Domingo 26 de mayo de 2013
Perspectiva global
Keynesianos perdidos de Europa
CAMBRIDGE.-
No hay bala mágica para resolver los problemas de la eurozona. Pero el
argumento espectacularmente confuso actual de que demasiada austeridad
está matando a Europa no es sorprendente. Los comentaristas están
dominados por la política, atacan cualquier blanco disponible, mientras
que las masas "antiausteridad" aparentemente creen que hay soluciones
cíclicas fáciles a problemas estructurales difíciles.
Las
dificultades de la eurozona, lo sostengo desde hace tiempo, derivan de
que la integración financiera y monetaria europea se ha adelantado
demasiado a la unión política, fiscal y bancaria efectiva. Éste no es un
problema con el que Keynes estuviese familiarizado y mucho menos que
buscara darle respuesta.Por sobre todo cualquier estrategia realista para responder a la crisis de la eurozona debe involucrar la reducción masiva (perdón) de la deuda de países periféricos. La masiva deuda combinada bancaria y oficial -la distinción entre ambas se ha desdibujado en toda Europa- de estos países hace que un crecimiento sostenido y rápido sea un sueño.
Ésta no es precisamente la primera vez que subrayo la necesidad de una reducción a gran escala de las deudas. Hace dos años, en un comentario titulado "The Euro's Pig-Headed Masters" (Los amos cabeza dura del euro), escribí que "Europa está en una crisis constitucional. Nadie parece tener poder para imponer una resolución razonable de la crisis de deuda de sus países periféricos. En vez de reestructurar las cargas de deuda manifiestamente insostenibles de Portugal, Irlanda y Grecia (los PIG), los políticos y funcionarios presionan por paquetes de rescate cada vez más grandes con condiciones de austeridad cada vez menos realistas".
Carmen Reinhart, con quien he sido coautor de algunos trabajos, sostiene lo mismo, quizá con mayor claridad. En un editorial de The Washington Post de mayo de 2010 (del que fue coautora con Vincent Reinhart) describió "Cinco mitos sobre la crisis de deuda europea" (Five Myths about the European Debt Crisis"). Entre ellos: "Mito 3. La austeridad fiscal resolverá los problemas de deuda de Europa". Hemos repetido el mantra docenas de veces en varias instancias, como confirmará cualquier observador justo.
En una reestructuración de deuda, los países del norte de la zona del euro (incluyendo Francia) verán desvanecerse como humo cientos de miles de millones de euros. Los contribuyentes del Norte se verán forzados a inyectar cantidades masivas de capital en los bancos, incluso si las autoridades imponen pérdidas significativas a los acreedores grandes y mayoristas de los bancos, cosa que debieran hacer. Estos cientos de miles de millones de euros ya están perdidos, y el juego de pretender lo contrario no puede continuar indefinidamente.
Una manera más moderada de lograr una reducción modesta de la deuda pública y privada sería promover un período de inflación sostenida pero moderada, como recomendé en diciembre de 2008 en un comentario titulado "Inflation Is Now the Lesser Evil" (La inflación es ahora el mal menor). Una inflación moderada sostenida ayudaría a reducir el valor real de la propiedad inmobiliaria más rápidamente y potencialmente facilitaría un alza más acelerada de los salarios alemanes que de los países periféricos. Hubiese sido una gran idea hace cuatro años y medio. Hoy sigue siendo una buena idea.
¿Qué más tendría que suceder? Los otros pasos involucran una reestructuración económica a nivel nacional y la integración política de la zona del euro. En otro comentario, "A Centerless Euro Cannot Hold" (Un euro sin centro no puede sostenerse), concluí que "sin una mayor integración política y económica profunda -que puede terminar no incluyendo todos los actuales miembros de la zona del euro- el euro puede no llegar siquiera al final de esta década".
Aquí todas las miradas pueden estar centradas en Alemania, pero hoy en realidad es Francia la que jugará el rol central en la decisión del destino del euro. Alemania no puede cargar sola con el euro sobre sus hombros indefinidamente. Francia tiene que convertirse en una segunda ancla de crecimiento y estabilidad.
Medidas keynesianas de demanda temporarias pueden ayudar a sostener el crecimiento interno de corto plazo, pero no resolverán los problemas de competitividad de largo plazo de Francia. Al mismo tiempo, Francia y Alemania deben acordar un enfoque que lleve a una mucho mayor unión política en un par de décadas. De otro modo, la unión bancaria y las transferencias fiscales programadas no tendrán la necesaria legitimidad política.
Elites equivocadas
Como ha comentado mi colega Jeffrey Frankel, por más de 20 años las elites alemanas han insistido en que la eurozona no será una unión de transferencias. Pero al final, los alemanes comunes han demostrado estar en lo cierto, y las elites equivocadas. Por cierto, para que sobreviva la zona del euro los países del Norte tendrán que seguir ayudando a la periferia con nuevos préstamos hasta que se restaure el acceso a los mercados privados.De modo que, dado que Alemania seguirá pagando muchas más cuentas (sobreviva o no la zona del euro), ¿cuál es la mejor manera de utilizar la fortaleza de su balance para aliviar los problemas de crecimiento de Europa? Por cierto Alemania debe aceptar un rol cada vez mayor para el Banco Central Europeo, pese a los riesgos fiscales implícitos obvios. No hay ningún camino seguro para avanzar.
Hay una cantidad de esquemas dando vueltas para apalancar los costos más bajos del crédito de los que goza Alemania para ayudar a los países socios, más allá de simplemente expandir el balance del BCE. Pero para que funcione un reparto significativo de la carga los líderes de la zona del euro deben dejar de soñar con que la moneda única puede sobrevivir otros 20 o 30 años sin una mucho mayor unión política.
Las anulaciones de deudas y las garantías inevitablemente inflarán la deuda pública alemana, al verse obligadas las autoridades a rescatar a los bancos alemanes (y probablemente a los bancos de algunos países vecinos). Pero cuanto antes se transparente la realidad subyacente y se la acepte ampliamente, tanto menor será el costo a la larga.
En mi opinión, usar el balance alemán para ayudar a sus vecinos directamente tiene muchas más probabilidades de funcionar que el supuesto efecto de "goteo" de la expansión fiscal liderada por Alemania. Lamentablemente, esto es lo que se ha perdido de vista últimamente en el debate sobre Europa. Por ruidoso y agresivo que se vuelva el movimiento antiausteridad, no habrá ninguna cura keynesiana simple para los problemas de deuda y crecimiento de la moneda única.
Project Syndicate 2013
Traducción de Gabriel Zadunaisk
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iECO. Diario "Clarín". Buenos Aires, 27 de enero de 2013.
“El resultado de la crisis será más Keynes y menos libremercado”
Robert SkidelskySegún el economista inglés, Robert Skidelsky, se debilitó el neoliberalismo. Pide a los países ricos que desincentiven el consumo excesivo.
Además del precio de
la nafta, la otra víctima de la crisis del petróleo fue el
keynesianismo. La tensión que los años 70 impusieron sobre las cuentas
de Estados y empresas fue una de las justificaciones que permitieron el
avance posterior del neoliberalismo. Si la preocupación de la posguerra
había sido el pleno empleo, recuperar la competitividad perdida fue la
de Reagan y Thatcher. Incapaz de ganar en la nueva carrera de la
eficiencia empresarial, la imagen del Estado intervencionista comenzó su
deterioro.
El análisis es una de las ideas del libro ¿Cuánto es suficiente? Qué se necesita para una buena vida, escrito por el economista inglés Robert Skidelsky
y su hijo Edward. En él, se preguntan por qué en esos mismos años 70 se
detuvo el proceso de reducción de la jornada laboral. De acuerdo con su
admirado John Maynard Keynes (de quién Robert escribió la mejor biografía hasta el momento),
la mejora en la productividad y el aumento en la riqueza total
implicarían que las horas trabajadas por semana cayeran desde las casi
50 de 1930 hasta un máximo de 15 en 2030. La predicción se confirmó año
por año hasta que llegó el neoliberalismo y se estancaron en 40.¿La crisis actual reivindicará la intervención estatal o redundará también en más libremercado?
Hoy hay más gente favorable a las intervenciones keynesianas que hace veinte años. La propiedad estatal de los medios de producción no es una opción pero tenemos que encontrar una nueva economía política. El Estado sí debe tener algún control sobre el mercado, que es salvaje y no genera estabilidad. Hemos empezado a entender que para eso hace falta el Estado.
El resultado de la crisis será más Keynes y menos libremercado. Se ve en los intentos de regular un sector financiero demasiado volátil y en una política fiscal mucho más activa. No hay más que mirar a EE.UU., con Barack Obama. La crisis actual ha demostrado que la estabilidad y el desarrollo económico no pueden ser dejados exclusivamente al mercado.
¿En Europa también?
En Europa continental siempre tuvieron economía social de mercado. Desde el corporativismo alemán, en el que cooperan gobiernos, sindicatos y empresarios, hasta el escandinavo, con impuestos altos. No creo que estén dando marcha atrás con eso, pero es cierto que la austeridad es un problema: están demasiado preocupados por las reacciones del mercado. Si los gobiernos toman prestado afuera, es normal esa preocupación, el problema es que los mercados están perdiendo confianza porque las políticas de Europa no logran ningún crecimiento económico. Son políticas diseñadas para que los mercados confíen en las finanzas públicas pero no logran su objetivo porque no reducen las deudas.
En su libro propone medidas para desincentivar la obsesión por tener más en países ricos donde el crecimiento dejó de mejorar el bienestar de sus habitantes. ¿Dónde cree que empezarán a seguir sus consejos?
Además de en los países ricos, nos pareció interesante comprobar que de las 15 o 16 traducciones que tiene el libro, muchas son en Asia. Hay para China, para Corea y creo que también para el Sudeste Asiático. Donde no hay ningún interés es en Africa, por supuesto. Los países pobres, primero, tienen que crecer. La mayoría de esa gente aún no tiene las bases materiales para lo que creemos que es una buena vida. Pero es importante que empiecen a pensar para qué sirve el crecimiento. Que no olviden que la riqueza es un medio y no un fin.
Keynes esperaba que intercambiáramos más rápidamente trabajo por ocio. ¿En qué se equivocó?
Keynes tuvo razón en muchos aspectos, pero creemos que infravaloró la naturaleza relativa de los deseos al asumir que había una cantidad limitada de las cosas que uno puede querer tener. Infravaloró la insaciabilidad porque no tuvo que enfrentar el problema de la publicidad incesante, de la sexualización de todo o del hecho de que hoy todo el mundo quiera ser una celebridad. Hoy hay muchas presiones nuevas para hacernos querer más y más cosas. Hasta el ocio de sus días era más sencillo. Hoy hacen falta más dispositivos para disfrutarlo: los chicos quieren más juguetes. Y al construir la presión para consumir, se construye también la necesidad de trabajar.
Para aliviar esa presión, además de desincentivar la publicidad eliminando la deducción impositiva de gastos promocionales, propone una renta básica universal. ¿La inflación resultante no neutralizaría la medida?
La inflación depende de cómo se financie la renta básica. Nosotros creemos que se podría financiar a través de un impuesto al consumo, y no emitiendo moneda. Nuestra propuesta es un impuesto que grave el consumo cuando sobrepase determinado nivel. Además de desincentivar el consumo por encima de esos niveles, sería un elemento de redistribución
El PBI también mide el gasto en Defensa, ¿el temor a ser sobrepasado militarmente puede hacer que ningún país quiera dejar de crecer?
No hace falta tener grandes ejércitos. Basta con armas capaces de infligir un costo considerable a un posible invasor y eso está al alcance de los países desarrollados que pueden plantearse no crecer tan rápidamente. El resto de los países tendría que crecer mucho durante muchos años para ser capaces de un desafío militar.
¿Qué crítica le hace dudar más?
Hay varios tipos de insaciabilidad. La del dinero y la del poder son dos de ellas. Muchas veces están conectadas pero a veces son alternativas. Mi temor es que si logramos desincentivar la insaciabilidad del dinero, estemos canalizando a la gente hacia la insaciabilidad del poder.
¿Cuándo se materializarán sus ideas?
A largo plazo tenemos que tener razón. De otra manera, no tiene sentido. Nadie puede decir que su objetivo vital es solamente enriquecerse. Muchas religiones habrían estado de acuerdo con nuestra forma de pensar pero la nuestra no es una perspectiva religiosa. La ética tiene muchas fuentes.
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iECO. Diario "Clarín". Buenos Aires, 27 de enero de 2013. |
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