Ieco Diario "Clarín". Buenos Aires, 2 de agosto de 2215
El sacrificio de Grecia
Lecciones no aprendidas Ideología y poder“Más allá de que el programa se implemente bien o no, llevará a niveles insostenibles de deuda, como ocurrió con un encuadre similar en la Argentina: las macropolíticas exigidas por la troika van a profundizar la depresión de Grecia”, escribe el columnista. El programa de la troika es incoherente: Grecia necesita una reestructuración de deuda, mejores reformas estructurales y metas más razonables de superávit presupuestario primario, agrega.
Ahora que la
crisis griega está pasando a su siguiente etapa, Alemania, Grecia y el
triunvirato del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y
la Comisión Europea (hoy más conocido como la troika), todos ellos han
recibido fuertes críticas. Aunque hay muchas culpas por compartir, no
deberíamos perder de vista lo que realmente está sucediendo. He seguido
de cerca esta tragedia griega durante cinco años, involucrándome con sus
actores en todos los bandos. Tras haber estado la semana pasada en
Atenas hablando con ciudadanos comunes, jóvenes y viejos, así como con
funcionarios de hoy y de ayer, llegué a la conclusión de que esto va
mucho más allá de Grecia y el euro.
Algunas de las leyes básicas
exigidas por el acuerdo con la troika tienen que ver con impuestos y
gastos y el equilibrio entre ambos, y otras están relacionadas con las
normas y reglamentos que afectan a mercados específicos. Lo llamativo
del nuevo plan (llamado “el tercer memorándum”) es que en ninguno de los
casos tiene sentido ni para Grecia ni para sus acreedores.Al leer los detalles, tuve una sensación de déjà vu. Cuando era economista jefe del Banco Mundial a fines de los 90, constaté personalmente en Asia Oriental los efectos devastadores de los programas impuestos a los países que habían recurrido al FMI en busca de ayuda. Fueron el resultado no sólo de la austeridad sino de las llamadas reformas estructurales, con las que demasiadas veces el FMI fue embaucado para imponer exigencias que favorecieron un interés especial relativo a otros. Había cientos de condiciones, algunas pequeñas, otras grandes, muchas irrelevantes, algunas buenas, otras definitivamente equivocadas, y la mayoría ajenas a los grandes cambios que realmente se necesitaban.
Antes y después de la crisis en Asia Oriental, y de las crisis en Africa y en Latinoamérica (la última de ellas, en la Argentina), estos programas fracasaron, convirtiendo los debilitamientos en recesiones, y las recesiones en depresiones. Pensé que habíamos aprendido la lección que nos habían enseñado estos fracasos, por eso me sorprendió que Europa, desde hace media década, impusiese este mismo programa rígido e ineficaz a uno de los suyos.
Más allá de que el programa se implemente bien o no, llevará a niveles insostenibles de deuda, como ocurrió con un encuadre similar en la Argentina: las macropolíticas exigidas por la troika van a profundizar la depresión de Grecia. El programa de la troika es incoherente: los alemanes dicen que no va a haber reducción de deuda y que el FMI debe ser parte del plan. Pero el FMI no puede participar en un plan en que los niveles de deuda son insostenibles, y las deudas de Grecia son insostenibles.
La austeridad es, en gran medida, la culpable de la actual depresión de Grecia: una caída del PBI del 25% desde 2008, un índice de desocupación de 25% y de desempleo juvenil del 50%. Pero este nuevo plan aumenta la presión aún más: una meta de 3,5% de superávit presupuestario primario para 2018 (comparado con un 1% aproximadamente este año). Ahora bien, si las metas no se cumplen, como casi seguro ocurrirá por el diseño mismo del plan, automáticamente habrá una dosis extra de austeridad. Es un desestabilizador intrínseco. El alto índice de desocupación deprimirá los salarios, pero la troika no parece satisfecha con el ritmo de disminución del nivel de vida de los griegos. El tercer memorándum también exige la “modernización” de la negociación colectiva, lo que significa debilitar a los sindicatos reemplazando la negociación a escala industrial.
Nada de esto tiene sentido ni siquiera para los acreedores. Es como una prisión de deudores del siglo XIX. Así como los deudores encarcelados no podían obtener ingresos para pagar, la depresión cada vez mayor en Grecia le hará cada vez más difícil pagar.
Se necesitan reformas estructurales, como ocurrió en Indonesia, pero muchas de las que se exigen tienen poco que ver con atacar los problemas reales de Grecia. La lógica detrás de varias de estas reformas estructurales clave no ha sido bien explicada, ni a los griegos ni a los economistas que tratan de comprenderla.
Al faltar tal explicación, hay una creencia generalizada aquí en Grecia de que intereses especiales, dentro y fuera del país, están usando a la troika para conseguir lo que no habrían podido obtener por vías más democráticas.
Tomemos el caso de la leche. A los griegos les gusta su leche fresca, de producción local y rápida distribución. Pero los holandeses y otros productores lecheros de Europa quieren aumentar las ventas haciendo que su leche, transportada a través de largas distancias y mucho menos fresca, parezca tan fresca como el producto local. En 2014, la troika forzó a Grecia a quitar el rótulo “fresca” en su leche verdaderamente fresca y prolongar el período de conservación permitido.
Ahora pide que se quite la disposición de cinco días de período de conservación por leche pasteurizada. En teoría, los consumidores griegos se beneficiarían con los precios más bajos, aun si tuviesen que tolerar una menor calidad. En la práctica, el nuevo mercado minorista dista de ser competitivo, y los primeros indicadores muestran que los precios más bajos no llegaron, casi en absoluto, a los consumidores. Mi propia investigación se ha centrado desde hace mucho tiempo en la importancia de la información y de cómo las empresas frecuentemente tratan de sacar provecho de la falta de información. Este es apenas otro ejemplo.
Un problema subyacente de Grecia, tanto en su economía como en sus políticas, es el papel de un grupo de personas ricas que controlan sectores clave, como bancos y medios de comunicación, aludidos en conjunto como los oligarcas griegos. Son quienes resistieron los cambios que George Papandreou, el ex primer ministro, intentó implementar para aumentar la transparencia y obligar a un mayor cumplimiento con una estructura tributaria más progresiva. Las reformas importantes que frenarían a los oligarcas griegos prácticamente no figuran en la agenda, nada que sorprenda ya que en el pasado la troika por momentos pareció tomar partido por ellos.
Normalmente, el FMI alerta sobre los peligros de una tributación elevada. Sin embargo en Grecia, la troika ha insistido con altos impuestos efectivos aun a niveles de ingresos muy bajos. Todos los últimos gobiernos griegos reconocieron la importancia de incrementar los ingresos fiscales, pero una política tributaria equivocada puede ayudar a destruir una economía. Existen muchas otras características extrañas en los paquetes de rescate de la troika, en parte porque cada miembro del triunvirato tiene su remedio favorito. Como dicen los médicos, puede haber interacciones peligrosas. Pero la batalla no es sólo sobre Grecia. Ni siquiera es sobre el dinero, aunque los intereses especiales en el resto de Europa y algunos dentro de Grecia han aprovechado a la troika para impulsar sus propios intereses a costa de los ciudadanos comunes de Grecia y del conjunto de la economía del país. Esto es algo que vi varias veces con mis propios ojos cuando estaba en el Banco Mundial, principalmente en Indonesia. Cuando un país está en dificultades, se pueden cometer toda clase de atropellos.
Pero estos debates de políticas son, en realidad, una cuestión de ideología y poder. Todos lo sabemos. Y entendemos que no se trata de un debate académico entre la izquierda y la derecha. Algunas personas de derecha hacen foco en la batalla política: las duras condiciones impuestas al gobierno de izquierda de Syriza deberían ser una advertencia para cualquier país de Europa sobre lo que podría ocurrirle si se rebela. Algunos hacen foco en la batalla económica: la oportunidad de imponerle a Grecia un marco económico que no podría haberse adoptado de otro modo.
Creo firmemente que las políticas que están imponiendo no van a funcionar, que van a generar una depresión sin fin, inaceptables niveles de desempleo y una desigualdad cada vez mayor. Pero también creo firmemente en los procesos democráticos, que el modo de lograr cualquier marco que favorezca a la economía es mediante la persuasión, no la coerción. La fuerza de las ideas está muy en contra de lo que se le inflige y exige a Grecia. La austeridad es contractiva; el capitalismo inclusivo –antítesis de lo que la troika está creando– es el único camino para crear una prosperidad compartida y sostenible.
Por ahora, el gobierno griego ha capitulado. Quizás, cuando la media década perdida se transforme en la década perdida, cuando la política empeore, cuando se acumule evidencia de que estas políticas fracasaron, la troika volverá a sus cabales. Grecia necesita una reestructuración de deuda, mejores reformas estructurales y metas más razonables de superávit presupuestario primario. Pero lo más probable es que la troika haga lo que ha hecho en los últimos cinco años: culpar a la víctima.
(c) The New York Times
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