Miércoles 03 de abril de 2013
Mil días para cumplir la promesa del milenio
Pasado
mañana, 5 de abril, el mundo alcanzará un momento decisivo en la
iniciativa más grande y más exitosa de la historia en materia de lucha
contra la pobreza: en un plazo de 1000 días se cumplirá la fecha
prevista para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
Esos
ocho objetivos concretos se fijaron en 2000, cuando se reunió en las
Naciones Unidas un número sin precedente de líderes y se acordó reducir a
la mitad la pobreza y el hambre a escala mundial, luchar contra el
cambio climático y las enfermedades, afrontar el problema del agua
insalubre y el saneamiento, ampliar el acceso a la enseñanza y aumentar
las oportunidades para las niñas y las mujeres.Hubo quienes se mostraron escépticos y pensaron que los ODM iban a ser dejados de lado por demasiado ambiciosos. Por el contrario, estos objetivos han contribuido a fijar prioridades mundiales y nacionales, a promover la adopción de medidas y a lograr notables resultados.
Entre 2000 y 2012, más de 600 millones de personas han salido de la pobreza extrema, lo que supone una reducción del 50%. Un número sin precedente de niños asisten a la escuela primaria, y por primera vez el número de niñas equivale al de niños. Se ha reducido la mortalidad materna e infantil. Gracias a la realización de inversiones específicas en la lucha contra la malaria, el sida y la tuberculosis, se ha salvado la vida de millones de personas. Solamente en los últimos seis años, en África se ha reducido en un tercio la cantidad de muertes como consecuencia del sida.
Sin embargo, hay objetivos y metas en los que se debe avanzar mucho más. Todavía hay demasiadas mujeres que mueren durante el parto, a pesar de que se dispone de los medios para salvarlas. Aún existen demasiadas comunidades que carecen de infraestructura sanitaria básica, por lo que el agua insalubre se convierte en una amenaza de muerte. En muchas partes del mundo, tanto ricas como pobres, aumentan las desigualdades. Todavía hay muchos que siguen quedándose atrás.
Para agilizar el proceso, la comunidad internacional debe adoptar ahora cuatro medidas.
En primer lugar, potenciar el éxito mediante inversiones estratégicas y específicas que tengan un efecto multiplicador y que impulsen la obtención de resultados en todos los demás ámbitos: un millón de trabajadores de salud comunitaria en África que presten servicios en zonas de difícil acceso y eviten que las madres y los niños mueran de enfermedades fácilmente prevenibles o tratables; mayores niveles de inversión en saneamiento; acceso universal a los servicios de salud primarios, incluida la atención obstétrica de emergencia, y suministros suficientes para hacer frente al sida y a la malaria.
Asegurar la igualdad de acceso a la enseñanza, los cuidados médicos, la nutrición y las oportunidades económicas para las mujeres y las niñas constituye uno de los principales factores que impulsan el progreso en todos los objetivos.
En segundo lugar, prestemos atención a los países más pobres y vulnerables, donde residen unos 1500 millones de personas. Con frecuencia afectados por hambrunas, conflictos, mala gobernanza y violencia de la criminalidad organizada a gran escala, a estos países les está costando mucho realizar progresos a pesar de que se esfuerzan al máximo. Muchos de ellos no han alcanzado ni siquiera uno de los ODM. Al invertir en regiones como el Sahel, el Cuerno de África y Asia Central, podemos promover un círculo virtuoso de desarrollo económico, seguridad humana y consolidación de la paz.
En tercer lugar, debemos cumplir los compromisos financieros. Los presupuestos no pueden equilibrarse a expensas de los más pobres y los más vulnerables. Ello resulta inaceptable desde el punto de vista ético y no ayuda ni al donante ni al beneficiario de la ayuda. Pese a la austeridad que reina en estos tiempos, numerosos países han dado ejemplo al cumplir sus compromisos. También entre las economías emergentes se están presentando nuevos donantes. Hemos de encomiar esos esfuerzos y alentar a que se realicen más.
En cuarto lugar, la marca de los 1000 días debería ser un llamado a la acción en pro de un movimiento global, desde los gobiernos hasta las organizaciones de base, cuyo papel ha sido tan decisivo para alcanzar el éxito. También hemos de aprovechar en toda su amplitud el poder de la tecnología y de los medios sociales. Se trata de oportunidades que no existían cuando se formularon los objetivos de esta iniciativa de lucha contra la pobreza en los albores del siglo.
Los ODM han demostrado que los objetivos de desarrollo mundial focalizados pueden marcar una profunda diferencia. Pueden movilizar, unir y motivar. Pueden también impulsar la innovación y cambiar el mundo.
El éxito que se obtenga en los próximos 1000 días no sólo mejorará la vida de millones de personas, sino que supondrá un mayor impulso a la planificación para después de 2015 y para hacer frente a los desafíos que plantea el desarrollo sostenible.
Aún queda mucho por hacer. Sin embargo, al contemplar la próxima generación de objetivos de desarrollo sostenible, es motivo de profunda inspiración saber que los Objetivos de Desarrollo del Milenio han demostrado que, cuando existe voluntad política, poner fin a la pobreza extrema es una meta alcanzable y que está a nuestro alcance.
Saqueamos lo mejor de nosotros mismos en los próximos 1000 días y cumplamos nuestra promesa del milenio.
© LA NACION.
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