Un Nobel de Economía predice más turbulencias financieras
Diario "Clarín". Buenos Aires, 25/12/10El famoso economista estadounidense vislumbra un rebote de la crisis en Europa y Estados Unidos, critica a Obama y teme por el euro. De Argentina, le preocupan el desempleo y la “sojización”.
La discusión económica global tiene su propio y selecto club de
superestrellas. Un equivalente a “los tres tenores” del canto lírico
en el ámbito de la economía bien podría estar integrado por Nouriel
Roubini, Paul Krugman y Joseph Stiglitz, hoy por lejos los tres
académicos más populares en esta disciplina, de acuerdo con la cantidad
de menciones en Internet en 2010.
Curiosamente, los tres economistas visitaron la Argentina en los últimos dos meses. Roubini, apodado “el Nostradamus de la crisis” por haber anticipado el último derrumbe mundial, se mostró escéptico en Buenos Aires, y muy negativo con la economía local. Krugman, en cambio, centró su pesimismo en el cuadro global y tuvo elogios para la recuperación doméstica. Stiglitz podría haber desempatado, pero con respecto a sus dos colegas dio una visión intermedia sobre la Argentina: criticó el “alto desempleo” y marcó el riesgo de primarización de la economía, pero relativizó el peligro de la inflación y ponderó “el buen estado de ánimo” que vio aquí con respecto a los Estados Unidos y Europa.
Con los países desarrollados, en cambio, no tuvo piedad. Sostuvo que naciones como España, Grecia o Irlanda están en una situación muy similar a la de la Argentina previa al estallido de diciembre de 2001; asegura que el presidente de Estados Unidos Barack Obama perdió el rumbo y se dejó torcer el brazo por la derecha estadounidense y vaticina que en 2011 habrá “más turbulencias financieras”.
“Espero equivocarme, pero los líderes de las principales potencias están muy debilitados a nivel interno, y la divergencia de intereses crece”, cuenta el premio Nobel de Economía 2001, en una charla con Clarín. Al contrario de lo que sucede con muchos de sus colegas, el profesor de Columbia es un muy fino analista, y cada consideración sobre la economía en 2011 va acompañada de un argumento político que refuerza el concepto que se propone enfatizar.
Stiglitz vino a la Argentina en plan de vacaciones. Pasó unos días en la Patagonia con su mujer, Ann, a quien conoció dando clases en Columbia. A la vuelta, se alojó dos días en un hotel boutique de Palermo Viejo, y aprovechó las ofertas del barrio para comprar regalos de Navidad para su familia.
“¿Es con foto la nota?”, pregunta, y va a su habitación a cambiarse las bermudas y la camisa sin mangas por un traje oscuro, incómodo para los 36 grados del mediodía del jueves porteño. En un rato irá al Banco Central, cruzará a la Casa Rosada para saludar a Cristina Fernández de Kirchner, y de ahí partirá hacia Ezeiza.
El rango de intereses de Stiglitz es muy diverso. Va desde la especialidad que le valió el Nobel, las asimetrías de información y las fallas en los mercados financieros, hasta la preocupación por el calentamiento global o la recomendación de empezar a incluir indicadores de “felicidad” en las mediciones del PBI. De todos estos temas conversó con Clarín en un bar de Uriarte y Honduras, capuchino de por medio.
¿Cuáles son los principales riesgos de la economía en 2011?
El problema central es que los países industrializados no se recuperaron de la crisis de 2008. El desempleo en los Estados Unidos y Europa se mantiene en torno al 10%, mientras que las medidas de expansión fiscal que se tomaron a fines de 2008 y en 2009 ya agotaron sus efectos. Estas políticas no están siendo renovadas, sino que por el contrario, en Europa hay una tendencia a la austeridad y EE.UU. enfrenta una grave amenaza de seguir el mismo camino. La perspectiva de los gobiernos en 2008 era que en dos años el problema iba a estar solucionado y se comenzaría a repagar la deuda y a a recuperar el favor de los votantes. Pero fue un muy mal pronóstico. El crecimiento en los países ricos se va a desacelerar aún más en 2011, todos lo aceptan, la pregunta es con qué intensidad y qué tan doloroso será.
¿Puede haber una recesión de “doble fondo” en los países ricos?
Creo que el escenario más probable es el de una desaceleración gradual, a tal punto que el desempleo no cederá. La desocupación oficial en Estados Unidos es de 9,8%, pero la no oficial, que incluye a aquellos que deben aceptar un empleo “part time” sin beneficios y otras categorías, está en 17%: uno de cada seis norteamericanos que buscan un empleo estable no lo encuentra, y eso es terrible. Y hay algunos segmentos, como los jóvenes, donde la tasa se duplica. En España, la mitad de los jóvenes está desempleada.
¿Cómo cree que va a seguir la película en Europa?
El euro hoy es un gran problema. España, Grecia, Irlanda y Portugal están sufriendo serias dificultades con sus déficits. España tenía superavit un año antes de la crisis, y ahora tiene un desbalance de cuentas públicas de diez puntos. Los gobiernos ajustan y sus mercados se vuelven más pequeños, con lo cual se acentúa el ciclo recesivo. En cualquier momento los especuladores van a empezar a apostar contra alguno de estos países, y ahí tendremos que ver hasta dónde está dispuesta a llegar –y pagar– Alemania. Como mínimo, esto va a significar una extrema volatilidad cambiaria.
¿El euro puede desaparecer?
Está en una situación compleja, pero no creo que eso suceda en el corto plazo. Ustedes, los argentinos, están en una mejor posición que el resto del mundo para entender este dilema. Un país como Grecia tendrá, si todo sale bien, una deuda sobre PBI del 140%, ¡Y eso suponiendo que toda vaya bien! Si el euro se debilita, Grecia estará un poco mejor; pero si se fortalece, le pasará como a Argentina en 2001 con el “superdólar”. ¿Será suficiente una reestructuración de deuda, o además hará falta una flexibilización del tipo de cambio? Y esa es una pregunta abierta, que depende fundamentalmente de la “generosidad” de Alemania. Los beneficios del euro todavía son percibidos por la población como valiosos, por lo tanto vamos a ver una resistencia muy grande de los países a abandonar la moneda común. Pero esto implica que en 2011 tendremos más turbulencias, en una lenta agonía, porque no se van a resolver los problemas en forma definitiva. Cualquier similitud con Argentina 1998-2001...
¿Cómo evalúa la gestión económica de Obama?
Una de las dificultades en los Estados Unidos en los últimos dos años es que la gran mayoría de los responsables de la crisis no fue penalizada y continúa teniendo peso. Y esos responsables hacen todo lo posible para cubrir sus rastros, para inventar historias que culpan a otros, para minimizar los problemas. Estamos hablando de gente cercana a los bancos, reacios a hacer las cosas que hacen falta para que el sistema bancario funcione de manera correcta. El resultado fue un estímulo muy pequeño, mal diseñado, que terminó en manos de megacorporaciones bancarias y no en entidades más pequeñas que presten el dinero a pequeñas y medianas empresas. La reestructuración bancaria fue insuficiente y no se solucionó nada del problema de las hipotecas, lo que es más grave. Dos millones de americanos perdieron sus casas en 2008, lo mismo en 2009 y la cifra en 2010 será mayor. El único motivo por el que no será “mucho mayor” es el colapso del sistema judicial. Y Obama no hizo nada al respecto, en buena medida porque su equipo está muy cercano a los bancos. La situación en Estados Unidos es muy deprimente.
¿El ascenso del Tea Party (la extrema derecha republicana) empeoró el cuadro?
Sin duda. Se suponía que Obama venía a hacer un cambio, pero eso no sucedió y el Tea Party fue exitoso en transmitir el mensaje de que el Gobierno había sido cooptado por el establishment financiero. Pero su conclusión no surge del análisis, que determinaría que la regulación bancaria es mala; sino del enojo, con lo que concluyen: “saquen al Gobierno del medio”, “corten el gasto”. Y eso empeorará las cosas. Los republicanos votan contra cualquier nuevo endeudamiento. Si el Gobierno hoy puede endeudarse a tasa cero e invertir esa plata en tecnología, que tiene un retorno del 30%, es estúpido no hacerlo.
Con su demanda de carnes y cereales como la soja, ¿China está primarizando economías emergentes, como las de Argentina y Brasil?
Es un riesgo que se está corriendo. Hoy la economía global está dividida en dos: Estados Unidos y Europa van mal, y el resto va muy bien. China puede continuar creciendo con EE.UU. y Europa deprimidos, porque hay suficiente demanda en China e India. Políticamente, el cuadro es más complejo: es probable que la tolerancia de los votantes americanos a ver que los trabajos que se destruyen en su país se crean en China tenga un límite. No se olvide de que los estadounidenses somos especialistas en culpar al resto por nuestros problemas (risas). Pero es cierto que en América Latina esto causa que las economías se vuelquen a la exportación de productos primarios, y eso no es una buena estrategia de desarrollo.
Argentina fue la “niña mimada” de los mercados en los 90, y lo mismo sucedió con Irlanda en los últimos años. ¿Ambas crisis muestran una ceguera total de los expertos, o la crisis es endógena al hecho de haber sido “poster boys”?
¿Se refiere a que por el hecho de que fueron los “poster boys” hubo exceso de confianza, de toma de riesgo, y terminaron cayendo desde más alto?
Sí, un argumento como el que sostenía el economista Hyman Minsky.
Hubo una pésima evaluación de los analistas financieros, pero los separaría de los economistas. Estos países fueron “poster boys” porque eso lo dictaba el sentido común, que a su vez era dictado por los mercados financieros, y por los economistas que trabajaban para el sector. Pero el resto de la profesión advirtió sobre las inconsistencias. El sector financiero hace, de hecho, una pésima economía, está sesgado y mira sólo el corto plazo. Cuando era economista del Banco Mundial estaba preocupado por la Argentina, no confiaba en la visión del FMI.
¿Es pesimista para lo que pueda conseguir el G20 en 2011?
El G20 no llegará a un consenso. O, mejor dicho, llegarán a un consenso de que “alguien debería hacer algo contra el calentamiento global”, o que “alguien debería ayudar a los países pobres”, o que “deberían abrir más las economías”. De ahí a que alguien lo haga, es otra cosa.
¿Los gobiernos deberían medir la felicidad de los ciudadanos?
Sería una gran idea, y de hecho se lo propusimos al presidente francés Nicolas Sarkozy cuando nos encomendó, a un grupo de economistas, soluciones para mejorar las estadísticas. El PBI no capta lo que a la gente le importa. Un alto PBI no implica que la gente sea feliz. Tenemos que incorporar no sólo mediciones de felicidad, sino de seguridad, medio ambiente y otras variables de bienestar real.
Curiosamente, los tres economistas visitaron la Argentina en los últimos dos meses. Roubini, apodado “el Nostradamus de la crisis” por haber anticipado el último derrumbe mundial, se mostró escéptico en Buenos Aires, y muy negativo con la economía local. Krugman, en cambio, centró su pesimismo en el cuadro global y tuvo elogios para la recuperación doméstica. Stiglitz podría haber desempatado, pero con respecto a sus dos colegas dio una visión intermedia sobre la Argentina: criticó el “alto desempleo” y marcó el riesgo de primarización de la economía, pero relativizó el peligro de la inflación y ponderó “el buen estado de ánimo” que vio aquí con respecto a los Estados Unidos y Europa.
Con los países desarrollados, en cambio, no tuvo piedad. Sostuvo que naciones como España, Grecia o Irlanda están en una situación muy similar a la de la Argentina previa al estallido de diciembre de 2001; asegura que el presidente de Estados Unidos Barack Obama perdió el rumbo y se dejó torcer el brazo por la derecha estadounidense y vaticina que en 2011 habrá “más turbulencias financieras”.
“Espero equivocarme, pero los líderes de las principales potencias están muy debilitados a nivel interno, y la divergencia de intereses crece”, cuenta el premio Nobel de Economía 2001, en una charla con Clarín. Al contrario de lo que sucede con muchos de sus colegas, el profesor de Columbia es un muy fino analista, y cada consideración sobre la economía en 2011 va acompañada de un argumento político que refuerza el concepto que se propone enfatizar.
Stiglitz vino a la Argentina en plan de vacaciones. Pasó unos días en la Patagonia con su mujer, Ann, a quien conoció dando clases en Columbia. A la vuelta, se alojó dos días en un hotel boutique de Palermo Viejo, y aprovechó las ofertas del barrio para comprar regalos de Navidad para su familia.
“¿Es con foto la nota?”, pregunta, y va a su habitación a cambiarse las bermudas y la camisa sin mangas por un traje oscuro, incómodo para los 36 grados del mediodía del jueves porteño. En un rato irá al Banco Central, cruzará a la Casa Rosada para saludar a Cristina Fernández de Kirchner, y de ahí partirá hacia Ezeiza.
El rango de intereses de Stiglitz es muy diverso. Va desde la especialidad que le valió el Nobel, las asimetrías de información y las fallas en los mercados financieros, hasta la preocupación por el calentamiento global o la recomendación de empezar a incluir indicadores de “felicidad” en las mediciones del PBI. De todos estos temas conversó con Clarín en un bar de Uriarte y Honduras, capuchino de por medio.
¿Cuáles son los principales riesgos de la economía en 2011?
El problema central es que los países industrializados no se recuperaron de la crisis de 2008. El desempleo en los Estados Unidos y Europa se mantiene en torno al 10%, mientras que las medidas de expansión fiscal que se tomaron a fines de 2008 y en 2009 ya agotaron sus efectos. Estas políticas no están siendo renovadas, sino que por el contrario, en Europa hay una tendencia a la austeridad y EE.UU. enfrenta una grave amenaza de seguir el mismo camino. La perspectiva de los gobiernos en 2008 era que en dos años el problema iba a estar solucionado y se comenzaría a repagar la deuda y a a recuperar el favor de los votantes. Pero fue un muy mal pronóstico. El crecimiento en los países ricos se va a desacelerar aún más en 2011, todos lo aceptan, la pregunta es con qué intensidad y qué tan doloroso será.
¿Puede haber una recesión de “doble fondo” en los países ricos?
Creo que el escenario más probable es el de una desaceleración gradual, a tal punto que el desempleo no cederá. La desocupación oficial en Estados Unidos es de 9,8%, pero la no oficial, que incluye a aquellos que deben aceptar un empleo “part time” sin beneficios y otras categorías, está en 17%: uno de cada seis norteamericanos que buscan un empleo estable no lo encuentra, y eso es terrible. Y hay algunos segmentos, como los jóvenes, donde la tasa se duplica. En España, la mitad de los jóvenes está desempleada.
¿Cómo cree que va a seguir la película en Europa?
El euro hoy es un gran problema. España, Grecia, Irlanda y Portugal están sufriendo serias dificultades con sus déficits. España tenía superavit un año antes de la crisis, y ahora tiene un desbalance de cuentas públicas de diez puntos. Los gobiernos ajustan y sus mercados se vuelven más pequeños, con lo cual se acentúa el ciclo recesivo. En cualquier momento los especuladores van a empezar a apostar contra alguno de estos países, y ahí tendremos que ver hasta dónde está dispuesta a llegar –y pagar– Alemania. Como mínimo, esto va a significar una extrema volatilidad cambiaria.
¿El euro puede desaparecer?
Está en una situación compleja, pero no creo que eso suceda en el corto plazo. Ustedes, los argentinos, están en una mejor posición que el resto del mundo para entender este dilema. Un país como Grecia tendrá, si todo sale bien, una deuda sobre PBI del 140%, ¡Y eso suponiendo que toda vaya bien! Si el euro se debilita, Grecia estará un poco mejor; pero si se fortalece, le pasará como a Argentina en 2001 con el “superdólar”. ¿Será suficiente una reestructuración de deuda, o además hará falta una flexibilización del tipo de cambio? Y esa es una pregunta abierta, que depende fundamentalmente de la “generosidad” de Alemania. Los beneficios del euro todavía son percibidos por la población como valiosos, por lo tanto vamos a ver una resistencia muy grande de los países a abandonar la moneda común. Pero esto implica que en 2011 tendremos más turbulencias, en una lenta agonía, porque no se van a resolver los problemas en forma definitiva. Cualquier similitud con Argentina 1998-2001...
¿Cómo evalúa la gestión económica de Obama?
Una de las dificultades en los Estados Unidos en los últimos dos años es que la gran mayoría de los responsables de la crisis no fue penalizada y continúa teniendo peso. Y esos responsables hacen todo lo posible para cubrir sus rastros, para inventar historias que culpan a otros, para minimizar los problemas. Estamos hablando de gente cercana a los bancos, reacios a hacer las cosas que hacen falta para que el sistema bancario funcione de manera correcta. El resultado fue un estímulo muy pequeño, mal diseñado, que terminó en manos de megacorporaciones bancarias y no en entidades más pequeñas que presten el dinero a pequeñas y medianas empresas. La reestructuración bancaria fue insuficiente y no se solucionó nada del problema de las hipotecas, lo que es más grave. Dos millones de americanos perdieron sus casas en 2008, lo mismo en 2009 y la cifra en 2010 será mayor. El único motivo por el que no será “mucho mayor” es el colapso del sistema judicial. Y Obama no hizo nada al respecto, en buena medida porque su equipo está muy cercano a los bancos. La situación en Estados Unidos es muy deprimente.
¿El ascenso del Tea Party (la extrema derecha republicana) empeoró el cuadro?
Sin duda. Se suponía que Obama venía a hacer un cambio, pero eso no sucedió y el Tea Party fue exitoso en transmitir el mensaje de que el Gobierno había sido cooptado por el establishment financiero. Pero su conclusión no surge del análisis, que determinaría que la regulación bancaria es mala; sino del enojo, con lo que concluyen: “saquen al Gobierno del medio”, “corten el gasto”. Y eso empeorará las cosas. Los republicanos votan contra cualquier nuevo endeudamiento. Si el Gobierno hoy puede endeudarse a tasa cero e invertir esa plata en tecnología, que tiene un retorno del 30%, es estúpido no hacerlo.
Con su demanda de carnes y cereales como la soja, ¿China está primarizando economías emergentes, como las de Argentina y Brasil?
Es un riesgo que se está corriendo. Hoy la economía global está dividida en dos: Estados Unidos y Europa van mal, y el resto va muy bien. China puede continuar creciendo con EE.UU. y Europa deprimidos, porque hay suficiente demanda en China e India. Políticamente, el cuadro es más complejo: es probable que la tolerancia de los votantes americanos a ver que los trabajos que se destruyen en su país se crean en China tenga un límite. No se olvide de que los estadounidenses somos especialistas en culpar al resto por nuestros problemas (risas). Pero es cierto que en América Latina esto causa que las economías se vuelquen a la exportación de productos primarios, y eso no es una buena estrategia de desarrollo.
Argentina fue la “niña mimada” de los mercados en los 90, y lo mismo sucedió con Irlanda en los últimos años. ¿Ambas crisis muestran una ceguera total de los expertos, o la crisis es endógena al hecho de haber sido “poster boys”?
¿Se refiere a que por el hecho de que fueron los “poster boys” hubo exceso de confianza, de toma de riesgo, y terminaron cayendo desde más alto?
Sí, un argumento como el que sostenía el economista Hyman Minsky.
Hubo una pésima evaluación de los analistas financieros, pero los separaría de los economistas. Estos países fueron “poster boys” porque eso lo dictaba el sentido común, que a su vez era dictado por los mercados financieros, y por los economistas que trabajaban para el sector. Pero el resto de la profesión advirtió sobre las inconsistencias. El sector financiero hace, de hecho, una pésima economía, está sesgado y mira sólo el corto plazo. Cuando era economista del Banco Mundial estaba preocupado por la Argentina, no confiaba en la visión del FMI.
¿Es pesimista para lo que pueda conseguir el G20 en 2011?
El G20 no llegará a un consenso. O, mejor dicho, llegarán a un consenso de que “alguien debería hacer algo contra el calentamiento global”, o que “alguien debería ayudar a los países pobres”, o que “deberían abrir más las economías”. De ahí a que alguien lo haga, es otra cosa.
¿Los gobiernos deberían medir la felicidad de los ciudadanos?
Sería una gran idea, y de hecho se lo propusimos al presidente francés Nicolas Sarkozy cuando nos encomendó, a un grupo de economistas, soluciones para mejorar las estadísticas. El PBI no capta lo que a la gente le importa. Un alto PBI no implica que la gente sea feliz. Tenemos que incorporar no sólo mediciones de felicidad, sino de seguridad, medio ambiente y otras variables de bienestar real.
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