Diario "Clarín". Buenos Aires, 2 de junio de 2013.
Las calles de
Estambul parecían zona de guerra ayer después de dos días de una intensa
batalla callejera entre grupos de civiles y la policía por un problema
menor que derivó en una de las mayores protestas antigubernamentales en
la historia reciente de Turquía.
Este sábado, tanto en esa ciudad
turística como en la capital Ankara y otras urbes importantes del
gigantesco país asiático, se reproducían las protestas en demanda de la
renuncia del primer ministro Tayyip Erdogan con el coro repetido de “ abajo el islamismo fascista”.Diarios locales y del exterior se apuraron en caracterizar el imprevisto movimiento como el inicio de una “primavera turca” en alusión al movimiento republicano de ese nombre que cambió desde 2011 el rostro de numerosos países árabes derrumbando durísimas dictaduras. La crisis en Turquía ha dejado ya centenares de detenidos, un número no precisado de heridos y multitud de versiones sin confirmar sobre la existencia de víctimas fatales. La información es limitada porque el gobierno no la brinda, en el país rige una fuerte censura y además se ha prohibido a los hospitales difundir partes médicos relacionados con este episodio.
La protesta se inició en Estambul en el plaza Taksim, por el rechazo del público a la construcción en ese paseo, uno de los pocos espacios verdes de la ciudad, de un centro comercial. Se trata de una iniciativa férreamente defendida por Erdogan como parte de su proyecto de modernización del país que se ha convertido en una potencia económica regional.
En su plan de demoler esas primeras protestas, la policía cargó con una inusitada violencia contra la gente. Eso provocó el crecimiento geométrico de la manifestación que armó una especie de fuerte propio en la plaza y el acto devino rápidamente en político.
La lluvia de gases lacrimógenos, lanzados incluso desde helicópteros, fue tan tupida que dejó ciegas de modo permanente a al menos cuatro personas, según los reportes de periodistas en el lugar. La pelea contra el centro comercial pasó pronto a un segundo plano para desnudar un disgusto acumulado de parte de la población contra los modos del gobierno. Los manifestantes, tanto ahí como en las otras ciudades, denunciaron a Erdogan y sus diez años de gobierno acusándolo de “autoritario” y se multiplicaron los cantos críticos. “Hombro con hombro contra el fascismo islámico”, gritaba la muchedumbre mezclando ese clamor con otro muy repetido: “¡¡¡qué renuncie el gobierno!!!”.
Erdogan, un conservador que lidera el partido islámico Justicia y Desarrollo, ha venido aumentando el vigor de las normas religiosas para consolidar su base electoral sin reparar en excesos en un país donde es fuerte el laicismo. Hace unos días, el Ejecutivo endureció las normas para el despacho y venta de alcohol y advirtió contra expresiones de afecto en la vía pública, medidas que la gente tomó como una invasión de su vida privada. Antes había lanzado una dura disputa para que las mujeres con velo accedieran a la universidad y prohibió a las azafatas de la estatal Turkish Airlines el uso de lápiz de labios “de colores llamativos”.
Muchos turcos se sienten menos asiáticos que europeos y ven como algo primitivo y agobiante esos avances. “Ya estamos hartos de Erdogan y su fascismo islámico”, gritaba un joven a través de una mascarilla que apena evitaba el gas que le llegaba a los ojos, según consignó un periodista de la agencia DPA durante los choques en la plaza Taksim.
“Esto se ha convertido en una protesta contra el gobierno, contra Erdogan que ha venido tomando decisiones como un rey ”, dijo, a su vez, el arquitecto Oral Goktas de 31 años a Reuters.
Pero el premier no se amilanó y reaccionó desafiando a los manifestantes: “Si juntan 20, yo reuniré 200.000. Y si juntan 100.00, entonces traeré a un millón”. Erdogan remarcó que “cada cuatro años aquí se vota y la gente hizo su elección. Quienes tiene un problema con el gobierno que armen su partido y expresen sus opiniones dentro de la ley y la democracia”.
La respuesta vino del líder de la principal fuerza opositora, el Partido Republicano del Pueblo, Kemal Kilicdaroglu, quien lo trató de dictador y le dijo que “el hecho de que sea el partido de gobierno, no da derecho a hacer lo que se quiera ... decenas de miles están diciendo que no”.
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