Diario ”La
Nación” Buenos Aires, lunes 14 de julio de 1997
Hipótesis de
conflicto
La tierra elegida por Caín
Otrora fue patria de sultanes de grandes riquezas;
diferencias religiosas y políticas terminaron partiéndola en dos; la
reunificación no cicatrizó las heridas abiertas por las luchas intestinas.
"Ni siquiera todos los perfumes de Arabia podrían
curar esta manita", dijo lady Macbeth mirando la suya ensangrentada. De la
mano de Shakespeare, entonces, entramos en Yemen y en su compleja realidad
actual.
Nadie mejor que un inglés, por cierto, para empezar a
hablar de un país donde sus compatriotas metieron tanto la mano.
Era tierra de riquezas fabulosas: "Hay muchas
personas -escribieron hace 2200 años- que poseen, según parece, fortunas dignas
de reyes: se dice que se construyen columnas de oro y plata y que los techos y
las puertas tienen adornos de pedrerías... en una palabra, que los objetos que
son lujosos por doquier, allí son comunes".
Iram, después del Diluvio
Se aludía, probablemente, a la legendaria ciudad de
"Iram de las columnas", mandada a construir por el pretencioso rey
Sheddad, poco después del Diluvio, en un intento por imitar al Paraíso. Un
tornado la destruyó, castigando así su orgullo. El Corán la recuerda en el
capítulo de "El alba".
En esa región habría instalado su vivienda Caín, luego
del asesinato de Abel, y allí, entre todas las tierras posibles, el diablo le
habría enseñado a tocar instrumentos musicales. Se muestra su presunta tumba.
La riquísima historia de Yemen puede iniciarse, con
referencia a los tiempos actuales, en los tempestuosos días en que, hace algo
más de mil años, el chiismo ultramilitante de entonces se enfrentó con el
sunnismo, encarnado en el poderoso califa de Bagdad.
Perseguidos y asesinados con increíble saña, los
descendientes de Ali (656-661), primo hermano y yerno de Mahoma (y, por lo
tanto, descendientes también del Profeta del Islam), intentaron, con éxito
menos que mediocre, afirmarse en algún punto de los vastos dominios del Islam.
La dinastía zeidita
Uno de los pocos que lo lograron fue Yahia (893-908),
tataranieto de su tataranieto, que estableció su dinastía, la zeidita, en Yemen
con Sana como capital hasta nuestro tiempo.
El zeidismo es chiita, pero, a diferencia del de Irán,
tiene a su cabeza un imán (conductor), hereditario, lo más parecido a un papa
que hay en el Islam, religión sin clero.
La asociación entre el zeidismo y Yemen del Norte es un
dato básico que debe ser retenido. Más de la mitad de la población pertenece a
esa secta. El resto, mayoritario en el Sur, es sunnita y bastante militante.
En Yemen del Norte, los zeiditas tuvieron que enfrentarse
durante siglos con los sultanes turcos de Constantinopla y sólo se liberaron
definitivamente de ellos cuando terminó la Primera Guerra Mundial, en 1918.
Debieron compartir el poder con varios poderosos jefes de tribu, los Hashed, en
particular. Es otro dato que debe retenerse.
Yemen del Sur entró en el mundo moderno -esto es, bajo la
influencia de Europa- cuando Napoleón, desde Egipto, planeó usar a Moka, ciudad
yemenita célebre por su café, como escala hacia la India para vencer a los
ingleses. Pero éstos le ganaron de mano, ocupando primero una isla (1799) y
luego tomando Adén, donde se quedaron desde 1839 hasta 1967.
Haciendo aquí un alto se puede decir que nada en Yemen de
la década del sesenta permitía pensar en aquel país fabuloso desbordante de
riquezas que había sido.
Nada ni nadie escapa
Era el más pobre del mundo árabe, lejos de todo y de
todos, y ocupa hasta hoy uno de los lugares más bajos en la escala del Banco
Mundial. Pero la época turbulenta en que vivimos no lo dejó en paz.
Primero, en el Norte cayó la monarquía zeidita y, guerra
civil de por medio, el imán se aisló en Londres. ¿Volverá? ¿Cuál será el futuro
de los fieles zeiditas? ¿Quién los conducirá? Misterio.
Luego, en el Norte, la independencia se tradujo al poco
tiempo en el establecimiento de un régimen marxista.
Veintiséis pequeños sultanes que gobernaban pequeños
reinos en el interior perdieron tronos. ¡Y los ingleses habían trabajado tanto!
En tres años habían firmado 1300 tratados con otros tantos jefes (1936-1939).
El régimen marxista se derrumbó, guerra civil mediante, y
en 1990 se unió con el Sur en un solo país.
Sólo quedó el Partido Socialista, ahora excluido de la
alianza de poder. Es poderoso, sin embargo, en el Sur. Es un segundo conflicto
potencial.
Yemen está gobernado por una coalición de dos partidos,
el Congreso del Pueblo y el Islah, religioso, encabezados por el presidente
Salih y por el jeque Abdallah, respectivamente. Ambos son Al Ahmar y de la
tribu de Hashed.
En forma muy tradicional, fue la muerte de su padre por
orden del padre del imán Badr (1960) lo que puso al jeque contra la monarquía.
¿Cómo ven las demás tribus y la población de las ciudades
este monopolio? Otro misterio. Es un tercer conflicto potencial.
Uso y abuso del islamismo
Y quedan más o menos, en reserva, otros. Por ejemplo,
cuarto, las relaciones con Arabia Saudita, hoy buenas pero con un conflicto
armado hace muy pocos años.
Más, quinto, el problema de la región sobre el Indico,
con grandes reservas de petróleo y poco poblada, con fuerte personalidad y,
quizá, separatismo. Esta región fue muy codiciada por los reyes sauditas. ¿Ya
no más?
Por lo demás, los yemenitas, por alejados que estén de
los centros de poder, ven las cosas con claridad.
El presidente ha dicho: "El islamismo ha sido
alimentado y utilizado por los occidentales cuando lo necesitaron en Afganistán
y en otras partes; después de la caída del comunismo, lo consideran el enemigo
público número uno. Que no cuenten conmigo para seguir los meandros de la política
occidental".
Ubicado sobre la ruta que une a Occidente con el Indico,
estas palabras ratifican que "sigue habiendo en el país un gran potencial
de complicaciones".
La Venecia de las arenas
Los yemenitas inventaron los rascacielos mucho antes que
los norteamericanos. Quizá las leyendas sobre ciudades fabulosas (porque Iram
no es la única) tengan que ver con aquellos edificios extraños de hasta nueve
pisos, que han surgido hace muchos siglos y que siguen dominando la
arquitectura del país.
Se dice que fueron planificados "para poder reunirse
por la tarde con los amigos y para dormirse más cerca de las estrellas por la
noche". Un francés recuerda que "se ha dicho con frecuencia que Sana
es la Venecia del mundo árabe (aparte el agua), porque hay algo de barroco en
estos palacios de ladrillo con decoraciones de pintura blanca, con vitrales de
extraños colores. Es cierto; aquí, como en Venecia, la arquitectura es una
fiesta" (Thierry Desjardins).
El primero o uno de los primeros europeos que visitaron
las ciudades yemenitas, Von Wrede, en el último siglo, se suicidó a su regreso
al mundo occidental porque nadie le creía. Al menos, eso es lo que se cuenta.
Los Yoma y "Ella"
En Yemen ha sido tierra de grandes catástrofes y de
grandes emigraciones. La ruptura del dique de Marib entre mil y mil quinientos
años atrás llevó a multitud de yemenitas al norte del mundo árabe. Dos
poderosos reinos tuvieron entonces por monarcas a dos dinastías yemenitas.
También tribus yemenitas dominaron en Medina hasta la época de Mahoma y lo
siguieron cuando huyó de La Meca, durante los comienzos de su predicación. De
uno de sus más íntimos allegados, Saad, descendieron en la España musulmana los
reyes de Granada, los que legaron a la ciudad y a la cultura la Alhambra y el
Generalife.
En Yemenitas fueron también los reyes de Sevilla y una
princesa sevillana, Zaida, fue reina de Castilla y la cuarta esposa del rey
Alfonso VI, al que el Cid tomó la famosa jura de Santa Gadea como prueba de
inocencia en la muerte del rey don Sancho.
En Importantes familias árabes de la Argentina tienen
remoto origen yemenita, como los Yoma, llegados desde Dmeir, Siria, musulmanes,
y, como los Bestani, nobilísimos maronitas llegados desde el Líbano. La abuela
de Vicente Saadi era Bestani.
En la ficción era nacida en Yemen, la famosa
"Ella", Ayesha, "la que debe ser obedecida", la mujer que
reinó dos mil años en el sur de Africa y que es el personaje central de una
novela leída por generaciones de jóvenes de todo el mundo. .
Por
Narciso Binayán
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