Jueves 24 de junio de 1999
La Internacional Socialista en Buenos Aires
"La tercera vía es una estrategia electoralista"
PARIS.- Si hay alguien que puede ser llamado un hombre de izquierda a la
"antigua" es Pierre Mauroy, presidente desde 1992 de la Internacional
Socialista.
No por su edad (71), sino por su trayectoria como líder sindical,
presidente de la juventud socialista francesa, miembro fundador del
Partido Socialista francés en 1971 junto con Francois Mitterrand -que lo
nombraría primer ministro en 1981- y alcalde desde 1973 de la ciudad de
Lille.
Pero su abrupto reemplazo en el Hotel Matignon por Laurent Fabius, en 1984, fue el primer encontronazo con un socialismo "a la moderna" con el que nunca ha logrado comulgar. Con el triunfo en las elecciones europeas del socialismo de Lionel Jospin, más cercano a sus convicciones, y la estruendosa derrota de los renovadores en el resto del continente, Mauroy cree que ha llegado la hora de aclarar las cosas.
Así lo dio a entender, poco antes de partir hacia Buenos Aires, adonde llegó ayer, respondiendo un cuestionario presentado por La Nación luego de haber declinado asistir a una entrevista fijada con varios días de antemano. En el texto, no sólo deja en claro que considera a la tercera vía una mera estrategia electoralista; también advierte de los peligros de una relación demasiado estrecha con el capitalismo y asegura que hay futuro para el Estado-providencia.
-¿La "tercera vía" es realmente un movimiento o una forma de "realpolitik"?
-Se trata, más que nada, de una estrategia política. El Nuevo Laborismo y el "Neue Mitte" de la socialdemocracia alemana pasaron un largo período en la oposición. Para volver al poder, privilegiaron la conquista de las clases medias metiendo al frente temas que tenían eco en esos estratos sociales, como, por ejemplo, la baja de los impuestos. Pero la tercera vía quiere también orientar el proyecto de la socialdemocracia y los cambios que proponen merecen un debate. Ciertas tesis que emanan de ella son criticadas: si todos los socialistas reconocen los méritos de la economía de mercado, los socialistas franceses, entre otros, subrayan sus límites. Las fuerzas del mercado no conducen espontáneamente ni al óptimo económico ni al social y pueden engendrar la degradación de la naturaleza y la ruptura de la sociedad. La redistribución social debe convertirse en la gran prioridad, poniéndose incluso por delante del plano fiscal.
El "liberalismo de izquierda" no tiene en cuenta las aspiraciones de los obreros y de los empleados más modestos. Se confía demasiado en las fuerzas del mercado y en su capacidad de regulación espontánea. En el fondo, las ideas nuevas de algunos los llevan a reforzar el plano económico sobre líneas neoliberales, enfrentándose a aquellos que quieren mantener sus vínculos con las ideas neokeynesianas.
-¿Frente a temas como el acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur, no cree que el "blairismo" rompe con la tradición proteccionista de los socialistas?
-Nuestros Estados se han construido históricamente al abrigo de barreras aduaneras. Inglaterra fue la campeona del libre mercado en el siglo XIX cuando tenía una posición dominante en el mundo. Ese papel lo juegan ahora los Estados Unidos. Hasta hace poco los socialistas defendían las políticas proteccionistas porque tenían la tarea de construir un Estado-providencia pero mantuvieron siempre el sentido de la cooperación internacional. Esta Europa es ahora una de las zonas más abiertas del mundo. Querer regular el comercio mundial no significa seguir una tendencia proteccionista sino protegerse de los excesos del mercado. Al decidir integrarse de pleno a la UE, Tony Blair no jugó por la excepción sino por la solidaridad.
-¿Puede la transformación del socialismo en Europa tener algún impacto en los movimientos de izquierda de América latina?
-Creo que hay evoluciones de carácter general como la declinación de las ideologías autoritarias y el desarrollo del combate por la justicia social, la democracia, los derechos del hombre. Esto se aplica también en América latina, aunque bien se sabe que no existe un modelo universal de desarrollo.
-¿Se ha convertido el socialismo, tras la caída del muro de Berlín, en el rostro humano del capitalismo?
-A principios de siglo el capitalismo y el socialismo constituían sistemas económicos contradictorios. La situación de hoy es más compleja. El comunismo era una tentativa radical de economía administrada. Su derrota se hizo patente cuando las sociedades y las economías se modernizaron. El socialismo democrático, en cambio, se dio cuenta poco a poco de que la socialización de los medios de producción y de intercambio no eran el camino obligado para poner en práctica políticas anticíclicas o desarrollar servicios sociales. Los resultados son evidentes, a pesar de las dificultades que atravesó la socialdemocracia en las décadas de los 70 y 80. Pero ni esas dificultades ni la caída del comunismo tornan poco pertinente la crítica del capitalismo. Las últimas dos décadas han demostrado que su desarrollo va acompañado de inequidades.
-¿Cómo imagina el socialismo del siglo XXI?
-Creo que será aún más internacionalista que hoy y que combatirá las dictaduras y regímenes de opresión. También creo que apoyará el papel de las organizaciones internacionales y los tribunales internacionales creados para juzgar crímenes contra la Humanidad. Procurará acercarse a las necesidades cotidianas de la gente.
Diario "La Nación". Buenos Aires, 4 de junio de 2000. |
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