La hora final de los rehenes del ISIS, entre el rescate o la ejecución
Diario "Clarín". Buenos Aires, 4 de noviembre de 2014.
Crónicas del nuevo milenio: Relato de un calvario (última parte).EE.UU. y el Reino Unido no pagaban por sus cautivos. Venir de otros países significaba estar más cerca de la libertad.
Nueva York
The New York TimesEspecial
Ya en diciembre pasado, los milicianos del grupo terrorista ultraislámico ISIS habían intercambiado varios correos con la familia de James Foley, el periodista estadounidense capturado en Siria en 2012 y decapitado en agosto último. También hicieron entonces lo mismo con las de otros rehenes.Después de las primeras preguntas de prueba de vida, Foley tuvo la esperanza de que pronto regresaría a casa. Como se acercaba su segunda Navidad fuera de su hogar, se puso a organizar una versión carcelaria de Papá Noel anónimo, una tradición en su familia.Cada prisionero le daba un regalo a otro hecho con desperdicios. El Papá Noel anónimo de Foley le regaló un círculo hecho con la cera de una vela de la basura para que sirviera de almohadilla para la frente cuando se inclinaba a rezar.A medida que pasaron las semanas, Foley se fue dando cuenta de que sus compañeros de celda europeos eran llevados afuera una y otra vez para responder preguntas. Pero él no. Tampoco los demás estadounidenses ni los británicos.Pronto, los prisioneros entendieron que sus secuestradores habían identificado las naciones que eran más susceptibles de pagar rescates, dijo un ex rehén, uno de los cinco que hablaron del cautiverio en la red de cárceles del ISIS a condición de que no se revelara su nombre.“Los secuestradores sabían cuáles eran los países que más aceptarían sus exigencias e hicieron la selección según la facilidad que creían tener para negociar. Empezaron con españoles”, dijo uno.Un día, los guardias vinieron y señalaron a los tres españoles cautivos. Dijeron que sabían que el gobierno español había pagado 6 millones de euros por un grupo de asistentes humanitarios secuestrados por una célula de Al Qaeda en Mauritania, cifra disponible en Internet publicada en artículos sobre el episodio.Como las negociaciones para los prisioneros españoles avanzaban rápido (el primero fue liberado en marzo de este año, seis meses después de su captura), los milicianos siguieron entonces con los cuatro periodistas franceses.Los franceses tuvieron que contestar más preguntas personales y hasta filmar videos para enviárselos a las familias o a los gobiernos. Los videos tenían cada vez más carga, hasta incluir finalmente amenazas de muerte y plazos para las ejecuciones con el fin de obligar a las naciones a pagar los rescates.Con el tiempo, se separó a los 23 prisioneros encerrados en cárceles del ISIS en dos grupos. Los tres estadounidenses y los tres británicos fueron sacados de a uno y sometidos a los peores abusos, en señal de queja contra sus países y porque sus gobiernos no negociaban, según dijeron muchos que tuvieron estrecho conocimiento de los eventos. “Es parte del ADN de este grupo odiar a Estados Unidos”, dijo uno. “Pero también se dieron cuenta de que tanto Estados Unidos como Gran Bretaña eran los que tenían menos probabilidades de pagar”.Dentro de este subgrupo, el que recibió el tratamiento más cruel, dijeron los ex rehenes, fue James Foley. Además de recibir palizas constantes, fue sometido repetidamente a simulacros de ejecución y de ahogamiento.El procedimiento de ahogamiento puede matar a la víctima. Cuando se llevaban a un prisionero, el resto se sentía aliviado si éste volvía ensangrentado. “Pero cuando no había sangre”, contó un ex compañero de celda, “sabíamos que había sufrido algo mucho peor”.A medida que las negociaciones mermaban, las condiciones se volvían cada vez más macabras. En uno de esos extensos períodos, los rehenes recibían solo una taza de té de comida por día. En abril, habían liberado a casi la mitad de los prisioneros. Sin embargo, no había ningún avance con respecto a los rehenes estadounidenses y británicos.Durante la etapa de selección, los guardias determinaron que el único hombre ruso que tenían, Sergei, era el producto menos negociable de todos. Identificado en los medios informativos rusos como Sergei Gorbunov, fue visto por última vez en un video emitido en octubre de 2013. Allí dijo tartamudeando que, si Moscú no cumplía las demandas de los secuestradores, lo iban a matar. Un día de esta primavera, el enmascarado vino por él. Arrastraron al aterrorizado prisionero al exterior y le dispararon. Filmaron sus restos. Luego volvieron adentro y les mostraron la filmación a los rehenes sobrevivientes. “Esto”, dijeron, “es lo que les sucederá si sus gobiernos no pagan”.En el plazo de dos semanas, Foley vio cómo liberaban a sus compañeros de celda. A medida que fue disminuyendo la cantidad de prisioneros en la celda de 20 metros cuadrados en Raqqa era más difícil tener esperanzas. A pesar de todo, Foley, que había apoyado la campaña de Barack Obama, siguió creyendo que el gobierno lo rescataría, dijo su familia, que lo supo por boca de los rehenes liberados recientemente.En junio, la celda que alguna vez mantuvo a 23 cautivos ahora había reducido la cifra a siete. Cuatro eran estadounidenses y tres británicos –todos ciudadanos de países cuyos gobiernos rechazaban el pago de rescates. (Algunos informes han señalado que posiblemente una mujer asistente humanitaria de Nueva Zelandia también se encontraba entre los que quedaban).En un artículo publicado en una revista oficial del ISIS, los yihadistas señalaban que los ataques aéreos de los Estados Unidos iniciados en agosto fueron un paso más hacia el final de los rehenes. Al mismo tiempo, expusieron que las políticas de Estados Unidos y Europa en materia de rescates habían tenido un rol preponderante en la decisión de matar a Foley.“Como el gobierno estadounidense no se pronunciaba, reacio a salvar la vida de James”, decía el artículo de la revista Dabiq, “se negoció con los gobiernos de varios prisioneros europeos, lo que determinó la liberación de una docena de rehenes después de cumplir con las demandas del ISIS”.Quince rehenes fueron liberados entre marzo y junio por rescates promedio de 2 millones de euros, dijeron los ex prisioneros y testigos allegados a ellos.El fotógrafo danés Daniel Rye Ottosen, 25, fue uno de los últimos liberados, en junio, después de que su familia juntara apresuradamente una suma multimillonaria en euros. Fue uno de los rehenes que logró sacar varias cartas de sus compañeros de celda.“Por supuesto que tengo mucho miedo de morir”, escribía el asistente social de Indianápolis Peter Kassig en una carta publicada por su familia. “La parte más dura es no saber, y preguntarse si vale la pena tener alguna esperanza”.Parecía que Foley percibía que se aproximaba el fin. En su carta, entre expresiones de amor, deslizaba una frase en que instruía a su familia sobre cómo erogar el dinero de su cuenta de banco.En agosto, cuando vinieron por él, le hicieron poner unas sandalias de plástico. Lo condujeron hasta una colina en las afueras de Raqqa. Lo hicieron arrodillarse. El miró directamente a la cámara con expresión desafiante. Luego lo decapitaron.Dos semanas después, un video similar que mostraba la decapitación de su colega y compatriota, Steven Sotloff, apareció en YouTube. En septiembre pasado, los milicianos subieron a Internet la ejecución del periodista británico David Haines. Ese mes, mataron al trabajador social inglés Alan Henning. Sólo quedan tres del grupo original de 23 rehenes: dos estadounidenses –Kassig y una mujer que no ha sido identificada– y un británico, el reportero John Cantlie. Los yihadistas anunciaron que Kassig sería el próximo.En Europa, cuando los sobrevivientes vieron la filmación de la muerte de sus compañeros de celda dijeron que esas ojotas baratas, de color beige, tiradas al lado del cuerpo de Foley, eran las mismas que compartían los prisioneros. Todos las habían usado para ir al baño. Los que sobrevivieron habían caminado con el mismo calzado que los que no lo lograron.
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