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martes, 19 de mayo de 2015

STANDARD & POOR´S 2011 EL SHERIFF DE STANDARD & POOR´S


El sheriff de Standard & Poor's

El director de crédito de la firma cree que una calificación triple A debe ser 'sagrada'
Por  y   | The Wall Street Journal Americas




En los últimos tres años, el director general de crédito de Standard & Poor's ayudó a reconfigurar el proceso de calificación de la firma luego de que los gigantes de la industria fueran muy criticados por otorgar notas excesivamente optimistas a valores que se derrumbaron, lo que exacerbó la crisis financiera de 2008.
Bajo el liderazgo de Adelson, S&P ha subido el estándar para que muchos emisores reciban calificaciones triple A, su codiciado puntaje más alto. La calificación más alta debería ser "sagrada", les ha dicho el ejecutivo a colegas, y agregó que debería ser puesta a prueba con tanta rigurosidad como "los motores de un avión".
La postura más severa de S&P respecto a los emisores de deuda allanó el camino para la histórica rebaja de calificación de Estados Unidos. Las acciones entre bambalinas de Adelson revelaron cómo el conservadurismo de un hombre impregnó el intrincado y a menudo opaco proceso de asignar calificaciones en la mayor firma del rubro en el mundo.
Los esfuerzos de Adelson también ponen de relieve el delicado equilibrio que deben mantener las clasificadoras de riesgo tras la crisis de 2008. Desde entonces, autoridades y reguladores han instado a esta industria a otorgar calificaciones de triple A sólo a los créditos más seguros.
Las firmas calificadoras juegan un rol instrumental en los mercados financieros, al ayudar a los inversionistas a determinar el riesgo de un valor y cuánto deberían ser compensados por comprarlo. Sus decisiones pueden consagrar o arruinar a algunos emisores de bonos, desde empresas hasta países. Y sus notas pueden llevar a los inversionistas a exigir retornos más altos sobre ciertos bonos, lo que aumenta los costos de financiamiento para la empresa, estado, municipalidad o país emisor.
S&P rebajó casi 17% de sus valores de finanzas estructuradas con calificación triple A en 2010, casi el doble que Fitch Ratings y casi el triple que Moody's Investors Service durante el mismo período, aunque la calificación de cada firma expresa mediciones levemente distintas sobre la seguridad de un valor. Entre los bonos soberanos de gobiernos que son calificados tanto por S&P y por Moody's hasta septiembre, S&P tenía calificaciones más bajas en 25 casos, y Moody's en 21.
En cierta medida, el enfoque severo de Adelson les ha dado más firmeza a las calificaciones de S&P, lo que les da a los inversionistas más confianza sobre su sistema de valoración. Pero S&P también ha perdido participación de mercado, probablemente como consecuencia de su postura que deja de lado las convenciones en una industria en la cual los emisores de bonos suelen pagar a las firmas de calificación de crédito y buscan el mayor puntaje posible.
Hace poco, la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. (SEC), le advirtió a S&P que podría enfrentar una demanda civil por supuesta violación de la ley de valores por la forma en que asignó una calificación triple A a un paquete de bonos hipotecarios por US$1.600 millones que se derrumbó durante la crisis. S&P luego rebajó ese acuerdo a basura, y los inversionistas perdieron mucho dinero. Evitar esas variaciones en las calificaciones ha sido una prioridad para Adelson durante sus tres años en la firma.
Moody's y Fitch también han tomado medidas para endurecer las calificaciones y han cambiado a sus directores generales de crédito en los últimos años. Pero han sido ascendidos desde dentro de la empresa y no han sido tan polémicos como Adelson, un ex detractor de las firmas de calificación que fue contratado para reordenar la empresa, sostienen expertos.
Adelson "siempre quiso que las calificaciones fueran a prueba de balas", afirma Joseph Mason, profesor de finanzas de la Universidad Estatal de Luisiana. Al contratar a Adelson, sostiene, S&P demostró que es la firma de calificación más interesada en "restaurar su reputación" luego de la crisis.
Adelson, de 51 años, se deleita de ser alguien que viene de afuera y expresa su opinión sin temor de desafiar visiones ampliamente compartidas, afirman colegas actuales y previos. En declaraciones de impuestos, el oriundo de Brooklyn se declara como "periodista", un guiño a su creencia de que las calificaciones de crédito son opiniones protegidas por la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU.
Su conservadurismo fue evidente a fines de los años 90, cuando trabajaba como analista en Moody's, supervisando calificaciones de bonos hipotecarios de viviendas.
Aunque las hipotecas tenían un buen desempeño, tomó medidas para endurecer los estándares de las calificaciones. En ese momento, el mercado demostró que su postura cautelosa fue errónea, ya que los valores hipotecarios siguieron teniendo un buen desempeño.
En 2001, Adelson aceptó el puesto de gerente de un equipo de investigación en el banco de inversión Nomura Securities. Se unió a S&P en mayo de 2008. Su postura sobre el riesgo de los bonos en aquel momento: "Cualquier idiota puede prestar dinero, pero no todos pueden conseguir que se lo devuelvan".
Quienes apoyan a Adelson afirman que es sincero y está comprometido a que las calificaciones sean correctas. Para otros, su estilo directo ha sobresaltado la cultura de S&P.
Durante discusiones, a veces golpea su puño para reforzar un argumento, afirman empleados. Adelson también les ha dicho a algunos analistas que si más bonos que hayan calificado como triple A caen en cesación de pagos, los "mataría" con sus "propias manos"..
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Un ejecutivo global / Douglas Peterson dirige la controvertida calificadora de riesgo

El nuevo jefe de S&P trabajó aquí y conoció la inflación

Por  | LA NACION

El nuevo responsable de Standard & Poor's debe tratar de recuperar el prestigio de la agencia "villana"que bajó la nota a los Estados Unidos y que está investigada por el gobierno norteamericano. Pero Doug Peterson parece tener recursos para hacerlo, con una vasta experiencia internacional, que incluye un paso por la hiperinflacionaria argentina, de donde también es oriunda su esposa, Teresa Aracama Zorraquín. Lidió también existosamente con serios problemas regulatorios en Japón y, si tiene éxito, tendrá seguramente más de una vía disponible para hacerse muy rico.
Doug Peterson dejó en agosto su cargo de chief operating officer (COO) en Citibank en Nueva York para lanzarse al enorme desafío de conducir Standard & Poor's. Su predecesor, el indio Deven Sharma, no pudo soportar el vapuleo luego de bajar la calificación crediticia de los Estados Unidos.
Peterson tiene un MBA en Finanzas Internacionales y Management en The Warton School, de la Universidad de Pennsylvania, donde se graduó en 1985. Y va a necesitar tanto sus conocimientos académicos como su vasta experiencia internacional. El gobierno norteamericano parece dispuesto a ir a fondo porque S&P dio, poco antes de que todo estallara, excelente calificación a instrumentos de deuda que resultaron ser basura.
Pero Peterson no es un novato. Llegó en 2004 a Japón como CEO del Citi local, luego de que la Agencia de Servicios Financieros criticó algunas de sus prácticas en su servicio de private banking y excluyera al banco de las licitaciones de bonos estatales. Peterson consiguió revertir la situación, logró nuevos clientes y pasar el escrutino de los reguladores, volvió a la Bolsa de Tokio y terminó por comprar al tercer mayor broker del país, Nikko Coridal.
Peterson guarda un recuerdo interesante de su experiencia en la Argentina, donde tuvo su primer trabajo para el Citi entre enero de 1986 y enero de 1988. Le tocó lidiar con una inflación de la que sólo sabía por los libros y lo recuerda a veces en charlas amistosas. Fue durante dos años gerente de relaciones con los clientes. Y recuerda que tuvo que "administrar las relaciones con clientes multinacionales y locales en un contexto hiperinflacionario". En los 25 meses que estuvo, la inflación acumuló 429,3 por ciento.
Para Peterson eso era hiperinflación, y tenía razón. Pero se encontró con un país aliviado por el éxito del plan Austral, que había logrado bajar el aumento del costo de vida del 30% mensual al 3% que se registró en su primer mes en el Citi. Cuando se fue, el costo de vida aumentaba más del 10% por mes.
Cuando todo saltó por los aires, en 1989, y la inflación llegó a ser casi del 200% mensual y pasó del 20.000% (sic) anual, el ahora presidente de Standard & Poor's estaba en Nueva York atendiendo las relaciones con clientes de la industria aeroespacial y aerolíneas. En eso estuvo hasta 1991, cuando marchó a Costa Rica, en los inicios de la convertibilidad argentina.
Pero volvió para ver casi en primera fila la primera gran crisis del sistema monetario y cambiario de entonces en el país. En abril de 1995 llegó a Uruguay como country corporate officer para "reposicionar y diversificar la plataforma del banco y lanzar un sistema de pensiones privadas". Fue testigo de lo peor del impacto del efecto tequila, sobre todo en la otra orilla. Y también de la recuperación y la forma en que la Argentina sorteó la crisis asiática. Para mediados de 1998, cuando comenzó la recesión y las cosas fueron de mal en peor, estaba de nuevo en Nueva York, como managing director, encargándose de un nuevo sistema de auditoría, lo que le valió en 2000 el ascenso a auditor jefe.
En junio de 2004 asumió como CEO del Citi en Japón. Allí podrá decirse que tuvo la experiencia absolutamente contraria a la de la Argentina, en una economía de bajísima inflación que tuvo una suerte de trampa de la liquidez de más de una década. Pero su foco allí era la rehabilitación del negocio y los problemas con los reguladores.
"Peterson es descripto por actuales y ex empleados del banco como muy metódico y orientado a los procesos (...) y es altamente apreciado en el Citi", dijo de él Katie Burner, en la revista Fortune. Y agregó: "Es muy querido y bien conocido por no hacer enemigos", para observar que en muchas firmas de Wall Street no es muy común una figura así.

Ejecutivo afable

Peterson hizo gala de sus conocimientos, sus recuerdos argentinos y sus dotes diplomáticas cuando el 14 de junio último recibió en el headquarter del Citi en Manhattan a los ganadores en 17 países del Premio Citi a la Excelencia Periodística 2011, entre los que se encontraba este cronista.
En una presentación ante la Securities and Exchange Commision (la comisión de valores norteamericana), Jana Partners y Ontario Teachers, los accionistas que piden cambios desde la empresa madre de S&P, McGraw-Hill, dijeron que S&P necesita una "figura de supervisión independiente (...) capaz de lidiar con "un cada vez más complejo entorno regulatorio global".
Fortune también especuló con que la apuesta, de salir bien, podría resultarle muy beneficiosa. No hay un plan de sucesión para McGraw-Hill, cuyo CEO, Terry McGraw, ya cumplió 62. ¿Será el próximo destino de Doug? No le será fácil. Porque también existe la posibilidad de que el negocio decrezca si las calificaciones dejan de ser obligatorias. Lo admite como razonable hasta el desplazado Sharma.
Además, Jana y los profesores de Ontario quieren desmembrar McGraw-Hill en cuatro empresas. "Si S&P se separa, Peterson pronto pasaría de jefe de una división respetada a jefe de una empresa independiente, influyente y muy rentable", dijo Fortune.
Y agregó: "Si Moody's, que se separó de Dun & Bradstreet en 2000, es un ejemplo, los accionistas de S&P podrían estar preparados para ganar mucho. Las acciones de Moody's subieron casi un 40% un año después de su oferta pública. Cinco años más tarde, se habían triplicado. El valor de las opciones sobre acciones saltó, enriqueciendo a los ejecutivos"..
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Calificadoras de riesgo, una pieza importante de la crisis global

Diario "Clarín". Buenos Aires, 10 de julio de 2011

POLÉMICA CON LAS EVALUADORAS DE CRÉDITO
Como pasó hace una década surgen críticas a quienes ponen notas a los bonos de deuda. Polémica con las evaluadoras de crédito
  • Néstor Restivo
Si bien hay unas 130 calificadoras de crédito en el mundo, sólo 3 dominan el mercado: Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch.
Su tarea es poner nota, una opinión, a títulos de deuda de empresas (corporativos) o de Estados (soberanos), en base a su capacidad para ser pagados. Esas notas son muy sopesadas por quien invierte en esos bonos.
S&P, la mayor y más antigua, con una trayectoria más que centenaria, tiene base en Nueva York y pertenece a The McGraw-Hill Companies, poderosa editorial y proveedora de información financiera. Moody’s también pasó los cien años y sus dueños son Davis Selected Advisers y Berkshire Hathawa, cuyo máximo ejecutivo es el multimillonario Warren Buffet. Y Fitch nació en 1913 en Nueva York como las otras dos pero, tras fusionarse con una inversora británica en 1997, también tiene sede en Londres. Su propietaria actual es la sociedad francesa Fimalac.
Las tres fueron cuestionadas varias veces. Por ejemplo, la energética Enron, antes de quebrar en 2001 (la mayor bancarrota del mundo entonces) tenía las mejores notas, como los tenían, en 2008, el banco Lehman y los bonos hipotecarios cuyos colapsos gatillaron la actual crisis global, cuando estas agencias ponían las mejores notas a papeles que ni siquieran cotizaban aún en bolsa. Y lo mismo pasó con títulos de los bancos de Islandia que se hundieron en 2009.
Algunos ejemplos concretos: S&P calificó con tres A (la mayor nota del ránking) bonos hipotecarios emitidos por el banco Credit Suisse, que supusieron pérdidas por más de US$ 340 millones .
Moody’s provocó casi una crisis diplomática cuando, en 2002, puso una peor calificación a Japón que a Bostwana , paupérrimo país africano al que el gobierno nipón ayuda. Y en la ristra de crisis de los años 90, que terminó con la de Argentina en 2001 e incluyó a Rusia, países del sudeste asiático, México, Brasil y Turquía, S&P y Moody’s sólo bajaron las notas de bonos próximos a colapsar (lo que hubiera prevenido mejor a los inversores) en 4 de las 17 crisis , según estudió el Banco de Inglaterra.
En el caso de México, dos días antes de que el país azteca devaluara su peso y provocara el llamado “efecto tequila”, S&P tenía una excelente opinión de los bonos mexicanos, al borde del máximo de investment grade o triple A.
Ese año, el PBI azteca cayó más de 6% .
Cuando arrancó la crisis actual, en 2008, un informe del Cefid-Ar, un centro de estudios argentino que financian la banca pública y cooperativa, criticó a estas agencias por tener “una estructura oligopólica y un gran estimulo para apoderarse del mercado”. Además, dijo, “son contratadas por aquellos que necesitan vender los productos riesgosos . Esto las lleva a tener gran incentivo para otorgar calificaciones favorables incurriendo en una conducta de riesgo moral ”.
Según el Banco de México, 75% del ingreso de las calificadoras proviene de comisiones cobradas a sus clientes para calificarlos.
Cuando la crisis en curso obligó al Grupo de los 20 a prometer más regulaciones , se pensó que estas agencias serían más vigiladas.
El Banco de Basilea, que fija normas a los bancos centrales, tuvo opiniones muy duras contra ellas. La propia SEC, órgano que vigila los mercados de capitales en EE.UU., anunció controles. Y Europa evaluó la posibilidad de crear una agencia propia para medir riesgos.
Nada avanzó . Al contrario, la crisis de la zona euro, con foco en Grecia y Portugal, volvió a primera plana a las calificadoras (así como también al igualmente cuestionado FMI).
Otra vez sus notas son consideradas y una degradación induce a los inversores –aunque las calificadoras insisten en que sus notas no son indicativas de “comprar” o “vender”– a creer que el emisor de un pagaré está más cerca del default . Por lo tanto, le encarecen la tasa con la que le prestan: son procíclicas en agravar la crisis .
Las tres agencias son un virtual oligopolio. Otras competidoras pesan mucho menos, como la china Dagong, que se animó a bajarle la nota a... ¡Estados Unidos! por su astronómica deuda pública. Pero no tienen la influencia del trío en “los mercados”.
Algunos analistas creen que, erradas tantas veces, ahora sobreactúan y prefieren anticipar crisis por si eventualmente ocurren.
Pero para otros, con la creciente concentración de riqueza en la cúpula de sociedades y personas físicas, las agencias forman parte de un sistema cada vez más viciado e incapaz de asumir responsabilidad y, menos aún, pérdidas .
 

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