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sábado, 23 de mayo de 2015

BANGLADESH 2013 LAS EMPRESAS Y LA REGULACION

Bangladesh, las empresas y la regulación

Diario "Clarín". Buenos Aires, 26 de mayo de 2013.

OPINIONDespués de que un derrumbe mató a 1.100 obreros en un edificio industrial de Bangladesh, las grandes marcas internacionales de la indumentaria están coordinando un plan para ejercer más controles sobre sus proveedores del país; pero “la globalización cada vez más competitiva y el creciente outsourcing flexible y de bajo costo limitan su espacio de maniobra”, sostiene Folbre. Qué podría esperarse de una coordinación público-privada.
  • Traducción: Susana Manghi - Nancy Folbre

Una estructura de varios pisos que, levantada sin muchos controles, se desmorona bajo su propio peso; una fuente de trabajo que es riesgo para la salud y la seguridad: suena como si habláramos del edificio industrial de Bangladesh cuyo reciente desplome causó la muerte a más de 1.100 trabajadores textiles. Pero también es una buena descripción del actual sistema de regulaciones privadas apelado “responsabilidad social empresaria”, que promete más a los trabajadores del mundo de lo que en los hechos les da.
Tras los horrendos accidentes en fábricas de Bangladesh (hubo también varios incendios), la atención se posó en las grandes marcas de ropa, así como se investiga a las celebridades si en la mansión muere un sirviente. No hay huellas digitales en el arma, sólo retazos de papeles que documentaban relaciones comerciales, recogidos por los activistas de entre los escombros.
Lo que siguió fue mucho análisis del tipo quién hizo qué . Por ejemplo, si Walmart el año pasado hizo esfuerzos por bloquear un intento de mejorar la seguridad, en contraste con su decisión de ahora de aumentar las inspecciones. Los compromisos de varias firmas europeas de aumentar las inspecciones de seguridad podrían ser contrastados con la decisión de Walt Disney Company de irse del país.
Pero aun cuando célebres multinacionales son los personajes de esta historia, no son determinantes. La globalización cada vez más competitiva y el énfasis creciente en el outsourcing flexible y de bajo costo limita su espacio de maniobra (aunque no su ahínco en mejorar su imagen).
Ni siquiera empresas con las mejores intenciones pueden garantizar el bienestar de los trabajadores en una enmarañada y escurridiza cadena de abastecimiento global, con capas y capas de subcontratistas temporarios. Como señala The Economist, el desastre de Dacca dificulta a cualquier empresa decir de modo creíble que sabe que sus productos son de “fuentes éticas”.
La llamativa proliferación de la “responsabilidad social empresaria” en las últimas dos décadas ha generado una considerable cantidad de investigaciones que muestran que tanto consumidores como inversores están dispuestos a pagar cierto precio significativo por decisiones coherentes con sus valores morales. Pero se le ha dedicado más atención a la estimación del modesto precio pagado que a los resultados realmente producidos.
Como lo destacan Markus Kitzmueller y Jay Shimshack en un reciente artículo en The Journal of Economic Literature , prácticamente ninguna investigación intenta evaluar los resultados comparativos de la regulación privada y la pública.
Pero los acontecimientos de Bangladesh claramente muestran que las campañas de responsabilidad social empresaria no pueden tener éxito por sí solas. Una evidencia de que una cooperación-público privada podría generar mejoras la ofrece la industria textil de Cambodia, cuyo acuerdo comercial con EE. UU. condiciona las exportaciones a ese país a la mejora de los estándares laborales implementados por la Organización Internacional del Trabajo en el Programa Mejores Fábricas para Camboya.
Ese programa, parte de la iniciativa Mejor Trabajo, de la OIT, hoy está en nueve países. Camboya no es el paraíso de los obreros. El programa Mejores fábricas, de hecho, podría haber servido para cooptar esfuerzos de sindicalización. Un reciente informe de la AFL-CIO, “Responsabilidad tercerizada”, hace críticas apabullantes a los programas de auditoría social, en especial los que no incluyen representación sindical. Aun así, el programa de la OIT tiene fama de pro-sindical, y el régimen regulatorio de Camboya parece funcionar mejor que el de Bangladesh, aun cuando un derrumbe hace poco mató a dos obreros en Camboya.
Las asociaciones público-privadas para mejorar las condiciones de trabajo ofrecen aunque sea cierta posibilidad de mejoría. El cientista político Richard Locke, mirando retrospectivamente su larga y decepcionante experiencia en el estudio de las normas laborales voluntarias de Nike, también cita el programa de la OIT, preguntándose: “Si Camboya puede hacerlo, ¿por qué Bangladesh no?”.
Investigaciones con arbitraje realizadas por Gunseli Berik y Yana van der Meulen Rodgers ofrecen evidencia de que los incentivos ligados al comercio pueden lograr mejoras en las condiciones de trabajo sin entorpecer las exportaciones o el crecimiento del empleo.
La Unión Europea estudia modos de usar sus reglas de trato comercial preferencial para torcerle el brazo a Bangladesh y que haga las cosas mejor. En los EE.UU., los demócratas de la Cámara de Representantes presionan a Obama para que adopte medidas.
Los propios trabajadores de Bangladesh están logrando un impacto más inmediato. Las grandes protestas han obligado al gobierno a aprobar cambios en las leyes laborales que podrían facilitar la sindicalización y a considerar un aumento del salario mínimo (hoy de US$38 mensuales).
Mejor un trabajo explotador que ningún trabajo. Mejor autorregulación empresaria que ninguna regulación. Los trabajadores de Bangladesh se merecen algo mejor que eso, en ambos sentidos. Y todos nos lo merecemos.

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