El Papa reclamó más acción a la ONU y a los líderes mundiales
En
un aclamado discurso ante la Asamblea General, exhortó a tomar medidas
concretas para salvar el medioambiente y terminar con la guerra, la
pobreza, la exclusión y la corrupción
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Elisabetta Piqué
Sábado 26 de septiembre de 2015
NUEVA
YORK.- "Los hermanos sean unidos porque ésa es la ley primera. Tengan
unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos
pelean, los devoran los de afuera."
Sólo
un papa venido de la periferia del mundo, que callejeó las villas
miseria de su país y que ahora deslumbra al moverse en un humilde Fiat
500 habría podido ayer citar el Martín Fierro en el cuartel general de
las Naciones Unidas (ONU), donde se deciden las guerras y la paz. Allí,
en un discurso de 48 minutos que pronunció en español y que fue
interrumpido 19 veces por aplausos -uno imponente después de citar el
clásico de la literatura argentina- Francisco fue contundente: pidió al
organismo y a los líderes globales menos palabras y más acciones en la
defensa del "ambiente natural" y del "vasto mundo de las mujeres y
hombres excluidos" .Llamó a decirles basta a los compromisos asumidos solemnemente y a pasar a la acción concreta para poner fin a las guerras, a la pobreza y a la exclusión, a la trata de personas, a la destrucción del ambiente, al narcotráfico, a la proliferación de las armas nucleares, a la corrupción, a la violencia sistemática contra minorías étnicas y religiosas.
"Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra estos flagelos", dijo Francisco, y llamó a los gobernantes a poner en marcha una "voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y medidas inmediatas" para solucionar los problemas del planeta.
"La multiplicidad y complejidad de los problemas exige contar con instrumentos técnicos de medida. Esto, empero, comporta un doble peligro: limitarse al ejercicio burocrático de redactar largas enumeraciones de buenos propósitos o creer que una única solución teórica dará respuesta a todos los desafíos", dijo.
Si anteayer, en el Capitolio, su mensaje fue un desafío lanzado al centro del poder político de Estados Unidos, superpotencia del mundo, ayer Francisco redobló la apuesta. Al convertirse en el primer papa que inaugura una Asamblea General de la ONU -un hecho "histórico", según destacó el mismo secretario general, Ban Ki-moon-, subrayó la importancia de este organismo creado hace 70 años.
Pero también denunció sus contradicciones e incapacidad para prevenir y resolver conflictos. E invitó a sus 193 Estados miembros no solo a respetar su carta y a reformar su estructura, sino también a acciones concretas para que la ONU pueda dar "un servicio eficaz a la humanidad".
Se encontraban presentes en el histórico salón 150 jefes de Estado y de gobierno de todo el mundo. Además, la premio Nobel de la Paz Malala Yousefzai, la joven paquistaní que hace campaña por la educación de las mujeres, herida de gravedad por los talibanes, y Bill y Melinda Gates.
En un discurso durísimo con la misma ONU, el Papa habló de la necesidad de reformar el organismo, al pedir conceder a todos los países, sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en las decisiones. Reclamó una mayor "equidad" en cuerpos con efectiva capacidad ejecutiva como el Consejo de Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas.
"Esto ayudará a limitar todo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo. Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia", clamó, con lo que desató el primero de una larga serie de aplausos.
Reiteró su condena a la "cultura del descarte" y reafirmó el valor de la familia, la distinción natural entre el hombre y la mujer y el respeto de la vida en todas sus etapas y dimensiones.
"El mundo reclama de todos los gobernantes una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado", dijo Francisco.
"Tenemos que evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias -disparó-. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos."
Y recordó que "más allá de los planes y programas, hay mujeres y hombres concretos, iguales a los gobernantes, que viven, luchan y sufren y que muchas veces se ven obligados a vivir miserablemente, privados de cualquier derecho".
En una Nueva York colapsada por su presencia, que lo aclamó en cada uno de sus traslados -a Ground Zero, a una escuela de Harlem, al Central Park y a una misa en el Madison Square Garden-, el Papa fue recibido por el secretario general, Ban Ki-moon.
Antes de dirigirse a presidentes de todo el mundo, en otro gesto significativo Francisco quiso saludar a los trabajadores del organismo y agradecerles su labor. "Nosotros no somos nadie, pero este Papa, el Papa de la gente, latino como nosotros, nos tuvo en cuenta", dijo a LA NACION Rosmary, una funcionaria colombiana emocionada hasta las lágrimas.
Citando palabras pronunciadas hace casi 50 años por Pablo VI en el mismo lugar -con el que indirectamente quiso decir que poco y nada había cambiado-, Francisco recordó que el "verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas".
"Una ética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua -y posiblemente de toda la humanidad- son contradictorios y constituyen un fraude a toda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser «Naciones Unidas por el miedo y la desconfianza»", dijo desatando aplausos.
Francisco elogió, sin mencionarlo, el compromiso alcanzado con Irán. Habló también del "odio y la locura" que sufren los cristianos y otros grupos culturales y étnicos en Medio Oriente, el norte de África y otros países. Recordó los conflictos actuales de Ucrania, Siria, Irak, Libia, Sudán del Sur y en la región africana de los Grandes Lagos, y mencionó también al narcotráfico, que definió como "una guerra asumida y pobremente combatida".
Sin eufemismos y con franqueza, finalmente, aseguró que sólo si los representantes de los Estados "saben dejar de lado intereses sectoriales e ideologías y buscar sinceramente el servicio del bien común", habrá "un futuro feliz para las generaciones futuras".
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