Martes 01 de septiembre de 2015
Castas: una rebelión de ricos en la India
La protesta de un clan poderoso amenaza el esquema de "discriminación positiva"
AHMEDABAD,
India.- Hardik Patel fue acumulando bronca de a poco. Arrancó cuando su
hermana terminó perdiendo una beca universitaria por culpa de la
discriminación positiva en su versión india: un estricto sistema de
cuotas que reserva casi la mitad de todos los empleos públicos y
vacantes universitarias estatales para ciudadanos provenientes de las
castas y tribus más desfavorecidas.
La bronca se acentuó cuando
habló con otros jóvenes de su familia que viven en la misma aldea y
comprobó que en la historia de casi todos había un trabajo perdido, una
puerta cerrada o un sueño frustrado porque el clan Patel es considerado
demasiado pudiente para ser incluido en el sistema de cuotas.Hace unos meses, Hardik empezó a organizar a todos los Patel del estado occidental de Gujarat, que tiene 63 millones de habitantes, 10 millones de los cuales, aproximadamente, son Patel. Con reuniones, conectándose por Facebook o WhatsApp transformaron su bronca en un ambicioso plan que tuvo su punto culminante este último martes, cuando Hardik, un joven de 22 años con cara de chico, se subió a un estrado frente a más de 500.000 personas, que lo ovacionaron, casi todas ellas jóvenes varones Patel, y le apuntó sin asco al arraigado sistema de cuotas que la dirigencia política india defiende y expande desde hace décadas como una forma de ganarse los votos de una casta o de otra.
Como una maniobra de yudo político, Patel exigió que los miembros de su clan, que pertenecen a la casta Patidar, sean incluidos en el mismo sistema de cuotas que ellos mismos desprecian, a sabiendas de que si los ricos y políticamente poderosos Patel del estado Gujarat pueden acceder al sistema de cuotas, lo mismo deberá ocurrir para el resto de las castas de la India.
"No estamos pidiendo por favor", dijo en tono desafiante ante la multitud. El rugido de medio millón de Patel que vivaba el nombre Hardik rebotaba en los edificios lindantes, donde había miles de Patel más alienados en las terrazas y los balcones. La veneración por Hardik resulta aún más notable si se tiene en cuenta que hasta un mes antes casi ninguno de los presentes había oído hablar nunca de ese primo.
Y si las elites políticas y mediáticas se quedaron igualmente atónitas frente a esa manifestación, no fue sólo por su descomunal convocatoria ni por la rapidez clandestina con la que lograron organizarse. Fue sobre todo por el profundo cuestionamiento que implica para Narendra Modi, primer ministro de la India. Modi alcanzó magnitud nacional gracias al fuerte apoyo de los Patel, que en 2001 lo ayudaron a ser elegido ministro en jefe de Gujarat. Horas después de su discurso, Hardik seguía preguntándose si a Modi le habría llegado el mensaje. Para asegurarse, había anunciado su decisión de hacer huelga de hambre sobre el estrado. Descalzo y con la camisa afuera, se lo veía agotado por las emociones del día.
El objetivo de la protesta era enfrentar a Modi y a sus aliados con una opción terriblemente difícil: o ponerse del lado de los Patel, que los habían llevado al poder, o ganarse la enemistad política de los Patel, poniéndose de parte de tribus y castas beneficiadas por el sistema de cuotas.
La sociedad de la India no termina de digerir el impacto de lo ocurrido. Siguiendo los pasos de los Patel, otras castas prósperas ya están evaluando protestas similares. Las páginas de opinión y los noticieros de televisión debaten acaloradamente el sistema de cuotas del país, que quedó plasmado por primera vez hace 65 años, en la Constitución.
Mientras tanto, Hardik ya planea nuevas formas de esparcir su rebelión, aprovechando que se ha convertido en el joven de 22 años más famoso y temido de la India.
A menos de 10 kilómetros de distancia, del otro lado del río Sabarmati, que atraviesa la ciudad, el miedo es palpable. Se trata de un barrio pobre y de un nivel de hacinamiento inconcebible, construido junto a la base del puente Amdebkar, llamado así por el nombre de uno de los padres de la Constitución. Casi todos sus vecinos pertenecen a una casta beneficiada por el sistema de cuotas, entre ellos, Narayan Parmar, de 51 años, que dijo sentirse amenazado por la demanda de la casta Patidar. Gracias al sistema de cuotas, Parmar encontró trabajo hace 28 años en la planta de tratamiento de aguas de la ciudad.
Con su modesta jubilación, su seguro de salud y un cheque de 375 dólares todos los meses, el empleo les ha permitido a él y su familia escapar de la indigencia más abyecta que de otro modo habrían tenido que enfrentar si Parmar hubiese terminado pedaleando un bicitaxi.
Sin embargo, él y sus vecinos se apresuran a recalcar la precariedad de sus progresos: según dice, no siempre puede garantizarle dos comidas diarias a su familia. Cada mañana, deben hacer fila frente a la canilla comunitaria, porque en sus casas el agua sale sucia, y los niños asisten a una escuela adonde todavía nunca llegó una computadora.
Muchos Patel, incluido Hardik, están de acuerdo en que el gobierno debe darles ayuda extra a las familias pobres, sin importar su casta. Sin embargo, objetan el sistema de cuotas precisamente porque se basa en el sistema de castas, y no en la posición económica de cada persona.
De todos modos, en este barrio, la protesta de los Patel es vista como un acto de egoísmo absoluto: una forma más que tienen los ricos de seguir enriqueciéndose. Si los Patel tienen éxito, dice Parmar, las consecuencias para el barrio serían obvias: "Más pobreza".
Traducción de Jaime Arrambide.
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