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viernes, 16 de octubre de 2015

PANAMA 1999 Qué país entra en el canal

Diario "La Nación". Buenos Aires, 6 de junio de 1999.

Qué país entra en el canal

La tremenda desigualdad de su relación con Washington convirtió a la pequeña nación del istmo en una sociedad multirracial y contradictoria, que, al influjo de la famosa vía interoceánica, fue sólo un puente de negocios ajenos. A fin de año, con la completa devolución de los territorios, los panameños tienen la posibilidad histórica de corregir una de las peores distribuciones de la riqueza del globo. En su contra juega una tradición política llena de corrupción y autoritarismo.
Domingo 06 de junio de 1999
CIUDAD DE PANAMA.- EL sol cae a pique sobre la costa del istmo sobre el Pacífico, donde está asentada la engañosa urbe de un país que intenta ser país. La humedad espantosa y la constante amenaza de chaparrón tropical no eclipsan la sensación de poder y dominio que se experimenta a las puertas del edificio enclavado en lo más alto de la ciudad, la sede de la Panama Canal Commission (PCC), en el barrio de Balboa Heights.
Los Estados Unidos, con su largo brazo federal representado en esa construcción, han tenido, en los últimos 96 años, mucho más que la sensación de influencia y poderío. Lo han tenido casi todo. Pero, a fin de este año, deberán perderlo todo. A pesar de que aún flamean en el jardín de honor las dos banderas.
En la playa de estacionamiento del complejo, en su caseta de seguridad, un guardia uniformado de té con leche pasea con aire orgulloso su condición de empleado de la Casa Blanca, hasta fin de año. "Yo soy licenciado en finanzas. Hasta hace poco era oficial contable en un gran banco de la ciudad. Pero sólo ganaba unos 500 dólares. Aquí, como guardia, gano 2000 por ocho horas diarias. Eso me permite darles a mis hijos buena educación y salud. Así que no me importa estar bajo el sol o la lluvia. En realidad, me siento protegido", explica con ademanes afables Emilio de Ycaza, un panameño de 35 años de cuya eficiencia como control de seguridad ningún gringo dudaría.
Un operario revisa las compuertas de la esclusa de Pedro Miguel, ubicada en la punta del canal que desemboca en el Pacífico, que fue vaciada para llevar adelante las imprescindibles tareas de mantenim
Un operario revisa las compuertas de la esclusa de Pedro Miguel, ubicada en la punta del canal que desemboca en el Pacífico, que fue vaciada para llevar adelante las imprescindibles tareas de mantenim.Foto:Gentileza de la Comisión del Canal de Panamá
Emilio mira hacia abajo y señala la pista de aterrizaje norteamericana que poseía la agencia que administra el canal. Poseía porque esa instalación es una de las miles que está traspasando Washington al gobierno panameño en virtud del célebre tratado Carter-Torrijos, de 1977, y que obliga a entregar y retirarse de los territorios ribereños a la vía interoceánica el último día de este año. La pista ya es usada por el país para vuelos de cabotaje.
Más allá, contra el mar, se delinea una city bancaria y hotelera que, a simple vista, envidiaría la mayoría de los países latinoamericanos. Ese perfil hace pensar en tecnología, progreso, pujanza y poder económico.
Pero es sólo un espejismo, un espejismo que lleva a caer en la idea de un paraíso, un paraíso como el que vive Emilio de Ycaza y nada más que otros 9000 empleados de la PCC, pero del que sólo disfruta una clase acostumbrada a tratar con facilidades fiscales, lavado de dinero y compra-venta de cualquier cosa que no se pueda adquirir en un territorio legal.
Un distrito que, junto con unos pocos barrios residenciales donde viven, por supuesto, aquellos que ocupan las oficinas más altas de las torres bancarias, está rodeado por áreas típicamente centroamericanas, es decir, donde sobra la miseria y falta de todo.
Ese es el país, y no otro, que dejará el tío Sam. El pequeño y estratégico territorio de su más acabada experiencia colonial luego de que los franceses, a principio de siglo, fracasasen en el intento de repetir lo del canal de Suez con el ingeniero François de Lesseps.
La cabeza de playa para la gran cruzada anticomunista en el "patio trasero", América latina. Y el canal, ese tótem de la excelencia de ingeniería que fue usado como comodín geopolítico y que ahora comienza a ser mirado desde el Norte como un objeto nostálgico del colonialismo. Irónicamente, el sitio que ocupaba la célebre Escuela de las Américas, centro de instrucción para muchos de los posteriores dictadores latinoamericanos, será pronto un hotel de la cadena española Sol Meliá.
Por eso es que el país que está surgiendo de esa relación tremendamente desigual con los Estados Unidos es una sociedad contradictoria. Cómo no habría de serlo si, cuando el país se declaró formalmente independiente de Colombia, en 1903 (incentivado y respaldado en todo sentido por la Casa Blanca de Theodore Roosevelt), no obtuvo su integridad territorial. El diez por ciento quedó en manos norteamericanas. Es decir, con una verdadera frontera hacia adentro, además de las que tenía con sus vecinos y los mares.
"Nosotros teníamos problemas con algunos de nuestros embajadores cuando iban a festejos por el Día de la Raza. Todos los demás representantes latinoamericanos honraban a la madre patria, pero los nuestros, en realidad lo hacían con la abuela patria, porque la materna es Colombia", cuenta en tono jocoso el ex canciller Jorge Illueca, que vive apaciblemente su ancianidad.
La contradicción se acentúa con una de las peores distribuciones de la riqueza no sólo de América latina, sino del mundo, muy cerca de Brasil y casi a la par de Sudáfrica. La contracara es que Panamá tiene un nivel promedio de vida superior, junto con Costa Rica, al de la generalidad de América Central. Esa desigualdad se nota en forma patente comparando la zona de libre comercio, que tiene su base en la punta atlántica del canal en la ciudad de Colón, con el interior del país, el área rural, de extrema pobreza.
Ese desarrollo extraño para la región se asentó en el sector terciario, o sea, comercio y servicios, con un muy bajo crecimiento del sector primario y secundario (agrícola e industrial, respectivamente). En otras palabras, país de tránsito, por donde pasan los barcos, las mercaderías, los turistas, los aviones. Una marca de fuego para Panamá, donde todo pasa pero poco queda para su gente: sólo un puente de riqueza ajena.
"En la década de los ochenta, con la dictadura de Manuel Antonio Noriega, que terminó con la invasión de las tropas norteamericanas, la base social de Panamá sufre una crisis en la cual un sector importante renuncia a la soberanía del país en función de una democracia vigilada, y la parte restante resigna el discurso democrático alegando la soberanía y el nacionalismo", explica el sociólogo y analista Raúl Leis, consultor de Naciones Unidas y catedrático de la Universidad de Panamá.
"Por lo tanto, los valores políticos se dividieron: por un lado, el mensaje nacionalista encarnado en Noriega y apoyado por los herederos de Omar Torrijos que sentencian que la soberanía nacionalista es más importante que la soberanía popular; por el otro, los civilistas, que se oponen a la dictadura militar y ruegan la invasión de Estados Unidos bajo el lema exactamente inverso: votos antes que nacionalismo. Es decir, un terrible entrecruzamiento de valores que sólo lleva a la intervención final de Washington", aclara Leis.
Los noventa trajeron algo novedoso. Dos elecciones presidenciales transparentes que han afirmado un camino hacia una democracia liberal de la mano de la gente, que anduvo mentalmente más ágil que sus políticos de larga tradición clientelista y de corrupción institucionalizada.
La población, con su voto, alternó las fuerzas políticas en el poder persiguiendo algo muy básico que los dirigentes no querían ver, de tan acostumbrados a un manejo feudal y primitivo: las políticas de desarrollo social, la equidad distributiva.
Por eso fue que en los comicios presidenciales de hace un mes, en los que venció Mireya Moscoso, las fuerzas políticas no tuvieron más armas electorales que recurrir a sus propios fantamas: Moscoso, "la viuda del caudillo" civil (Arnulfo Arias) contra Martín Torrijos, "el hijo de Omar" (el general Torrijos). Una para hacer lo que su ex exposo no pudo porque lo derrocaron las tres veces que fue presidente. El otro para terminar lo que su papá firmó con Carter hace 22 años. El pasado condenó sus campañas electorales.

El mosaico panameño

La estructura fenicia de la economía trajo una composición social de sorprendente diversidad. La primera cuña de ello fue la construcción del canal. Llegaron extranjeros de las más distintas razas y religiones que conformaron un mosaico multicolor.
Sólo el 10 por ciento es blanco europeo. Hay negros del atlántico, llegados de las colonias sajonas del Caribe. Hay negros del Pacífico, colonizados por los españoles, e indígenas rurales como los cuna. Hay una fuerte comunidad judía que domina buena parte del comercio, radicados en lo que se conoce como los rascacielos de Punta Paitilla, un sector capitalino de departamentos de lujo. Hay hindúes y hay árabes. Y hay un cinco por ciento de chinos que inunda la ciudad de sabor oriental.
La vida cotidiana, como podía suponerse, tiene ribetes cosmopolitas y sinuosos. No está lejos de ser calificada como una Casablanca moderna. Se espera en oficinas con paredes blindadas y aire acondicionado con vista a la avenida Balboa. Se habla con personas dedicadas a lo que se da en llamar decorosamente importaciones y exportaciones, y se come con ellas en restaurantes serenos mientras pesados caballeros custodian la situación desde mesas aledañas.
Por la noche, al tomar posición sentado cómodamente en el salón del casino del hotel Continental resulta interesante ver cómo apuesta la gente. Los hombres usan cadenas de oro y zapatos blancos, algunas de sus mujeres, tapados de piel. Da la impresión de que ponen el aire acondicionado al máximo para que sea necesario usar los abrigos.
El juego es una de las tradiciones culturales más distintivas de la ciudad. Las veredas de las avenidas principales están llenas de "billeteras". ¿Su principal mercancía? Los billetes de lotería. Hay tantos casinos como peluquerías puede haber en Buenos Aires. Y gentes humildes, con unos pocos dólares en sus manos, se aferran a las mesas de paño verde en busca de algún resuello económico. En esta faceta sobresalen los chinos, que gastan sin remedio el fruto de su esfuerzo hasta perder la última moneda.
En la espléndida pileta con water-bar de El Panamá, el clásico hotel de categoría por donde todos pasan para ser vistos y para ver, se come pollo asado con vino tinto chileno y la orquesta toca salsa para las mesas. De repente, un muchacho renegrido cruza por la cantina enfundado en una reluciente camiseta de Boca Juniors, sí, de nuestro boquita. De inmediato, la consulta a un mozo. "¿Es que acá hay hinchas del equipo argentino?" Y la respuesta: "Sí, claro, lo vemos siempre por TV y, además, se sigue la actuación de los jugadores colombianos, como el Chicho Serna". Tal vez, en ese mismo momento, guerrilleros compatriotas de los futbolistas estén descansando en tierra panameña fronteriza con Colombia, en el Darién, porque nadie vigila esa zona despoblada y selvática. Toman fuerzas allí y vuelven a sus país para volver a atacar.

Las garzas como testigos

En un área residencial de la capital, el presidente Arturo Pérez Balladares, el mandatario torrijista que tendrá que dejarle el mando en septiembre a doña Mireya, recorre escaleras abajo el salón de entrada de estilo colonial español y pasa cerca de las garzas blancas que dan su nombre al Palacio Presidencial. ¿Será el último político acusado de corrupción, de licitaciones irregulares y de adueñarse de pingües porcentajes accionarios de empresas privatizadas durante su gobierno?
Mientras tanto, Pérez Balladares ve cómo las aves corretean alrededor de la fuente. Dicen que cuando Jimmy Carter viajó a Panamá para ratificar los acuerdos con el general Omar Torrijos, el servicio secreto roció la sede con un desinfectante que protege a los presidentes, pero que mata a las garzas. Para evitar la indignación popular, fueron traídos ejemplares desde Chitré e ingresados al amparo de la oscuridad.
En el barrio de El Chorrillo, algo así como un San Telmo porteño pero paupérrimo, un exquisito manto de césped cubre el lugar donde alguna vez estuvo la comandancia de Manuel Antonio Noriega. Allí, donde la Operación Causa Justa de 1989 fracasó tan estrepitosamente en su intento de invadir el país sin río de sangre. Nadie sabe quién comenzó a disparar. Algunos dicen que fueron las tropas invasoras, si es que se puede decir que uno invade un país que ya ocupa.
José Aparicio, un mestizo de 50 años vecino de El Chorrillo, prefiere no recordar esos días. Tiene ahora preocupaciones mayores. Teme, con razón, perder la fuente de su estabilidad económica. Es uno de los cuatro mil empleados de las distintas bases militares gringas que dejarán de serlo muy pronto. "Yo lustro unos 25 pares de botas por día y con eso llego a unos 1000 dólares mensuales. No sé qué será de mi futuro y el de mi familia, porque el gobierno no tiene previsto nada para nosotros."
La incertidumbre de Aparicio sirve de clave para entender por qué algunas encuestas más o menos recientes revelaron que buena parte de los panameños prefería que su gobierno no tomara la administración del canal y que ésta quedara aún en manos de los norteamericanos.

El dolor más grande

¿Dónde les duele más a los norteamericanos la retirada del canal? No es en la Casa Blanca ni tampoco entre las filas militares.
Es verdad que en estos últimos meses distintos jefes militares y asesores de seguridad han enviado mensajes en cuanto a mantener alguna de las instalaciones en poder yanqui, como el caso del Centro Multilateral de Drogas. Pero las negociaciones con el gobierno panameño no llegaron a buen puerto y el zar antidrogas norteamericano, el general Barry McCaffrey, curiosamente ex comandante de las fuerzas en Panamá, terminó echándole ruidosamente la culpa del fracaso al canciller panameño, Jorge Ritter, y adelantando que los EE. UU. ya tienen negociaciones avanzadas con Aruba, República Dominicana y con Ecuador para levantar esos centros.
Pero no es allí donde hay más desgarramiento. El dolor más grande lo padecen los zonians o zonianos, los habitantes civiles de la Zona del Canal. ¿Quiénes son los que integran esta categoría muy atípica de norteamericanos? Se trata de un grupo social de características similares a los pro apartheid sudafricanos. Conservadores llegados del sur profundo de EE.UU. en la época de construcción del canal, que ramificaron su descendencia aquí con un ritmo de vida totalmente extraño al del resto del país. Un verdadero enclave sociológico del primer mundo en un país del tercer mundo.
Esta gente se siente dueña de ese territorio, siente que les corresponde por derecho propio. No habla otra cosa que el inglés, son protestantes y en su mayoría han evitado la integración con los panameños. Donde viven todavía, en las ciudades ribereñas al canal, no ha existido nunca lugar para la diversión mundana, ni qué hablar de prostitución ni violencia. Los muy pocos soliviantados de la cofradía bajaban a la capital cuando querían algo de esparcimiento.
En el momento de mayor auge de este Estado segregado, hacia los comienzos de la década del setenta, los habitantes llegaron a los 100.000. Ahora están cerrando sus colegios, sus universidades, sus iglesias y sus casas en Panamá mordiendo mucha bronca. Y llegan a la tierra madre sureña de los Estados Unidos bastante desubicados. Los zonians quedaron en un limbo, a muchos años de la realidad.
La entrega de casas y otras propiedades tanto de civiles como de militares se está haciendo en orden y cumpliendo a raja tabla con los tratados, pero a cara de perro. "Vine a Panamá a recibir de un hospital norteamericano instrumental y aparatología que decidieron donar a entidades argentinas. No pude evitar preguntarle al militar que me atendió por qué no donaban ese valioso material a los panameños, que seguramente lo necesitan más que la Argentina. Me contestó secamente:"No queremos dejarles nada. Sólo pisos, paredes y techos", contó un argentino que no quiso revelar el nombre de su interlocutor y, por supuesto, el suyo tampoco.
En lugar de una gran celebración el 31 de diciembre, negociadores de ambos países planean una ceremonia en alguna fecha cercana al 10 de diciembre.
La aparente falta de entusiasmo en torno de la transferencia tiene su explicación política. "No puedo imaginar a ningún candidato presidencial en potencia que desee estar ahí y arriesgarse a ser relacionado con la pérdida del canal", dijo un funcionario de la administración Clinton cuando se le preguntó si sería posible que el vicepresidente Al Gore asista a la ceremonia.
Por Marcelo Franco (Enviado especial)

Con la mira en Singapur

CIUDAD DE PANAMA.- SON nada menos que 145.000 hectáreas con vastas regiones de selva tropical con una fauna y flora únicas en el mundo, sobre todo por la variedad de aves. Islas, un lago enorme, cuatro puertos y un ferrocarril, además de una exuberante urbanización con cientos de instalaciones militares y civiles.
En el medio de todo ello, se encuentra una de las vías marítimas más transitadas del globo, el canal. Su funcionamiento, por lo menos en los próximos tres años, no aparece comprometido. Actualmente, un equipo competente compuesto en un 90 por ciento por panameños entrenados por años por los norteamericanos administra el corredor interoceánico.
Las dudas llegan desde otro ámbito. Nicolás Ardito Barletta, un veterano torrijista que fue presidente del país en la época de Noriega, es el gran rematador del territorio más desarrollado de todo Panamá. El encabeza la Autoridad Regional Interoceánica (ARI), la entidad creada por el gobierno local para encargarse de recibir todo lo que hay en la Zona del Canal, supervisar las entregas por parte de EE.UU., licitar y reconvertir.
"La reversión de las tierras marcha en los plazos previstos. Llegaremos a fin de año con el trabajo completado. El proyecto de futuro es convertir a Panamá en una Singapur latinoamericana", dice Barletta a La Nación . Ninguna pregunta asusta a este economista de hablar muy sereno y sigiloso que cultivó una amistad con Domingo Cavallo.
Las acusaciones por procesos irregulares en la privatización de los predios más valiosos no lo conmueven. "Cada proceso licitatorio ha sido y será una competencia completamente transparente", afirma. Pero según el diario La Prensa, dos ministros y líderes del partido gobernante han sido beneficiados por la ARI con casas en la base Albrook, cerca de la capital. "Ese fue un acto enteramente corrupto", dijo Roberto Eisenmann, empresario y miembro del grupo anticorrupción que integra Transparency International.

ANGOLA 2004. TESTIMONIO DE GUERRA. LA INDEPENDENCIA DE ANGOLA EN LAS VOCES DE SUS VÍCTIMAS

Diario "La Nación". Buenos Aires,30 de mayo de 2004.

A.M.B. 2001 MOSCÚ ADMITE QUE EL ABM ES "UNA RELIQUIA" DE LA GUERRA FRÍA.

Diario "La Nación". Buenos Aires, 4 de noviembre de 2001.

U.E. 2002 SE DEJÓ DEMASIANO CAMPO LIBRE

Diario "CLarín". Buenos Aires, 28 de abril de 2002

RUSIA 2002. PESCA Y POLÍTICA MILITAR

Diario "Clarín", Buenos Aires,  28 DE ABRIL DE 2002.

URANIO 2002 Más horrores con el uranio empobrecido

EL MUNDO Y ALREDEDORES: DELGADA LINEA ROJA Más horrores con el uranio empobrecido
Diario "Clarín". Buenos Aires, 28 de abril de 2002

Julio Algañaraz. CORRESPONSAL EN ROMA.
Han nacido al menos siete niños, hijos de militares italianos, que en Bosnia y en Somalia estuvieron en contacto con armas potenciadas con uranio empobrecido, que padecen malformaciones genéticas graves, similares a las que han causado estragos entre los recién nacidos iraquíes y entre los hijos de soldados norteamericanos que combatieron la guerra del Golfo en 1991. Las evidencias aparecen muy claras y "escrachan" a los go biernos que desde hace años niegan la evidencia de las consecuencias terribles que produce el uso de sustancias como los "DU" (Depleted Uranium), el uranio empobrecido, o el arsénico, o el mercurio y vaya a saber que otras porquerías altamente sofisticadas.

El canal de noticias vía satélite de la estatal RAI, difundió ayer un documental sobrecogedor. Bebés que nacen con hermafroditismo, sin aparato digestivo, privados del cerebro, sin dedos, sin los brazos, con la boca pegada a la oreja, con problemas motores, grandes defectos del esqueleto, lesiones cerebrales.

El uranio empobrecido es utilizado con los abundantes descartes de las centrales nucleares, una manera eficaz de reciclar los residuos atómicos. Les llaman "polvos malditos" a las partículas de óxido de uranio que se dispersan en el ambiente y que son ingeridas o respiradas.

Estos materiales se utilizan para reforzar el poder de penetración de los proyectiles disparados por la artillería y los blindados. Su uso fue descubierto después que un número significativo de soldados norteamericanos que participaron en la guerra del Golfo contra Irak comenzaron a morir de leucemia. El linfoma de Hodgkin se llevó más soldados de EE.UU. que los que mataron los iraquíes. Pero en Irak continúa hasta hoy el estrago, sobre todo con el nacimiento de niños deformes.

"Hay que estudiar los casos con atención", reconoció el ministro de Defensa, Antonio Martino. Según el Observatorio de Tutela de las Fuerzas Armadas, en el área de los Balcanes y en Somalia se contaminaron 143 soldados italianos. Quince murieron y 14 están enfermos.

A los casos entre los militares y sus descendientes hay que agregar multiplicándolos por un número incierto los casos entre los civiles que viven cerca de los polígonos de tiro de las fuerzas armadas.

Hay una historia emblemática Es la de Escalaplano, un pueblo de la provincia de Nuoro, en la isla de Cerdeña. Según el diario la Repubblica, hasta un quinto de los recién nacidos en ese lugar llegan al mundo con malformaciones genéticas. Cerca de Escalaplano se encuentra el polígono militar de Perdasdefogu, que sirve para probar experimentalmente las armas de la OTAN, la alianza militar occidental, que tiene miles de soldados en los Balcanes. El ministerio de Defensa italiano niega que se hayan disparado en los polígonos proyectiles con uranio empobrecido.

Pero un grupo de médicos militares italianos reconoció que en los Balcanes y en Somalia los soldados absorbieron nocivas radiaciones. "En la sangre de cuarenta de ellos había tanto mercurio que parecía que lo hubieran bebido a jarras", dijo uno de los médicos.









PESADILLA NUCLEAR 1999 Vuelve la pesadilla nuclear. INDIA - PAKISTAN

Vuelve la pesadilla nuclear

Por Jonathan Schell Para La Nación
Lunes 01 de noviembre de 1999
NUEVA YORK EL rechazo por parte del Senado norteamericano del Tratado de Prohibición Absoluta de los Ensayos Nucleares (CTBT) fue un nuevo torpedo lanzado contra el frágil régimen global de control de las armas nucleares, establecido en las últimas décadas de la Guerra Fría. Lo precedieron, entre otros hechos:
Noticias de que China se propondría expandir y modernizar su arsenal nuclear estratégico aprovechando información obtenida por sus espías en los Estados Unidos.
El exitoso ensayo de un prototipo del sistema de Defensa Misilística Nacional (NMD) efectuado recientemente por los Estados Unidos.
Informes de que la India y Paquistán están instalando sus bombas nucleares sobre vehículos de lanzamiento.
La recomendación al gobierno indio de que organice fuerzas que sustenten una política de disuasión nuclear.
La toma del poder, en Paquistán, por unas fuerzas armadas partidarias de una línea dura respecto a la India.
En conjunto, estos hechos podrían desbaratar el actual régimen de control de las armas nucleares, algo que no lamentaría precisamente la mayoría republicana del Senado norteamericano.

El control, en peligro

Dicho régimen es una tríada, igual que los arsenales de los Estados Unidos y Rusia. Su miembro más importante es el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), de 1969. De hecho, el TNP apunta a la abolición paulatina de las armas nucleares: las naciones que no las poseen se avienen a renunciar definitivamente a ellas; las que poseen arsenales nucleares (en 1968, los Estados Unidos, la Unión Soviética, Inglaterra, Francia y China) acuerdan reducirlos a lo largo del tiempo, hasta su eliminación final. El TNP ya ha sido firmado por 185 naciones. El segundo miembro de la tríada son las Conversaciones sobre la Reducción de Armas Nucleares (Start) entre Moscú y Washington. Iniciadas durante la Guerra Fría, cesaron, paradójicamente, al terminar ésta. Si el objetivo del TNP es refrenar la proliferación "horizontal" de las armas nucleares, el de las Start es revertir su proliferación "vertical", o sea, reducir en forma progresiva las montañas gemelas de armas nucleares acumuladas en los Estados Unidos y la Unión Soviética como parte de la Guerra Fría. El tercero es el CTBT, un tratado de alcance universal, como el TNP. Aspira al desarme cualitativo, fijando límites modestos al perfeccionamiento técnico de las armas nucleares.
Cada miembro de esta tríada se originó por su lado, con absoluta independencia, pero ahora los tres son interdependientes. Ninguno podría sobrevivir sin los otros dos. Hoy día, todos corren peligro. El fracaso del CTBT socava el TNP, a cuya renovación accedieron los países sin armamento nuclear, en 1985, siempre y cuando se ratificara la prohibición de los ensayos. El estancamiento prolongado de Start (su avance era otro requisito para la renovación del TNP) causará el mismo efecto debilitante.
Las Start, atascadas desde fines de la Guerra Fría, se ven amenazadas por la intención norteamericana de establecer el sistema NMD, que Rusia considera un reto al Tratado Norteamericano-Soviético que prohíbe la mayoría de las defensas misilísticas. El marco estratégico de Start es la doctrina de la disuasión, según la cual cada una de las ex superpotencias debe ser capaz de destruir a la otra tras haber sufrido un primer ataque. Si los Estados Unidos pueden defenderse de un ataque nuclear, argumentan los rusos, su capacidad de represalia se desgastaría y se perdería el efecto disuasivo.
China advierte, por su parte, que de cumplirse la amenaza norteamericana de desplegar defensas antinucleares en Asia para proteger a Taiwan y Japón, ellos tendrán que aumentar su arsenal nuclear defensivo... quizás, utilizando información obtenida por sus espías en los Estados Unidos. En tal caso, impelidos por la necesidad de poner a prueba sus nuevas ojivas de combate, los chinos irrumpirían probablemente por la brecha que acaba de abrir el Senado norteamericano en el régimen de ensayos. Los frutos del espionaje son de poca utilidad para China pero, combinados con los ensayos, podrían tenerla, y mucha.
El NMD conspira contra el proyecto de control de armas en su totalidad: sus partidarios imaginan que protegerá del ataque nuclear a unos Estados Unidos que se han lavado las manos respecto a la no proliferación de armas nucleares echando a pique el CTBT. El despliegue del NMD y el rechazo del CTBT son los pilares gemelos de la visión republicana del futuro nuclear. El primero dará un escudo a los Estados Unidos; el segundo mantendrá afilada su espada nuclear. Esta gente cree que los Estados Unidos mantendrán una superioridad nuclear abrumadora ensayando esas armas y, al mismo tiempo, aplastarán los ataques de los "malhechores" partidarios de su proliferación valiéndose de sus defensas misilísticas. Medio siglo de Guerra Fría ha demostrado que la superioridad nuclear es una quimera y las defensas, que se sepa, son técnicamente inviables, pero, por alguna razón, el hecho no afecta la mente de estos estrategas. Como dijo Sam Brownback, senador por Kansas: "Nunca pudimos obtener la paz mediante tratados. Estados Unidos siempre ha propuesto una paz obtenida por la fuerza".

Carrera armamentista

Entretanto, en el sur de Asia, acontecimientos locales reavivan la primera gran carrera armamentista nuclear del mundo (si excluimos la Guerra Fría). Cuando la India y Paquistán intercambiaron andanadas de ensayos nucleares, en mayo de 1998, los observadores occidentales presumieron que el empate entre los dos países aquietaría los ánimos como, según dicen, lo hizo con norteamericanos y soviéticos durante la Guerra Fría. En vez de eso, la India y Paquistán libraron en Cachemira su primera guerra caliente de los últimos veinticinco años. La recomendación de que la India creara un arsenal nuclear, la rumoreada provisión de vehículos de lanzamiento en ambos países y el golpe militar de Paquistán apuntan hacia una aceleración de la carrera armamentista en el Asia meridional.
El Este y el Oeste ya no monopolizan la locura nuclear: el Sur se ha unido a ellos. Pero los indios y los paquistaníes no están separados del resto del mundo; tampoco lo está el Senado de los Estados Unidos. Si estos países reanudan los ensayos, ¿cuánto tardará China en imitarlos? Y si China los imita, ¿Rusia y los Estados Unidos mantendrán un refrenamiento unilateral?
Los acuerdos sobre control de armas firmados durante la Guerra Fría nunca pasaron de ser telarañas arrojadas sobre una bestia nuclear que, en verdad, nadie domeñó jamás. Fueron meros bosquejos de medidas más serias que nunca se implantaron, ni siquiera al terminar la Guerra Fría, hace ya una década. Ahora, la bestia nuclear se reanima, los hilos de la telaraña se rompen uno tras otro y el mundo encara la tarea que descuidó por diez años decisivos: más que restaurar el control de las armas nucleares, debe reinventarlo.
© Project Syndicate y La Nación (Traducción de Zoraida J. Valcárcel) El último libro de Jonathan Schell es The Gift of Time: The Case for Abolishing Nuclear Weapons Now ("El don del tiempo. Argumentos en favor de la abolición inmediata de las armas nucleares").