Diario “La Nación”.
Buenos Aires, domingo 07 de marzo de 2010
Espionaje
Conexiones argentinas en los archivos de la CIA
Durante los años de la Guerra Fría, Irán,
Afganistán y Chile fueron el eje de misiones clandestinas en las que hubo
curiosas referencias a nuestro país
La Agencia Central de Inteligencia de EE.UU., más
conocida como la CIA, tiene la imagen de ser un servicio secreto omnisciente,
que alcanza sus objetivos con eficiencia y precisión en cualquier parte del
mundo operando tras los telones del poder. Esta imagen ha sido reforzada en
innumerables películas y thrillers. En países donde las teorías conspirativas
son la explicación preferida de cualquier evento de importancia (como es el
caso de la Argentina), la CIA además siempre es sospechada de estar involucrada
en las situaciones más inverosímiles. EnLegado de Cenizas: La historia
secreta de la CIA , Tim Weiner, un periodista de The New York Times , demuestra que
esta visión es bastante inexacta y que la historia de la CIA está plagada de
fracasos rotundos, algunos de ellos muy bien camuflados. Este libro, junto con
otros dos sobre el tema publicados en los últimos años, nos permite ver cómo,
con el paso de los años, los éxitos más resonantes de la CIA tuvieron
consecuencias muy negativas y no previstas para Estados Unidos. Su lectura es
imprescindible para comprender muchos aspectos de la política exterior
norteamericana de los últimos 50 años.
Cuando fue publicado, Legado de
Cenizas... mereció dos artículos en LA NACION, uno de ellos de Tomás Eloy Martínez.
Ambos comentaron favorablemente el libro, agregando interesantes anécdotas
sobre la CIA y algunas de sus múltiples operaciones clandestinas durante la
Guerra Fría. Sin embargo, ninguno mencionó la existencia de una conexión
argentina poco conocida en tres de sus operaciones más importantes, que en su
momento fueron consideradas entre las más exitosas de la agencia.
La primera de ellas fue en Irán, en 1953, para derrocar
al primer ministro Mohamed Mossadegh. El pecado de Mossadegh había sido la
nacionalización de la Anglo-Iranian Oil Company, una compañía inglesa que tenía
el monopolio de la explotación del petróleo en Irán en condiciones muy
favorables. La decisión de Mossadegh puso a Inglaterra al borde del colapso, ya
que su economía dependía críticamente del petróleo iraní. Inmediatamente, los
ingleses comenzaron a planear cómo deshacerse de Mossadegh y revertir la
nacionalización. Pero en medio de la Guerra Fría no podían provocar la caída
del líder iraní sin la anuencia de los norteamericanos. Para gran frustración
de Churchill, entonces primer ministro británico, el presidente Truman se
oponía a cualquier intervención extranjera en Irán. La llegada de Eisenhower a
la Casa Blanca en enero de 1953 cambió las cosas. A través de su embajador en
Washington, Churchill logró convencer al nuevo presidente de la necesidad de
derrocar a Mossadegh y revertir la nacionalización del petróleo iraní. Fue
entonces cuando se le encomendó a la CIA la misión de orquestar un golpe de
estado en Teherán.
El detalle curioso es que el agente de la CIA responsable
de esta operación (conocida como "Operation Ajax") había nacido en
Buenos Aires, en 1916. Su nombre era Kermit Roosevelt. Su padre era gerente de
la sucursal argentina del National City Bank, precursor de Citigroup, que había
iniciado sus operaciones en Buenos Aires dos años antes. Y su abuelo era nada
menos que el presidente Teddy Roosevelt. A los pocos años, la familia Roosevelt
regresó a Estados Unidos y Kermit comenzó el cursus honorum típico de la elite
de la costa Este. De Harvard pasó a la CIA, donde se especializó en una región
muy lejana a la tierra de su nacimiento: Medio Oriente. Así es que un porteño
fue el responsable de orquestar un golpe de estado cuyas reverberaciones aún se
sienten y que es la raíz histórica del conflicto que hoy enfrenta a Estados
Unidos e Irán. Todos los entretelones de la "Operation Ajax" son el
tema de un excelente libro de Stephen Kinzer titulado " All the Shah´s
Men: An American Coup and the Roots of Middle East Terror ".
De Afganistán a Chile
La otra operación de la CIA que nos ocupa fue aquella
lanzada contra la Unión Soviética en Afganistán a principios de los 80. Sus
detalles han sido brillantemente relatados en otro libro interesantísimo: Ghost Wars: The
Secret History of the CIA, Afghanistan, and Bin Laden, from the Soviet Invasion
to September 10, 2001 , de Steve Coll, quien también fue periodista de The New York Times y de The Washington
Post . Coll relata cómo los esfuerzos de la CIA en Afganistán fueron coronados
por lo que entonces pareció un gran éxito, ya que la derrota de los soviéticos
en ese país provocó el derrumbe de su imperio. Su libro también muestra cómo
funciona la ley de las consecuencias no previstas. En este caso, cómo los
esfuerzos de la CIA para derrotar a los soviéticos en Afganistán fueron en gran
medida responsables de la creación de Al-Qaeda y los ataques a las Torres
Gemelas de Nueva York.
En el trasfondo de la turbulenta historia de las
relaciones entre Estados Unidos y Afganistán también hubo una conexión argentina.
Luego de la caída del régimen prosoviético en Kabul, los norteamericanos
básicamente se olvidaron de Afganistán. Su interés sólo se reanimó años más
tarde, a mediados de los años 90. La razón, al igual que en el caso anterior,
fue el control sobre enormes reservas de petróleo y gas. Afganistán era un país
pobre en estos recursos pero estaba ubicado en una posición estratégica, ya que
se encontraba rodeado de ex repúblicas soviéticas ricas en hidrocarburos, entre
ellas Turkmenistán. Quien tenía la llave del negocio en este país era el
empresario argentino Carlos Bulgheroni. A principios de 1993, Bulgheroni había
obtenido para su compañía Bridas los derechos de explotación de un enorme
yacimiento. Pero para sacar el gas de Turkmenistán era necesario construir un
gasoducto hasta Pakistán pasando por territorio afgano. Bulgheroni propuso
construirlo e inicialmente consiguió el apoyo de Turkmenistán, Afganistán y
Paquistán, pero tuvo que enfrentar a la compañía norteamericana Unocal, que
tenía un proyecto alternativo. Para el gobierno de Estados Unidos, lograr que
Unocal se quedara con el negocio se convirtió en una prioridad estratégica.
Tanto la CIA como personajes de la talla de Henry Kissinger y Dick Cheney
intervinieron para frustrar los planes de Bulgheroni. Coll le dedica varios
capítulos de su libro a esta intriga y tres páginas al empresario argentino.
Todavía no se escribió la versión definitiva de esta increíble historia (que
quedó inconclusa, ya que el gasoducto sigue sin construirse).
La tercera operación de la CIA con una conexión argentina
fue la ordenada por Nixon para derrocar a Salvador Allende. En Legado de
Cenizas... , Weiner le dedica todo un capítulo. En este caso, el detalle curioso es la
mención que hace de una reunión que tuvo lugar en la sede de la CIA en Langley,
el 15 de septiembre de 1970, entre Richard Helms, su titular, y el general
Alejandro Agustín Lanusse, comandante en jefe del Ejército argentino. Según
relata Weiner, en ese momento Helms se encontraba bajo enorme presión ya que
Nixon le había ordenado perentoriamente que orquestara un golpe militar en
Santiago. Durante la reunión, el jefe de la CIA le sugirió a Lanusse que el
Ejército argentino interviniera para provocar la caída de Allende. Atónito, el
general argentino respondió: "Señor Helms, usted ya tiene su Vietnam. No
me haga tener el mío."
Lamentablemente, Weiner sólo dedicó algunos párrafos a
este episodio. Los archivos de la CIA seguramente guardan otros detalles, menos
anecdóticos pero seguramente más interesantes, sobre la historia de nuestro
país durante la segunda mitad del siglo XX. Habrá que esperar que un
investigador diligente los haga conocer.
© LA NACION.
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