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martes, 26 de mayo de 2015

EE.UU. 2011 “A la mayoría de la gente en EE.UU. le cuesta entender que el mundo cambió” Flamm, Michael

“A la mayoría de la gente en EE.UU. le cuesta entender que el mundo cambió” 

Diario "Clarín". Buenos Aires, 23 de enero de 2011.

MICHAEL FLAMM HISTORIADOR NORTEAMERICANOEs cada vez más difícil separar la política interna de la internacional en los EE.UU. Sin embargo, los norteamericanos siguen viviendo como si los problemas de fuera de sus fronteras no los afectaran.
  • Fabián Bosoer

La crisis de identidad cultural vuelve a ser un factor decisivo en la política norteamericana, marcando el contraste entre una sociedad endogámica y parroquial y la superpotencia militar, económica y tecnológica que aspira a seguir liderando cambios internacionales aun debiendo compartir ese poder con otros. Es cada vez más difícil en los EE.UU. separar “política interna” y “política internacional”, pero los norteamericanos tienden a vivir sus vidas como si los problemas del mundo no los afectaran de manera decisiva. Allí hay que buscar las razones profundas de la prédica populista que prende en los republicanos, de los problemas y dilemas que enfrenta el presidente Obama y de episodios más graves aún, como la matanza de Tucson, Arizona.
Esta “contradicción fundamental” de la política norteamericana es la que describe Michael Flamm, profesor de historia contemporánea de los EE.UU. en la Universidad Wesleyan de Ohio. Formado en las Universidades de Harvard y Columbia, Flamm es autor y coautor de cinco libros, el último de ellos sobre la presidencia de Ronald Reagan. Empezó a conocer mejor a la Argentina como académico visitante invitado por la Fundación Fulbright para dictar cursos en la Universidad de San Andrés. Se define como un “ orgulloso minnesotano” (del estado de Minnesota) y fan de los Twins y los Vikings, sus equipos de béisbol y fútbol. Junto con su esposa Jennifer y sus hijos Austin y Alexandra, aprendió a disfrutar también de la vida en Buenos Aires. Y a hacer algunas comparaciones, como ésta: “La gente en Argentina toma muy en serio la política y piensa en la democracia, tal vez porque entiende por experiencia personal y colectiva lo importante que la política y la democracia son para sus vidas. En EE.UU. la gente da por sentada la democracia y tiende a creer que la política no es algo que afecte sus vidas de manera directa. Es una ventaja, pero también un problema”.
¿Están preparados los EE.UU. para afrontar el desafío de un mundo en el que va dejando de ser la potencia dominante? Los EE.UU. se encuentran en otro punto de inflexión de su historia. No es la primera vez que esto ocurre: en distintos momentos de la historia estadounidense hubo shocks que implicaron un cambio más profundo de políticas y modos de relacionarse con el mundo. Lo que sí es nuevo es que se trata de la principal potencia militar y económica en un mundo que, desde el comienzo del siglo XXI, avanza hacia una mayor multipolaridad y en el que EE.UU. pierde algo de su poder y debe aprender a compartirlo con otros polos de poder emergentes. Esto implica dos cosas: los EE.UU. están más inmersos que nunca en los problemas globales, pero, al mismo tiempo, tienen menos capacidad para resolverlos o enfrentarlos según su propio criterio.
¿Cómo repercute este reacomodamiento del poder global de los EE.UU. en la sociedad norteamericana? Es cada vez más difícil separar lo que es “doméstico” y lo que es “internacional”. Lo es para cualquier país del mundo y mucho más para una superpotencia como los EE.UU., que está enfrentando una época difícil para su economía, los empleos y el sustento de muchas familias. Porque en EE.UU. todavía hay una fuerte creencia en que el país es de alguna manera inmune a hechos que tienen lugar en el mundo. Veamos lo ocurrido en las últimas elecciones: el avance conservador y el triunfo de los republicanos se basó totalmente en cuestiones y preocupaciones internas. Y lo sorprendente es que pese a que el país está aún en medio de dos guerras, fue una elección en la cual a la mayoría de los votantes de Estados Unidos le importaba muy poco los temas internacionales. Esto es algo casi sin precedentes en la historia estadounidense. En general, cuando EE.UU. está en guerra, los votantes prestan atención a los asuntos internacionales, pero en este caso no se dedicó prácticamente ninguna atención a Irak o Afganistán ni a los hechos internacionales en general. Hay una gran interdependencia, es cierto, y según cómo se enfrenten esos problemas domésticos los EE.UU. podrán seguir siendo -o no- una potencia líder en el mundo. Sin embargo, si observamos a la sociedad norteamericana, no me parece que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses estén realmente preparados para aceptar que vivimos ahora en un mundo multipolar, y que se deben tener en cuenta de otro modo las necesidades, los intereses, los problemas de otros países y pueblos.
¿La reacción populista del Tea Party forma parte de la misma resistencia a mirar al mundo de otro modo? Los votantes en Estados Unidos, en este momento, están muy preocupados. Pero tampoco saben verdaderamente lo que quieren. Si miramos los resultados de la última elección, el pueblo quiere que el gobierno estadounidense cree empleos, equilibre el presupuesto y baje los impuestos. No hace falta un doctorado en economía para darse cuenta de que no es una expectativa razonable. De que no es posible cumplir con esos objetivos simultáneamente. Es lógico, por ende, que no haya mucho incentivo para los políticos estadounidenses en concentrarse en asuntos internacionales. En privado, muchos dirigentes entienden este hecho. El presidente Obama lo entiende también perfectamente. Aunque sepan que está ahí, les resulta muy difícil aceptar esta idea de multipolaridad porque muy pocos votantes en Estados Unidos la aceptan. Pienso que llegará, pero llevará tiempo. Y es posible que requiera un avance mayor entender lo interdependiente que es el mundo hoy.
¿Se quedó Obama a mitad de camino con sus propuestas reformistas o es que fue más allá de lo que la sociedad norteamericana está dispuesta a acompañar? El presidente Obama está en una posición difícil. El necesita convencer al pueblo estadounidense de que el orden mundial cambió y que, por lo tanto, EE.UU. debe asumir nuevas responsabilidades y obligaciones con una nueva comprensión de los límites de su poder e influencia, a nivel económico, militar, etc. No sólo debe asumir los costos de la guerra y de las políticas unilaterales de los EE.UU. en el pasado reciente: debe explicar al pueblo estadounidense que los tiempos del unilateralismo llegaron a su fin. Y si esta ha sido siempre una tarea muy difícil para cualquier presidente estadounidense, lo es particularmente para Obama.
¿Por qué? Porque no creo que la mayoría de la gente en EE.UU. quiera escuchar eso. A la mayoría de la gente en los EE.UU. le cuesta entender que el mundo cambió y que deben adaptar sus vidas a esos cambios. Algo que no es sólo materia de las relaciones entre los grandes poderes, los gobiernos, las diplomacias, sino que afecta también a sus vidas cotidianas. La gente en EE.UU. quiere seguir creyendo que su país puede seguir determinando su destino en un mundo multipolar. Eso es cada vez más dudoso. Wikileaks es otro ejemplo: es tan difícil controlar hoy el flujo de información como el flujo de capitales, que también está creando enormes complicaciones en las economías del mundo.
Tras la matanza de Tucson, el presidente Obama exhortó a abandonar el discurso polarizado y dejar de atacarse los unos a los otros. ¿Hay riesgos de que se recree ese clima cultural de guerra civil en la sociedad norteamericana? En EE.UU. la mayoría de la gente cree que la política no va a afectar sus vidas ni las de sus familias. Es un lujo que tienen los estadounidenses el de no pensar mucho en la política, de no preocuparse y creer que a la larga no los dañará y ni siquiera rozará a sus familias. Un “lujo” que a veces se termina pagando caro.
¿Es muy distinto a lo que ha visto en la Argentina? Me parece que sí. Creo que aquí la gente piensa con mucha seriedad acerca de lo que debe ser un país democrático, que es mucho más que tener elecciones, simplemente. ¿Tienen instituciones sólidas, tienen éstas integridad y credibilidad? ¿Tienen una cultura de la democracia vibrante o ésta se ha visto erosionada? Pocos en Estados Unidos piensan en esos temas en profundidad, o con atención. En EE.UU. la gente da por sentada la democracia, supone que los partidos y presidentes pueden ir y venir, pero las instituciones de la democracia permanecerán, continuarán teniendo credibilidad e integridad; ninguno de sus principios fundamentales se verá cuestionado, erosionado o destruido con el tiempo. Sin duda, en Argentina la gente es muy consciente de lo frágil que puede ser la democracia. No es un sentimiento que tenga la gente en EE.UU. Es una ventaja, pero también puede ser un gran problema para nosotros.
Copyright Clarín, 2011.

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