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viernes, 27 de junio de 2014

BRASIL. CRECE LA CONVULSIÓN SOCIAL 2013. Armendariz, Alberto

Problemas para Dilma / Tensión en un momento crítico

Con protestas e incidentes, crece la convulsión social en Brasil

En San Pablo, las marchas contra la suba del costo del transporte público terminaron en enfrentamientos con la policía y fuertes cuestionamientos al gobierno; la movilización se extendería
Por   | LA NACION
RÍO DE JANEIRO.- El flamante estadio de Brasilia envuelto en una columna de humo proveniente de neumáticos quemados. Manifestantes con carteles que se preguntan "¿El Mundial para quién?" Informes de más de 200 detenidos y un centenar de heridos por la brutal represión en San Pablo de la protesta por el aumento de las tarifas de transporte, anteanoche, y duros reclamos de organizaciones internacionales de derechos humanos por la ola de violencia que agita al país.
No era la imagen que Brasil quería dar a punto de comenzar la Copa de las Confederaciones, un año antes de ser sede del Mundial de fútbol.
La convulsión social de la última semana sorprendió tanto al gobierno de Dilma Rousseff como al resto de los brasileños, un pueblo poco inclinado a las grandes marchas violentas. Pero dejó al descubierto el fuerte grado de insatisfacción de la sociedad con el alto costo de vida en un país que, pese a sus avances recientes, aún sufre profundas diferencias sociales, carece de adecuados servicios públicos de transporte, salud y educación, mantiene una deficiente infraestructura, y es víctima constante de la corrupción.
"El pueblo brasileño se está despertando. Las manifestaciones ocurren ahora que tenemos condiciones económicas mínimas, somos más conscientes de lo que pretendemos; queremos un mejor uso del dinero público, mayor participación política y decidir nuestro destino", afirmó a LA NACION Lucas Monteiro, de 29 años, profesor de Historia en escuelas secundarias y uno de los líderes del Movimiento Pase Libre, que organizó las cuatro protestas de la última semana en San Pablo en rechazo del alza de las tarifas de colectivos, metro y trenes.
El aumento en sí no fue mucho, de 3 a 3,20 reales (1,5 a 1,6 dólares). Pero fue la gota que colmó la paciencia de los paulistas y la de los habitantes de otras ciudades que enfrentaron nuevos aumentos, como Río de Janeiro, Porto Alegre, Curitiba, Maceió y Natal, donde también hubo manifestaciones.
Ninguna fue tan violenta como la de anteanoche en San Pablo. Los enfrentamientos con la policía, que recurrió a balas de goma, gases lacrimógenos y golpes contra los más de 5000 manifestantes, dejaron allí 237 detenidos y 105 heridos.
Amnistía Internacional y Reporteros Sin Fronteras emitieron contundentes comunicados de preocupación por la violencia policial frente a manifestantes y periodistas. Hubo casos de periodistas detenidos por cargar botellas de vinagre -para quitarse la irritación en los ojos que produce el gas lacrimógeno- y de periodistas del diario Folha de S. Paulo a los que se les disparó balas de goma en el rostro.
Voceros del Movimiento Pase Libre -que incluye a jóvenes, estudiantes, sindicalistas, anarquistas, feministas y personas ligadas a agrupaciones de izquierda, como el Partido Socialista, el Partido Comunista Brasileño y el Partido de la Causa Obrera- advirtieron que las protestas seguirán hasta que no bajen las tarifas de transporte.

Frustración

Las manifestaciones estallaron en momentos en que Brasil está frustrado por su bajo crecimiento económico -previsto en 2,5% para este año-, enfrenta una creciente inflación -6,5% en los últimos doce meses- y teme un aumento del desempleo -5,5% el año pasado-. Pero también llegan justo cuando el país se apresta a mostrar su mejor cara con vistas al Mundial de fútbol 2014, con el comienzo esta tarde de la Copa de las Confederaciones, que se desarrollará hasta dentro de dos semanas y es considerado el mayor test de cara al Mundial.
Y ayer por la mañana, cuando el país intentaba recuperarse de la resaca de violencia de la noche anterior, nuevas protestas explotaron en el entorno del estadio Mané Garrincha de Brasilia, escenario del partido inaugural de la Copa de las Confederaciones entre Brasil y Japón. Unos 500 miembros del Movimiento Sin Techo quemaron neumáticos y reclamaron por los 15.000 millones de dólares que el gobierno está invirtiendo en los megaeventos futbolísticos mientras más de 50.000 brasileños viven en las calles.
La manifestación tuvo su réplica en San Pablo, donde unas 400 personas desfilaron con carteles en los que se leía "¿El Mundial para quién?", y desafiaban sin miedo a los policías que los observaban.
"La sociedad está en un período de ebullición. Hay un desencanto con los mecanismos tradicionales de participación y de hacer política que está estimulando las protestas", explicó a LA NACION el sociólogo Sergio Adorno, quien recordó que no se veían estas manifestaciones desde el movimiento estudiantil que en 1992 obligó al presidente Fernando Collor de Mello a renunciar, jaqueado por acusaciones de corrupción.

Rousseff, contra el "terrorismo informativo"

La mala prensa que tiene por estas horas Brasil a raíz de las violentas manifestaciones que sacudieron al país no le cayó muy bien a la presidenta Dilma Rousseff, quien acusó a los medios de ejercer un "terrorismo informativo". "Todos tenemos la humildad de aceptar críticas, pero terrorismo no. No voy a permitir que se haga terrorismo informativo sobre Brasil", advirtió la mandataria durante una visita a la favela de Rocinha, la más grande de Río de Janeiro. Rousseff rechazó que Brasil esté en problemas y subrayó que pese a algunos indicadores económicos decepcionantes, tiene "la menor tasa de desempleo del mundo", del 5,5% el año pasado..
Del editor: cómo sigue.
Las protestas son un desafío para Dilma un año antes de las elecciones, pero también para la oposición, que gobierna el estado de San Pablo.

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