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martes, 18 de agosto de 2015

KENNAN , GEORGE 2005 El gran estratega de la Guerra Fría

Memoria

El gran estratega de la Guerra Fría

Ideólogo del Plan Marshall y arquitecto de la política norteamericana para la Unión Soviética después de la Segunda Guerra, George F. Kennan, recientemente fallecido a los 101 años, dejó un legado que lo ubica entre los analistas internacionales más influyentes del siglo XX

NUEVA YORK.- George F. Kennan, el diplomático que contribuyó más que cualquier otro de su generación a moldear la política norteamericana durante la Guerra Fría, murió el jueves 17 en Princeton, Nueva Jersey. Tenía 101 años.
La Casa Blanca y el Pentágono recurrían a él, cuando intentaban comprender a la Unión Soviética de posguerra. El concibió la política de contención, su legado más famoso: Estados Unidos debía frenar la expansión global del comunismo por cualquier medio -diplomático, político o clandestino- menos la guerra.
A fines de los 40, fue un arquitecto intelectual del Plan Marshall. También concibió una unidad secreta de "guerra política" que hiciera retroceder al comunismo, en vez de limitarse a contenerlo. Así nació la futura dirección de operaciones secretas de la CIA. "Fue el peor error que cometí en mi vida", diría Kennan una generación después.
A más de medio siglo de su retiro de la diplomacia, seguía siendo uno de los principales pensadores en cuestiones internacionales. Desde los años 50, estuvo vinculado al Institute for Advanced Study de Princeton, del que fue, hasta hace muy poco, profesor emérito. En el ocaso de su larga y fecunda vida, se convirtió en un fenómeno: su extraordinario influjo sobre la política norteamericana durante la Guerra Fría se debatía y analizaba en libros y seminarios. Escribió diecisiete libros (dos obtuvieron sendos premios Pulitzer) e innumerables artículos para la prensa.
El vigor de sus ideas lo llevó al poder en el breve intervalo entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. En febrero de 1946, siendo ministro consejero de la embajada norteamericana en Moscú, despachó a Washington su famoso "telegrama largo" donde explicaba al aparato del gobierno, desconcertado por Stalin, que, si bien el poderío soviético era "sordo a la lógica de la razón", era "muy sensible a la lógica de la fuerza". La forma de ejercer dicha fuerza debía ser la diplomacia y la acción encubierta, no la guerra. Kennan desarrolló estos conceptos en un trabajo aún más célebre: "The Sources of Soviet Conduct" (Foreign Affairs, julio de 1947). Habiendo aceptado un nuevo cargo en el Departamento de Estado, tuvo que firmarlo "X".
Kennan vio con desaliento que la contención se asociaba con el acopio progresivo de armas convencionales y nucleares (sus opiniones siempre fueron más complejas que las interpretaciones ajenas) y acabó por deplorar la beligerancia creciente, que montó el escenario para las cacerías de brujas que tanta mella harían en la diplomacia norteamericana.
En plena Guerra de Corea, dejó el Departamento de Estado por el Institute for Advanced Study. Regresó en marzo de 1952 para asumir el cargo de embajador en Moscú. Fue un desastre. Frustrado por la vigilancia opresiva de los servicios de inteligencia soviéticos, que lo aislaba de la gente, comparó en público la vida en el Moscú de Stalin con su internación en la Alemania nazi. Lo declararon persona no grata.
Cuando el nuevo secretario de Estado, John Foster Dulles, lo hizo a un lado, el nuevo director de la CIA, Allen Dulles, le ofreció un puesto allí. Kennan ayudó a fundar Radio Europa Libre. Apoyó la guerra en Corea, aunque con ciertas dudas, pero se opuso a una intervención en cualquier parte de Indochina mucho antes de que Estados Unidos enviara tropas a Vietnam. La región no figuraba en su lista de áreas cruciales para la seguridad nacional.

El mapa de posguerra

Con él se extinguió una generación de aristócratas de la diplomacia que afrontaron el enorme desafío de construir un nuevo orden mundial e intentar definir el lugar que ocuparía en él Estados Unidos, tras la derrota del Eje. Guiándose por la historia, decidieron ayudar a la reconstrucción democrática de los países vencidos en vez de aplicar políticas punitivas. Pero el establishment diplomático no tuvo precedente alguno que guiara su lucha contra el comunismo soviético y la revolución maoísta.
Suelen incluirlo entre los "sabios" que moldearon la Washington de posguerra, pero fue excluido de su herencia. Incapaz de amoldar sus opiniones tajantes a los requerimientos políticos, carente de las habilidades burocráticas y políticas necesarias para sobrevivir allí, encontró un hogar en Princeton.
En 1993, dijo que Estados Unidos necesitaba un Consejo de Estado apolítico, no electivo, extraído de entre los mejores cerebros del país, para asesorar al Gobierno en las políticas a largo plazo. Le inquietaban los efectos de la sociedad sobre el trazado de la política exterior en un campo intelectual cada vez más encogido, cuando una nueva casta dominante, posterior a la Guerra Fría, había llevado al país a la miseria. A su juicio, la política norteamericana de fines del siglo XX iba a la deriva, desenfocada, sometida a demasiadas presiones internas (a veces conflictivas), con un sinnúmero de participantes que habían disminuido el papel del secretario de Estado cuando el país era la única superpotencia mundial.

Ingenuidad y exageración

Había nacido en Milwaukee el 16 de febrero de 1904. Su padre, el abogado Kossuth Kent Kennan, descendía de colonos escoceses e irlandeses. A los dos meses perdió a su madre. A los ocho años viajó con su madrastra a Alemania para aprender el idioma. Llegó a dominar ése y otros seis. Educado en una academia militar y en la Universidad de Princeton, decidió abrazar la diplomacia.
En 1927 fue a la Universidad de Berlín. Eligió estudiar ruso, en parte porque su país iba a entablar relaciones con la Unión Soviética y, en parte, porque otro George Kennan, primo de su abuelo, había sido un estudioso de Rusia. En Berlín conoció a una noruega, Annelise Sorensen. Se casaron en 1931; ella aún vive.
En 1933 acompañó a William C. Bullitt, primer embajador de Estados Unidos ante la Unión Soviética. Volvería a Moscú como segundo secretario de la embajada (1935-1936), ministro consejero (1944-1946) y embajador (1952).
Desalentado por la ingenua política de Washington basada en la supuesta amistad soviética, en 1946 pudo sincerarse en el "telegrama largo". Más tarde, escribiría: "Mi soledad oficial terminó. Cobré prestigio. Mi voz se hizo oír". Pero lamentó que la idea de un peligro soviético se exagerara tanto como la creencia anterior en una amistad soviética.
Fue muy criticado por oponerse a los juicios de Nüremberg. Adujo que Estados Unidos no debía sentarse junto a la Unión Soviética, cuyo gobierno había matado a millones de personas. También se opuso a los acuerdos a largo plazo para mantener bases en Japón porque los enemistaría con los soviéticos.
En 1950, siendo asesor del secretario de Estado, Dean Acheson, discrepó con su departamento respecto al papel militar de Estados Unidos en Corea y otros asuntos. Pidió licencia y se fue a Princeton. En 1951 le pidieron que sondeara a Yakov A. Malik, representante soviético ante la ONU, sobre un posible arreglo en Corea. Sus reuniones secretas y conversaciones formales condujeron a una cesación del fuego. Para Kennan, esta secuencia subrayó el valor de la diplomacia secreta manejada por profesionales.
Arrinconado tras el fiasco de Moscú, en 1953 se retiró de la diplomacia. Fueron años acerbos, más aún por el macartismo. Kennan prestó testimonio a favor de muchos colegas y amigos.
En las conferencias Reith de la BBC de 1957-1958, dijo que era el momento de empezar a negociar con Moscú el retiro de tropas de Alemania y propuso como garante de la desmilitarización a una Alemania unificada y neutral. Le llovieron críticas desde toda Europa Occidental y América del Norte. Tan sólo un pequeño grupo de izquierda aceptó sus ideas.
En 1961, el presidente Kennedy lo nombró embajador en Yugoslavia. Kennan se enzarzó en una polémica sobre la función del Congreso en los asuntos exteriores. Al año siguiente, el Congreso votó contra la ayuda y las concesiones a los yugoslavos. Adiós, Belgrado...
En 1966, prestó declaración ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado acerca de la Guerra de Vietnam que, a su entender, no debería haberse iniciado ni debería prolongarse. En 1967, participó en una revisión senatorial de la política exterior. Su opinión negativa sobre la interferencia del Congreso cambió cuando éste propuso reducir la intervención de Estados Unidos en el sudeste asiático.
Apoyó el estudio de Rusia y la Unión Soviética por considerarlo uno de los vínculos más fecundos con Moscú. Ayudó a fundar el Kennan Institute for Advanced Russian Studies. "Cuando mis colegas le pusieron un nombre, pensaron en los dos George Kennan", dijo, recordando a su antepasado.
En 1989, el presidente George H.W. Bush le otorgó la Medalla de la Libertad, la más alta condecoración civil.
Traducción: Zoraida J. Valcárcel .
Por Tim Weiner y Barbara Crossette © The New York Times y LA NACION

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