Diario "La Capital". Rosario, Jueves, 15 de septiembre de 2011
Desarme nuclear y vecinos bravucones
Hace 25 años, en una cumbre celebrada en Reikiavik, Islandia, el presidente estadounidense Ronald Reagan sorprendió al mundo y a su homólogo soviético, Mijaíl Gorbachov, al proponer la eliminación completa y...
Por Shlomo Ben Amí (*)
Hace 25 años, en una cumbre celebrada en
Reikiavik, Islandia, el presidente estadounidense Ronald Reagan
sorprendió al mundo y a su homólogo soviético, Mijaíl Gorbachov, al
proponer la eliminación completa y global de todas las armas nucleares.
Por desgracia, el escepticismo de las altas esferas del sector de la
defensa de Estados Unidos, junto con el rechazo firme de Reagan de
abandonar su iniciativa de defensa estratégica, acabó con esta
iniciativa audaz antes de que naciera.
Fue una oportunidad que desgraciadamente se perdió
porque un acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Soviética, alcanzado
en lo que en esencia todavía era un sistema internacional binario,
podría haber tenido un verdadero impacto global. Aunque las reservas
rusas y estadounidenses siguen representando más del 90 por ciento de
las ojivas nucleares mundiales, la meta de desarme "Global Zero" del
presidente de Estados Unidos, Barack Obama, está resultando ser mucho
más difícil de alcanzar teniendo en cuenta ahora cuánto ha cambiado el
mundo desde el final de la guerra fría.
No sólo ha aumentado el número de Estados con
capacidad nuclear, sino que la llamada "renaissance nuclear" (el
renacimiento de este tipo de energía debido a los crecientes precios del
petróleo y las preocupaciones por el medio ambiente) ha hecho que estas
tecnologías se usen cada vez más. Este resurgimiento tiene importantes
implicaciones para la proliferación nuclear.
Más importante aún, China, India, Pakistán, Irán e
Israel podrían no estar particularmente impresionados por los supuestos
de los rusos y estadounidenses de que pueden cubrir sus necesidades de
defensa con arsenales nucleares mucho menores. Por consiguiente, el
desarme nuclear no sólo debe centrarse en una verdadera y completa
eliminación de las reservas de las principales potencias, sino también
en las preocupaciones de las potencias regionales. "Global Zero" debe ir
acompañado de una sólida estrategia de resolución de conflictos y
creación de confianza en puntos problemáticos como el sureste de Asia y
Oriente Próximo.
Todas las zonas libres de armas nucleares que se
crearon en las últimas décadas -por ejemplo, en América latina, con el
Tratado de Tlatelolco, o el Pacífico Sur, con el Tratado de Rarotonga-
se lograron mediante acuerdos alcanzados libremente por las potencias
regionales en un ambiente de confianza multilateral. Visiblemente, la
Declaración sobre la Desnuclearización de la península de Corea de 1992
es hasta la fecha letra muerta, debido simplemente al estado latente de
guerra entre las dos Coreas.
Otro ejemplo pertinente es Medio Oriente. A menos que
cambien significativamente para bien las condiciones en la región, la
creación de una zona libre de armas de destrucción masiva (WMDFZ, por
sus siglas en inglés) en Medio Oriente -idea planteada en la Conferencia
de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear de 2010- podría ser
una iniciativa malograda. ¿Cómo se puede convocar una reunión para 2012
como lo estipula el documento final de dicha conferencia, "sobre la
base de acuerdos alcanzados libremente por los Estados de la región",
cuando muchos de esos países tienen disturbios, las relaciones
interestatales son tensas y crece la amenaza de un conflicto?
Medio Oriente ya tuvo su oportunidad y la perdió; fue
con el grupo de trabajo multilateral de control de armas y seguridad
regional de 1992 a 1995, creado en el contexto del proceso de paz de
Madrid. Concebido como un esfuerzo de creación de confianza y a través
de una ruta sólida de construcción de la paz, dicho grupo de trabajo
(ACRS, por sus siglas en inglés) fue interrumpido por las dificultades
durante el proceso para obtenerla, debido a la insistencia de los
Estados árabes de que se abordaran las capacidades nucleares de Israel
antes que cualquier otra cosa, y por la lucha subyacente por el control
de la región.
Si la conferencia de 2012 es vista como una
oportunidad más para presionar a Israel a que se adhiera al Tratado de
No Proliferación Nuclear (TNP) -posiblemente a cambio de que los árabes
sean parte de la Convención de Armas Químicas y la Convención sobre las
Armas Biológicas-, la conferencia pronto podría entrar en un impasse. No
obstante, se obtendrá con seguridad el mismo resultado si Estados
Unidos e Israel la ven como la única forma de aislamiento y obligar a
Irán y a Siria a cumplir el TNP.
El estancamiento nuclear en Medio Oriente puede
resolverse sólo si todos los actores de la región están preparados para
cambiar los viejos patrones de conducta. Tradicionalmente, la posición
árabe ha estado en contra de ofrecer a Israel los frutos de la paz, como
el reconocimiento y las relaciones normales, antes de que haya pagado
todo su precio territorial -es decir, un retiro total de los territorios
árabes ocupados y la creación de un Estado palestino-. No obstante, los
Estados árabes insisten en que, incluso antes del fin del conflicto,
Israel debe renunciar unilateralmente a sus capacidades nucleares
(no declaradas).
Este es un ejercicio inútil, no sólo porque Israel
nunca se desarmaría unilateralmente, sino también porque es imposible
participar seriamente en un diálogo efectivo en cuestiones tan vitales
sin relaciones interestatales normales en la región. En efecto, el
concepto de Israel de "primero paz y después desnuclearización" fue
reivindicado en el tratado de paz entre Israel y Jordania en 1994, que
menciona una zona libre de armas de destrucción masiva como meta "que
alcanzar en el contexto de una paz global, duradera y estable".
Israel tampoco puede esperar tener lo mejor de todo
el mundo -establecer como condición el desarme nuclear para una paz
global, mientras que al mismo tiempo lleva a cabo una política destinada
a estancar dicho proceso-.
Podría no haber una mejor fórmula para avanzar hacia
una zona libre de armas de destrucción masiva en Medio Oriente que un
retorno al concepto de ACRS, mediante el que se avance en dos vías
paralelas hacia una armonía global entre árabes e israelíes siguiendo la
iniciativa de paz árabe, y hacia el establecimiento de una WMDFZ en la
región. Para que funcione, los árabes deben conceder a Israel los
principales beneficios de la paz antes de que esta se haya alcanzado
formalmente. Israel, por su parte, debe renovar su compromiso con la
doctrina del desaparecido Isaac Rabin de que solamente un acuerdo amplio
de paz en la región puede evitar que Medio Oriente caiga en un caos
nuclear.
(*) Ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel
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