de ellos no tenía más oficio que el de
soldado; sólo eran fieles a Gran Bretaña y su único orgullo colectivo consistía
en servir con devoción a su pequeña comunidad. Algunos de ellos, sin duda,
encontraron trabajo en el ejército iraquí, a pesar de los prejuicios raciales y
religiosos; los demás se han diseminado probablemente en el limbo destartalado
y expuesto a las corrientes de aire que se reserva en el Medio Oriente a las
minorías no respetadas.
"La banda tocaba "Colonel Boge" con
afinación, mientras aquellos viejos amigos y camaradas de Gran Bretaña se
alejaban valientemente para perderse en el olvido."
En forma poco simpática -racista- habla de la
"anglofilia de los asirios", de su "afición a los nombres y las
costumbres inglesas" y considera inconveniente que una potencia soberana
haya dispensado un cuidado tan especial "a esa comunidad".
Sí, tanto aquellos pobres lustrabotas de Moscú como esos
patéticos soldaditos iraquíes eran asirios. Casi tan patético como ellos
resulta que alguien de un pueblo tan joven y de un imperio de tan corta vida
como el británico hable así nada menos que de los asirios.
Aún hoy, 26 siglos después de su caída, su nombre suscita
terror y odio entre los descendientes de sus víctimas.
La Biblia misma recoge las profecías de Nahum pocos años
antes de la caída de la capital asiria, Nínive (612): "Voy a quebrar tu
cetro... De ti ha mandado Dios: no quedará ni memoria de tu nombre... Cuantos
te vean se apartarán de ti, diciendo: ¡Destruida Nínive! ¿Quién se compadecerá
de ella? Su fuerza... no tenía fin... y con todo se fue; se fue al cautiverio
... sus nobles fueron echados a suertes y sus grandes fueron cargados de
cadenas...Tus pastores, rey de Assur, están dormidos; tus grandes, tumbados y
tu pueblo se dispersa por los montes, sin que haya quien lo congregue. Tu ruina
no tiene remedio, espantoso es tu desastre. Cuantos lo oigan batirán palmas
junto a ti, porque ¿sobre quién no pesó sin tregua tu maldad?".
Nombres tenebrosos
Muchos nombres terribles han quedado en la historia para
que sean comprensibles tan tremendas imprecaciones: Tiglatfalasar, Asarhaddón,
Sargón, Senaquerib y -quizá el más cruel-: Assurbanipal.
Vencidos, se retiraron al norte de su país, a las
montañas del Kurdistán actual y cuando, siglos más tarde, San Tadeo apóstol los
llevó al cristianismo se convirtieron a la fe. Son, con los malteses, los
únicos dos pueblos semitas totalmente cristianos.
Durante varios siglos, desde el V, fueron grandes
misioneros; llevaron por primera vez el Evangelio a China y lo propagaron en el
Asia central.
En nuestro siglo, su sino fue terrible. En 1915 fueron
virtualmente exterminados por los turcos junto con los armenios. Quizá pereció
la mitad. (R. Janin Eglises orientales et rites orientaux, París, 1955, Pág.
413.) Durante siglos se ha creído que eran nestorianos, esto es, herejes, pues
Néstor, condenado en el Concilio de Efeso (431), sostenía que María era la
madre de Cristo hombre y no de Cristo Dios.
Por lo demás, tienen jerarquía, sacerdocio y sacramentos
válidos. Sobre esto no hubo jamás discusión. Parte de ellos reconoció la
autoridad papal y tiene su propio patriarca, católico; parte se hizo
protestante.
Un prolongado malentendido
Todo ha sido superado y aclarado tras el encuentro entre
Juan Pablo II y el catolicós de la Iglesia Asiria, Mar Denkha IV, que puso
"fin a más de quince siglos de malentendidos respecto de nuestra fe en
Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, concebido en el seno de la Virgen
María por el poder del Espíritu Santo" (palabras de bienvenida del Papa en
el Vaticano, 10 de noviembre de 1994).
La declaración común firmada por ambos pontífices señala
que "Nuestro Señor Jesucristo es así verdadero Dios y verdadero Hombre,
perfecto en su divinidad y perfecto en su humanidad, consustancial al Padre y
consustancial a nosotros en todo, excepto el pecado".
Resumiendo, el texto señala la Encarnación del Verbo de Dios
en "una madre, sin padre, según su humanidad. La humanidad a la que la
bienaventurada Virgen María ha dado nacimiento ha sido siempre la del Hijo de
Dios mismo. Es la razón por la que la Iglesia Asiria de Oriente ruega a María
en tanto que "Madre de Cristo nuestro Dios y Salvador".
"A la luz de esta misma fe, la Iglesia Católica se
dirige a la Virgen María como "Madre de Dios" e igualmente como
"Madre de Cristo". Unos y otros reconocemos la legitimidad y la
exactitud de estas expresiones de la misma fe y respetamos la preferencia de
cada Iglesia en su vida litúrgica y en su piedad."
Indica después que las controversias y excomuniones
"descansan en buena parte sobre malentendidos". Los textos canónicos
asirios de los siglos V-VII son categóricos. (Courrier Oecuménique du Moyen
Orient, número 24, Beirut, 1994.)
Aristócratas arruinados
En suma: los nestorianos no existen desde hace muchos
siglos. Los que creían ser tales, no lo eran.
Y ahora: los asirios como pueblo. Vuelvo a mi nota de
1981: "¿Qué casa asiria se visita que no tenga su toro alado y su
reproducción de la imagen de algún rey feroz? Pero con una melancólica dignidad
no quieren hablar de sí mismos".
"Como aristócratas arruinados que son, guardan un
silencio discreto... Las barbas los traicionan, modernizadas apenas en el
estilo de Nínive. Y son iguales sus caras a las de sus antepasados. Hablar con
ellos es como viajar en el tiempo."
Después de la Primera Guerra Mundial pidieron, sin éxito,
por supuesto, que se formara una Asiria independiente (sería forzosamente en
territorio kurdo). La ilusión no los ha abandonado del todo, pero Mar Denkha
dice: "Esperanzas, sueños".
William Saroyan, en su conmovedor relato "Setenta
mil asirios", evoca las palabras del peluquero asirio Teodoro Badal, en
1933: "Ahora somos un tema de historia antigua. Como raza estamos
liquidados. Todo se acabó".
Tenía razón, pero, por medio del encuentro de 1994, a
través de su Iglesia, Asiria volvió a vivir en la fe. Quizás a partir de allí pueda
renacer políticamente. Quizás.
"Como un perro rabioso"
El inmenso imperio asirio fue el más grande de los que
precedieron al persa, todo ello haciendo amplio uso de un admirable sistema de
espionaje, de toda suerte de intrigas y, en la guerra, del terror más
desenfrenado. Por ejemplo, Salmanasar dice: "Ciudades sin número destruí y
quemé... (la estatua de mi majestad levanté allí)" (842). U otro:
"Con el poder y la fuerza de Assur mi señor (su dios)... a sus guerreros
vencí, los barrancos y precipicios llené con sus cadáveres" (743). Y sigue
y sigue, campaña tras campaña, quemando ciudades, despellejando vivos a los
cautivos y cubriendo con sus pieles las murallas para después empalarlos sobre
ellas, talando los árboles, cegando los pozos, arrasando los sembrados.
"Como un perro rabioso caí sobre ellos." Y siempre en el nombre de
sus dioses: "Por la gracia de Assur y de Ishtar".
Y, al mismo tiempo, ocupándose de "llenar el granero
de toda la tierra de Assur con alimento en abundancia y víveres, que el aceite
no se encareciese ya que los dioses me han designado para gobernar a los
humildes y no perjudicar a los débiles, para no cometer injusticia"
(resumido).
Los mismos reyes... ¿Quién entiende a la humanidad? .
Por
Narciso Binayán Carmona
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