Desde el aire, cinco años después de la explosión
en un pozo de British Petroleum (BP), el golfo de México luce limpio,
verde, lleno de vida, en un reflejo de la fuerza de la naturaleza, pero
lo que se ve debajo de la superficie no es nada alentador.
El 20 de abril 2010 un escape provocó una explosión
en la plataforma petrolífera semisumergible Deepwater Horizon (de BP),
que fue seguida por un incendio. Dos días más tarde se hundió causando
la muerte de once trabajadores. El escape se produjo durante las
prospecciones del yacimiento de Macondo del Golfo de México, debido a un
sellado parcial del pozo petrolífero.
La fuga fue obturada recién el 5 de agosto de ese año.
Datos del gobierno y numerosos estudios
científicos revelan problemas. Todavía hay manchas de petróleo en el mar
y en los pantanos de la bahía Barataria abundan los bultos con
alquitrán. Las muertes de delfines se han más que triplicado. Las
tortugas marinas casi no anidan desde el derrame. Algunos peces han
desarrollado enfermedades cutáneas y otras internas. Los corales de
aguas profundas también han sido afectados.
En algunos casos la conexión con el derrame de BP
es clara, en otros resulta más difícil demostrar una relación directa
con el derrame de millones de litros de petróleo durante 87 días.
“La naturaleza respondió bien a un gran desafío.
Debemos considerarnos afortunados”, sostuvo Chris Reddy, del Instituto
Oceanográfico Woods Hole, pero agregó que “lo que preocupa es las cosas
que no vemos”.
Para analizar la salud del golfo de México la
Associated Press entrevistó a 26 científicos marinos, quienes dijeron
que, en términos generales, la salud del golfo se resintió en un 12%.
Coincidieron en que antes del derrame, la salud merecía 73 puntos en una
escala del 0 al 100 y en que ahora recibe 65. Las áreas más afectadas
son las de los delfines, las ostras, las tortugas marinas, los pantanos y
el lecho marino.
The Associated Press entrevistó asimismo a más de dos decenas de científicos de otros campos.
“El derrame fue, y sigue siendo, un desastre”,
declaró la profesora de ciencias marinas de la universidad Oregon State
Jane Lubchenco, quien era la directora de la Administración Nacional del
Océano y la Atmósfera cuando se produjo el derrame. “El petróleo es
algo feo. Si, el Golfo tiene un gran poder de supervivencia, pero
recibió un golpe muy duro”.
BP difundió en marzo un informe de 40 páginas
según el cual el golfo se había recuperado mayormente y que menos del 2%
de los sedimentos de las aguas y el lecho marino exceden los límites de
toxicidad del gobierno.
“La información recogida hasta ahora indica que la
catástrofe ambiental que muchos temieron no se ha producido y que el
golfo se recupera más rápidamente de lo esperado”, sostuvo el portavoz
de BP Geoff Morrell, vicepresidente de la empresa, en un correo
electrónico. “Esto se debe en buena medida al poder de regeneración del
golfo, a procesos naturales y a la efectiva respuesta y la limpieza
realizada por BP siguiendo directivas del gobierno federal”.
De hecho, algunos expertos se muestran
sorprendidos por la recuperación del golfo. Samantha Joye, de la
Universidad de Georgia, dijo que en 2010 visitó un sector que “había
sido muy golpeado”, en el que no se veían animales de ningún tipo. El
año pasado regresó y encontró un panorama muy distinto. “Me puse a
bailar al ver cosas vivientes en el fondo del mar”’, relató. “El sistema
es muy fuerte. Gracias a Dios por eso. El gran interrogante es si va a
volver a ser lo que era, y eso no se sabe por ahora”.
El gobierno nacional no cree que el golfo se haya recuperado tanto.
“Obviamente no está tan saludable como antes”,
dijo el jefe del cuerpo de científicos de la Administración Oceánica y
Atmosférica Richard Spinard, quien recuerda la muerte de delfines y de
otros peces y los problemas en el lecho marino.
Los delfines han estado muriendo a un ritmo récord
en partes del golfo desde el derrame de BP, según la Administración y
otros científicos. Entre 2002 y 2009 hubo un promedio de 63 delfines
muertos por año. En 2010 hubo 125 y al año siguiente 335.
Desde abril de 2010 ha habido un promedio de más
de 200 muertes por año, la mayor cantidad jamás registrada en el golfo.
Pero la epidemióloga Stephanhie Venn-Watson, de la Fundación de
Mamíferos Marinos, dijo que las muertes están mermando.
Los anidamientos de tortugas marinas se redujeron
un 40% en un año, en 2010. “Nunca habíamos visto una caída tan
pronunciada”, expresó Selina Saville Heppell, profesora de la
Universidad Estatal de Oregon. La población repuntó en 2011 y 2012, para
volver a decrecer los dos años siguientes.
No hay suficiente información que vincule esa
reducción al derrame, “pero es una coincidencia notable, ¿no les
parece?”, dijo Heppell.
El científico marino de la Universidad del Sur de
la Florida Steve Murawski observa tumores, lesiones y otros rastros del
petróleo en los órganos de peces como el pargo rojo, anguilas y, sobre
todo, el pargo rayado. Carcinógenos asociados con el petróleo parecen
haber penetrado la piel de estos peces, afirmó.
“Los peces de aguas profundas siguen siendo afectados”, dijo Joye. “Tienen petróleo en el hígado”.
Ha habido por lo menos dos estudios de la
población de aves en la bahía de Barataria, importante escala en las
migraciones de distintas especies. Esos estudios no encontraron
problemas obvios.
El petróleo bañó unos 1.000 kilómetros de pantanos
en Luisiana, en los que aparecen con frecuencia masas de alquitrán. No
se permite pescar en partes de la bahía.
Una importante isla de manglares donde había
colonias de aves casi desapareció debajo del agua. Imágenes satelitales
muestran que ha desaparecido más de 30 centímetros en los bordes de los
manglares. Los científicos han detectado contaminantes del petróleo en
plantas y animales. BP sostiene que “solo poco más de un kilómetro sigue
registrando grandes cantidades de petróleo”.
Hubo intensas limpiezas y cuesta encontrar
petróleo en las arenas blancas de la Florida, Alabama y Mississippi,
pero hay sitios, sobre todo en el sur de Luisiana, donde se observan
extensas alfombras de petróleo que comprometen los depósitos de arena en
un ecosistema frágil que se ve amenazado por la crecida de los mares,
los huracanes y una serie de acciones del hombre.
El gobierno dijo que fueron derramados unos 651
millones de litros (172 millones de galones) y la cifra es aceptada por
la comunidad científica. BP afirma que fueron unos 378 millones (100
millones de galones).
Un juez federal partió la diferencia y dijo en
enero que se habían derramado 507 millones de litros (134 millones de
galones).
“No todo el petróleo ha desaparecido”, expresó
Marcia McNutt, ex directora del Geological Survey. Su equipo calculó que
la mayor parte se evaporó, disolvió o dispersó. Otros dos estudios de
científicos prestigiosos revelaron que quedan unos 38 millones de litros
(10 millones de galones) en el lecho marino, algo que BP no acepta.
“Lo vi, tenemos videos”, aseguró Joye, de la Universidad de Georgia.
Spinrad, de la Administración Oceánica y
Atmosférica, dijo que el gobierno espera terminar su análisis de la
salud del Golfo luego de cinco años hacia fines de 2015, por lo que es
demasiado temprano para sacar conclusiones finales. Hizo notar que a
veces los problemas tardan mucho en aparecer. Los científicos detectaron
una reducción en la población de arenques recién 10 años después del
derrame de Exxon Valdez en 1989.
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