Diario "La Capital". Rosario, Domingo, 27 de septiembre de 2015
Los catalanes deciden en las urnas el futuro del proyecto soberanista
Si los independentistas logran mayoría absoluta en el Parlamento regional, iniciarán un proceso para proclamar una república como mucho en 18 meses en Cataluña.
Aluvión separatista. Cientos de catalanes secesionistas participan del cierre de campaña de Junts pel Sí.
Cataluña celebra hoy las terceras elecciones en
cinco años. Los catalanes están llamados formalmente a elegir un nuevo
Parlamento regional, pero el jefe del Ejecutivo catalán, Artur Mas, las
convirtió de facto en un plebiscito sobre la independencia de España. Es
el mayor desafío al que se enfrenta el Estado español en 40 años de
democracia. "Queremos votar, queremos decidir y ahora tenemos el marco y
el momento adecuado para hacerlo", sostiene Mas. Mas quiso celebrar el
año pasado un referéndum de autodeterminación en la región del noreste
de España pero el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, lo
impidió con un recurso al Tribunal Constitucional. Los comicios de hoy
son para Mas un sustituto.
Bajo el nombre de Junts pel Sí (Juntos para el Sí),
el jefe del gobierno catalán y líder del partido liberal Convergència
impulsó una candidatura unitaria independentista de la que forman parte
también Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y personas llegadas de
organizaciones civiles secesionistas. La lista por Barcelona la cierra
simbólicamente el ex entrenador del Barça Josep Guardiola. Si el
independentismo logra mayoría absoluta en el nuevo Parlamento catalán,
algo a su alcance según sondeos, Mas quiere liderar un gobierno de
concentración cuya tarea sea la de organizar la proclamación de la
independencia en como mucho 18 meses. Rajoy niega todo matiz de
plebiscito a estas elecciones, pero lo cierto es que Mas ha ganado como
mínimo esa batalla.
La campaña electoral arrancó con una demostración de
fuerza del secesionismo, con centenares de miles de personas
manifestándose el 11 de septiembre en Barcelona a favor de la
independencia. Desde entonces y tras cuatro años minimizando el peligro
de secesión catalana, el jefe del Ejecutivo español y su Partido Popular
(PP) se han esforzado por alertar de las desgracias políticas y
económicas que acarrearía la secesión.
El ministro de Exteriores, José Manuel
García-Margallo, se enfrentó incluso en un cara a cara televisivo que
levantó gran expectación con el independentista Oriol Junqueras para
debatir sobre el futuro de una Cataluña independiente dentro o fuera de
la UE. De los 7,5 millones de habitantes que tiene la región
económicamente más fuerte de España, a las urnas están llamados 5,5. Y
de ellos, 1,6 han nacido fuera, la mayoría en otros lugares de España.
La participación se prevé alta, por encima de cualquier otra elección
regional anterior, y será decisiva para la victoria o la derrota del
secesionismo. Las opciones de un fracaso independentista se dan a partir
de un 72 por ciento, señalan expertos demoscópicos.
Junts pel Sí lidera las encuestas, aunque para
alcanzar los 68 diputados (de 135 que tiene el Parlamento catalán) en
los que Mas fijó el mínimo para abrir camino a la independencia
necesitará a los de la CUP, formación secesionista y antisistema de
izquierdas que rechazó entrar en la candidatura unitaria. El problema
para él es que la CUP no lo quiere como jefe de gobierno. Este partido,
además, cree que la independencia no debería proclamarse con menos del
55 por ciento de los votos, mientras que Mas no cree necesario llegar
siquiera al 50 por ciento mientras logre 68 diputados, lo que es
probable con una ley electoral que prima a las áreas rurales, con fuerza
soberanista.
Reforma. Sondeos sitúan a Ciudadanos
como principal partido no secesionista, tras la candidatura de Mas,
seguido por Cataluña Sí que Es Pot, la plataforma de izquierdas en la
que se integra Podemos. Estas dos fuerzas emergentes desplazarían al
tercer y cuarto lugar a los socialistas y al PP de Rajoy. "Nadie va a
romper España", dice Rajoy, que en caso de necesidad confía en frenar la
secesión con la reforma que permitirá al Tribunal Constitucional
suspender a Mas en el cargo y que aprobará el Parlamento español la
semana que viene. La batalla ganada por Rajoy es la de haber logrado que
destacados dirigentes europeos como Angela Merkel, David Cameron o el
presidente de la Comisión Europea, Jean Claude-Juncker, apuntaran que
Cataluña quedaría fuera del bloque europeo y de la zona euro si se
independiza. Artur Mas insiste, sin embargo, en que la UE aceptará a una
Cataluña independiente.
Bancos y empresas expresaron su intención de
abandonar la región si se independiza y hay economistas que prevén
importantes pérdidas económicas tanto para ella como para España en caso
de secesión.
El pragmatismo también juega en estos comicios
Durante los últimos 40 años, Xavier Espuña hizo que
su compañía de jamón y fiambre pasara de ser una pequeña empresa en el
norte de Cataluña a un negocio internacional que exporta a países tan
lejanos como Japón. Como la mayoría de los catalanes, Espuña se vio
arrastrado por el movimiento a favor de separar Cataluña del resto de
España. Pero a él no le preocupan las consecuencias que la secesión de
la cuarta mayor economía de Europa pueda suponer para su negocio. La
razón: no piensa que vaya a suceder en un futuro inmediato. "Me preocupa
hacer buen jamón, no me preocupa la política", dijo el jovial
empresario de 61 años, cuya compañía familiar tiene su sede en Olot, un
bastión proindependentista en Cataluña.
Cataluña, una región que habla su propio idioma y
representa alrededor de una quinta parte del PIB y población de España,
vota hoy para elegir un nuevo Parlamento. Las encuestas prevén que los
partidos independentistas que acuden bajo una misma lista logren mayoría
de escaños. Dicen que si ganan declararán unilateralmente la
independencia en 18 meses.
Cuestión teórica. Sin embargo, la
perspectiva de la independencia sigue siendo una cuestión muy teórica
para los catalanes, según los sondeos. Sólo el 20 por ciento de los
votantes catalanes creen realmente que la campaña secesionista conducirá
a la independencia, de acuerdo con un sondeo de opinión publicado en el
diario catalán La Vanguardia. Una encuesta diferente del Centre
d'Estudis d'Opinió, un organismo respaldado por el gobierno regional,
mostró que la cuestión sólo ocupaba el cuarto lugar en la lista de las
principales preocupaciones de Cataluña, por detrás del paro, la
insatisfacción con la política y la situación económica.
"No creo que las elecciones vayan a tener impacto en
mi negocio", dijo Espuña, que camina por su pequeña fábrica de jamón
vestido con una bata blanca de carnicero. La aparente ambivalencia de la
población catalana sobre la independencia antes de las elecciones
sugiere que —a pesar de las declaraciones públicas de los políticos
catalanes— la gente cree que el objetivo del impulso separatista que
empezó en 2012 es ahora un intento más pragmático de obtener concesiones
del gobierno central.
El presidente catalán en funciones, Artur Mas, dijo
esta semana que sólo la secesión seguía sobre la mesa. El gobierno
español de centroderecha de Mariano Rajoy des-
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Diario "La Nación". Buenos Aires, 26 de setiembre de 2015. |
Diario "Clarín". Buenos Aires, 27 de setiembre de 2015
Cataluña decide en las urnas si se independiza de España
Elecciones regionales.Si los soberanistas obtienen mayoría absoluta, iniciarán un proceso para declarar una República el año próximo.
En el momento más
crítico desde la guerra civil del largo conflicto entre Cataluña y
España, este domingo se realizan comicios regionales a los que la
Generalitat (gobierno catalán) otorga nivel soberanista plebiscitario.
Los independentistas, según los sondeos, obtendrán mayoría absoluta (68
diputados) en el Parlamento catalán que debe elegir un nuevo Ejecutivo
con mandato para cuatro años de gobierno.
Artur Mas, presidente de Cataluña, y la coalición que lo apoya, Juntos por el Sí, insisten en que si son reelegidos para gobernar considerarán que el electorado los habilita para poner en marcha un proceso constituyente que culminará el año que viene con la aprobación de una nueva Constitución y la organización de una República de Cataluña. Todo este proceso agónico tiene como piedra basal la Declaración Unilateral de Independencia (DUI).
Nunca se ha vivido una situación semejante en España y Cataluña y muchos se preguntan cómo no ha sido posible que el gobierno conservador de Mariano Rajoy no se haya percatado de la magnitud e intensidad el sentimiento independentista para tratar de encontrar alguna alternativa dialogante que evitara esta confrontación que cuestiona la integridad territorial de España, uno de los Estados más viejos de Europa.
Hace cuatro años que el independentismo comenzó una escalada imparable después de no superar durante muchos años el 15% de los apoyos. En las últimas cuatro gigantescas concentraciones con motivo del Día Nacional de Cataluña, la Diada, las imágenes de las multitudinarias movilizaciones populares impactaron en todo el mundo, sobre todo en Europa. La reacción oficial fue amenazar con toda clase de medidas contra los rebeldes.
Esta vez, cuando no hubo manera de negar el volumen del fenómeno, a último momento, con bastante pánico, se desató una campaña del miedo que hizo desfilar numerosas personalidades internacionales, incluido el presidente norteamericano, confirmando que un triunfo rupturista se traduciría en la expulsión de Cataluña de la Unión Europea y la zona euro y además hundiría a los rebeldes en el aislamiento internacional y una sombría crisis económica.
Las asociaciones de la banca, incluidas grandes instituciones financieras catalanas, anunciaron que si se producía una declaración de ruptura deberían retirar sus fondos y presencia en Cataluña. El presidente del Banco Central se lució augurando que los rupturistas serían incluso fulminados con el corralito a la argentina.
Se ha llegado a comparar a Artur Mas con el enloquecido Nicolás Maduro de Venezuela y, para que no haya dudas, con Stalin. En Cataluña, la ofensiva del miedo sólo logró una reacción furiosa del agraviado nacionalista.
Hace menos de diez días que, de pronto, los sondeos comenzaron a registrar un fuerte crecimiento del voto independentista. Todos los estudios dieron a los secesionistas como triunfadores de la mayoría absoluta parlamentaria, y con unos niveles que llegaban al 49,6% en los votos que sirven para medir el apoyo en el plebiscito virtual sobre la independencia.
¿Por qué tanto fervor? La irracionalidad, las emociones arrolladoras, son las características esenciales de este proceso que recién ahora los protagonistas perciben en su vasta extensión y la profundidad que proscriben el razonamiento. Por los dos lados.
Entre los soberanistas nadie se plantea seriamente los temas más acuciantes de la sociedad catalana. Por empezar, no se cuestiona la figura ambigua, demagógica y colmada de graves irregularidades de Artur Mas.
Como su padre político, Jordi Pujol, Mas no fue nunca abiertamente independentista. “La independencia de Cataluña es legalmente imposible”, le declaró Pujol a Clarín en tres entrevistas.
Pujol declaró hace dos años que durante tres décadas había mantenido una fortuna en el exterior. Desde entonces, la investigación judicial ha indagado en todas las actividades de la familia, las cuentas en el extranjero, las operaciones ilegales (muchas importantes en Argentina) y se habla de miles de millones de euros.
La crisis castigó duramente a los catalanes y es el trasfondo siniestro de la actual situación, además de la ceguera política.
Cuando Artur Mas advirtió que renacía con gran fuerza el independentismo se subió al carro del nacionalismo una fuerza imparable y muy peligrosa. Tuvo un gran éxito y nadie ahora parece reprocharle en Cataluña estos pecados porque de inmediato se envuelve en la “estelada”, la bandera independentista y trona contra España: “Madrid nos roba”.
Artur Mas, presidente de Cataluña, y la coalición que lo apoya, Juntos por el Sí, insisten en que si son reelegidos para gobernar considerarán que el electorado los habilita para poner en marcha un proceso constituyente que culminará el año que viene con la aprobación de una nueva Constitución y la organización de una República de Cataluña. Todo este proceso agónico tiene como piedra basal la Declaración Unilateral de Independencia (DUI).
Nunca se ha vivido una situación semejante en España y Cataluña y muchos se preguntan cómo no ha sido posible que el gobierno conservador de Mariano Rajoy no se haya percatado de la magnitud e intensidad el sentimiento independentista para tratar de encontrar alguna alternativa dialogante que evitara esta confrontación que cuestiona la integridad territorial de España, uno de los Estados más viejos de Europa.
Hace cuatro años que el independentismo comenzó una escalada imparable después de no superar durante muchos años el 15% de los apoyos. En las últimas cuatro gigantescas concentraciones con motivo del Día Nacional de Cataluña, la Diada, las imágenes de las multitudinarias movilizaciones populares impactaron en todo el mundo, sobre todo en Europa. La reacción oficial fue amenazar con toda clase de medidas contra los rebeldes.
Esta vez, cuando no hubo manera de negar el volumen del fenómeno, a último momento, con bastante pánico, se desató una campaña del miedo que hizo desfilar numerosas personalidades internacionales, incluido el presidente norteamericano, confirmando que un triunfo rupturista se traduciría en la expulsión de Cataluña de la Unión Europea y la zona euro y además hundiría a los rebeldes en el aislamiento internacional y una sombría crisis económica.
Las asociaciones de la banca, incluidas grandes instituciones financieras catalanas, anunciaron que si se producía una declaración de ruptura deberían retirar sus fondos y presencia en Cataluña. El presidente del Banco Central se lució augurando que los rupturistas serían incluso fulminados con el corralito a la argentina.
Se ha llegado a comparar a Artur Mas con el enloquecido Nicolás Maduro de Venezuela y, para que no haya dudas, con Stalin. En Cataluña, la ofensiva del miedo sólo logró una reacción furiosa del agraviado nacionalista.
Hace menos de diez días que, de pronto, los sondeos comenzaron a registrar un fuerte crecimiento del voto independentista. Todos los estudios dieron a los secesionistas como triunfadores de la mayoría absoluta parlamentaria, y con unos niveles que llegaban al 49,6% en los votos que sirven para medir el apoyo en el plebiscito virtual sobre la independencia.
¿Por qué tanto fervor? La irracionalidad, las emociones arrolladoras, son las características esenciales de este proceso que recién ahora los protagonistas perciben en su vasta extensión y la profundidad que proscriben el razonamiento. Por los dos lados.
Entre los soberanistas nadie se plantea seriamente los temas más acuciantes de la sociedad catalana. Por empezar, no se cuestiona la figura ambigua, demagógica y colmada de graves irregularidades de Artur Mas.
Como su padre político, Jordi Pujol, Mas no fue nunca abiertamente independentista. “La independencia de Cataluña es legalmente imposible”, le declaró Pujol a Clarín en tres entrevistas.
Pujol declaró hace dos años que durante tres décadas había mantenido una fortuna en el exterior. Desde entonces, la investigación judicial ha indagado en todas las actividades de la familia, las cuentas en el extranjero, las operaciones ilegales (muchas importantes en Argentina) y se habla de miles de millones de euros.
La crisis castigó duramente a los catalanes y es el trasfondo siniestro de la actual situación, además de la ceguera política.
Cuando Artur Mas advirtió que renacía con gran fuerza el independentismo se subió al carro del nacionalismo una fuerza imparable y muy peligrosa. Tuvo un gran éxito y nadie ahora parece reprocharle en Cataluña estos pecados porque de inmediato se envuelve en la “estelada”, la bandera independentista y trona contra España: “Madrid nos roba”.
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