Jueves 11 de noviembre de 2004
De Mao a Confucio
Por Abel Posse
Para LA NACION
Para LA NACION
Retorno de Pekín, adonde viajé invitado por el Foro de Pekín-2004, una
reunión de cuatrocientos intelectuales de todo el mundo. China quiere
dejar de ser el país velado, lejano, exótico, también en lo ideológico.
Se programó una serie de encuentros y se lanzó una vasta campaña
periodística y editorial en apoyo de una mayor compresión entre Oriente y
Occidente, sobre la base del constructivo lema "Armonía y prosperidad
entre Oriente y Occidente". China quiere dejar en claro que toda
represión del pensamiento político-cultural es cosa del pasado. Creo que
ante el acuerdo estratégico de nuestro país con China conviene ir
conociendo las iniciativas de apertura ideológica, como las aparecidas
en el Foro de Pekín.
Uno de los temas centrales del futuro inmediato es éste: ¿cómo
responderá ideológicamente China al impacto de su éxito financiero, al
indudable triunfo de las formas capitalistas en los centros vitales de
su territorio? ¿Podrá el Partido Comunista, sólidamente implantado y al
comando del tercer poder militar del planeta, armonizar la ideología con
la nueva realidad? (Realidad que segrega en los jóvenes una cultura y
costumbres diferentes de las programadas por el socialismo de Estado
todavía vigente y fuente de toda solidez política.)
Deng Xiao Ping fundó una época nueva. Llevó a China a un crecimiento inédito que, probablemente, dentro de veinte años la ubicará por encima de Estados Unidos. La ocurrencia de Deng fue "un país, dos sistemas". Pero el problema cultural e ideológico quedó en suspenso, sin una síntesis que alivie a la actual China de la contradicción filosófica. ¿Es posible decir "Un país, dos culturas" antagónicas?
Tal vez por eso el reciente Foro de Pekín tuvo por centro, entre tantas disciplinas, e inusualmente, a la filosofía, quizá para demostrar que la ortodoxia marxista está lejos de ser obligatoria en la China de los intelectuales de hoy.
Con solemnidad, el foro fue inaugurado por Qian Qichen, ex canciller, conocido por los argentinos. El fue vicepremier del Consejo de Estado, una prestigiosa figura cuya actuación unía el pasado maoísta con el reformismo de Deng Xiao Ping, quien en los días de esta reunión hubiese cumplido cien años. Este hecho motivó una evocación nacional, que ubicó a Deng en el panteón de héroes, junto con Sun Yat Sen y con el mismo Mao.
Después de las palabras de Qian Qichen, un pensador, economista y premio Nobel, el norteamericano Douglass North, expuso sobre la objetividad de la economía y la necesidad de ubicar las determinaciones "genéticas y culturales" para superar las relaciones económicas más allá de los límites de toda tradición.
Pero la sorpresa fueron las conferencias de los dos filósofos chinos, Tang Yi Jie y Tu Weiming, por su independencia de todo dogma político y por un sorprendente acercamiento de la realidad institucional y del pensamiento filosófico de la China de hoy a la tradición confuciana.
El mensaje de los filósofos chinos revelaba la voluntad de entender la etapa marxista y maoísta como un imprescindible instrumento de la reorganización revolucionaria en un país gigantesco, dominado y quebrado. Afirmada la revolución, ahora China se permite conjugar ese instrumento de acción y de creación de su enorme poder político actual con la tradición profunda de la espiritualidad y del pragmatismo chinos, cuya esencia está en Confucio y en la "lección de los ancestros". Tal vez casi todos los extranjeros asistentes al Foro de Pekín esperaban un lenguaje de discretas concesiones a la ortodoxia marxista. Pero los intelectuales chinos los desilusionaron. Cito algunas frases del filósofo Tu Weiming:
"El romántico revolucionarismo de Mao ya no es tan relevante para la política china. Incluso la retórica de la revolución ha sido abandonada por los ideólogos oficiales. El pensamiento tecnocrático parece desgraciadamente inadecuado para proveer el liderazgo que necesitamos. A medida que la estructura social iba siendo desgastada por la expansión de la economía de mercado, una urgente necesidad surgió entre la elite intelectual y política de la China de hoy. China está con la desesperante necesidad de una ética enraizada en sus tradiciones culturales y que, a la vez, sea receptiva de las influencias occidentales."
"Es necesario superar al mero burócrata y al profesional de lo real. La educación en las artes liberales tiende a cultivar la totalidad de cada personalidad. El desafío de lo religioso sirve como referencia. Una nueva condición humana exige que los hombres de religión comprendan los aspectos de la fe y también el lenguaje de los problemas seculares, de la ciudadanía. La complejidad de la condición humana exige una visión totalizadora y humanística como guía de acción. Necesitamos nada menos que una nueva cosmología y un nuevo way of life para enfrentar el grave peligro de la viabilidad de nuestra especie."
"Lo más importante ahora es la capacidad para acumular capital social, cultivar la capacidad cultural e incrementar la inteligencia ética entre los jóvenes."
El filósofo Tu Weiming ve en la institución del Estado confuciano y en la ética de los funcionarios que, surgidos del sentido armonizador del pensamiento de Confucio, guiaron la vida china hasta el siglo XX elementos válidos como modelo para manejar el mundo, pero desde una dimensión más alta que la de los tecnócratas eficientistas de hoy. Los funcionarios confucianos eran, en primer lugar, intelectuales. Transformaban el mundo en lo que hace a riqueza y poder, pero a través de la cultura. Especialmente, mediante la educación moral.
A lo largo del Foro de Pekín, en todas las disciplinas, se notó un abandono de las ortodoxias obligatorias y un cierto y claramente perceptible retorno al pensamiento ancestral de China, pese a la vigencia de las sólidas instituciones marxistas y leninistas en el partido y en el control del Estado. Para los actuales dirigentes capitaneados por Hu Jintao, el pasado no parece ser una lápida inmovilizadora ni el exitismo del mercado el único sentido de la vida de los hombres. Parecen aceptar filosóficamente la sabiduría admirable de Lao Tsé y de Confucio. En lo político, rescatan la tradición de los grandes emperadores y, de la historia reciente, a Sun Yat Sen (la democracia), a Mao Tse Tung (la revolución) y a Deng Xiao Ping (el pragmatismo modernizador).
Creo que es imprescindible tomar nota de estos sutiles virajes que evitarán que China quede quebrada entre ideología, nueva cultura y realidad económica. .
El autor es escritor y diplomático. Su obra más reciente es El eclipse argentino (Planeta).
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