Diario "Clarín" Buenos Aires, 29 de abril de 2007. Cuando los políticos quedan en la cuerda floja por asuntos de alcoba
El presidente del Banco Mundial,
Paul Wolfowitz, está al borde de la renuncia. Es porque ordenó aumentar
el sueldo de su novia, en el Departamento de Estado. Otros escándalos de
sexo y poder.
Ana Baron WASHINGTON. CORRESPONSAL.
abaron@clarin.com
El escándalo generado por el salario desorbitante que le dio a su novia
Shaha Riza han colocado al presidente del Banco Mundial Paul Wolfowtiz
al borde del precipicio.
El lunes ambos testificarán ante el comité del banco que está investigando el abuso. Pero incluso si Wolfowitz no renuncia, su caída política está asegurada. Difícilmente Wolfowitz —que fue vice de Donald Rumsfeld en el Pentágono durante el primer período de la presidencia de George W. Bush— pueda volver a ocupar un cargo público.
Sus enemigos, que son muchos debido a que fue uno de los mentores de la invasión y la guerra contra Irak, han utilizado este asunto de corrupción y de polleras para terminar con él.
Su caso no es ni el primero ni seguramente será el ultimo. Al ex presidente Bill Clinton le pasó algo parecido. Si bien en su caso no hubo problemas de corrupción, la oposición republicana utilizó el affaire que tuvo con una becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, entre noviembre de 1995 y mayo de 1997, para ensombrecer su gestión y casi para derribarlo.
Antes una ex funcionaria de Arkansas, Paula Jones había denunciado que en 1991 Clinton, por entonces gobernador de ese estado, la había acosado sexualmente. Ese juicio se cerró en 1998 por falta de pruebas pero por el "Sexgate" —como se conoció el romance con Lewinsky— lograron iniciarle un juicio político en la Cámara de Diputados. Y si bien el Senado finalmente lo absolvió Clinton termino su presidencia muy desgastado.
En sociedades como la francesa es difícil imaginar que a un político se le pueda complicar su situación por un problema de polleras. El presidente Fran»cois Mitterrand tenía dos casas, dos mujeres e hijos de cada una de ellas sin que a nadie se le moviera un pelo. Pero teniendo en cuenta el puritanismo imperante en la sociedad norteamericana ¿como explicar que los políticos una y otra vez caigan en la misma trampa?
Uno de los primeros escándalos sexuales de la historia política de EE.UU. tuvo lugar en 1791 cuando María Reynolds le pidió ayuda al entonces Secretario del Tesoro, Alexander Hamilton para escapar de su marido que estaba abusando de ella.
Esa noche Hamilton fue a darle el dinero que necesitaba personalmente. Pero cuenta la leyenda que ése fue el inicio de un romance que duro tres años y que sus enemigos utilizaron para dañar su reputación. Hamilton que era casado, reconoció la relación públicamente y pidió perdón. Pero no fue suficiente y, deshonrado, perdió las elecciones presidenciales de 1800.
Como si la historia volviera a repetirse, el ex senador Gary Hart ni siquiera llegó a presentarse a las elecciones. Era el candidato demócrata favorito para ganar las elecciones presidenciales de 1984. Pero Hart tuvo que abandonar la carrera cuando el diario Miami Herald obtuvo una foto del legislador con su amante Dona Rice sentada sobre él, a bordo de un yacht llamado "Monkey Business" .
Las ambiciones presidenciales de Ted Kennedy murieron de una manera aun más dramáticas. Terminaron ahogadas en el lago de las Isla Chappaquidick junto a su secretaria, Mary Jo Kopechne, el 18 de julio de 1969. Ese día Kennedy salió de una fiesta con Mary Jo en el auto de su madre que terminó en las profundidades del lago Pouch Pond. Kennedy logró salir del auto. En vez de pedir ayuda inmediatamente a la policía, Kennedy volvió a la fiesta, buscó a su primo y a un amigo. Pero cuando regresaron, Mary Jo ya estaba muerta.
Nadie sabe porque su hermano John Kennedy tuvo suerte y pudo evitar los ataques de sus enemigos pese a que, como se sabe, el ex presidente tuvo no una sino varias amantes.
También Jefferson logró terminar su presidencia en 1809 pese a los hijos que estuvo con su esclava y amante Sally Hemmings. Jefferson siempre negó esta relación. Y hasta decía en público que "la mezcla entre blancos y negros produce una degradación a la que ningún amante de este país, ningún amante de la excelencia humana puede consentir".
Sea como sea, Wolfowitz parece estar condenado de antemano porque su caso no sólo es un asunto de amoríos sino que también de corrupción Además nadie le perdona su participación en la invasión a Irak.
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SEXO Y PODER : EPISODIOS EN ISRAEL, GRAN BRETAÑA Y AMERICA LATINA
Besos robados, amantes y delitos
Diario "Clarín" Buenos Aires, 29 de abril de 2007
El lunes ambos testificarán ante el comité del banco que está investigando el abuso. Pero incluso si Wolfowitz no renuncia, su caída política está asegurada. Difícilmente Wolfowitz —que fue vice de Donald Rumsfeld en el Pentágono durante el primer período de la presidencia de George W. Bush— pueda volver a ocupar un cargo público.
Sus enemigos, que son muchos debido a que fue uno de los mentores de la invasión y la guerra contra Irak, han utilizado este asunto de corrupción y de polleras para terminar con él.
Su caso no es ni el primero ni seguramente será el ultimo. Al ex presidente Bill Clinton le pasó algo parecido. Si bien en su caso no hubo problemas de corrupción, la oposición republicana utilizó el affaire que tuvo con una becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, entre noviembre de 1995 y mayo de 1997, para ensombrecer su gestión y casi para derribarlo.
Antes una ex funcionaria de Arkansas, Paula Jones había denunciado que en 1991 Clinton, por entonces gobernador de ese estado, la había acosado sexualmente. Ese juicio se cerró en 1998 por falta de pruebas pero por el "Sexgate" —como se conoció el romance con Lewinsky— lograron iniciarle un juicio político en la Cámara de Diputados. Y si bien el Senado finalmente lo absolvió Clinton termino su presidencia muy desgastado.
En sociedades como la francesa es difícil imaginar que a un político se le pueda complicar su situación por un problema de polleras. El presidente Fran»cois Mitterrand tenía dos casas, dos mujeres e hijos de cada una de ellas sin que a nadie se le moviera un pelo. Pero teniendo en cuenta el puritanismo imperante en la sociedad norteamericana ¿como explicar que los políticos una y otra vez caigan en la misma trampa?
Uno de los primeros escándalos sexuales de la historia política de EE.UU. tuvo lugar en 1791 cuando María Reynolds le pidió ayuda al entonces Secretario del Tesoro, Alexander Hamilton para escapar de su marido que estaba abusando de ella.
Esa noche Hamilton fue a darle el dinero que necesitaba personalmente. Pero cuenta la leyenda que ése fue el inicio de un romance que duro tres años y que sus enemigos utilizaron para dañar su reputación. Hamilton que era casado, reconoció la relación públicamente y pidió perdón. Pero no fue suficiente y, deshonrado, perdió las elecciones presidenciales de 1800.
Como si la historia volviera a repetirse, el ex senador Gary Hart ni siquiera llegó a presentarse a las elecciones. Era el candidato demócrata favorito para ganar las elecciones presidenciales de 1984. Pero Hart tuvo que abandonar la carrera cuando el diario Miami Herald obtuvo una foto del legislador con su amante Dona Rice sentada sobre él, a bordo de un yacht llamado "Monkey Business" .
Las ambiciones presidenciales de Ted Kennedy murieron de una manera aun más dramáticas. Terminaron ahogadas en el lago de las Isla Chappaquidick junto a su secretaria, Mary Jo Kopechne, el 18 de julio de 1969. Ese día Kennedy salió de una fiesta con Mary Jo en el auto de su madre que terminó en las profundidades del lago Pouch Pond. Kennedy logró salir del auto. En vez de pedir ayuda inmediatamente a la policía, Kennedy volvió a la fiesta, buscó a su primo y a un amigo. Pero cuando regresaron, Mary Jo ya estaba muerta.
Nadie sabe porque su hermano John Kennedy tuvo suerte y pudo evitar los ataques de sus enemigos pese a que, como se sabe, el ex presidente tuvo no una sino varias amantes.
También Jefferson logró terminar su presidencia en 1809 pese a los hijos que estuvo con su esclava y amante Sally Hemmings. Jefferson siempre negó esta relación. Y hasta decía en público que "la mezcla entre blancos y negros produce una degradación a la que ningún amante de este país, ningún amante de la excelencia humana puede consentir".
Sea como sea, Wolfowitz parece estar condenado de antemano porque su caso no sólo es un asunto de amoríos sino que también de corrupción Además nadie le perdona su participación en la invasión a Irak.
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SEXO Y PODER : EPISODIOS EN ISRAEL, GRAN BRETAÑA Y AMERICA LATINA
Besos robados, amantes y delitos
Algunos casos provocaron la pérdida del poder. Otros, apenas un escándalo.
Diario "Clarín" Buenos Aires, 29 de abril de 2007
Alejandra Pataro
apataro@clarin.com
apataro@clarin.com
Se calzaba todos los días su traje de ministro de Justicia con esa
seguridad que otorga el poder. Equivocó el paso, sin embargo, cuando una
mujer soldado se le atravesó en el camino de ida a una reunión de
gabinete. "Me besó a la fuerza", dijo ella. "Me incitó",
se defendió él. El asunto terminó en tribunales. Haim Ramon es hoy el
"suspendido" ministro de Justicia del premier israelí Ehud Olmert y pasa
sus días en un centro para discapacitados, cumpliendo una condena de
120 horas de trabajo comunitario, por abuso sexual.
Besos robados, propuestas indecentes, amantes... De Enrique VIII a John Kennedy abundan las historias de hombres de poder que terminan en problemas por cuestiones de polleras. El último caso lo protagoniza Paul Wolfowitz, tambaleando en el sillón del Banco Mundial por un asunto perfumado.
El beso que Ramon le estampó a la soldado le otorgó a la dirigencia israelí el récord de sufrir en menos de un año dos escándalos de tenor sexual. El otro, lo lidera Moshe Katzav, el presidente de Israel, de licencia desde enero, sospechado de violación y abuso sexual contra 4 colaboradoras. El Parlamento debate echarlo por la vía del juicio político.
John Prescott, el vicepremier de Tony Blair, tuvo que salir a capear un temporal cuando en 2006 salieron a flote detalles íntimos de una infidelidad de 2 años con su secretaria Tracey Temple. El tema escaló hasta un escándalo nacional, que casi lo deja con los pies afuera de Downing St.
A lo largo de nueve páginas del dominical Mail on Sunday, una Temple despechada y abandonada por su amante contó que con Prescott "lo hicieron" en su oficina; tras una misa por los caídos en Irak, y en una habitación de hotel, con "Mrs. Prescott" unos pisos más abajo. El vicepremier admitió la infidelidad pero aclaró: muchos detalles son "simplemente mentira".
Edwina Currie y John Major interpretaron su propia novela rosa. Eran ambos miembros del gobierno de Margaret Thatcher en los '80 —él, jefe del Tesoro, y ella, ministra de Salud— cuando se enredaron entre sábanas durante cuatro años hasta 1988. "No es solo sexo... Este hombre es muy especial y creo que está contento de que yo soy suya", escribió Currie en su diario personal, desparramado a lo largo de las páginas del Times, en 2002. Edwina negó que se tratara de una venganza. Pero admitió que "le dolió" que su ex amante no la incluyera en su autobiografía. Major, que llegó a ser premier en 1990, admitió al affaire.
David Blunkett, al frente de Interior, ocupaba el lugar de aliado Número uno de Blair en cuestiones tan incómodas como la guerra en Irak. Pero lo sorprendió el desprestigio cuando su vida privada se hizo pública en 2004. Cayó mal que hubiera usado su lugar de ministro para "apurar" el trámite de una visa para la niñera filipina de su ex amante, una norteamericana casada con un hijo y otro en camino, a los que Blunkett reclamaba como propios y la mujer se los negaba adjudicándoselos a su esposo.
Blunkett puso su renuncia sobre el escritorio de Blair en diciembre de 2004, solo para no desprestigiar al gobierno laborista, convencido de que no hubo nada impropio en su proceder.
Claro que no todo pasa en Gran Bretaña. El 22 de mayo de 1998, Zoilamérica Narváez Murillo escribió en Managua: "Afirmo que fui acosada y abusada sexualmente por Daniel Ortega Saavedra, desde la edad de 11 años". La acusación de esta mujer contra su padrastro, actualmente presidente de Nicaragua, sucumbió en los cajones de la justicia, en una causa que lleva el sello de "prescripta".
La existencia de Zaraí Toledo Orosco trascendió en Perú en plena campaña electoral de Alejandro Toledo para presidente, en 2001. No fue sino cuando sobrevino la amenaza de una prueba de ADN que Toledo —ya presidente— admitió que la niña era su hija extramatrimonial. Tarde. El rótulo de "irresponsable" se estampó en la frente del mandatario ante un pueblo que lo castigó con anoréxicos índices de popularidad durante buena parte de su gestión.
El año pasado, Alan García, demostró acaso que no todos los problemas con polleras pueden llegar a ser terremotos. En octubre de 2006, con la presidencia fresca entre los dedos, tuvo la cintura de anunciar en una cuidada escenografía que él era el padre de un bebé de 20 meses fuera de su matrimonio con la argentina, Pilar Nores. Un acierto el de García, pues no hubo escándalo, no hubo condena, no hubo renuncia.
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Besos robados, propuestas indecentes, amantes... De Enrique VIII a John Kennedy abundan las historias de hombres de poder que terminan en problemas por cuestiones de polleras. El último caso lo protagoniza Paul Wolfowitz, tambaleando en el sillón del Banco Mundial por un asunto perfumado.
El beso que Ramon le estampó a la soldado le otorgó a la dirigencia israelí el récord de sufrir en menos de un año dos escándalos de tenor sexual. El otro, lo lidera Moshe Katzav, el presidente de Israel, de licencia desde enero, sospechado de violación y abuso sexual contra 4 colaboradoras. El Parlamento debate echarlo por la vía del juicio político.
John Prescott, el vicepremier de Tony Blair, tuvo que salir a capear un temporal cuando en 2006 salieron a flote detalles íntimos de una infidelidad de 2 años con su secretaria Tracey Temple. El tema escaló hasta un escándalo nacional, que casi lo deja con los pies afuera de Downing St.
A lo largo de nueve páginas del dominical Mail on Sunday, una Temple despechada y abandonada por su amante contó que con Prescott "lo hicieron" en su oficina; tras una misa por los caídos en Irak, y en una habitación de hotel, con "Mrs. Prescott" unos pisos más abajo. El vicepremier admitió la infidelidad pero aclaró: muchos detalles son "simplemente mentira".
Edwina Currie y John Major interpretaron su propia novela rosa. Eran ambos miembros del gobierno de Margaret Thatcher en los '80 —él, jefe del Tesoro, y ella, ministra de Salud— cuando se enredaron entre sábanas durante cuatro años hasta 1988. "No es solo sexo... Este hombre es muy especial y creo que está contento de que yo soy suya", escribió Currie en su diario personal, desparramado a lo largo de las páginas del Times, en 2002. Edwina negó que se tratara de una venganza. Pero admitió que "le dolió" que su ex amante no la incluyera en su autobiografía. Major, que llegó a ser premier en 1990, admitió al affaire.
David Blunkett, al frente de Interior, ocupaba el lugar de aliado Número uno de Blair en cuestiones tan incómodas como la guerra en Irak. Pero lo sorprendió el desprestigio cuando su vida privada se hizo pública en 2004. Cayó mal que hubiera usado su lugar de ministro para "apurar" el trámite de una visa para la niñera filipina de su ex amante, una norteamericana casada con un hijo y otro en camino, a los que Blunkett reclamaba como propios y la mujer se los negaba adjudicándoselos a su esposo.
Blunkett puso su renuncia sobre el escritorio de Blair en diciembre de 2004, solo para no desprestigiar al gobierno laborista, convencido de que no hubo nada impropio en su proceder.
Claro que no todo pasa en Gran Bretaña. El 22 de mayo de 1998, Zoilamérica Narváez Murillo escribió en Managua: "Afirmo que fui acosada y abusada sexualmente por Daniel Ortega Saavedra, desde la edad de 11 años". La acusación de esta mujer contra su padrastro, actualmente presidente de Nicaragua, sucumbió en los cajones de la justicia, en una causa que lleva el sello de "prescripta".
La existencia de Zaraí Toledo Orosco trascendió en Perú en plena campaña electoral de Alejandro Toledo para presidente, en 2001. No fue sino cuando sobrevino la amenaza de una prueba de ADN que Toledo —ya presidente— admitió que la niña era su hija extramatrimonial. Tarde. El rótulo de "irresponsable" se estampó en la frente del mandatario ante un pueblo que lo castigó con anoréxicos índices de popularidad durante buena parte de su gestión.
El año pasado, Alan García, demostró acaso que no todos los problemas con polleras pueden llegar a ser terremotos. En octubre de 2006, con la presidencia fresca entre los dedos, tuvo la cintura de anunciar en una cuidada escenografía que él era el padre de un bebé de 20 meses fuera de su matrimonio con la argentina, Pilar Nores. Un acierto el de García, pues no hubo escándalo, no hubo condena, no hubo renuncia.
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Diario "Clarín" Buenos Aires, 29 de abril de 2007 |
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