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martes, 26 de mayo de 2015

CHINA. 2013. El crecimiento chino, un desafío para la teoría institucionalista

El crecimiento chino, un desafío para la teoría institucionalista

Diario "Clarín" iECO. Buenos Aires, 18 de agosto de 2013.

EL ENIGMA DEL ESTADO“Quizás ha llegado el momento en que la teoría institucionalista vuelva a pensar la experiencia china, y a partir de ella, revise sus premisas”
  • Jorge Castro ESPECIAL PARA CLARIN

Por qué algunos países son pobres y otros ricos? ¿Por qué algunos prosperan, innovan y crecen sostenidamente, mientras que otros retroceden, tienden al estancamiento o a la contracción, y finalmente fracasan?
La razón está en las instituciones y en la política, y de ellas depende la riqueza y la pobreza de las naciones, sostienen Acemoglu y Robinson.
Hay dos tipos de instituciones en el terreno económico y político, extractivas e inclusivas: “Las instituciones económicas extractivas no crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta e innove. Las instituciones políticas extractivas apoyan a estas instituciones económicas para consolidar el poder de quienes se benefician de la extracción (…). Por eso fracasan hoy los países”, dicen Acemoglu y Robinson.
Una sociedad abierta, en síntesis, fundada en la competencia y en la propiedad privada, que disponga de un auténtico estado de derecho, es el factor clave del crecimiento económico sostenido.
Douglas C. North, premio Nobel de Economía 1993, es el creador de la Escuela Institucionalista, hoy virtualmente dominante en la disciplina.
Para North, el crecimiento económico depende de las reglas de juego que implemente una sociedad determinada, y denomina a esas reglas “instituciones”, que poseen tanto un carácter formal como informal, referidas a hábitos, costumbres y valores culturales.
North es ante todo un historiador económico, que encontró en el pensamiento de Karl Marx el antecedente directo de su concepción institucionalista.
El axioma de Marx es que el desarrollo de las fuerzas productivas está vinculado sin mediaciones a la estructura de las relaciones de producción.
Estas relaciones son sistemas de instituciones (o superestructuras), que permiten e incentivan el despliegue del potencial de productividad implícito en el núcleo técnico de esas fuerzas que se despliegan en la producción.
Sucede que ese sistema institucional puede convertirse en un freno a la productividad que distorsione o incluso impida el desarrollo de la producción.
En ese caso, se inicia una etapa de crisis, que si abarca a las instituciones políticas, adquiere incluso un carácter revolucionario.
La premisa de North como historiador económico, y como una muestra de reconocimiento a su formación marxista, es que el surgimiento de las instituciones es un fenómeno esencialmente endógeno, de carácter histórico, surgido en sociedades nacionales intransferibles.
Por eso lo esencial en las instituciones, como fenómeno histórico, no es su estructura, siempre transitoria y temporalmente situada, sino su movimiento, la mayor o menor celeridad de su transformación, que es lo que le otorga su significado y su valor en el proceso de acumulación económica.
De ahí que la primera de las instituciones, y la decisiva, sea el gobierno, el poder político, porque es la que fija el rumbo –sentido, vía, camino–, y define la orientación del conjunto.
North sostiene que las instituciones no son un supuesto del proceso económico. Tienen un significado endógeno en la acumulación, y en general en la historia. Son una creación histórica propia, en forma intransferible, de cada país.
La pregunta relevante es: ¿Por qué los países tienen las instituciones que tienen? ¿Cuál es su razón de ser en términos históricos, sobre la premisa que no hay arbitrariedad en su creación?
“Las instituciones”, dice North, “son una forma de reducir la incertidumbre, estableciendo una estructura estable, no necesariamente eficiente, de interacción humana”.
China ha crecido 9,9% anual promedio en los últimos 33 años, el período más largo, a la tasa más alta, del capitalismo desde la Revolución Industrial (1780-1840). Se ha expandido 13 veces desde 1978, mientras que se ha duplicado cada 8 años el ingreso real per cápita de su población.
Pero el régimen chino es un sistema bolchevique-leninista, carente de justicia independiente, y ajeno por definición a toda noción de “seguridad jurídica”. Fue este sistema de instituciones el mismo que está vigente, el que prácticamente destruyó al país en la “Revolución Cultural”.
La diferencia entre antes y después de 1978 consiste en la dirección (rumbo, sentido) de la conducción política del Estado, esto es, de la primera de las instituciones, el gobierno.
“China rompió el molde, aunque no transformó sus instituciones políticas (…), y su crecimiento se realizó con instituciones políticas extractivas”, dicen Acemoglu y Robinson; y agregan: “Un aspecto importante del crecimiento chino es que los derechos de propiedad no son del todo seguros”, al tiempo que subrayan que “las instituciones políticas chinas se hicieron más extractivas después de Tian’anmen”.
¿Cuál es la causa del crecimiento chino? ¿La tasa de inversión (47% del PBI) o el aumento de las exportaciones (+30% anual entre 2000 y 2008)? ¿O, por el contrario, es consecuencia de las políticas de reforma y de apertura al capitalismo establecidas por su conducción a partir de 1978?
La cuestión decisiva no es cuánto ha crecido China, sino cómo lo ha hecho. El problema no es su tasa excepcional de crecimiento, sino sus fuentes.
La productividad de todos los factores (PTF) era negativa antes de 1978, y luego creció a una tasa de 3,8% anual hasta 2008, uno de los niveles más altos de la historia del capitalismo.
La contribución de la PTF al crecimiento chino fue 40,4% entre 1978 y 1999, pero a partir de 2000 superó 50% del total, mientras que la acumulación de capital disminuyó a 33%.
El crecimiento chino es obra del aumento de la PTF, y ésta es el resultado directo del rumbo político fijado por Deng Xiaoping a partir de 1978.
Thomas S. Kuhn sostiene en La estructura de las revoluciones científicas que la validez de una teoría consiste en su capacidad para explicar el fenómeno central de su época. Si no lo logra, hay una crisis en sus fundamentos, y debe modificar el paradigma en que se funda.
Quizás ha llegado el momento en que la teoría institucionalista vuelva a pensar la experiencia china, y a partir de ella, revise críticamente las premisas que la sostienen.

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