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martes, 4 de agosto de 2015

EE.UU. - CHINA 2014 EE.UU.-China, eje del nuevo poder mundial

Diario "Clarín". Buenos Aires, 24 de agosto de 2014.

EE.UU.-China, eje del nuevo poder mundial

Mirada global
  • Jorge Castro

El gobierno chino invitó el mes pasado a EE.UU. a construir en común una usina hidroeléctrica (Inga-3, río Congo) dos veces más grandes que la mayor de la República Popular (Tres Gargantas, río Yangtze), capaz de generar 40.000 MW con una inversión de US$ 12.000 millones a realizar en la República Democrática del Congo (RDC), uno de los tres países más pobres del Africa subsahariana. La obra sería el comienzo de una serie de desarrollos de infraestructura a desplegar en las regiones más desconectadas del planeta, en las que coinciden la pobreza extrema y la desintegración estatal (“estados fallidos”).
El acuerdo EE.UU.- China para construir Inga-3 implica una asociación estratégica para ejercer el poder mundial, en el camino de la integración del sistema y de la superación de los espacios de marginación. Lo que proponen los dos países es el Estado mundial en acto, en que la autoridad política global es un proyecto a construir en esta época, que surge de un trayecto que ya ha comenzado y en que el sentido (significado) está tanto en el fin como en las etapas.
En Africa subsahariana se encuentran seis de las diez economías de más rápido crecimiento en el mundo: Angola, 11,1% anual en 2013; Etiopía, 8,4%; Chad, 7,9%; Mozambique, 7,9%; Ruanda, 7,6%, en un continente que se expandió 5,7% anual entre 2000 y 2010, más que América latina (3,3%).
Es una situación completamente distinta a la que experimentó Africa subsahariana (47 países) en los primeros 30 años del proceso de globalización (1973/2000), en los que estuvo ajena a los flujos y transacciones de la economía mundial. Ahora, la conversión del mercado mundial de commodities en una función de la demanda china –la mayor consumidora en 4 de las 5 principales materias primas– le ha otorgado a los países africanos una inserción internacional definida por primera vez desde el fin del colonialismo en la década del ’60.
Los único 4 casos de hambrunas en el siglo XXI ocurrieron en países africanos: Etiopía, 2000; Malawi, 2002; Níger, 2005; Somalia, 2011; y en ellos murieron 1,5 millones de personas. El desastre no se debió a la falta de alimentos suficientes en el momento de la crisis, sino al colapso de las estructuras estatales, paralizadas o impedidas de actuar por los enfrentamientos de facciones armadas. Africa subsahariana es un continente joven (18,6 años promedio); y su población (800 millones de habitantes) está intensamente vinculada al sistema global de telecomunicaciones. Había 15 millones de celulares en 1995, que serían 800 millones en 2015, con 200 millones de titulares de Internet móvil (smartphones).
El uso de Internet creció en el mundo 480% entre 2000 y 2010; y en los 47 países del Africa subsahariana aumentó 2.527% en el mismo período. El Estado mundial no es una fórmula, sino un trayecto surgido por necesidad de la sociedad global creada por la revolución de las telecomunicaciones/Internet, que transforma a la Tierra en un actor social y cultural, dotado de identidad y conciencia.
EE.UU. y China tienen en sus manos la gobernabilidad del sistema en la segunda década del siglo XXI. Es la necesidad – la globalización arrastrada por la revolución tecnológica – la que impone a ambos países la cooperación estratégica. Mao Tse Tung señaló que “ … lo esencial es descubrir el sentido de los acontecimientos (…) su energía potencial”, sobre la presunción de que “el mundo nunca puede ser dominado y sólo se puede armonizar con sus tendencias centrales” La integración ascendente no admite en su camino desconexión ni aislamiento. Por eso, en el Estado mundial que construyen China y EE.UU.
no puede haber colonias ni tierras conquistadas. Ambas son un poder planetario surgido de la técnica, que se despliega movilizando los recursos del mundo; y le otorgan a la Tierra, que es el hogar, una piel nueva.

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