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martes, 26 de mayo de 2015

CAPITALISMO 2001 DEUDAS Y DOLORES DEL SIGLO XX. Wallerstein, Immanuel


Diario "Clarín". Buenos Aires, 4 de noviembre de 2001.
LUCIDA REVISION DEL CAPITALISMO Deudas y dolores del siglo XX

NESTOR KOHAN
El mundo y las ciencias sociales están cambiando. Las parcelas entran en crisis. Ya no alcanza el "diálogo entre disciplinas". Hace falta un nuevo abordaje holista. Este diagnóstico pertenece a Immanuel Wallerstein, uno de los científicos sociales más sobresalientes de nuestro tiempo. Frente a la historiografía tradicional que se manejaba con áreas nacionales y a la filosofía posmoderna que rechaza los "grandes relatos" Wallerstein propone un nuevo ángulo de estudio: el moderno sistema mundial. Desde allí propone analizar la historia del capitalismo.

En su obra se entrecruzan tres grandes repertorios de influencias. Por un lado, la historiografía de la Escuela de los Annales encabezada en Francia por Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel. Por el otro, la concepción materialista de la historia y El Capital. Finalmente, el proceso de descolonización en los 60 de los países africanos y asiáticos que tanto impactó a la intelectualidad norteamericana.

Al reconstruir su itinerario Wallerstein identifica cuatro momentos: (a) su punto de partida centrado en el conflicto político de EEUU en los 60, (b) su traslaado al estudio del frica, (c) su estudio de América latina, y (d) su conclusión, según la cual ninguno de sus objetos de estudios anteriores podía resolverse sin dar cuenta del sistema mundial. A partir de allí Wallerstein publicó una inmensa trilogía bajo el título: El moderno sistema mundial: I-"La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI" (1974); II-"El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea 1600-1750" (1980) y III- "La segunda era de la gran expansión capitalista de la economía-mundo 1730-1840" (1989).

Esta obra es muy anterior a la temática de la globalización (que utiliza la terminología de Wallerstein pero elude sus críticas al capitalismo). Sus tesis conmocionaron a las ciencias sociales. Para reunificar estas últimas Wallerstein señala, retomando a Braudel, cuatro caminos: la globalidad, la historicidad, la unidisciplinariedad y el holismo. Al insistir con las categorías de "sistema mundial" y "economía-mundo" Wallerstein despeja numerosas incógnitas y discusiones abiertas. En primer lugar, el debate de los 50 sobre la transición del feudalismo al capitalismo que enfrentó a Maurice Dobb, Paul Sweezy, Rodney Hilton, Christopher Hill, H.K.Takahashi y Georges Lefebvre quienes debatieron sobre el régimen de producción de Inglaterra en el siglo XVI.

En segundo término, ¿el proceso de transición debe estudiarse centrándose en Inglaterra o en el sistema mundial? En tercera instancia, la controversia de los 60 acerca las sociedades coloniales latinoamericanas. "¿Feudales o capitalistas?", se preguntaron Luis Vitale, Sergio Bagú, Caio Prado Junior, Milcíades Peña, André Gunder Frank, Marcelo Segall, Rodolfo Puiggrós, Rodney Arismendi, C.S.Assadourian, Horacio Ciafardini y Ernesto Laclau, entre otros. Los historiadores afines al populismo y el stalinismo defendían allí la tesis de la supervivencia de un supuesto feudalismo latinoamericano para legitimar las reformas graduales o las "revoluciones democrático burguesas".

Wallerstein señaló una salida posible para los tres atolladeros. Demostró que no se podía responder ninguna pregunta sin dar cuenta del sistema mundial en el cual estaban insertas tanto la Inglaterra del siglo XVI como las sociedades coloniales. Aunque internamente las formaciones latinoamericanas mantuvieran relaciones sociales precapitalistas y formas agrícolas basadas en el trabajo obligado, por su inserción en la economía-mundo eran parte sustancial del capitalismo.

No se podía estudiar la transición únicamente en Inglaterra. Debía incluirse a Asia, Africa y América latina. Era necesario abandonar el eurocentrismo, pesada carga que acompañó al evolucionismo y al determinismo hegemónicos en la ciencia durante los siglos XIX y XX. Intentando firmar el acta de defunción de esos paradigmas Wallerstein sostiene en Conocer el mundo, saber el mundo que el eurocentrismo no fue un accidente sino que impregnó desde su origen a las disciplinas dedicadas a lo social. "Lo que se veía en Europa no sólo era bueno sino el rostro del futuro en todas partes", afirma irónicamente incluyendo dentro de la definición de Europa también a "los principales estados colonizados por blancos: Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda".

Conocer el mundo, saber el mundo busca desmontar las deudas pendientes de las ciencias sociales con la hipoteca de la modernidad, categoría ambigua que Wallerstein define como "el adelanto de la tecnología y el aumento de la productividad así como la creencia cultural en el progreso y el desarrollo histórico". Una tarea rigurosa y exhaustiva que incluye desde el análisis crítico del apartheid sudafricano, la diferencia entre liberalismo y democracia, la tensión entre ecología y capitalismo y la reconfiguración de los estados nacionales en tiempos de transición hasta la crítica de las racionalidades formales que separan la ética y la ideología de la política y el saber. En un mismo ademán reexamina a las grandes autoridades y a sus desafiantes: Durkheim, Weber, Newton, Marx, Einstein, Freud, Prigogine, Keynes, Braudel, Said, Abdel-Malek, Keller, Haraway, Shiva y Latour, entre otros. Por su solidez y erudición la obra de Wallerstein sobresale si se la compara con la pobreza teórica de El choque de civilizaciones, de Samuel P.Huntington, el ensayo que Bin Laden ha convertido en best seller.

En su balance sobre 1989, Wallerstein sostiene que la crisis del bloque burocrático del Este, de la socialdemocracia occidental y de los movimientos populistas del tercer mundo no anticipa una victoria eterna del capitalismo. Lo que entró en crisis en 1989 fue "el programa reformista y liberal de la posguerra". Las masas se habrían desilusionado de las políticas que estabilizaban el sistema mundial proponiendo cambios graduales. Esta es quizá, la afirmación política más provocadora, explosiva y sugerente de todo el texto.

Wallerstein, además de textos académicos, ha escrito ensayos sobre las protestas contra la globalización. El Centro Fernand Braudel de Nueva York (que él dirige) publica sus comentarios en: http://fbc.binghamton.edu/commentr.htm. Sumamente crítico del neoliberalismo que habla de humanidad pensando en un 20% del planeta, Wallerstein defiende allí la misma conclusión de Conocer el mundo, saber el mundo: el desafío pendiente es construir un Sistema-Mundo alternativo, ni capitalista ni liberal, sino democrático en serio, justo e igualitario. 


 




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