PREMIO NOBEL 2014. El prestigioso galardón apunta hacia el futuro
Sábado, 11 de octubre de 2014
El prestigioso galardón apunta hacia el futuro
Guerra en la Franja de Gaza, combates en el este de Ucrania, atrocidades de Estado Islámico en Siria e Irak... ¿A quién entregar el premio Nobel de la paz cuando la lista de guerras no deja de crecer? Pocas veces lo tuvo tan difícil el Comité Nobel, que finalmente tomó una decisión muy celebrada.
Guerra en la Franja de Gaza, combates en el este de
Ucrania, atrocidades de Estado Islámico en Siria e Irak... ¿A quién
entregar el premio Nobel de la paz cuando la lista de guerras no deja de
crecer? Pocas veces lo tuvo tan difícil el Comité Nobel, que finalmente
tomó una decisión muy celebrada.
A los 17 años, Malala Yousafzai se ha convertido en
un ejemplo para millones de personas de todo el mundo, dando esperanzas
no sólo a su generación. La situación mundial ha sido este año tan
sombría que en Oslo se llegó a discutir si debía entregarse el premio
Nobel de la paz. Ahora, el prestigioso galardón mira al futuro, y no
sólo porque se haya entregado a la ganadora más joven de la historia.
Señal. Se ha premiado a la educación
como el medio probablemente más efectivo contra el extremismo, y a dos
personas de distintas religiones y generaciones, procedentes de países
enemistados desde su fundación. Es una señal que "un hindú y una
musulmana, un indio y una paquistaní, se unan en una lucha común por la
educación y contra el extremismo", apuntó ayer el Comité Nobel. Y es que
junto a Malala también fue distinguido el activista indio Kailash
Satyarthi, de 60 años, luchador desde hace décadas contra el trabajo
infantil.
Malala ya fue candidata al Nobel de la paz en 2013.
Entonces muchos consideraron que era demasiado joven para recibir el
codiciado premio Nobel y advirtieron de que se vería sometida a una gran
presión. Pero muchos otros se sintieron decepcionados cuando se fue de
vacío una joven tan valiente, que ni siquiera vaciló en su lucha tras
sufrir un intento de asesinato.
Tenacidad e integridad moral. La
vida de esta adolescente cambió por completo hace dos años, cuando llegó
a un hospital de Birminghan, en Reino Unido, con graves heridas de
disparo en la cabeza. "No sabía ni qué se hace con una cucharita cuando
uno termina de comer un helado", recordaba la periodista londinense
Christina Lamb, que la ayudó con su libro, "Yo soy Malala". Desde
entonces, activista paquistaní no sólo persigue sus objetivos con
tenacidad, sino que demuestra "la integridad moral necesaria que
reconoce el premio Nobel", según la opinión de Kristian Berg Harpviken,
director del Instituto de Investigación de la Paz de Oslo (Prio). Así,
esta joven inteligente y segura de sí misma pasó en poco tiempo del
desconocimiento a ganar el Nobel.
Según los analistas, la familia de Malala es en gran
parte responsable de que la joven sea capaz de mantener los pies sobre
la tierra, a pesar de su inmensa popularidad y una presencia casi diaria
en los medios de prensa. "Todo el mundo quiere un poco de Malala",
explica la periodista Lamb. Pero a pesar de toda la atención
internacional, Malala, con sus 17 años y su pañuelo en la cabeza, no es
más que otra pequeña inmigrante cuando juega con sus hermanos en los
parques ingleses o hace los deberes en su casa.
Cuando ayer se anunciaron ayer los ganadores del
codiciado premio Nobel de la paz, la joven estaba en clase. El director
del colegio donde asiste en Birminghan la sacó del aula para comunicarle
la decisión de Oslo de distinguirla. Después, Malala volvió a clase y
se supo que no hablaría hasta que no terminase la jornada escolar. El
mensaje es claro: la educación es lo más importante, también para una
premio Nobel de la paz.
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