Diario "La Nación". Buenos Aires, 12 de agosto de 2001
Los jamaiquinos casi no tienen en quién confiar
En medio de la necesidad y la injusticia por crímenes policiales, la gente sólo cree en un opositor
Domingo 12 de agosto de 2001
KINGSTON, Jamaica.-
Con un corazón apresuradamente recortado de una tela negra y pegado
sobre su vestido, Evelyn Ruddock estaba frente a la casa funeraria
Madden´s, mientras acariciaba suavemente su hinchado vientre para calmar
al niño que no estaba lejos de nacer.
Su esposo, Humphrey, el padre que el niño nunca conocerá, estaba en una
plancha de metal en el interior de la funeraria. Esos dos extremos, el
de la vida y el de la muerte, son ahora su única certeza: su esposo
estaba entre las 25 personas, en su mayor parte civiles, que fueron
asesinados hace un mes en Kingston Oeste.
Algún día, alguien descifrará qué fue lo que realmente ocurrió cuando la policía llegó al barrio de Tivoli Gardens en busca de armas, y terminó disparando cientos de balas contra los habitantes.
En ese momento, lo único que le interesaba a Ruddock, lo que la angustiaba, era dónde conseguiría el dinero para sepultar a su esposo.
Como mucha de la gente cuyas vidas se desarrollan en los atestados mercados y patios de cemento de vecindades en esta ciudad, su única esperanza en estos momentos es Edward Seaga, el ex primer ministro que representa a Tivoli Gardens en el Parlamento como líder del opositor Partido Laborista de Jamaica.
La lealtad hacia Seaga es un crudo ejemplo de la larga tradición de Jamaica de una política desde el nivel de las bases, del pueblo.
En esta política, comunidades enteras cuyos miembros se sienten olvidados por el partido en el poder vuelcan sus esperanzas en los líderes locales de oposición para que los ayuden a cubrir las necesidades básicas de la vida; mientras tanto, los que son leales al partido en el poder saben que, al menos por ahora, siempre habrá quien los ayude.
Ese sistema, sin embargo, no ha sabido encontrar un medio para enfrentar las raíces de la desigualdad y la necesidad, independientemente de qué partido esté en el poder, dicen analistas políticos y seguidores de partidos en ambos bandos. "¿Quién más hay? -dijo Ruddock el viernes por la mañana, mientras mantenía su vigilia afuera de Madden´s-. La gente no ve a nadie del Ministerio de Justicia ni a ningún otro funcionario aquí. La única persona de la que podemos recibir cuando menos un asomo de ayuda es Seaga. Esa es la única persona en la que podemos confiar."
Fue Seaga a quien la gente llamó a su lado la mañana del 7 del mes último cuando estallaron disparos de armas de fuego en las calles cerca del Mercado Coronation. Días después, cuando terminaron los tiroteos, Seaga fue una vez más a quien llamaron en busca de alimentos, medicamentos y consuelo. La semana última, después de ocultarse dentro de sus casas durante varios días, decenas de habitantes se reunieron en el Centro Comunitario de Tivoli Gardens. Durante el tiempo en que las batallas a balazos continuaban, muchas personas habían pasado hambre, así que acudieron al centro en busca de comida. Delroy Daley, cuya hermana, de 19 años, quedó ciega por un disparo de bala cuando caminaba con una amiga para recoger a su hijo el lunes último, dijo que Seaga le prometió que él se encargaría de que su familia se recuperara de su tragedia en alguna forma.
"De no ser por él, no sé qué haríamos -dijo Daley-. El es el único que nos dio vivienda, alimentos, cualquier cosa pequeña que necesitamos. Envía nuestros niños a la escuela. Es la mayor ayuda que tiene esta comunidad. No hay nadie más a quien podamos acudir."
Sus partidarios dicen que Tivoli Gardens era un tiradero de basura hace cuatro decenios, cuando Seaga llegó a la escena política. Le dan crédito por actuar para conseguir nuevas viviendas, escuelas donde aprender oficios, mercados.
Al mismo tiempo, como sucede con los oponentes de Seaga en el gobernante Partido Popular Nacional, el trabajo local del partido está apoyado por líderes comunitarios llamados "dons", que han comprometido su apoyo político y que frecuentemente son la primera instancia de ayuda para los residentes necesitados. Muchos de estos líderes, sin embargo, fueron armados por los partidos y utilizados como sicarios en las guerras que por el control de territorios dividieron el país a partir del decenio de 1970. Más recientemente, algunos líderes se han beneficiado mediante actividades ilegales, creando más problemas.
Subyaciendo de todo esto está la cultura de la política nacional. "Tenemos actitudes muy arraigadas que provienen de las políticas de beneficio -dice Peter Abrahams, escritor y comentarista-. La idea es que "si nuestro hombre está en el poder, nos beneficiamos. Si nuestro hombre es derrotado, no tenemos otra opción que chupar sal"".
La situación, añade, se ve empeorada por las actitudes prevalecientes entre los habitantes acomodados. Dice que hay una ambivalencia acerca de los pobres. "Muchos piensan que simplemente deberían irse del país -dice-. Pero la pobreza es muy real. La desesperación es real. La lucha por sobrevivir es real."
La ayuda, sin embargo, siempre llega con un precio que va más allá del político. Es una relación que para algunos es feudal o un juego manipulativo con amplio potencial en los conflictos sociales. "Es parte de la dependencia creada por la naturaleza del proceso político, y no siempre es buena -dice el reverendo Al Miller, pastor del Fellowship Tabernacle y activista social en Kingston Oeste-. Nuestro proceso político ha sido del tipo que ha prosperado mediante la entrega de subsidios y otro tipo de ayuda al pueblo por parte del liderazgo político.
"No obstante -asegura Miller-, debemos estar de acuerdo con que hay verdaderas necesidades y debe establecerse un sistema mejor para asegurarse de que la gente reciba la ayuda en una forma igualitaria, y no basada en lealtades partisanas."
Seaga dice que no ve su papel como el de alentar una dependencia enfermiza. "La comunidad es muy activa, muy emprendedora; es el mercado principal del país, así que no son dependientes en ese sentido -dijo-. Pero hay gente muy pobre que no puede ayudarse a sí misma. Hay personas a las que nosotros podemos ayudar."
La mayor parte de sus esfuerzos recientes ha consistido en denunciar el comportamiento de la policía. Por su parte, los agentes policíacos defendieron sus esfuerzos, diciendo que sus agentes habían quedado atrapados por disparos cruzados desde edificios de apartamentos cercanos. Algunos vecinos han confirmado que los agentes fueron atacados a balazos. Pero algunos grupos de derechos humanos han cuestionado la ferocidad de la respuesta policíaca y han exigido una investigación, añadiendo que las fuerzas de seguridad del país tienen un historial de abusos. El subsuperintendente James Forbes, vocero de la policía, asegura que esas críticas son "unilaterales" y que las víctimas fueron personas que quedaron atrapadas en el fuego cruzado.
"Es responsabilidad del Estado asegurarse de que las armas de fuego ilegales sean requisadas y removidas de la zona -dijo Forbes-. Tratando de cumplir con esa responsabilidad, habrá circunstancias en las que los agentes de la ley tendrán que tomar decisiones, y algunas decisiones incluyen la necesidad de disparar contra la gente."
Afuera de la casa funeraria Madden´s, la semana última, las respuestas populares iban desde el escándalo hasta la desesperación. La gente en la calle observaba con desconfianza cada vez que un ocasional policía o soldado pasaba cerca de allí, equipado con armas automáticas. La mayoría no tenía la menor idea de dónde obtendría el dinero necesario para sepultar a sus hermanos o esposos. Y unos pocos no podían siquiera imaginar cómo podrian seguir sobreviviendo sin el respaldo del muerto.
Evelyn Bogle llevaba en sus manos una bolsa de galletas saladas y unos cuantos viejos billetes mientras esperaba su turno para ingresar en la casa funeraria para identificar el cuerpo de su hijo único, Kenneth Wood, guardia de seguridad a quien mataron cuando iba camino de su trabajo. Un amigo que había visto su cuerpo en la calle dijo que le habían arrancado todo lo que tenía de valor. "Después de la autopsia, no sé qué es lo que ocurrirá", dijo Bogle, que vende alimentos en el mercado. Inclinó la cabeza y lloró silenciosamente. Dorothy White, amiga suya, le acariciaba el hombro, tratando de calmarla. "Las lágrimas son un lenguaje -dijo White-. Y Dios comprende. Hay que orar, orar."
Por David González The New York Times
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