Vuelve la pesadilla nuclear
Por Jonathan Schell Para La Nación
Lunes 01 de noviembre de 1999
NUEVA YORK EL rechazo por parte del Senado norteamericano del Tratado
de Prohibición Absoluta de los Ensayos Nucleares (CTBT) fue un nuevo
torpedo lanzado contra el frágil régimen global de control de las armas
nucleares, establecido en las últimas décadas de la Guerra Fría. Lo
precedieron, entre otros hechos:
Noticias de que China se propondría expandir y modernizar su arsenal
nuclear estratégico aprovechando información obtenida por sus espías en
los Estados Unidos.
El exitoso ensayo de un prototipo del sistema de Defensa Misilística
Nacional (NMD) efectuado recientemente por los Estados Unidos.
Informes de que la India y Paquistán están instalando sus bombas nucleares sobre vehículos de lanzamiento.
La recomendación al gobierno indio de que organice fuerzas que sustenten una política de disuasión nuclear.
La toma del poder, en Paquistán, por unas fuerzas armadas partidarias de una línea dura respecto a la India.
En conjunto, estos hechos podrían desbaratar el actual régimen de
control de las armas nucleares, algo que no lamentaría precisamente la
mayoría republicana del Senado norteamericano.
El control, en peligro
Dicho régimen es una tríada, igual que los arsenales de los Estados Unidos y Rusia. Su miembro más importante es el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), de 1969. De hecho, el TNP apunta a la abolición paulatina de las armas nucleares: las naciones que no las poseen se avienen a renunciar definitivamente a ellas; las que poseen arsenales nucleares (en 1968, los Estados Unidos, la Unión Soviética, Inglaterra, Francia y China) acuerdan reducirlos a lo largo del tiempo, hasta su eliminación final. El TNP ya ha sido firmado por 185 naciones. El segundo miembro de la tríada son las Conversaciones sobre la Reducción de Armas Nucleares (Start) entre Moscú y Washington. Iniciadas durante la Guerra Fría, cesaron, paradójicamente, al terminar ésta. Si el objetivo del TNP es refrenar la proliferación "horizontal" de las armas nucleares, el de las Start es revertir su proliferación "vertical", o sea, reducir en forma progresiva las montañas gemelas de armas nucleares acumuladas en los Estados Unidos y la Unión Soviética como parte de la Guerra Fría. El tercero es el CTBT, un tratado de alcance universal, como el TNP. Aspira al desarme cualitativo, fijando límites modestos al perfeccionamiento técnico de las armas nucleares.Cada miembro de esta tríada se originó por su lado, con absoluta independencia, pero ahora los tres son interdependientes. Ninguno podría sobrevivir sin los otros dos. Hoy día, todos corren peligro. El fracaso del CTBT socava el TNP, a cuya renovación accedieron los países sin armamento nuclear, en 1985, siempre y cuando se ratificara la prohibición de los ensayos. El estancamiento prolongado de Start (su avance era otro requisito para la renovación del TNP) causará el mismo efecto debilitante.
Las Start, atascadas desde fines de la Guerra Fría, se ven amenazadas por la intención norteamericana de establecer el sistema NMD, que Rusia considera un reto al Tratado Norteamericano-Soviético que prohíbe la mayoría de las defensas misilísticas. El marco estratégico de Start es la doctrina de la disuasión, según la cual cada una de las ex superpotencias debe ser capaz de destruir a la otra tras haber sufrido un primer ataque. Si los Estados Unidos pueden defenderse de un ataque nuclear, argumentan los rusos, su capacidad de represalia se desgastaría y se perdería el efecto disuasivo.
China advierte, por su parte, que de cumplirse la amenaza norteamericana de desplegar defensas antinucleares en Asia para proteger a Taiwan y Japón, ellos tendrán que aumentar su arsenal nuclear defensivo... quizás, utilizando información obtenida por sus espías en los Estados Unidos. En tal caso, impelidos por la necesidad de poner a prueba sus nuevas ojivas de combate, los chinos irrumpirían probablemente por la brecha que acaba de abrir el Senado norteamericano en el régimen de ensayos. Los frutos del espionaje son de poca utilidad para China pero, combinados con los ensayos, podrían tenerla, y mucha.
El NMD conspira contra el proyecto de control de armas en su totalidad: sus partidarios imaginan que protegerá del ataque nuclear a unos Estados Unidos que se han lavado las manos respecto a la no proliferación de armas nucleares echando a pique el CTBT. El despliegue del NMD y el rechazo del CTBT son los pilares gemelos de la visión republicana del futuro nuclear. El primero dará un escudo a los Estados Unidos; el segundo mantendrá afilada su espada nuclear. Esta gente cree que los Estados Unidos mantendrán una superioridad nuclear abrumadora ensayando esas armas y, al mismo tiempo, aplastarán los ataques de los "malhechores" partidarios de su proliferación valiéndose de sus defensas misilísticas. Medio siglo de Guerra Fría ha demostrado que la superioridad nuclear es una quimera y las defensas, que se sepa, son técnicamente inviables, pero, por alguna razón, el hecho no afecta la mente de estos estrategas. Como dijo Sam Brownback, senador por Kansas: "Nunca pudimos obtener la paz mediante tratados. Estados Unidos siempre ha propuesto una paz obtenida por la fuerza".
Carrera armamentista
Entretanto, en el sur de Asia, acontecimientos locales reavivan la primera gran carrera armamentista nuclear del mundo (si excluimos la Guerra Fría). Cuando la India y Paquistán intercambiaron andanadas de ensayos nucleares, en mayo de 1998, los observadores occidentales presumieron que el empate entre los dos países aquietaría los ánimos como, según dicen, lo hizo con norteamericanos y soviéticos durante la Guerra Fría. En vez de eso, la India y Paquistán libraron en Cachemira su primera guerra caliente de los últimos veinticinco años. La recomendación de que la India creara un arsenal nuclear, la rumoreada provisión de vehículos de lanzamiento en ambos países y el golpe militar de Paquistán apuntan hacia una aceleración de la carrera armamentista en el Asia meridional.El Este y el Oeste ya no monopolizan la locura nuclear: el Sur se ha unido a ellos. Pero los indios y los paquistaníes no están separados del resto del mundo; tampoco lo está el Senado de los Estados Unidos. Si estos países reanudan los ensayos, ¿cuánto tardará China en imitarlos? Y si China los imita, ¿Rusia y los Estados Unidos mantendrán un refrenamiento unilateral?
Los acuerdos sobre control de armas firmados durante la Guerra Fría nunca pasaron de ser telarañas arrojadas sobre una bestia nuclear que, en verdad, nadie domeñó jamás. Fueron meros bosquejos de medidas más serias que nunca se implantaron, ni siquiera al terminar la Guerra Fría, hace ya una década. Ahora, la bestia nuclear se reanima, los hilos de la telaraña se rompen uno tras otro y el mundo encara la tarea que descuidó por diez años decisivos: más que restaurar el control de las armas nucleares, debe reinventarlo.
© Project Syndicate y La Nación (Traducción de Zoraida J. Valcárcel) El último libro de Jonathan Schell es The Gift of Time: The Case for Abolishing Nuclear Weapons Now ("El don del tiempo. Argumentos en favor de la abolición inmediata de las armas nucleares").
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