Diario "La Nación". Buenos Aires, 17 de diciembre de 1999
Se revelan más grabaciones clandestinas de Nixon
Habla el poder
La
democracia no es para africanos ni para latinos, y la Argentina es una
tragedia. Esto opinaban el presidente de EE.UU. y Henry Kissinger, según
las cintas que registran más de 400 horas de conversaciones privadas en
la Casa Blanca, entre febrero y julio de 1971, y que el Estado
norteamericano acaba de poner a disposición del público.
WASHINGTON.-
DIA 8 de abril de 1971. Salón Oval de la Casa Blanca. El presidente
Richard Nixon conversa con Alexander Haig, del Consejo Nacional de
Seguridad. Siete micrófonos, cinco escondidos en el escritorio de Nixon y
otros dos en la chimenea, registran el diálogo.
De pronto, se se escucha con claridad cómo Nixon insulta a Juan Domingo
Perón, mientras se refiere a la situación política de los países de
América latina: "¡Qué diablos es América latina!; Colombia, ¿tienen que
cambiar de partido cada cuatro años?; México es un sistema de un solo
partido; Venezuela..., y el resto es caos, con la excepción de Brasil,
que tiene relativa estabilidad...; la Argentina, eso es una tragedia,
tragedia porque, maldito sea, tendría que ser el segundo mejor después
de Brasil y de repente, ese hijo de puta de Perón dejó... dejó...
residuos".
Alejandro Agustín Lanusse había asumido la presidencia de facto el 26 de marzo de 1971, mantenía negociaciones secretas con Perón en Madrid, por intermedio del coronel Francisco Antonio Cornicelli, y preparaba una apertura política. Las dictaduras militares predominaban en los países de América latina.
En una conversación anterior, del 5 marzo de 1971, Nixon había hecho explícita ante Haig y el director de la Central de Inteligencia Americana (CIA), Richard Helms, cuál debía ser la política de los Estados Unidos:
"Creo que debemos apoyar a quienes sean nuestros amigos en el mundo. Creo que en la mayoría de los países de América latina... no digo dictaduras, ésa es una palabra horrible, y les sonaría mal a los norteamericanos, pero un liderazgo fuerte es esencial. De Gaulle lo comprobó. Francia es un país latino, y hasta Francia, con toda su sofisticación, no pudo manejar una democracia; Italia..., España... y ningún país de América latina que yo conozca puede... con la excepción de Colombia".
"Me alegra escuchar eso", intervino el director de la CIA, que minutos antes le había aconsejado que mantuviera "la línea dura" frente a la Cuba de Fidel Castro. Y agregó: "Señor presidente, después de lo que pasó en Chile, es aún más recomendable mantener la línea dura con Cuba... Me temo que América latina se va a caer de todas maneras..., pero se expandirá por la región a mucha más velocidad".
Nixon, como vicepresidente de Dwight David Eisenhower, había participado de la planificación inicial del desembarco en la Bahía de los Cochinos, la invasión a Cuba que llevó adelante la administración de John Fitzgerald Kennedy, en 1961, y que resultó un fiasco para los Estados Unidos. En la conversación con Helms, Nixon le aplica a Cuba la lógica de la Guerra Fría:
"Sobre Cuba, mis convicciones son muy fuertes: no podemos dejar que ningún país de América latina siga el ejemplo de Cuba. Como están ahora las cosas podemos esperar que Chile sea el próximo en caer. Los problemas en Cuba son enormes..., hay pocas chances de revertir esa revolución. Pero si tiramos la toalla en Cuba, el efecto en el resto de América latina sería un incentivo para que los comunistas, los marxistas y otros intenten nuevas revoluciones".
Salvador Allende había ganado las elecciones en Chile y para el director del Consejo Nacional de Seguridad de Nixon, Henry Kissinger, con el triunfo socialista surgía un nuevo régimen comunista que podía provocar un efecto dominó en la región.
El 11 de junio de 1971, Kissinger, que no sabía que Nixon había montado un sistema de grabaciones clandestinas en su despacho, desarrolló su teoría sobre el gobierno de Allende:
"Señor presidente, él está yendo hacia un sistema de un solo partido... Cuando tuvimos esa reunión en el Ex-Im Bank, pregunté si se está moviendo de manera más lenta a lo esperado, y todo el mundo estuvo de acuerdo en que se está moviendo rápido... Está ganando control de la prensa, aisló a los militares..., los neutralizó... Nunca más habrá una elección libre en Chile".
Cuando le tocó, años más tarde, declarar ante la comisión del Congreso que investigó la participación de los Estados Unidos en el golpe de 1973 -que inauguró la dictadura que encabezó Augusto Pinochet hasta 1990-, Helms dijo que Nixon "quería que se hiciera algo, y no le importaba mucho cómo".
Kissinger -según relata el académico Peter Smith en el libro Los talones del águila, que trata sobre las relaciones entre los Estados Unidos y América latina- puso en marcha un comité integrado por diversas agencias del gobierno.
El comité diseñó dos planes: uno consistía en reinstalar como presidente al demócrata cristiano Eduardo Frei, al que la Constitución le impedía una reelección; el otro, habilitaba "la promoción de un golpe de Estado". En ese marco, Nixon exigió la adopción de medidas que "asfixiaran" la economía chilena.
En la conversación del 11 de junio de 1971, Kissinger le comenta a Nixon una gestión que funcionarios de la administración habían realizado ante el Ex-Im Bank, reclama una política "más dura" y propone utilizar como "excusa" un asesinato que había ocurrido dos días antes, el de Edmundo Pérez Zujovic, fundador de la democracia cristiana chilena:
"Les dijimos que podían imponer condiciones a los chilenos, vinculadas con cuestiones políticas... si no ceden con las expropiaciones (...) Con Chile, yo siempre seré partidario de una línea más dura. Tenemos una buena excusa ahora, porque se produjo el asesinato de un dirigente del ala derecha de la democracia cristiana, y los hijos de puta nos están echando la culpa a nosotros (...) Le están echando la culpa a la CIA... Era uno de los que más nos apoyaba, y lo usaron (al asesinato) para imponer una ley marcial y lanzar un ataque violento. Entonces creo que deberíamos usar esto como pretexto".
En una de las grabaciones que transcribió el diario The Washington Post, Nixon afirma que Kissinger, que en 1973 llegaría a ocupar al mismo tiempo los puestos de secretario de Estado y director del Consejo Nacional de Seguridad, es el hombre que mayor influencia tiene sobre sus decisiones.
Kissinger no tenía una buena relación con Haig, que era su segundo en el Consejo Nacional de Seguridad. Haig ocuparía luego el puesto de jefe de asesores de Nixon, y la Secretaría de Estado en la gestión de Ronald Reagan, durante la cual intentó mediar en el conflicto entre el Reino Unido y la Argentina por las islas Malvinas.
En el último volumen de sus memorias, Años de renovación , Kissinger explica que la base de su estrategia hacia América latina consistía en entablar "una relación especial" con Brasil, que tiene "los recursos y la población para convertirse en una de las potencias del mundo".
El 27 de julio de 1971, John Bowden Connally, el secretario del Tesoro, le comenta a Nixon que el titular de la comisión de relaciones exteriores del Senado, el demócrata Frank Church, había criticado a la administración por mantener buenas relaciones con Emilio Garrastazú Medici, que lideraba el régimen militar brasileño.
El gobierno de Medici, que se extendió desde 1969 hasta 1974, estuvo marcado por una fuerte represión contra la oposición, censura a la prensa, y también por un crecimiento económico espectacular, conocido como "el milagro brasileño".
Nixon se indignó con las críticas del senador Church:
"¿De qué está hablando? (...) Nos vamos a llevar bien con Brasil, que es un país amigo, nos vamos a llevar bien con cualquier país que se lleve bien con nosotros. Nuestro juicio sobre los países no está basado en sus sistemas (políticos) internos, sino en lo que hacen con relación a los Estados Unidos. No me importa un comino lo que hace el hijo de puta de Castro (en Cuba), el problema es lo que nos hace a nosotros".
En otra de las grabaciones, se escucha a Kissinger cuando le dice a Nixon que la administración tiene que tratar mejor a Brasil, porque "han estado siempre de nuestro lado, tienen un gobierno que esencialmente es pro Estados Unidos".
El director del Consejo Nacional de Seguridad se queja de que la división de América latina del Departamento de Estado no quiere construir una buena relación con Brasil "porque tienen un régimen militar", y le pide a Nixon que designe a nuevos funcionarios en esos cargos.
La voz de Kissinger, que sin saberlo solía sentarse frente a uno de los micrófonos del Salón Oval, también se escucha en una reunión del 17 de junio de 1971, cuando interrumpe a Donald Kendall, un empresario de Pepsi que era muy amigo de Nixon.
Kendall se estaba refiriendo a Grecia y Kissinger acotó que el desempeño de la economía brasileña también era muy elogiable. El empresario siguió adelante con una comparación entre Grecia y la Argentina.
"Pero en Grecia, la economía está en un boom . Están encaminados, y si se pueden olvidar de las elecciones por un tiempo, el país estará de nuevo en la ruta económica. Y eso no pasará en la Argentina, que es un ejemplo típico... redujeron la inflación del 30 al 7 por ciento, pero el gobierno se debilitó, dijeron que no podían mantener la política, y en doce meses volvieron al 30 por ciento."
Otra referencia a la Argentina de las 134 grabaciones de Nixon desde febrero de 1971 hasta julio del mismo año que el Archivo Nacional hizo públicas la semana última, surge de una conversación del presidente con el secretario del Tesoro.
Connally le plantea al presidente que la administración debería mejorar sus relaciones con los países de América latina, "en particular con los de origen europeo", y en "especial" con la Argentina:
"Le tenemos que decir a esta gente en forma directa, le tenemos que decir a la Argentina: miren, no los vamos a tratar como tratamos a Honduras ".
El concepto de Nixon -que asumió la presidencia de los Estados Unidos en enero de 1969, fue reelegido en 1972 y tuvo que renunciar dos años más tarde por el escándalo Watergate- sobre la Argentina está sintetizado en una frase:
"Si Brasil, el país más grande, tiene éxito, mantendremos a la Argentina en línea".
La frase que sigue está borrada de la cinta que puede consultar el público. El Archivo Nacional sacó de las cintas los tramos que podrían dañar la seguridad nacional, violar la privacidad o revelar secretos comerciales, y sólo dejó en las guías temáticas una indicación genérica de lo que no se puede escuchar, que en este caso dice: "Argentina".
Darle prioridad a la relación con Brasil era una idea de Kissinger, que en el último volumen de sus memorias admite en una nota al pie de página que sólo se familiarizó con la Argentina después de dejar sus cargos en los gobiernos de Nixon y de Gerald Ford.
Kissinger viajó por primera vez a América latina como secretario de Estado en 1976, durante la administración Ford, y luego de tres postergaciones.
"Como muchos de mis contemporáneos, yo sufría de una perspectiva geográfica distorsionada: Londres, París, Roma, Bonn, parecían cerca; la ciudad de México, lejana; Río de Janeiro y Buenos Aires, fuera de mi alcance", dice en Años de renovación . "Mis primeras impresiones sobre América latina estuvieron profundamente moldeadas por Nelson Rockefeller", sigue.
Tras asumir su primer mandato como presidente, Nixon le encargó a Rockefeller, que había sido su rival en el partido republicano, un informe sobre las relaciones entre los Estados Unidos y América latina.
"Las semillas de la anarquía se expanden por todo el hemisferio", y "un nuevo tipo de militares" emerge como "la principal fuerza para un cambio social constructivo" en la región, reportó Rockefeller.
El académico Smith escribió que el informe fue parte de un proceso por el cual "la aceptación en Washington de las dictaduras se hizo aún más explícita durante la administración Nixon".
Entre las fuerzas "emergentes", Rockefeller mencionó a las mujeres, a los estudiantes, y a los jóvenes curas de la Iglesia Católica "que son vulnerables a la penetración subversiva".
En su conversación con Kissinger y el director de la CIA del 5 de marzo de 1971, Nixon habla del "deterioro" de la Iglesia Católica:
"El hecho más importante, en términos ideológicos, de los últimos diez años, en mi opinión, es el deterioro de la Iglesia Católica... Soy un gran admirador de la Iglesia Católica... En América latina hay un tercio de marxistas, un tercio está en el centro, y el otro tercio es católico... En los tiempos que corren ya no podemos contar con las viejas épocas de la Iglesia Católica (...) ¡Qué le está pasando a la Iglesia!".
Nixon había visitado varios países de América latina en mayo de 1958. El motivo original de la gira del entonces vicepresidente de Eisenhower fue representar a los Estados Unidos en la asunción de Arturo Frondizi.
Pasó por la Argentina, Paraguay -que entonces estaba bajo el mando de Alfredo Stroessner-, Ecuador y Colombia, sin mayores inconvenientes. Pero en Perú, en primera instancia, y en Venezuela después, lo recibieron con manifestaciones violentas que nunca olvidaría, sobre todo el episodio en Caracas donde temió que dieran vuelta el auto que lo transportaba.
"Fue un viaje muy traumático para Nixon, un viaje que moldeó sus impresiones sobre América latina. Desde su punto de vista, era una región no civilizada, que no importaba para las relaciones entre las grandes potencias del mundo. Como lo único que le preocupaba era la amenaza comunista, desde su perspectiva, la solución eran los regímenes militares fuertes", dijo Smith a La Nación desde la Universidad de California, San Diego, donde dirige el programa de estudios latinoamericanos.
En una conversación con Haig, del 11 de mayo de 1971, Nixon, que está hablando sobre la prostitución, las drogas y la corrupción en Vietnam, salta de pronto a América latina:
"Esperamos demasiado de esta gente, después de todo lo que pasaron, no podemos esperar que tengan elecciones libres de un día para el otro (...) Por Dios, miremos a América latina, todos tienen constituciones como la americana (...) Pero nombren a un país que no esté muerto... en este momento, el único país más o menos es Brasil, y Brasil está bajo una dictadura, mi Dios, los chilenos se están yendo por el tubo, los peruanos están cayendo, los bolivianos ya se fueron, Paraguay, por su puesto, es una dictadura... la Argentina es una mierda, Colombia, buu, buu... Venezuela lo va a lograr, por el petróleo... Gobernar no es fácil... tomemos a Africa negra, por ejemplo... todos esos países nuevos (...), no hay ninguno que tenga una democracia constitucional, y no la van a tener por cientos de años. Y no es porque son negros. Los blancos en Gran Bretaña, por Dios, se mataron entre ellos durante cientos de años, les tomó mucho tiempo llegar hasta este punto. Los franceses tuvieron una revolución, como nosotros... Se habla de la superioridad de los blancos, y es el hecho de que la gente, en diversos estadios del desarrollo, se tiene que dar cuenta de que la mejor forma de gobierno es la democracia constitucional, pero para llegar hasta ahí hará falta mucho tiempo". .
Predilección por los dictadores
Por Joseph A. Page
Especial para La Nación
Especial para La Nación
WASHINGTON.-
CUANDO el presidente Richard M. Nixon aprobó la grabación subrepticia
de las conversaciones que tenían lugar en el Salón Oval de la Casa
Blanca, su propósito era el de preservar materia prima que él luego
utilizaría en la redacción de sus memorias (escritos que influirían en
la apreciación histórica de su presidencia). Nunca pudo haber imaginado
que el descubrimiento accidental de las grabaciones llevaría
directamente a su caída.
Tampoco pudo haber pasado por la cabeza de Nixon que esas conversaciones
grabadas iban a influir profundamente la versión histórica de maneras
malignas. Las cintas muestran sus actitudes y opiniones sin censura ni
pulido. Asimismo, abren una ventana hacia su personalidad cuando, por
ejemplo, presentan su propensión a lanzar torrentes de pensamientos
desconectados, muchas veces teñidos con el lenguaje más vulgar (un vicio
que sorprendió a muchos de sus admiradores que nunca lo habían conocido
en privado).
Los comentarios de Nixon sobre América latina en general y sobre la Argentina en particular, que han salido a la luz a raíz de un admirable trabajo de investigación periodística, son un tanto incoherentes, pero útiles para el análisis de su pensamiento estratégico respecto del continente.
Sus comentarios sobre la Argentina sugieren que esa nación apenas figuraba en su pantalla de radar. Reflejan la frustración que tanto argentinos como extranjeros comparten respecto de la incapacidad de la Argentina para alcanzar su potencial, y añaden un improvisado comentario derogatorio sobre Juan Perón, refiriéndose, aparentemente, a la condición en que Perón dejó a su patria en 1955.
La falta de interés de Nixon por la Argentina salta a la vista de una manera más cabal en sus Memoirs (Memorias), cuando describe en más detalle su viaje de 1958 a América del Sur, sin hacer mención alguna sobre su visita a Buenos Aires, durante la cual asistió a la asunción de Arturo Frondizi a la presidencia (excepción hecha de la observación históricamente inexacta de que Frondizi había "salido triunfador en las primeras elecciones libres en veinte años").
Las grabaciones muestran su preocupación por Brasil y reflejan el pensamiento de Henry Kissinger, que creía que el régimen militar instalado en Brasilia era la clave de la estabilidad del continente, pues ese "policía" poderoso cumpliría fielmente los mandatos de sus aliados en Washington. La Argentina y Chile eran irritaciones menores (aunque el comentario ultrajante de Kissinger de que "Chile es un puñal que apunta al corazón de la Antártida" cedería lugar a expresiones de pánico cuando Salvador Allende se instaló en La Moneda).
Las grabaciones también ilustran la preocupación de Nixon respecto de que América latina era un frente importante en la Guerra Fría contra el comunismo internacional. Esta idea provenía, en parte, de su experiencia personal de 1958, cuando los estudiantes de Lima lo escupieron y su automóvil fue atacado mientras recorría Caracas, las dos últimas etapas de su gira, y el presidente Eisenhower debió enviar tropas norteamericanas al Caribe para que estuvieran listas para rescatarlo, en caso de necesidad.
Nixon pensaba que los jóvenes que participaron en estas confrontaciones desagradables seguían órdenes dictadas por Moscú. Sin embargo, otros observadores más astutos han opinado que la hostilidad que Nixon debió enfrentar era en gran medida debida al abandono por parte de los Estados Unidos de la Política del Buen Vecino, y al apoyo o tolerancia demostrada a tiranos amigos de su país (Marcos Pérez Jiménez, uno de ellos, acababa de ser derrocado en Venezuela).
Más aún: las grabaciones demuestran que Nixon sentía una afinidad hacia los dictadores fuertes y autoritarios que podían imponer orden y progreso en los países del Tercer Mundo que no estaban listos para la democracia porque, con el tiempo, ellos se convertirían en gobiernos constitucionales. De lo que Nixon no se daba cuenta era de que estos gobiernos de facto no podrían mantener el orden ni detener el caos y terminarían siendo un mayor incentivo para que se buscara la salida democrática, una lección que, en la década de 1980, nos enseñaron la Argentina y Brasil.
Page es autor de Perón: una biografía (Grijalbo) y Brasil: El gigante vecino (Emecé), y profesor de derecho en la Universidad de Georgetown en Washington. .
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Nadie confiaba en las elecciones
Por Félix Luna
Especial para La Nación. Buenos Aires, 17 de octubre de 1999.
Especial para La Nación. Buenos Aires, 17 de octubre de 1999.
HACIA 1971, varios problemas graves oscurecían el futuro de los
argentinos. En primer lugar, la violencia. No sólo los atentados
cometidos por las organizaciones guerrilleras, sino la constatación de
que muchos sectores sociales, sobre todo los más jóvenes, veían en el
ejercicio de la violencia el único instrumento de cambio, la vía
necesaria hacia una transformación poco definida pero sentida
intensamente. Para una sociedad moldeada en una tradición bastante
pacífica -al menos durante los últimos cien años- éste era un dato que
llenaba de pesar e incertidumbre a muchos compatriotas.
El tema estaba mixturado con la demorada salida electoral. El sistema de facto
inaugurado por Onganía en 1966 hacía agua por todos lados y quien lo
presidía por entonces, el general Lanusse, buscaba arduamente una
solución que excluyera una eventual vuelta de Perón al poder y, si fuera
posible, una fórmula que lo incluyera como candidato asentido por la
mayoría. Pero sus esfuerzos se estaban haciendo vanos, y lenta,
firmemente, todo indicaba que se marchaba hacia elecciones
incondicionales, sin proscripciones y sin acuerdos. Es decir, comicios
para la victoria peronista.
Entre tanto, una moderada inflación prestaba a la economía un delicioso mareo, como una copa de champagne estimulante y propicia a todas las audacias. La deuda externa era irrelevante. El Estado seguía siendo lento e hipertrofiado, pero nadie se inquietaba por ello.
El problema de fondo es que nadie confiaba mucho en la democracia. Desde 1930 había estado manchada por el fraude electoral. Desde 1945, por el autoritarismo y la exclusión de los opositores. Desde 1955, por la proscripción del peronismo, la injerencia de las Fuerzas Armadas y la consecuente debilidad de los gobiernos constitucionales. Entonces, democracia, ¿para qué? ¿Para una nueva experiencia frustrada? Por otra parte, los partidos políticos ofrecían el menú de siempre, el gobierno de Lanusse sólo había podido generar una personalidad relativamente atractiva, Francisco Manrique, y el peronismo cifraba la solución de todos los problemas en el mesiánico regreso de su líder.
Pero los argentinos disponemos de una gran capacidad para pasar a segundo plano las cosas que nos preocupan. Finalmente, el país seguía andando. Todos nos alegramos cuando Carlos Monzón retuvo su corona frente a Nino Benvenuti.
Todos los que alguna vez se conmovieron recitando "Puedo escribir los versos más tristes esta noche" se identificaron con el premio Nobel otorgado este año a Pablo Neruda. Se leía el diario La Opinión, aparecido en mayo, que marcaba un nivel nunca visto en el periodismo argentino. Se miraba como un hecho auspicioso el acercamiento entre los Estados Unidos y China, promovido por el presidente Nixon y ejecutado por Henry Kissinger. Y algunos con entusiasmo, otros con aprensión, la experiencia socialista que se empezaba a vivir en Chile con Salvador Allende atraía la atención de todos.
Y eran muy pocos los que podían imaginar las tremendas ordalías que habría de flagelar a la Argentina en los años siguientes. .
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Diario "La Nación". Buenos Aires, 17 de octubre de 1999.
Se revelan más grabaciones clandestinas de Nixon
Paredes que escuchan
WASHINGTON.-
LOS grabadores estaban escondidos en el subsuelo de la Casa Blanca. Tan
sólo algunos miembros del servicio secreto y unos pocos asesores sabían
que Richard Nixon había decidido registrar todas las conversaciones que
tenían lugar en su despacho. El sistema empezó a funcionar en febrero
de 1971.
Había siete micrófonos en el Salón Oval, y otros dos en la sala de
reuniones del gabinete, ubicados debajo de la mesa, cerca del asiento
que ocupaba Nixon. Todos los teléfonos que usaba el presidente, en su
despacho principal, y en el edificio ubicado junto a la Casa Blanca,
llamado Old Executive Building, estaban pinchados . En mayo de
1972, Nixon ordenó al servicio secreto que también instalara micrófonos
en la residencia de fin de semana, Camp David.
Salvo en la sala de reuniones del gabinete, donde operaba en forma manual, en el resto de los casos, el sistema de grabaciones se activaba en forma automática con la voz de Nixon, y se detenía treinta segundos después de que el presidente dejaba el despacho. El sistema funcionó hasta agosto de 1974, cuando Nixon, antes que enfrentar un juicio político por el escándalo Watergate, decidió renunciar.
Los archivos nacionales pusieron a disposición del público la semana última 3646 conversaciones, que suman 443 horas de grabaciones, que varían en su calidad. Las conversaciones telefónicas son las que mejor se escuchan; en el resto, la claridad del diálogo depende de la ubicación de la persona que está hablando respecto de los micrófonos, y también de los ruidos externos.
El equipo que trabaja con las cintas de Nixon elaboró una guía temática de las conversaciones, pero no producirán transcripciones oficiales por la cantidad de material y porque calculan, dada la calidad, que cada hora de grabación demandaría diez horas de trabajo para la transcripción.
Algunos tramos de las conversaciones fueron utilizados durante el Watergate, pero la entrega de 443 horas de cintas grabadas entre el 16 de febrero de 1971 y el 30 de julio de 1971 fue la primera desclasificación amplia que produjeron los archivos nacionales, luego del acuerdo judicial alcanzado en 1996 con los descendientes de Nixon, que falleció en abril de 1994. Todos los que participan de las conversaciones fueron notificados antes de que las cintas quedaban a disposición del público. .
M.O.
No hay comentarios:
Publicar un comentario