Miércoles 20 de junio de 2007 |
Los intelectuales del mundo y LA NACION
"La democracia es una forma extrema del totalitarismo"
Lo dice Philipp Allott, filósofo y profesor de derecho internacional en Cambridge
ROMA.- Philipp Allott, profesor de derecho internacional público de la
Universidad de Cambridge, se define como "un conservador, pero bastante
radical". No por nada, cada vez que es invitado a algún simposio
internacional el auditorio queda boquiabierto al escuchar sus teorías.
Así ocurrió recientemente en el Vaticano, donde causó gran sensación su
informe sobre la sociedad internacional y la idea de justicia. Allí dijo
que, como "sistemas inhumanos", la democracia y el capitalismo, en
verdad, son "formas extremas del totalitarismo".
"Nuestros deseos están determinados por el sistema: deseamos, como seres humanos, lo que la sociedad desea que deseemos, y la gente normal no es consciente de ello", explicó a LA NACION Allott, filósofo que fue consejero legal del Foreign Office durante más de una década y que es autor de varios libros, entre los que se destaca Eunomia, New Order for a New World.
De 69 años y con el típico sentido del humor británico, en una larga conversación en los verdes y cuidados jardines vaticanos, Allott se manifestó preocupado. "Algo va mal, y lleva mucho tiempo yendo mal, en las elites que gobiernan en el mundo", sostiene.
-¿Por qué acusa a la democracia y al capitalismo de ser formas extremas de totalitarismo?
-Como se imaginará, esa afirmación mía suele desencadenar sorpresa. Pero yo no soy la primera persona que dice eso. Mucha gente hace esa misma acusación. Tanto la democracia como el capitalismo son sistemas que contienen sus propios valores, lo que significa que uno sólo puede participar en ellos si los acepta. Incluso valores de índole trascendental -sobre la justicia, la felicidad y demás- están dentro de este tipo de sistemas. Los ciudadanos deben entregar sus mentes al sistema, que no es político o económico, sino un sistema de conciencia. La democracia y el capitalismo son sistemas de conciencia. La gente no se percata de ello, pero su mente está determinada por estos sistemas.
-De todos modos, resulta difícil pensar en la democracia como un régimen totalitario, como el de Adolf Hitler o el de Francisco Franco .
-El totalitarismo tradicional, el del Tercer Reich, el del imperio soviético o el de la China maoísta, se caracterizaba por tomar el control de las personas por la fuerza. La violencia se utiliza para controlar a la gente, y la gente, en última instancia, puede ser disidente en su vida privada, ya que dentro de las cuatro paredes de su casa puede pensar lo que se le dé la gana. En las sociedades teocráticas, el sistema controla las mentes de los ciudadanos, pero lo hace en nombre de unos supuestos valores elevados y trascendentales. Lo extraordinario de la democracia y del capitalismo es que controlan y abastecen la conciencia de sus ciudadanos con valores pragmáticos. Y por eso digo que es un régimen totalitario. Totalitarismo significa el control total de la sociedad. Y a excepción, quizá, de un breve período en la historia del cristianismo, cuando la Iglesia controlaba la mente de la gente, no ha habido un totalitarismo absoluto. Nada comparable con el totalitarismo actual. El totalitarismo de los sistemas democráticos y capitalistas es tan desarrollado que hasta nuestros deseos están determinados por el sistema. Deseamos lo que la sociedad desea que deseemos. La gente normal no es consciente de ello, pero sus líderes deberían serlo, porque se trata de un gigantesco desafío para la filosofía y la religión.
-Pero si la democracia es totalitaria, ¿cuál sería el sistema al que habría que recurrir?
-No me malinterprete. La democracia y el capitalismo, para cuya creación se han necesitado siglos, son unos sistemas magníficos. La democracia es un sistema maravilloso para organizar la lucha de intereses en una sociedad. Y el capitalismo es un sistema extraordinario para crear riqueza. Pero lo que yo digo es que no son los sistemas definitivos. Alguien ha creado estos sistemas. ¿Por qué no podemos nosotros recrearlos, mejorarlos, humanizarlos? Pienso que ésa es nuestra obligación.
-¿Qué opina de la idea de Bush de democratizar el mundo?
-Creo que en Europa nos oponemos a las ideas simplistas sobre el capitalismo y la democracia que tienen los norteamericanos... Ellos creen saber lo que es la democracia y el capitalismo, mientras que en Europa somos más cautos. En general, estamos en contra de imponer estas ideas en países que tienen culturas radicalmente distintas, a veces muy antiguas.
-¿Cree que el islam es compatible con la democracia?
-Esa es la gran pregunta. Podría ser. Pero ¿es compatible la democracia con el cristianismo? La democracia y el capitalismo son algo tan desespiritualizado que, en principio, no serían compatibles con ninguna religión. Pero eso es algo que deberá resolver el islam, que deberá aceptar el capitalismo de alguna forma, porque crea riqueza. Cómo se organizará la democracia en esos países es otra cuestión.
-Usted habla del valor de un sistema internacional no encorsetado como el actual. ¿Habla también de derechos humanos?
-No existe una cultura común en el mundo. No hay manera de generar valores comunes. Yo apoyo el concepto de los derechos humanos, que debería estar por encima de todos los sistemas. Pero también se habla, por ejemplo, de que hay que ser solidario con los pobres del mundo. Es lo que llamo el talante hipocrítico de las sociedades democráticas, en las que la gente se dice muy preocupada por la pobreza. Y nada sucede al respecto: es increíble. La gente también se dice preocupada por la guerra, pero nada cambia...
-¿A qué atribuye estas hipocresías?
-Algo va mal, y lleva mucho tiempo yendo mal, en las elites que gobiernan el mundo. Sólo así se explica la enorme disparidad entre la gente normal, que sabe lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo e injusto, y estos pequeños grupos de personas que tienen en sus manos las riendas del mundo.-¿Nuestra sociedad está en decadencia? ¿Las elites de ahora son peores que las de principios el siglo XX?
-Hoy, en los gobiernos tenemos gente muy inteligente. Pero hay un problema nuevo: el sistema internacional es tan complicado que está fuera de control para todo el mundo. Nadie controla el sistema internacional, nadie. Los gobiernos continúan fingiendo que controlan las cosas, y por eso hacen conferencias y aprueban tratados internacionales. Pero el sistema es tan complicado que escapa a su control. El propio George W. Bush, que parece el actor principal del mundo, puede que no sea consciente, pero es la víctima de cambios rápidos ante los que pretende reaccionar, pero no puede. Nadie puede.
-¿Y quiénes cree que liderarán la revolución para cambiar el mundo?
-El único poder por encima de todos los poderes es el poder de las ideas. Los seres humanos somos bastante buenos con las ideas. Siempre lo hemos sido. Y quizá seamos capaces de encontrar algunas ideas que puedan mejorar la situación. Eso significa que la filosofía, que desgraciadamente ha sufrido un declive en el siglo XX, recupere su capacidad de generar buenas ideas.
-¿La democracia y el capitalismo han sido responsables de ese declive de la filosofía?
-Sí, porque estos sistemas no tienen ningún interés en la filosofía.
-¿Usted es optimista?
-En el corto plazo soy pesimista, obviamente, porque la situación del mundo es terrible. Pero a largo plazo soy optimista, un optimista británico. Quizá sea porque durante 500 años Gran Bretaña ha logrado sobrevivir al caos infinito. Gran Bretaña ha estado prácticamente acabada una y otra vez, pero siempre ha salido adelante.-Usted dijo ser conservador. ¿Significa eso que apoyó a Margaret Thatcher?
-Personalmente, no me gustaba Margaret Thatcher, pero fue esencial en nuestra historia. Transformó completamente la sociedad británica, algo que en otras sociedades europeas aún no ha ocurrido. Y, aunque parezca increíble, el actual gobierno laborista ha continuado la revolución de Thatcher.
-¿Qué dice de las islas Malvinas?
-Soy un abogado, así que debería pedirle dinero por darle mi opinión al respecto [Risas.] Voy a serle sincero: es una cuestión en la que no puedo evitar ser sentimental. Aunque haya sido disparatado enviar a la Marina al final del mundo para defender un puñado de islas, es algo que, sentimentalmente, encuentro muy excitante. Pero no quiero decir nada más, porque es un problema de legislación internacional muy complicado... .Por Elisabetta Piqué Corresponsal en Italia
Jueves 15 de abril de 2010 |
Democracia, un mandato internacional
Miguel Angel Espeche Gil
para LA NACION
para LA NACION
EL sistema interamericano (desde 1948, la Organización de los Estados
Americanos, OEA) sostiene, al menos declarativamente, la adhesión a la
vigencia efectiva de la democracia representativa, reflejando las
aspiraciones de la gesta emancipadora cuyo bicentenario conmemoramos
este año.
Las sociedades reclaman que los derechos, las garantías y el respeto del
ejercicio de los poderes establecidos en las constituciones sean
realidades. Avances y retrocesos se han dado en casi todos los países,
pero el rumbo hacia la concreción de esas aspiraciones se mantiene
constante.
Los Estados que, coyunturalmente, pasan por etapas de retroceso de sus instituciones -los menos, felizmente- son vistos como socios de segunda clase.
La vigencia efectiva de la democracia representativa es condición sine qua non para que los gobiernos de los Estados americanos sean admitidos en los órganos del sistema.
Uno de los instrumentos internacionales de mayor relevancia es la Carta Democrática Interamericana, aprobada en 2001, un avance notable en el desarrollo progresivo del derecho internacional.
Si bien formalmente no es un tratado, toma en cuenta los avances del derecho consuetudinario, extendiendo a los Estados miembros la obligación de respetar los derechos y garantías reconocidos en las constituciones nacionales.
El incumplimiento de las obligaciones incorporadas en la Carta afecta expresamente a todos los Estados miembros y posibilita que las alteraciones del orden institucional interno, que vulneran, a la vez, el orden público general interamericano, sean ventiladas en los foros del sistema.
Significa también que personas, partidos u otras entidades pueden legítimamente comunicar a organismos de la OEA o a gobiernos de los Estados miembros eventuales transgresiones a la Carta Democrática sin que ello signifique desconocer la vigencia del principio de no intervención en los asuntos internos. Por el contrario, contribuirá solidariamente a la salud cívica en el continente y a inhibir y prevenir tentaciones de poder absoluto, avasallamiento de libertades y vulneración de la independencia de los poderes constitucionales. Esto hace, asimismo, al fortalecimiento de las garantías para la defensa de los derechos humanos ante la Comisión y la Corte de San José de Costa Rica.
Como la Carta es poco conocida, su estudio debería incorporarse al currículum de todas las facultades de Derecho.
En la Unión Europea, todos los Estados, inclusive los que guardan las formas de reinos, son, en realidad, republicanos y democráticos. Las libertades públicas, la separación e independencia de los poderes, las elecciones libres y genuinas, la periodicidad del ejercicio de las magistraturas, el Estado de Derecho, el acceso a la Justicia (nacional e internacional), los derechos fundamentales y los derechos humanos rigen efectivamente.
En Europa, el cumplimiento obligatorio de esos requisitos para pertenecer a la Unión no se considera incompatible con la soberanía nacional.
Pese a sus regresiones, la gradual madurez institucional del sistema interamericano se va perfilando, con elementos de ley próxima a dictarse, en las labores del Comité Jurídico Interamericano, como la propuesta de atribuir al fraude electoral el mismo carácter ilícito internacional que tienen los golpes de Estado que derrocan gobiernos legítimos.
Tan ilegítimo es un gobierno surgido de un golpe de Estado como el que resulta del fraude electoral; la historia política de nuestro país ha sido signada por la lucha por la libertad y la limpieza del sufragio y el respeto a sus resultados.
© LA NACION
El autor es diplomático. Ex miembro del Comité Jurídico Interamericano de la OEA. .
La democracia no se impone por la fuerza de las armas
Diario "Clarín". Buenos Aires, 29 de julio de 2012.
AFGANISTÁN Y LIBIA MUESTRAN QUE OCCIDENTE SE OBSTINA EN MÉTODOS EQUIVOCADOS.
La reciente cumbre de
la OTAN proclamó la “retirada irrevocable” de las tropas extranjeras
desplegadas en Afganistán, de forma escalonada, de aquí a finales de
2014.
Será el fin de una de las guerras más largas de los últimos tiempos
: en total, habrá durado 13 años, de 2001 a 2014, sólo superada por la
larga presencia de Estados Unidos en Vietnam (1959-1975).También será una de las más costosas : se habla ya de una cifra en torno a los 530.000 millones de dólares. Las víctimas se cuentan por millares en el bando de la coalición y por decenas de millares entre la población afgana. Como a las grandes potencias no les gusta reconocer que, a veces, se equivocan en sus aventuras, es muy probable que nos presenten esta retirada como un éxito político . Prefieren no darse cuenta de que las guerras asimétricas modernas son imposibles de ganar, que los pueblos rechazan la ocupación extranjera aunque se les explique que es por su propio bien. Es muy probable que, como ocurrió tras la firma del tratado de paz que puso fin a la guerra de Vietnam, después de la retirada se produzca el hundimiento del gobierno actual. Entonces, los años de intervención, las víctimas y los gastos no habrán servido para nada, ni siquiera para extraer una lección para el futuro.
Ya sucedió lo mismo con la intervención llevada a cabo en 2011 en Libia . No es verdad que no existiera ningún otro medio de evitar el baño de sangre anunciado por Kadafy; además, no se evitó, puesto que hoy sabemos que la guerra causó por lo menos 30.000 muertes, nada que ver con las 300 víctimas de la represión inicial.
¿Y cuándo se reconocerá que la guerra no es un método apropiado para imponer la democracia, dado que la lección inmediata que se puede extraer es la reafirmación de la superioridad de la fuerza bruta militar?
La consecuencia es que la negociación y la búsqueda de compromisos se consideran síntomas de debilidad.
En cuanto al resultado concreto de la intervención, está muy lejos de ser glorioso : Libia es presa de conflictos tribales, las milicias locales se niegan a someterse al poder central, el islamismo salafista se encuentra en una situación cada vez mejor, se ejerce la represión y la venganza contra los leales al antiguo régimen y a las ejecuciones se suman los actos de tortura.
Los dirigentes de las potencias occidentales, que gustan de creer que expresan la opinión de la “comunidad internacional”, no parecen ser conscientes del principal presupuesto de su política: que, como en los viejos tiempos del colonialismo, son ellos quienes deciden el destino de los pueblos sin protectores poderosos, en especial en África y Asia.
Esos pueblos, deben de pensar, están condenados a seguir siendo eternamente menores de edad y nosotros tenemos la pesada responsabilidad de decidir por ellos.
Algunas situaciones políticas, como algunas situaciones personales, no pueden mejorarse con ninguna intervención radical . En ese sentido es en el que son, para decirlo con propiedad, trágicas.
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