Miércoles 19 de julio de 2000
La amenaza de las centrales nucleares: el temor a una hecatombe
El fantasma de Chernobyl sigue latente
Los médicos del hospital de Novogorny, un pequeño pueblo de la Siberia
Occidental apoyado en los Urales, están resignados a enfrentar
diariamente el silencioso drama del apocalipsis nuclear. Desde hace dos
años no han atendido un sólo nacimiento normal y cada diez días
diagnostican a sus pacientes un nuevo tipo de cáncer.
En los años cincuenta, en las afueras de Novogorny se instaló la planta
de reprocesamiento Mayak, y desde entonces se ha informado de más de
media docena de "incidentes", un eufemismo para ocultar escapes, fallas y
errores humanos. Los habitantes del pueblo obtienen agua del lago
Karachai, donde la central vierte sus desechos, y cuando sopla viento no
dejan de quejarse del dolor de cabeza.
En la escuela, cada día una tercera parte de los alumnos se ausenta y el alcalde, Alexander Genilo, se siente impotente ante la indiferencia de las autoridades rusas: "Novogorny debería ser evacuada", dice.
Para los pobladores de Sosnovy-Bor, un suburbio de San Petersburgo, los peligros no son menores. Allí la única industria es la Planta de Energía Nuclear Leningrado (LNPP), una central similar a la de Chernobyl pero más peligrosa.
Si algún accidente serio ocurriera en alguno de sus tres gigantescos reactores en actividad, cuatro millones de personas podrían verse afectadas por la radiación. Un cuarto reactor ya dejó de funcionar en 1992, cuando fue clausurado tras un escape de yodo radiactivo y gases inertes.
Las autoridades creen que un incidente como el ocurrido en Chernobyl no es posible, ya que aquél fue causado básicamente por una falla humana y "en la LNPP el cuidado del factor humano es muy importante", según su director, Viktor Romanov.
Sin embargo, una reciente investigación de la revista Newsweek reveló que varios empleados de la planta con acceso a la sala de control son adictos a la heroína. Incluso uno murió de sobredosis el año último.
Este alarmante panorama se repite en toda Rusia, donde el mantenimiento de las centrales nucleares es tan precario que Occidente ya destinó más de 2000 millones de dólares a mejorar la seguridad y prevenir otro Chernobyl.
El peor accidente
En 1986, la explosión de un reactor en esa central soviética provocó una enorme nube nuclear, que ensombreció el cielo de Europa del Este y contaminó a por lo menos 3,2 millones de personas y decenas de miles de kilómetros cuadrados. A 14 años del peor accidente nuclear de la historia, sus secuelas continúan.De los 58 reactores que aún funcionan en Rusia, 15 son del tipo RBMK, idénticos a los de Chernobyl. A diferencia de las plantas occidentales, estos reactores tienden a recalentarse cuando algo falla en el centro del reactor, lo cual los hace más difíciles de controlar cuando ocurre un accidente.
Para el Departamento de Energía de los Estados Unidos, la mejor solución para las centrales rusas sería sencillamente su clausura. Una lista elaborada por el gobierno norteamericano de las seis plantas más peligrosas del mundo revela que todas están en el antiguo bloque soviético: Kola, en Rusia; Ignalina, en Lituania; Chernobyl, en Ucrania; Metsamor, en Armenia; Kozloduy, en Bulgaria; y Bohunice, en Eslovaquia.
Según un informe del Departamento de Energía, "muchos reactores de la era soviética presentan riesgos significativos de seguridad debido a sus deficiencias de diseño, economías deterioradas, inestabilidad política y un débil control de regulación".
"Estos reactores siguen experimentando serios incidentes, aumentando los temores de otro accidente similar al de Chernobyl", concluye el informe.
Además del peligro de las centrales, Rusia podría convertirse en el mayor basurero nuclear del planeta si prospera una iniciativa del Ministerio de Energía Atómica, que propuso la construcción de un gigantesco depósito para los residuos radiactivos de Occidente a cambio de dinero fresco para las vacías arcas del Estado.
Amenaza submarina
Pero Moscú ya tiene demasiadas dificultades con sus propios desechos. En casi medio siglo de historia nuclear, Rusia ha acumulado más de 430.000 toneladas de basura atómica que se almacenan en depósitos obsoletos o en mal estado, cuando no están abandonados a la intemperie. Incluso 154 submarinos nucleares de la otrora amenazante armada soviética hoy permanecen semiabandonados, con sus reactores sin desactivar y a merced del salitre y otros peligros, en ruinosos muelles de la flota del mar Negro, el Artico o el Pacífico.Pero el ex bloque soviético no es la única región amenazada por el peligro de una hecatombe nuclear. En la central nuclear de Sellafield, en Gran Bretaña, que comprende ocho reactores y dos plantas de reprocesamiento, se produjeron 27 "incidentes" entre 1998 y 1999, comparados con los 32 registrados en 1997 en todo el mundo. Diseñada originalmente para funcionar por 25 años, ya cumplió 43 y sigue operando.
En contrapartida, el gobierno ya cerró la central de Dounreay, en la costa norte de Escocia, pero sólo luego de detectarse escapes en las unidades de almacenamiento de desechos: el proceso de limpieza de las playas demandará 100 años y costará 740 millones de dólares.
En Estados Unidos, la mayor superpotencia nuclear, la seguridad dentro de las 104 plantas nucleares es mucho más precaria de lo imaginado, debido a "pésimas tareas de inspección y los frecuentes errores de sus empleados", según un estudio de la ecologista Unión de Científicos Conscientes (UCC) al que tuvo acceso La Nación .
"Las condiciones de seguridad dentro de las plantas es más riesgosa de lo que podría pensarse", dice David Lochbaum, experto en seguridad nuclear de la UCC, que afirmó que "el 35% de los accidentes en las centrales se debe a errores humanos y el 44% a errores de procedimiento".
Estados Unidos ya sufrió en 1979 uno de los accidentes nucleares más grandes producidos en el mundo, en la central de Three Mile Island, en Pennsylvania, y en febrero último una pérdida de vapor radiactivo del reactor Indian Point 2, a sólo 50 kilómetros de Nueva York, causó pánico entre la población cercana obligando a las autoridades a declarar el estado de alerta.
El temor a un desastre nuclear también se vive en Miami, aunque la amenaza viene de Cuba. La Habana ha anunciado planes para reactivar dos reactores nucleares abandonados en 1992, en la central de Juragua, en la provincia occidental de Cienfuegos.
El primero en advertir el peligro que se cierne a 190 kilómetros de los cayos de la Florida fue Roger Robinson Jr., ex director de asuntos económicos del Consejo de Seguridad Nacional norteamericano, que afirmó que los reactores cubanos "representan un desastre similar al de Chernobyl, que simplemente espera ocurrir frente a nuestras costas. Cualquier cosa podría suceder, dadas las horrendas deficiencias en diseño y seguridad".
Los temores de quienes viven cerca de las centrales nucleares en todo el mundo se incrementaron el año último, cuando un accidente en la planta japonesa de Tokaimura provocó un serio escape tóxico que causó la muerte de un operario tras recibir una irradiación 17.000 veces superior a la dosis media anual.
El accidente puso en evidencia las serias deficiencias en las actividades de las centrales japonesas y abrió una crisis de confianza en la industria nuclear, en el primer país que conoció el drama de esa energía desatada.
En la vecina Corea del Sur las cosas no van mejor. En los últimos meses se informó de 13 interrupciones en los 14 reactores del país, en su mayor parte a causa de errores humanos.
Toma de conciencia
Para Juan Carlos Villalonga, coordinador de la Campaña de Energía de Greenpeace, la solución definitiva para las centrales nucleares pasa lisa y llanamente por su cierre inmediato y el cese de los subsidios estatales a la industria nuclear. "La situación en el este europeo es escandalosa, y hasta países como Japón, que se jactaba de su seguridad, han tenido últimamente y con mucha frecuencia incidentes impresionantes", dice.Sin embargo, para Villalonga hay motivos para ser levemente optimistas: "La opinión pública mundial va tomando conciencia de los riesgos que entrañan las plantas nucleares y, además, este tipo de energía está recibiendo un golpe contundente del mercado, porque es una energía muy cara, tanto que no es competitiva".
Esto está conduciendo a que haya una retracción del interés privado en la industria de la energía nuclear, que prefiere otras fuentes de energía limpias, como la eólica o la eléctrica.
Para Greenpeace "será crucial la actitud de China en los próximos años, ya que va camino de convertirse en el mayor emisor de dióxido de carbono del mundo y deberá optar por fuentes energéticas limpias, básicamente entre energía eléctrica o nuclear".
Pero la energía eólica para el 2020 apenas representará el 10% de la energía total producida, y según Villalonga "los países tratarán de mantener sus centrales en un nivel operativo por lo menos unos 15 o 20 años más".
Mientras tanto, el peligro de que un nuevo desastre como el de Chernobyl se produzca en algún lugar del planeta seguirá latente cada día y por mucho tiempo más. .
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