Diario "La Capital". Rosario, Sábado, 11 de octubre de 2014
La joven paquistaní Malala, Nobel de la paz junto al activista indio Satyarthi
Reconocimiento. Fueron distinguidos por su lucha a favor de la educación infantil. Recibirán el premio de 1,1 millón de dólares el 10 de diciembre en Oslo.
17 años. Malala, a quien los talibanes casi matan hace dos años, es la premio Nobel más joven de la historia.
La joven se encontraba en su escuela en la ciudad
inglesa de Birmingham cuando se anunció el premio, y tras salir del
colegio dijo a periodistas que el galardón "no es el fin, sino el
principio" y lo dedicó a todos los niños "cuyas voces necesitan ser
escuchadas". Afirmó sentirse sorprendida y "muy honrada" con el
reconocimiento.
El activista indio, de 60 años, ha estado al frente
de un movimiento global para poner fin a la esclavitud y la explotación
infantil desde 1980, cuando abandonó su carrera como ingeniero
electrónico. Como presidente de la organización Marcha Global contra el
Trabajo Infantil, el activista indio encabezó el rescate de decenas de
miles de chicos-esclavos y desarrolló un modelo exitoso para su
educación y rehabilitación, una peligrosa cruzada que le acarreó varios
intentos de asesinato.
Delicado equilibrio. El anuncio del
Comité Nobel noruego reflejó un delicado equilibrio diplomático con la
premiación de activistas de India y Pakistán, dos países vecinos con
armas nucleares que arrastran una antigua rivalidad que incluyó tres
guerras. Igualmente significativo resulta el hecho de que uno de los
galardonados es musulmán y el otro hinduista, que el premio compartido
fue para una mujer y un hombre y que los ganadores son un hombre mayor
defensor de los niños y una joven activista que fue ella misma una
víctima por abogar por esos derechos.
El presidente del Comité Nobel noruego, Thorbjoern
Jagland, dijo que se consideró importante premiar tanto a un indio
hinduista como a una musulmana paquistaní por haberse unido "en un
esfuerzo común por la educación y contra el extremismo", y agregó que
ambos compartirán el premio de 1,1 millón de dólares, a entregarse el 10
de diciembre en Oslo.
Volátil región. Criada en Pakistán,
en el bello pero políticamente volátil Valle del Swat, Malala tenía
apenas 11 años cuando comenzó con su lucha a favor de la educación de
las niñas, dando entrevistas a distintos medios locales y creando un
blog. Los talibanes primero atacaron su casa de la ciudad de Mingora,
aterrorizaron a sus residentes, amenazaron con volar la escuela de la
niña y ordenaron a las maestras y estudiantes a llevar la burqa, el
traje que cubre a la mujer desde la cabeza a los pies. El 9 de octubre
de 2012, un miliciano talibán subió al colectivo escolar en el que
viajaba Malala y le disparó un tiro en la cabeza. La joven sobrevivió
—la bala no ingresó en su cerebro—, en gran parte gracias a la rápida
intervención de médicos británicos que visitaban Pakistán. Trasladada al
Reino Unido para recibir un tratamiento especial en el Queen Elizabeth
Hospital de Birmingham, fue sometida a cirugías y experimentó una
asombrosa recuperación. Malala vive ahora en esa ciudad inglesa con su
padre, madre y dos hermanos. Recibió muchos premios de derechos humanos,
incluyendo el premio Sakharov del Parlamento Europeo.
El presidente estadounidense, Barack Obama, aseguró
que el galardón demuestra la importancia y la necesidad de proteger los
derechos humanos y la libertad.
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Sábado, 11 de octubre de 2014 01:00
El prestigioso galardón apunta hacia el futuro
Guerra en la Franja de Gaza, combates en el este de Ucrania, atrocidades de Estado Islámico en Siria e Irak... ¿A quién entregar el premio Nobel de la paz cuando la lista de guerras no deja de crecer? Pocas veces lo tuvo tan difícil el Comité Nobel, que finalmente tomó una decisión muy celebrada.
Guerra en la Franja de Gaza, combates en el este de
Ucrania, atrocidades de Estado Islámico en Siria e Irak... ¿A quién
entregar el premio Nobel de la paz cuando la lista de guerras no deja de
crecer? Pocas veces lo tuvo tan difícil el Comité Nobel, que finalmente
tomó una decisión muy celebrada.
A los 17 años, Malala Yousafzai se ha convertido en
un ejemplo para millones de personas de todo el mundo, dando esperanzas
no sólo a su generación. La situación mundial ha sido este año tan
sombría que en Oslo se llegó a discutir si debía entregarse el premio
Nobel de la paz. Ahora, el prestigioso galardón mira al futuro, y no
sólo porque se haya entregado a la ganadora más joven de la historia.
Señal. Se ha premiado a la educación
como el medio probablemente más efectivo contra el extremismo, y a dos
personas de distintas religiones y generaciones, procedentes de países
enemistados desde su fundación. Es una señal que "un hindú y una
musulmana, un indio y una paquistaní, se unan en una lucha común por la
educación y contra el extremismo", apuntó ayer el Comité Nobel. Y es que
junto a Malala también fue distinguido el activista indio Kailash
Satyarthi, de 60 años, luchador desde hace décadas contra el trabajo
infantil.
Malala ya fue candidata al Nobel de la paz en 2013.
Entonces muchos consideraron que era demasiado joven para recibir el
codiciado premio Nobel y advirtieron de que se vería sometida a una gran
presión. Pero muchos otros se sintieron decepcionados cuando se fue de
vacío una joven tan valiente, que ni siquiera vaciló en su lucha tras
sufrir un intento de asesinato.
Tenacidad e integridad moral. La
vida de esta adolescente cambió por completo hace dos años, cuando llegó
a un hospital de Birminghan, en Reino Unido, con graves heridas de
disparo en la cabeza. "No sabía ni qué se hace con una cucharita cuando
uno termina de comer un helado", recordaba la periodista londinense
Christina Lamb, que la ayudó con su libro, "Yo soy Malala". Desde
entonces, activista paquistaní no sólo persigue sus objetivos con
tenacidad, sino que demuestra "la integridad moral necesaria que
reconoce el premio Nobel", según la opinión de Kristian Berg Harpviken,
director del Instituto de Investigación de la Paz de Oslo (Prio). Así,
esta joven inteligente y segura de sí misma pasó en poco tiempo del
desconocimiento a ganar el Nobel.
Según los analistas, la familia de Malala es en gran
parte responsable de que la joven sea capaz de mantener los pies sobre
la tierra, a pesar de su inmensa popularidad y una presencia casi diaria
en los medios de prensa. "Todo el mundo quiere un poco de Malala",
explica la periodista Lamb. Pero a pesar de toda la atención
internacional, Malala, con sus 17 años y su pañuelo en la cabeza, no es
más que otra pequeña inmigrante cuando juega con sus hermanos en los
parques ingleses o hace los deberes en su casa.
Cuando ayer se anunciaron ayer los ganadores del
codiciado premio Nobel de la paz, la joven estaba en clase. El director
del colegio donde asiste en Birminghan la sacó del aula para comunicarle
la decisión de Oslo de distinguirla. Después, Malala volvió a clase y
se supo que no hablaría hasta que no terminase la jornada escolar. El
mensaje es claro: la educación es lo más importante, también para una
premio Nobel de la paz.
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