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lunes, 10 de agosto de 2015

BOKO HARAM 2015 Contra Boko Haram, el arma del conocimiento

Reflexión

Contra Boko Haram, el arma del conocimiento

En una reciente reunión de ganadores del Premio Nobel, el escritor nigeriano habló del flagelo del fundamentalismo y los modos de combatirlo
Por Wole Soyinka
El nombre Boko Haram se ha convertido en una sentencia de muerte, no sólo en Nigeria, sino también en el mundo. El nombre en sí tiene un profundo significado, ya que es una deformación de "The Book is Haram": todos los libros están prohibidos menos uno, el Corán. Y en este caso, además, la palabra "libro" no es más que un recurso discursivo, ya que es apenas una parte de todo el conocimiento, la ciencia y la tecnología, el legado cultural y las prácticas sociales que quedan excluidas por la deformación de un testamento religioso. Y así fue como cuando Boko Haram eligió abatir con su presencia a la nación de Nigeria, su primer objetivo fueron las instituciones educativas, de las escuelas primarias a las universidades. La orden fue clara: cerrar las escuelas. Que los padres no manden a sus hijos a la escuela, que los maestros no enseñen más. Boko Haram y sus filiales atacaron a los universitarios y a sus docentes, incluida la Facultad de Agronomía, que cualquiera hubiera pensado que merecía salvarse, ya que se dedica a la producción de una necesidad básica universal: los alimentos.
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Las iglesias y otros lugares de culto no islámicos siempre han sido, huelga decirlo, los blancos fundamentales de estos fanáticos. Las iglesias, por su historia, son las depositarias de ese odio visceral en el territorio del Boko. Después, al repertorio de víctimas se agregaron las mezquitas, ya que la historia del islam es también la historia de un enfrentamiento por la custodia del poder espiritual hasta el más ínfimo detalle, incluidos los meros rituales, como el orden de las plegarias. Sin embargo, son las instituciones de aprendizaje las que han sufrido los golpes más crueles y brutales. El aprendizaje: intolerancia del poder que la propia mística del libro otorga. Sospecha de que los contenidos de ese reservorio desconocido hagan estallar las verdades de la Revelación tal como dicen recibirlas aquellos cuya propia existencia depende de su control sobre la mente de los demás. El fanático necesita de la sumisión como los pulmones necesitan del oxígeno.
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¿Pero qué significan estos nombres? Boko Haram ya lo explicamos: el Libro y toda forma de aprendizaje están prohibidos. ¿Pero ISIS, qué significa? En el mundo árabe los llaman Da'esh. Hice averiguaciones sobre la palabra, y ninguno de sus componentes refiere a la palabra "Estado". ¿Casual o deliberado? Planteo estas preguntas porque suele sorprenderme lo poco que conoce el mundo a su enemigo. Los pensadores, analistas, líderes nacionales y formadores de opinión no van más allá de decir, cada tanto, que el mundo está sitiado, y que los valores de gran parte del mundo están bajo amenaza. ¿Pero bajo amenaza de qué? ¿Y qué tan poderoso es ese agente del terror? ¿Hasta dónde llega nuestra comprensión de esa amenaza y, en consecuencia, qué deberíamos hacer para protegernos, para frenar en seco el avance del terror? Planteo estos interrogantes porque en varios países se escuchan voces de alarma cada vez más fuertes por la fascinación que despierta este movimiento entre los jóvenes. ¿Cómo es que su conversión los arrastra a emprender travesías a menudo peligrosas hasta regiones devastadas donde un grupo de supuestos salvadores se convierten en profesionales de la degradación humana? ¿Qué hay, finalmente, en un nombre?
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No es así como nuestro propio movimiento de irredentistas religiosos eligió llamarse a sí mismo. Muhammed Yusuf y las cohortes fundadoras de ese movimiento habían acordado el grandilocuente nombre de Jama'atu Ahlis Sunna Lidda'awati wal-Jihad ("Gente Comprometida con la Propagación de las Enseñanzas del Profeta y la Yihad"). Aunque los nigerianos fueron tomados por sorpresa y mal preparados para enfrentarse a esa súbita y feroz enfermedad, pronto entendieron y se aferraron al arma psicológica de la negación: negarle al enemigo lo que más valora. Y así fue como el pueblo nigeriano se negó a concederles siquiera una versión abreviada de aquel nombre que ansiaban con tanta avidez. Nunca se refirieron a ellos como "Gente Comprometida", ni como "Yihadistas del Profeta", ni "Santos Guerreros" ni nada de eso. No, lo que ustedes son es Boko Haram, unos brutos iconoclastas. Ustedes son Boko Haram, tal como lo demuestran sus acciones. También el lenguaje es un instrumento de guerra. ¿Cuándo hay un Estado? ¿Alcanza con que un psicópata se apropie de un pedazo de tierra? ¿Pensar que es un Estado alcanza? ¿Empieza a ser un Estado cuando imprime su propia moneda, como acaba de hacer Da'esh?
Basta con pensar esa pregunta, sin siquiera formularla, para extraer una provechosa conclusión sobre la maltratada humanidad de los nigerianos: no concederle nunca nada al enemigo, y menos aún en el accesible terreno del lenguaje. ¡ISIS no es un Estado! Y tampoco es islámico. Con retraso, muchos líderes mundiales ahora aceptan lo que venimos diciendo desde el principio, sorprendidos de que diarios supuestamente esclarecidos como el estadounidense New York Times y el francés Le Monde, entre otros, dieran ejemplo de ingenua condescendencia con la autoglorificación de una manga de psicópatas que se disfrazan de fervor religioso.
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Así que cuando los empoderados y hambrientos jóvenes escuchan a los medios del mundo anunciar la anexión de otro pedazo de tierra por un así llamado Estado Islámico, o la eliminación de otro trabajador humanitario "ejecutado por Estado Islámico", uno tiene que ponerse en la mente de ese joven, y lo que la mente de ese joven ve y entiende es esto: mi Estado ha aplicado sus leyes y, al ser un Estado como cualquier otro, tiene derecho a ejecutar a un enemigo. Esa mente está totalmente distanciada de la visión alternativa: que una manga de psicópatas acaba de asesinar a un inocente. No. La lectura que hace es ésta: mi nación actuó legítimamente, ejecutando a un traidor, a un infiltrado, a un individuo que fue encontrado culpable de algo, y por lo tanto, mi Estado se ha protegido y le ha enrostrado su soberanía al resto del mundo. No es posible cuantificar el efecto que esto tiene en un adepto que se encuentra a la distancia, pero esos efectos potenciales deberían ser tomados en cuenta, especialmente entre aquellos que son producto de las madrazas de Internet que están imbuidos en su comunidad virtual, meramente a la espera de una orden del "Estado". Ese Estado está tomando forma gracias a que se le reconoce su nombre, y ese joven no ve la hora de ser llamado a servir como ciudadano de su nueva nacionalidad, aunque ésta se funde en una ideología burda y malsana.
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Resumiendo, el interrogante que enfrenta cara a cara la humanidad debería ser éste: ¿habrá que conformarse con enseñarles a nuestros jóvenes, a la generación que hemos traído al mundo, meramente a sobrevivir? ¿Tal vez deberíamos olvidarnos directamente de las humanidades, de las ciencias, la tecnología y el arte, olvidarnos de las antiguas bibliotecas de Tombuctú y abrir academias abocadas exclusivamente a la enseñanza de la supervivencia individual? Por insistir en el conocimiento, nos declaran enemigos de Dios, destinados a la decapitación sobre el altar de los fanáticos de la muerte. Yo digo que ya es hora de responder, actuando más allá de la denuncia de estos crímenes contra la humanidad, e identificar y acusar a sus perpetradores, y hacerlo colectivamente y sin ambigüedades, como enemigos de la humanidad, en nada distintos de esas epidemias que arrasan comunidades enteras. De ese modo, nos estaremos preparando internamente, y holísticamente, para la difícil tarea de contener esta enfermedad terminal. Cuando el aprendizaje es empujado a vivir en estado salvaje junto a las bestias, sabemos que ha llegado la hora de reconsiderar los términos de nuestro compromiso. La humanidad excede el cuerpo y se extiende más allá del recipiente físico. La humanidad se define por la estatua del Buda que tan alegremente hizo trizas el neobarbarismo llamado talibán. Se define por el inmemorial legado de la antigua ciudad de Nemrod. Se esconde en los mohosos manuscritos de Mali, ciudad africana del conocimiento. La humanidad subsiste en los monumentos que se yerguen en honor a sus creadores, prospera en el bronce de las estatuas del reino de Benín y en los bustos clásicos de Yoruba. Todos ellos marcan los escalones sucesivos que fue escalando la humanidad hasta surcar los cielos, como lo hace hoy, para alcanzar otros planetas. Siguen siendo un segmento crucial de nuestro entorno de aprendizaje. Sin ellos, nos quedamos truncos, incompletos. Cualquier ideología que sólo puede realizarse sobre la base de una concepción truncada del total de la humanidad debería ser erradicada.
Traducción de Jaime Arrambide.

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