El riesgo de una guerra en fases que puede resultar insuficiente
Primeras impresiones del conflicto
LA NACION, Lunes 08 de octubre de 2001
La primera fase de la operación Libertad Duradera comenzó ayer sin que
otra cosa, excepto el calendario, que permita hasta ahora proclamarla
como la primera guerra del siglo XXI.
Los datos que pueden recogerse de las poco informativas conferencias de
prensa del Pentágono y, al igual que una década atrás, de la infrarroja
pantalla de la CNN, permiten dilucidar que las oleadas iniciales de
bombardeos no ofrecieron ninguna sorpresa ni nada mucho más importante:
la contundencia necesaria para neutralizar un contraataque terrorista.
Hasta donde se sabe, los blancos atacados parecen previsibles, propios de un conflicto convencional, y no tan apropiados para destruir a un enemigo invisible: centros de control aéreo, instalaciones de radar, posiciones antiaéreas. El propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, admitió ayer que en verdad no hay muchos blancos que destruir en Afganistán.
También se ha anunciado un ataque con misiles a bases de entrenamiento terroristas. Sin embargo, basta repasar las lecciones de la Guerra de Vietnam -así como las de la ocupación soviética de Afganistán- para saber que la destrucción de los santuarios del terrorismo no garantiza la eliminación de la amenaza de un enemigo atomizado en células, oculto en pedregosos refugios de montaña o disimulado entre la población civil de ciudades tan diversas como Kandahar y Kabul o Londres, Hamburgo y Nueva York.
El contraataque
Es probable, y al mismo tiempo inquietante, sospechar que mientras las armas inteligentes destruyen un campamento de Al-Qaeda en el sur de Afganistán, otras células ya estén listas para contraatacar en Occidente con una destrucción aún más devastadora que la mostrada en los ataques del 11 de septiembre a las Torres Gemelas y el Pentágono.Por eso se percibe como algo imprescindible la neutralización de la amenaza en el plazo más corto posible. En términos boxísticos, la guerra contra el terrorismo, al igual que un conflicto nuclear, debe ser contundente desde el primer golpe. De lo contrario, el enemigo podrá levantarse y devolverlo. En este sentido, la primera jornada de la guerra parece haber estado más destinada a dejarles claro a los talibanes que los Estados Unidos hablan en serio cuando reclaman la entrega de Ben Laden que a alcanzar cuanto antes aquel objetivo.
Desde el punto de vista estrictamente bélico, no hubo sorpresas. En esta primera fase, al igual que en conflictos anteriores, como el Golfo o Kosovo, se ha optado por atacar desde lejos, utilizando misiles crucero Tomahawk disparados desde submarinos en el océano Indico y bombardeos capaces de lanzar su carga letal a kilómetros del blanco y fuera del alcance de las baterías antiaéreas.
No debe descartarse otra clase de acciones, aéreas o terrestres. Sin duda las habrá. Pero la guerra contra el terrorismo extendida en varias fases (todo lo contrario a la doctrina Powell, que desde la invasión a Panamá en 1989 prefería la contundencia inmediata) entraña un riesgo demasiado alto.
La nueva vedette
Toda guerra tiene su vedette , y parece que el bombardeo B-2 Spirit será la de ésta. Aunque tuvo su bautismo de fuego en marzo de 1999, durante el conflicto de los Balcanes, ya se destaca en la campaña aérea comenzada ayer.Es el avión de combate más caro del mundo (2,3 millones de dólares cada uno) y, considerado la joya de la fuerza aérea estadounidense, sólo se han construido 21 unidades. Pero la tecnología que lo torna más indetectable al radar que cualquier otro aparato también le juega en contra: requiere mucho mantenimiento, su recubrimiento de ferrita es sensible a la lluvia y debe ser guardado en hangares especiales. Por eso, debe operar directamente desde bases en los Estados Unidos en misiones de 30 horas de vuelo ininterrumpido.
También se están utilizando bombardeos B-1 y los infaltables B-52, reliquia de la Guerra Fría que confirma que las tácticas empleadas hasta ahora tienen más del siglo XX que del nuevo milenio.
En tanto, al tiempo que los talibanes ya han llamado a la jihad , resulta paradójico que mientras el Pentágono utiliza misiles y bombardeos que operan a 15.000 metros del suelo afgano, como procurando evitar cualquier riesgo de derribo, los F-16 deben sobrevolar constantemente el cielo de Washington y de Nueva York porque, por el momento, el verdadero frente de la primera guerra del siglo XXI sigue estando en casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario