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miércoles, 18 de junio de 2014

TEORÍA ECONÓMICA. LLEGA LA HORA DE LA COMPLEJIDAD

28 MAR 2010 09:20h

Tendencias

Cambios en la teoría económica: llega "la era de la complejidad"

Tras el nuevo golpe sufrido por la corriente neoclásica con la crisis financiera, los académicos se preguntan cómo será la teoría de aquí a 50 años.
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El dato comenzó a circular en octubre de 2008, un mes después de la caída del banco de inversión Lehman Brothers en los Estados Unidos: la Teoría General de Keynes y revisionismos keynesianos modernos como el de Hyman Minsky estaban trepando en las list as de best sellers. Por entonces, el motivo parecía obvio: las ideas del padre de la macroeconomía moderna encajaban a la perfección en la era del "súper-Estado" que se avecinaba, la trampa de la liquidez que hacía que aun una tasa de interés baja no pudiera mover la aguja del nivel de actividad y, lo principal, el fracaso de la teoría neoclásica para entender la última crisis financiera global.

Pero la economía mundial siguió cayendo, y las ideas de Keynes les parecieron a algunos un poco tibias para tamaña catástrofe. En febrero de 2009, en Alemania y otros países de Europa se agotó El Capital, la obra cumbre de Karl Marx, mientras que en la Argentina la edición de Siglo XXI subía sus ventas un 35%.

Cada escuela o línea teórica alternativa al mainstream neoclásico llevó agua para su propio molino y auguró una nueva era con un cambio de paradigma, en el que la ortodoxia neoclásica, herida de muerte, dejaría su trono en manos de otra corriente. Los desafíos abarcan planos distintos: hay ataques ideológicos, como los ya mencionados, pero también metodológicos: los experimentalistas ganan terreno frente a la axiomatización y el rigor matemático neoclásico.

En 2010, con la recesión global acotada, los académicos advierten que la teoría dominante y sus prácticas no cambiaron tanto como se pronosticaba. Pero el escenario aparece definitivamente más diversificado. "Al comenzar a volver todo a la normalidad, la economía vuelve a sus cauces ortodoxos, pero al menos deja la puerta entornada para consideraciones nuevas", sostiene Ricardo Crespo, especialista en epistemología de la economía del IAE y del Conicet.

Otro experto en la materia, Eduardo Scarano, de la UBA, sostiene que un cambio de paradigma no es inminente.

"Se están objetando los principios básicos de la teoría, pero vamos a un escenario donde la teoría neoclásica está absorbiendo los desarrollos nuevos que están apareciendo", dijo en una entrevista con el semanario El Economista.


El corredor

"La última crisis financiera mostró limitaciones muy claras y serias en la teoría económicamente dominante", explica Daniel Heymann, profesor de la UBA y economista de la Cepal.

"En tiempos normales, los modelos macroeconómicos también reflejan resultados `normales’, óptimos. Sin embargo, un grupo grande de teorías y modelos fracasan cuando tienen que explicar grandes dislocaciones en el funcionamiento de la economía", cuenta Javier Finkman, profesor de la UBA y economista jefe del HSBC.

Finkman recuerda que Roberto Frenkel, cuando le daba clases, solía plantear: "¿Cómo puede explicarse una crisis con un modelo que no tiene una crisis entre sus resultados posibles?". "¿Se imaginan a un médico que intente curar una enfermedad a partir de una teoría en la cual la persona no se enferma nunca?", compara Finkman. El atractivo de muchos autores neokeynesianos, como Minsky o el sueco Axel Leijonhufvud y su esquema del "corredor", parte, justamente, de que sus modelos contemplan las crisis como un resultado natural del capitalismo.


El cerebro mágico

Una de las "corrientes de frontera" que más creció en los últimos años es la economía del comportamiento, la rama que ataca el supuesto de "racionalidad de los agentes" de la teoría neoclásica en base a descubrimientos de la psicología cognitiva. Fundada en los 70 por los psicólogos israelíes Daniel Kahneman y Amos Tversky, la corriente behavioral fue con el tiempo coleccionando errores sistemáticos (exceso de confianza, aversión a perder, etc).

La reciente crisis financiera envalentonó a los conductistas. Paradójicamente desde Chicago, cuna de la ortodoxia moderna, Richard Thaler, el pope de la economía del comportamiento, escribió el best seller Nudge, donde trata de fortalecer el flanco débil de la disciplina: el salto desde una muy exitosa "micreoconomía" de sesgos individuales a recomendaciones de políticas públicas e implicaciones macroeconómicas. Thaler y otros 20 conductistas pasaron a formar parte de los equipos de asesores de Barack Obama, un entusiasta de este tipo de descubrimientos.

Pero la contrarreacción de la corriente principal no se hizo esperar. Meses atrás, el Nobel Robert Aumann, un matemático israelí experto en teoría de los juegos, le habló a Clarín pestes de la economía del comportamiento. Para Aumann, los esquemas de incentivos lo explican todo. La gente actúa en forma irracional a veces, es cierto, pero en casos excepcionales.

Aun los principales referentes de esta rama, como Kahneman y Thaler, han aceptado que las nuevas exploraciones se encuentran en pañales. Hay sesgos, apunta Heymann, por caso, que actúan en sentido opuesto: el exceso de confianza vuelve a los inversores más agresivos, la aversión a perder los torna más conservadores. ¿Cómo saber cuál prima? Uno de los debates más interesantes al respecto se dio en el último año entre Pete Lunn, economista conductista y Tim Harford, economista y autor de exitosos libros de divulgación.

Harford, quien desconfía de la nueva tribu, apuntó que los emergentes estudios de "sistemas complejos", que toman lecciones de la física y están en pleno boom, ponen el énfasis en las interacciones de agentes con "inteligencia cero", sin ningún detallismo conductista.


Acomplejados

En este contexto, los economistas se están preguntando cómo se hará teoría de acá a 50 años. Pablo Schiaffino, economista jefe de ChiSquare e investigador de Warwick, cree que el mejor término acuñado en los últimos tiempos para definir el estado de la ciencias es el de "la era de la complejidad".

Fue propuesto en enero por los economistas Richard Holt, Barkley Rosser y David Colander. "Imagínense que están en 1890. Sin duda, allí apostarían a que la mezcla de historia y herramientas analíticas de Alfred Marshall serían el futuro de la economía. Ahora adelántense a 1930: la visión de Marshall quedó en minoría y se impuso el enfoque más matemático de Walras y Edgeworth, que eran marginales en 1890. Ahora traten de imaginarse a la economía en 2050: muchos de los popes de hoy serán olvidados, en tanto que corrientes hoy considerada menores tomarán el mando", plantean Holt, Rosser y Colander.

El reconocimiento de que se está frente a un fenómeno ultracomplejo, que deberá ser abordado desde distintos ángulos y metodologías, y el relegamiento de esquemas apriorísticos en favor de una economía más experimental serán claves en la era que se viene.

"La cuestión relevante es la del `rango de validez’, probablemente los economistas tengamos que usar métodos y teorías distintas -- a veces contradictorios entre sí, algo que sucede en otras ciencias, como la Física­ para abordar diferentes problemas", dice Heymann, "si tengo que jugarme, diría que vamos hacia una ciencia social, con herramientas matemáticas, sí, pero de ninguna manera como una disciplina axiomática".

Tal vez la "corriente de chistes" más conocida en la profesión sea la de las respuestas a la pregunta: "¿Cuántos economistas se necesitan para cambiar una lamparita?": ningún profesor de Chicago (porque si necesitara ser cambiada las fuerzas del mercado ya lo hubieran hecho); dos teóricos (uno para asumir la existencia de una escalera y el otro para cambiarla); ningún marxista (porque la bombita ya tiene el germen de la revolución), y así. ¿Cuántos economistas de la era de la complejidad harán falta para cambiar una lamparita?

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