IEco. Diario "Clarín". Buenos Aires, 24 de mayo de 2015.
Aquella vieja macroeconomía
PRIMER NIVELUltimamente se oye decir con frecuencia que los modelos económicos existentes son inadecuados, y que la teoría económica no ha sido muy útil para salir de la crisis. ¿Es cierto? No. Los modelos “de libro” para abordar depresiones y reactivaciones han funcionado. El problema, en el caso de Europa, donde la reactivación es más lenta, es que decidieron rechazar esos modelos básicos en beneficio de otros nuevos y completamente equivocados. “En estos últimos años, la innovación en las ideas económicas no ha sido una solución sino parte del problema”
Estados Unidos
aún no se ha recobrado totalmente de los efectos de la crisis financiera
de 2008. Sin embargo, parece justo decir que hemos recuperado buena
parte –aunque no la totalidad– del terreno perdido.
Pero no
podemos decir lo mismo de la eurozona, cuyo PBI real per cápita sigue
siendo más bajo que en 2007, y está un 10% o más por debajo de lo que
supuestamente iba a estar para este momento. Esto es peor que el
registro de antecedentes de Europa en los años 30.¿Por qué le ha ido tan mal a Europa? Ultimamente vengo oyendo varios discursos y artículos que sugieren que los modelos económicos de que disponemos son inadecuados, que hay que replantear la teoría macroeconómica, ya que no ha sido muy útil para salir de la crisis. ¿Es cierto?
No. Es verdad que pocos economistas predijeron la crisis. Pero el secretito que se puede sacar en limpio de la economía desde entonces es, sin embargo, que los modelos básicos “de manual” de abordaje de las recesiones y reactivaciones seguramente muy conocidos por los estudiantes de hace 50 años, han funcionado muy bien. El problema es que los gobernantes europeos decidieron rechazar esos modelos básicos en beneficio de otros más innovadores, emocionantes y completamente equivocados.
Estuve examinando debates de política económica realizados desde 2008, y lo que sobresale desde 2010 aproximadamente es la enorme divergencia en el modo de pensar surgida entre Estados Unidos y Europa. En Estados Unidos, la Casa Blanca y la Reserva Federal se mantuvieron, en términos generales, fieles a la economía tradicional keynesiana. El gobierno de Obama desperdició mucho tiempo y esfuerzo en pos de un llamado “Gran Acuerdo” sobre el presupuesto, pero siguió creyendo en la proposición de manual de que el gasto con déficit es, en realidad, algo positivo en una economía deprimida. Mientras tanto, la Fed ignoró advertencias ominosas de que estaba “degradando al dólar”, aferrada a la posición de que sus políticas de bajas tasas de interés no provocarían inflación si el desempleo se mantenía alto.
En Europa, por el contrario, los gobiernos estuvieron prestos a tirar sus libros de economía por la ventana para favorecer nuevos enfoques. La Comisión Europea, con sede en Bruselas, se aferró a la supuesta evidencia de una “austeridad expansiva” y rechazó el argumento tradicional sobre el gasto a base de déficit a favor de la postura de que recortar el gasto en una economía deprimida en realidad crea puestos de trabajo porque estimula la confianza. El Banco Central Europeo, en tanto, tomó las advertencias inflacionarias al pie de la letra y subió las tasas de interés en 2011 a pesar de que el desempleo seguía siendo muy alto.
Pero aunque los gobernantes de Europa tal vez imaginaron que estaban mostrando una apertura encomiable a las nuevas ideas económicas, lo cierto es que optaron por escuchar a aquellos economistas que les decían lo que ellos querían oír. Buscaron justificaciones para las políticas duras que, por razones políticas e ideológicas, estaban dispuestos a imponer a naciones deudoras; idolatraron a economistas de Harvard tales como Alberto Alesina, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, que parecían ofrecer esa justificación. Pero resultó que todas estas nuevas y emocionantes investigaciones, de una u otra manera, contenían numerosos errores.
Y mientras las nuevas ideas fracasaban, esa vieja economía ganaba fuerza. Algunos lectores recordarán las numerosas burlas a las predicciones de economistas keynesianos, yo incluido, en el sentido de que las tasas de interés se mantendrían bajas pese a los abultados déficits presupuestarios, que la inflación permanecería en calma pese a las grandes compras de bonos por parte de la Fed, que los fuertes recortes en el gasto público, lejos de desencadenar un boom de confianza en el gasto privado, harían que el gasto privado cayera aún más. Pero todas estas predicciones se hicieron realidad.
El punto es que es un error sostener, como muchos hacen, que la política fracasó porque la teoría económica no proporcionó la guía que los gobiernos necesitaban. En realidad, la teoría les aportó una guía excelente, que, lamentablemente, los gobernantes desoyeron.
Y aún hoy desoyen. Si usted quiere sentirse realmente deprimido sobre el futuro de Europa, lea el artículo de opinión de Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas alemán, publicado el mes pasado en el Times.
Es un rechazo de plano a todo lo que sabemos de macroeconomía, a toda percepción que la experiencia europea de los últimos cinco años confirma. En el mundo de Schäuble, la austeridad lleva a la confianza, la confianza genera crecimiento y, si esto no funciona en su país, es porque usted no lo está haciendo bien.
Pero volvamos a la cuestión de las nuevas ideas y su rol en la política. Es difícil argumentar en contra de las nuevas ideas en general. Sin embargo, en los últimos años, las ideas económicas innovadoras, en vez de una solución, han sido parte del problema. Nos habría ido mucho mejor si nos hubiésemos atenido a esa vieja macroeconomía, que luce mejor que nunca.
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