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martes, 7 de abril de 2015

CHOQUE DE TEOLOGÍAS. 2010

El choque de teologías

Iván Petrella
Para LA NACION
En la política exterior norteamericana, George W. Bush se guió por la tesis del "choque de civilizaciones" acuñada por Samuel Huntington. En un influyente ensayo luego convertido en libro, Huntington adujo que los conflictos en la época posterior a la Guerra Fría se darían entre civilizaciones muy diferentes entre sí. Lo que a él lo preocupaba, en verdad, era el islam. La civilización islámica, escribió, "tiene fronteras sangrientas". Para este politólogo estadounidense, en el siglo XXI ninguna frontera sería más sangrienta que la que separaba el islam de Occidente.
Mucho se ha discutido sobre esta tesis. Pero más allá de las opiniones, lo verdaderamente sorprendente de la visión del mundo propuesta por Huntington es que es idéntica a la de Osama ben Laden. Si Ben Laden leyese El choque de las civilizaciones sin duda confirmaría este supuesto. Para Huntington y para Ben Laden, el islam y Occidente constituyen bloques culturales contrapuestos, en inevitable conflicto. La guerra es inevitable.
Afortunadamente, el presidente Barack Obama ha puesto un punto final a este paralelismo entre la política exterior del país más poderoso del mundo y Al-Qaeda. Para él, no hay enfrentamiento entre el islam y un Occidente representado por Estados Unidos. Todo lo contrario: el islam es también los Estados Unidos. Como dijo el año pasado en Turquía: "Estados Unidos ha sido enriquecido por los musulmanes estadounidenses. Muchos otros estadounidenses tienen musulmanes en su familia, o han vivido en un país de mayoría musulmana. Lo sé, porque yo soy uno de ellos".
Fiel a esta idea, la administración Obama está cambiando el foco del diálogo con los países musulmanes. Los problemas del terrorismo y las expresiones religiosas extremistas ya no serán los temas principales de esa agenda. Un miembro del personal del Consejo de Seguridad Nacional explicó hace poco: "Uno no puede ir a un país donde la inmensa mayoría no va a convertirse en terrorista y decirle a la gente: «Estamos construyendo un hospital para que ustedes no se conviertan en terroristas». No tiene mucha lógica". Es, además, ofensivo.
Es una postura acertada. Limitar la interacción con los países musulmanes a la temática del terrorismo y el extremismo religioso es dejar que una minoría violenta determine la agenda en lugar de que lo haga una mayoría pacífica y ansiosa por establecer una relación más fructífera con el resto del mundo. En eso Obama tiene razón: no hay un choque de civilizaciones. Pero eso no significa que no haya enfrentamiento. Lo hay, pero no es un choque de civilizaciones, sino un choque de teologías. Muchos de los conflictos que hoy sacuden al mundo están impulsados por la competencia entre marcos teológicos, son internos a las religiones y regiones, y sólo en ocasiones se expresan globalmente.
La batalla no es entre el islam y Occidente. La batalla se da dentro del islam. Se trata de un conflicto entre interpretaciones violentas y fanáticas del islam contra un espectro más amplio de puntos de vista que pujan por decidir cómo se debería interpretar la religión en relación con el mundo musulmán y con el resto del planeta. La amplia mayoría de los atentados planeados o fomentados por el extremismo islámico ocurren dentro de países ya musulmanes, pero contra grupos que difieren de la interpretación del islam que ellos predican. Si observamos la realidad desde este punto de vista, los trágicos hechos del 11 de septiembre de 2001, que a primera vista parecen corroborar la tesis de Huntington, en realidad son el reflejo de una lucha interna del islam que adquirió máxima visibilidad por la circunstancia de haberse manifestado violentamente en territorio norteamericano.
El mismo choque de teologías se da en otras religiones y otras partes del mundo. En Estados Unidos, la ultraderecha cristiana busca desmantelar la separación entre iglesia y Estado y está convencida de que el retorno del Mesías se dará cuando el pueblo judío vuelva a ocupar toda la Tierra Prometida. Esta interpretación del cristianismo, al fin y al cabo, es una teología que también incide en la escena mundial, por ejemplo en el apoyo incondicional que sectores del Partido Republicano les brindan a los colonos judíos de los territorios ocupados.
Encontramos el mismo conflicto dentro del judaísmo. Hace poco The New York Review of Books publicó un artículo sobre los vínculos entre ciertos rabinos fundamentalistas y el creciente número de soldados religiosos que prometen resistir las órdenes de erradicar a los pobladores de los asentamientos ilegales judíos. Para los rabinos y para estos soldados, cada granito de arena en Palestina le pertenece al pueblo judío, le fue dado a Abraham por Dios. Es sólo una cuestión de tiempo antes de que esta lucha teológica en torno a lo que significa ser judío en el estado de Israel tenga que ser seriamente tenida en cuenta por la política exterior estadounidense.
Una teología es una cosmovisión que determina qué acciones se consideran morales o inmorales. El musulmán que se hace explotar con un saco bomba en cualquier ciudad, incluida Buenos Aires, no cree que esté mal; si no, no lo haría. Todo lo contrario, se guía por una teología que hace del atentado suicida un acto virtuoso. Lo mismo vale para la turba hindú que arrasa con un santuario musulmán o católico. La teología viene antes que la virtud, es ella la que determina el bien y el mal.
En un mundo en el que se destacan los choques entre teologías, el poder blando, la capacidad de persuadir a otros sin usar la fuerza, es más eficaz que el poder duro. Y la batalla por las mentes es más importante que la batalla por el territorio.
Centrarse en la teología consiste en centrarse en las cosmovisiones que motivan las conductas de los actores en cuestión. Nos obliga a prestarles atención a los contextos locales y al detalle. Hay mucho en juego. A todo el mundo le debería importar qué teologías vencerán en la lucha por la definición del islam en, por ejemplo, Paquistán o Irán. A todos nos debería importar qué comprensión del cristianismo triunfará en los Estados Unidos y qué versión del judaísmo dominará en Israel. Es simple: con algunas teologías puede haber paz, con otras no.
En un mundo de iPhones e iPads la palabra "teología" suena patéticamente vieja. Pero no es un anacronismo. La lucha entre teologías sigue siendo el motor poco estudiado y mal comprendido de los tiempos turbulentos que nos tocan vivir.
© LA NACION .

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