DEBATES
EE.UU. pierde la batalla por las ideas
Joseph Nye
Un año atrás, la entonces consejera de Seguridad
Nacional de los Estados Unidos, Condoleezza Rice, anunció que "estamos
en una batalla de ideas, no de ejércitos". Es una guerra que Estados
Unidos está perdiendo frente a Al Qaeda.
Los crecientes sentimientos antiestadounidenses en todo el mundo amenazan con privar al país del poder blando o atractivo que necesita para tener éxito en la lucha contra el terrorismo. Como lo ha demostrado Irak, el poder militar duro por sí solo no da soluciones.
La información es poder y una parte mucho mayor de la población mundial tiene acceso a ella hoy. Como resultado, la política se ha convertido en un concurso de credibilidad.
Mientras que en la política tradicional el poder se define por quién
tiene el mejor ejército o la mejor economía, la política en la era de la
información depende de quién tiene la versión más verosímil. Desgraciadamente, el gobierno de Estados Unidos no ha resistido la comparación.
Incluso el Pentágono lo admite al informar que la comunicación
estratégica de los Estados Unidos "carece de dirección, de coordinación
entre las dependencias del gobierno, de vínculos adecuados con el sector
privado y de recursos suficientes".
El presupuesto total para los programas de difusión es de 1,2 billón de
dólares, similar a lo que McDonald's gasta en publicidad. El gobierno de Estados Unidos gasta 450 veces más en poder militar duro que en poder blando.
En 1963, Edward R. Murrow, el famoso periodista que dirigió la Agencia
de Información de EE.UU. durante la administración Kennedy, definió la
"diplomacia pública" como las interacciones no sólo con gobiernos
extranjeros, sino principalmente con individuos y organizaciones no
gubernamentales, que suelen tener puntos de vista diferentes de los del
gobierno.
Los escépticos que sostienen que la "diplomacia pública" es un eufemismo
que esconde la difusión de propaganda del gobierno no entienden las
cosas. La simple propaganda carece de credibilidad. La diplomacia pública implica la construcción de relaciones de largo plazo.
Lo más importante hoy es el diseño de una estrategia de intercambios culturales y educativos de largo plazo
para desarrollar una sociedad civil más rica y abierta en los países de
Oriente Medio. Dada la baja credibilidad oficial, los promotores de
Estados Unidos tendrán que ser ajenos al gobierno.
Algunos analistas han sugerido que Estados Unidos cree una corporación no partidista para la diplomacia pública que reciba fondos del gobierno y privados, pero que estimule la comunicación independiente.
Tomemos como ejemplo la respuesta al desastre provocado por los tsunamis
en Asia. El presidente George W. Bush prometió —aunque tarde— 250
millones de dólares de ayuda para las víctimas y envió emisarios de alto
nivel a la región. También ha habido un flujo impresionante de ayuda
privada por parte de organizaciones estadounidenses de caridad y sin
fines de lucro. Las imágenes de soldados estadounidenses luchando en
Irak mutaron por imágenes de las fuerzas armadas norteamericanas
ayudando a las víctimas del desastre.
Pero la continuidad es esencial. Los anuncios previos de Bush de
mayor ayuda para el desarrollo y para combatir el sida en Africa fueron
no sólo imperativos morales sino también inversiones importantes en poder blando
para los Estados Unidos. Pero desgraciadamente los fondos no han fluido
tan rápidamente como la retórica. Ninguno de esos esfuerzos de ayuda o
de diplomacia pública será efectivo si el estilo y las políticas no son
acompañadas de un mensaje democrático más amplio.
Eso significa que la tarea principal de Condoleezza Rice como secretaria de Estado será darle un estilo más consultivo a la política exterior estadounidense mientras busca una solución política en Irak y avances para la paz en Oriente Medio.
Copyright Clarín y Project Syndicate, 2005.
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