“Mi sueño es que el mundo no necesite nunca más de las organizaciones humanitarias”
Por Gustavo Sierra
Crece el debate sobre el trabajo de las Grandes organizaciones humanitarias que operan en forma global. ¿Son realmente efectivas? ¿Logran cambiar algo en el mundo?
DETERMINACIÓN. “NUESTRO TRABAJO NO TIENE NADA DE ROMÁNTICO. ES UNA TAREA QUE HAY QUE HACER CON ENTREGA Y CONVICCIÓN”, DICE KARUNAKARA.
Diario "Clarín". Buenos Aires,24/12/11
La ayuda humanitaria cumple unos 60 años. No es que haya una
fecha en particular que marque el acontecimiento, pero fue más o menos
para esa época, en los años 50, cuando iniciaron su trabajo las grandes
organizaciones no gubernamentales. Una acción que nadie, o casi nadie,
se atrevió a criticar durante este tiempo. Hasta ahora. Comienzan a
aparecer libros con títulos como “Blanco bueno busca negro pobre” o
“Ayuda muerta”. Y surgen algunas preguntas. ¿Cambió algo en el mundo
gracias a la ayuda humanitaria? ¿Con todo el dinero que se gastó en esas
grandes operaciones de ayuda no se podría haber hecho algo más
efectivo? En un tranquilo salón de una casona del barrio porteño de
Belgrano R, el doctor Unni Karunakara, presidente de Médicos Sin
Fronteras, parece el hombre adecuado para encontrar algunas respuestas a
esas preguntas incómodas.¿Ve usted algún cambio después de 60 años de ayuda humanitaria? Hay algo que es muy importante entender al respecto: la acción humanitaria nunca es la solución. Es una acción esencial ante la ausencia de una solución. La razón misma por la cual los trabajadores humanitarios van a un lugar a trabajar es porque el sistema falló. Es muy diferente de los trabajadores para el desarrollo, los de mantenimiento de la paz o los trabajadores sociales, cuyo objetivo es construir soluciones duraderas. Lo que le preocupa a la ayuda humanitaria es el sufrimiento ahora, estar ahí junto a la gente cuando está atravesando momentos difíciles. No dar soluciones respecto de cómo deben vivir las personas ni cómo deberían construirse las sociedades.
Sí, pero me parece que la crítica es por qué no poner todo ese esfuerzo en la prevención.
Creo que son todos argumentos válidos y hay un rol para diferentes tipos de acciones. Los gobiernos deben aplicar las políticas adecuadas, los organismos de desarrollo deben trabajar en soluciones sustentables a largo plazo. Pero también hay un rol para la acción inmediata que se ocupa de las personas que están sufriendo mientras la gente trabaja buscando soluciones. Haití es un buen ejemplo. Creo que lo que Haití necesita son soluciones sustentables perdurables. Pero, mientras tanto, hay gente que muere de cólera, niños sin vacunar, mujeres que mueren en el parto. Esa es la clase de problemas que abordamos a través de la acción humanitaria.
Supongo que ustedes también se preguntan qué habría sucedido si algunas de sus acciones se hubieran aplicado con anterioridad en el mismo lugar y a la misma gente.
Sí, nos preguntamos qué queda de lo que hacemos. Nuestra respuesta es que debemos construir sistemas, capacitar gente. Cuando brindamos asistencia médica estamos haciendo muchas cosas: desarrollamos normas, pautas, protocolos, pero también incorporamos mucha ciencia al trabajo. Hemos construido modelos de atención médica para el Sida-VIH, modelos de atención para encefalitis letárgica (enfermedad del sueño), la malaria, la nutrición y otras enfermedades. Muchos de esos modelos se adoptaron a nivel internacional. Si lo analizamos desde ese punto de vista, la acción humanitaria ha sido muy exitosa y sustentable porque los modelos de atención que desarrollamos fueron adoptados en buena parte del mundo. Como resultado de ello, tienen acceso a tratamiento preventivo millones de personas.
¿Ese sería el cambio real de la ecuación: poner más acción humanitaria en la prevención? Lo mejor que le podría pasar al mundo es que nosotros no tuviéramos más razón de ser. Que no se necesiten más las organizaciones humanitarias. Ese es mi sueño.
Antes de que el sueño se cumpla, tendrán que luchar también con la politización de la ayuda humanitaria ...
Sí, ese es un problema que se acrecienta. Nosotros no somos una organización política más allá de que hacemos política, por ejemplo, cuando decidimos dónde intervenir o dónde no hacerlo. Pero siempre aparece alguien que quiere aprovecharse de alguna manera de esa ayuda, Estados que quieren aparecer como los benefactores, otros gobiernos como el de Estados Unidos que acusa a algunos de nuestros médicos de ayudar a terroristas porque trabajan en zonas controladas por los talibanes, etc., etc. Y también están los que nos desprestigian, como los militares colombianos que se disfrazaron de trabajadores de la Cruz Roja para rescatar a Ingrid Betancourt o los que simularon estar haciendo una campaña de vacunación para extraer el ADN a familiares de Bin Laden.
Tengo entendido que les fue particularmente difícil trabajar en los países donde se produjeron las revueltas de la “Primavera árabe”.
Muy difícil. En Siria, directamente, no podemos entrar. En Libia y Bahrein pudimos entrar, pero los gobiernos nos atacaban porque los médicos querían asistir a los rebeldes.
¿Y cómo lo hicieron? Nuestro trabajo necesita una constante evaluación de lo que está ocurriendo en el terreno y de acuerdo con las conclusiones actuamos o nos replegamos hasta que mejoren las condiciones.
¿Qué es mejor en una situación de emergencia: trabajar con médicos locales o con los que viajan especialmente? No tenemos preferencias ni protocolos especiales en este sentido. Trabajamos tanto con los que viajan como con los que están en el lugar. Desde ya que los locales son los que entienden mejor la situación. Por ejemplo, en Somalía el trabajo cotidiano es realizado por médicos somalíes ya entrenados por MSF. Nosotros les llevamos los recursos, trabajamos con ellos y si no es directamente, lo hacemos a distancia, comunicados por teleconferencia siempre para llevar el mejor tratamiento a los pacientes. Nosotros somos muy cuidadosos. Nuestro objetivo no es crear un sistema duplicado sino encontrar brechas que existen en el sistema y ubicarnos en esos lugares durante un período de tiempo hasta que no nos necesitan más. Y entonces nos vamos.
Para ustedes, que están lidiando constantemente con la vida y la muerte, ¿cómo es ver morir a un compañero? No estamos vacunados contra el dolor. Nos aflige la muerte de los que vamos a ayudar y aún mucho más la de los que están a nuestro lado.
En este sentido, ¿cuál es la zona más peligrosa para trabajar? Somalía, sin duda. Es una situación sumamente compleja. Hay varios conflictos a la vez. Uno es la ausencia de Estado y la imposición de los clanes. El segundo nivel de conflicto es que hay una guerra por delegación que están librando en Somalía distintos actores del mundo. Otro conflicto es la guerra internacional contra “el terror”. Y después están la pobreza, la marginalidad, la violencia extrema.
Ese es un caso extremo. Luego están las regiones donde nada de eso se registra y sin embargo también aparece la necesidad de la intervención, como por ejemplo la zona afectada por el Chagas en Paraguay, Bolivia o el norte de Argentina.
Pero fíjese que el tema básico es el mismo: la inequidad y el abandono. Las personas no sienten que son parte del sistema, y que el sistema, o el gobierno, no las representan. Ese es el problema y creo que en ese sentido las situaciones no son tan diferentes. Y creo que les corresponde a los gobiernos ser más inclusivos en la forma que gobiernan, en la forma en que establecen sus políticas. Como organización humanitaria también lidiamos a gran escala con los laboratorios farmacéuticos que no llevan a cabo investigación ni desarrollo sobre determinadas enfermedades porque son de pobres. No hay ganancias si hacen medicamentos para esa gente. Ese es el caso específico del Mal de Chagas, para el que contamos con medicinas desarrolladas hace 50 años. Eso es algo que está pasando a nivel global y es algo que nosotros enfrentamos todos los días en el trabajo que hacemos. Por eso tratamos de poner estos temas sobre el tapete y pedir a los gobiernos que tomen el liderazgo para resolver estas cuestiones.
Ustedes se enfrentaron más de una vez con la industria farmacéutica por esos temas.
La relación con la industria farmacéutica no es muy buena. Ellos sólo buscan el lucro y nosotros necesitamos medicinas accesibles para todos los enfermos. Hubo algunos avances, por ejemplo, con el tratamiento del sida, porque es una enfermedad de la que hay una mayor conciencia. En el 2000 un tratamiento de HIV costaba 10.500 dólares al año. Ahora se puede producir por 70 dólares. Todo cambió cuando la India, mi país, decidió desafiar la propiedad intelectual y desarrollar los genéricos. Nosotros no estamos en contra de los laboratorios de ninguna manera, pero apoyamos el desarrollo de genéricos accesibles para toda la población.
Supongo que debe tener una enorme lista de voluntarios para trabajar en MSF. Es una idea muy romántica la de ir a salvar vidas a una zona de guerra.
No crea. Siempre necesitamos más médicos jóvenes que quieran sacrificarse durante unos años. Pero como siempre les digo a los estudiantes de medicina y a los jóvenes profesionales: háganlo por convicción. Lo que nosotros hacemos no tiene nada de romántico.
Copyright Clarín, 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario