Domingo 23 de julio de 2006
En los últimos cinco años crecieron los focos de tensión en el mundo
WASHINGTON.- Poco después de llegar a la Casa Blanca, en enero de 2001,
George W. Bush recibió un informe sobre la inacción de su antecesor,
Bill Clinton, durante el genocidio de Ruanda. En la tapa del documento,
el flamante presidente escribió a sus colaboradores: "¡No bajo mi
supervisión!". Su promesa, cinco años y medio después, sigue sin
cumplirse, sostienen los analistas.
La guerra en el sur del
Líbano coloca otra luz roja en el mapa mundial. Corea del Norte, Irán,
Venezuela, Irak, Afganistán, Sudán, Haití, Somalia, Paquistán, los
territorios palestinos y Siria son sitios en los que las libertades
individuales retrocedieron durante la administración Bush, o donde los
regímenes autoritarios se endurecieron o el fundamentalismo islámico se
fortaleció. Lejos de los declarados ideales de promoción de la
democracia de la Casa Blanca. ¿Por qué? ¿Hasta qué punto es atribuible a
errores cometidos por Bush? ¿De sus acciones o de su omisión? "Mucho de la actual situación mundial es producto de fenómenos que trascienden al gobierno republicano y a los estadounidenses. No obstante, desde que Bush está en la Casa Blanca se han exacerbado conflictos en distintas partes del planeta que ya estaban antes", dice a LA NACION el director de la prestigiosa revista Foreign Policy y ex ministro de Comercio e Industria venezolano, Moisés Naim.
Naim rechaza una visión en la que Estados Unidos sea un factor decisivo en todo lo que ocurre. Pero tampoco le quita responsabilidad a Bush. "Nadie duda, por ejemplo, de que la invasión a Irak alentó la inestabilidad", destaca.
Con excepciones, un consenso creciente parece tomar forma en la elite intelectual de Estados Unidos. Le endilga a la actual administración una pésima política exterior o, más aún, su completa ausencia. Teme que la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, poco pueda hacer para revertirlo.
"En verdad, esta presidencia nunca tuvo una visión del mundo", acusó el analista político de The New York Times, Frank Rich, en su última columna. "Tenía una idea fija respecto de un país, Irak, y en la persecución de esa obsesión acotó de manera imprudente el poder estadounidense a una improvisación basada en intuiciones y estrategias de relaciones públicas, no a una doctrina. Eso no cambió", acusó.
El equipo de Bush considera que las críticas demuestran una visión sesgada y desmemoriada, dijo a LA NACION un alto funcionario. "Primero, olvidan que el 11 de septiembre de 1991 cambió al mundo y nuestras prioridades. Estamos en guerra. Segundo, estamos en una situación en la que somos siempre criticados: si intervenimos, nos acusan de entrometernos, de imperialismo y cosas similares, pero si mantenemos un perfil bajo, quizás actuando junto a otros, nos dicen que somos un poder ausente. ¿Qué quieren?", desafió.
Michael Shifter, el vicepresidente para Asuntos Políticos del think tank The Interamerican Dialogue, coincide con Naim en que hay que restarles peso a las culpas de esta Casa Blanca porque "las causas son más profundas", pero también destaca que sus "políticas equivocadas y una incompetencia impresionante han agravado la situación en muchos lugares calientes". "Hay señales de que el equipo de Bush se percató de que su «diplomacia cowboy» ha sido imprudente y contraproducente, y ha debilitado los intereses estadounidenses", dice Shifter a LA NACION. El problema, explica, es que "en una gama de desafíos, de Medio Oriente a Corea del Norte y a Venezuela, parecen perdidos en cuanto a qué hacer".
El factor iraní
Los desafíos son múltiples. En América latina se destacan la compleja realidad venezolana y el vacío institucional en Haití. En Asia, Corea del Norte acapara la atención con sus flirteos nucleares y misilísticos, mientras que Afganistán desgasta esfuerzos de Estados Unidos. En Africa, el líder libio Muammar Khadafy parece haber reducido su ánimo de confrontar; pero la masacre en Darfur, Sudán, o el rebrote islámico en Somalia, suman problemas. Medio Oriente representa un interrogante peligrosísimo, en un juego interconectado. El presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, es quizás el factor decisivo, pero no lejos de otros, como Hezbollah y Hamas, o los líderes de Siria y Yemen, o las facciones que rasgan a Irak."Las oportunidades de desafío que ve y aprovecha Ahmadinejad alientan a otros líderes, como el de Corea del Norte o Chávez", explica Naim. "Los envalentona porque Estados Unidos aparece a la defensiva, sin una alianza transatlántica fuerte. Chávez le ha dicho a Bush lo que antes ningún ayatollah le había dicho a un presidente norteamericano. Se siente inmune por la debilidad de Estados Unidos y los precios del petróleo", dice.
La relativa debilidad de EE.UU. nace en parte de algunas decisiones que tomó Bush después del 11 de septiembre de 2001. Por ejemplo, la invasión de Irak, la creación de la cárcel de Guantánamo por fuera de las convenciones de Ginebra o la aprobación de límites más laxos para interrogar detenidos, que dejó una zona gris para las torturas.
¿Cómo remediar los errores? Y aun así, ¿será ya tarde para Bush? ¿Será necesario esperar otra administración para observar mejores estrategias internacionales? Para Shifter, sí. Los grandes cambios sólo vendrán con el próximo presidente, dice, porque Bush se metió solo "en un profundo agujero". "Si esta administración hace algunos movimientos inteligentes, puede minimizar algunas de las consecuencias más negativas, pero parece difícil que pueda impulsar nuevas direcciones", evalúa. Naim coincide, pero ahonda en lo que sí puede hacer la actual Casa Blanca. "Involucrarse. Apostar en serio por el multilateralismo y por la diplomacia." .
No hay comentarios:
Publicar un comentario