CONFERENCIA DEL POLITOLOGO ALAIN ROUQUIE EN LA ALIANZA FRANCESA
Diario "Clarín". Buenos Aires, 30 de agosto de 2008
"La integración y la democracia pasan por un estancamiento"
Rouquié analizó los desafíos que viven hoy la Unión Europea y el Mercosur.
Por:
Juan Manuel Bordón
Libros como El Estado militar en América Latina (1982) o Poder militar y
sociedad política en la Argentina (1983) hicieron del politólogo
francés Alain Rouquié un referente académico a la hora de hablar del
mapa político de latinoamérica en el último medio siglo. Estudió el
movimiento pendular entre regímenes democráticos y dictaduras, las
particularidades del liderazgo político en América latina y, durante los
80 y 90, siguió de cerca la vuelta a la democracia en el continente
como embajador francés en Brasil, El Salvador, Belice y México.
Rouquié visita Buenos Aires como invitado del ciclo "Globalización, Estado y Ciudadanía", que organizaron la UBA y las embajadas de Canadá y Francia. En el marco del seminario, el miércoles dio una charla en la Alianza Francesa en la que habló sobre procesos de integración regional y "el lugar o estatuto que ha tenido la democracia en estos". El diagnóstico inicial fue rotundo: en Europa y Sudamérica estos procesos pasan "por fases de estancamiento y dudas existenciales" debido a su falta de dinamismo, bloqueos y crisis.
Rouquié apenas se apoyó en unas cuantas notas mientras se lanzaba en un recorrido histórico que iba desde los años 40 al presente. Pese a que tanto el Mercosur y la Unión Europea nacieron de acuerdos comerciales entre países, Rouquié señaló que estos fueron coartadas para procesos pacificación y estabilización democrática. "En Europa se dieron los primeros pasos tras la Segunda Guerra Mundial y tuvieron otro impulso con la caída de la Cortina de hierro. En el Mercosur, el primer acercamiento de dos países rivales como Brasil y Argentina fue a mediados de los 80, con la vuelta a la democracia. El tratado comercial de 1986 fue también un pretexto para frenar la injerencia política de militares".
Tras las noticias felices, Rouquié habló de las crisis paralelas que enfrentan hoy las integraciones regionales en América y Europa. En primer lugar, mencionó un cambio en el centro de producción económica. "De pronto los países emergentes se convierten en una fuente estabilizadora mientras que las potencias ponen en peligro el equilibrio. Estamos en un mundo en vías de multipolaridad, un destino incierto que incide sobre la visión del momento actual".
Entre los síntomas de esta crisis, puso como ejemplo la internacionalización de un conflicto regional como el de las papeleras del río Uruguay. O que el despertar económico regional haya venido de la mano de un proceso de "reprimerización" de la producción: países que apuestan a la exportación de materia prima frente al desarrollo industrial que buscaba la integración regional.
Según Rouquié, "los intereses nacionales se han impuesto a los compromisos regionales". Para él, la principal traba es la asimetría entre un gigante como Brasil y el resto de los países del bloque. "Brasil sigue opuesto a las instituciones del Mercosur porque busca un beneficio máximo con un compromiso mínimo. El presidente Lagos ya planteó que para la integración hay que poner en común recursos estructurales como el carbón, el acero o la energía atómica. Mientras, el Mercosur sigue preso de la coyuntura y los acuerdos bilaterales".
Otro de las dificultades que marcó es el enorme peso que ha cobrado la opinión pública en el juego democrático, en referencia al rechazo a la nueva constitución europea en los referéndums de Francia e Irlanda. "El problema de la imagen es muy significativo. A veces para los gobiernos un sondeo vale más que el horizonte histórico", explicó Rouquié, y puso como ejemplo la criminalización de la inmigración ilegal que se está viendo en varios países europeos. "Curiosamente, la Unión Europea fue la obra de unos visionarios, nunca la hubiera aceptado la opinión pública. Nació de un tratado sobre carbón y acero casi clandestino. Si entonces se consultaba a la población francesa, habrían pedido n tratado revanchista como el de Versalles". Pese a esas dificultades de comunicación y a los conflictos internos, Rouquié fue finalmente optimista: "Las crisis imponen una pausa para la agenda futura, pero la integración ya ha dado más que lo escrito en sus bases: el Mercosur sirvió para afianzar las libertades y los estados de derecho; en la Unión Europea afianzó la paz".
Rouquié visita Buenos Aires como invitado del ciclo "Globalización, Estado y Ciudadanía", que organizaron la UBA y las embajadas de Canadá y Francia. En el marco del seminario, el miércoles dio una charla en la Alianza Francesa en la que habló sobre procesos de integración regional y "el lugar o estatuto que ha tenido la democracia en estos". El diagnóstico inicial fue rotundo: en Europa y Sudamérica estos procesos pasan "por fases de estancamiento y dudas existenciales" debido a su falta de dinamismo, bloqueos y crisis.
Rouquié apenas se apoyó en unas cuantas notas mientras se lanzaba en un recorrido histórico que iba desde los años 40 al presente. Pese a que tanto el Mercosur y la Unión Europea nacieron de acuerdos comerciales entre países, Rouquié señaló que estos fueron coartadas para procesos pacificación y estabilización democrática. "En Europa se dieron los primeros pasos tras la Segunda Guerra Mundial y tuvieron otro impulso con la caída de la Cortina de hierro. En el Mercosur, el primer acercamiento de dos países rivales como Brasil y Argentina fue a mediados de los 80, con la vuelta a la democracia. El tratado comercial de 1986 fue también un pretexto para frenar la injerencia política de militares".
Tras las noticias felices, Rouquié habló de las crisis paralelas que enfrentan hoy las integraciones regionales en América y Europa. En primer lugar, mencionó un cambio en el centro de producción económica. "De pronto los países emergentes se convierten en una fuente estabilizadora mientras que las potencias ponen en peligro el equilibrio. Estamos en un mundo en vías de multipolaridad, un destino incierto que incide sobre la visión del momento actual".
Entre los síntomas de esta crisis, puso como ejemplo la internacionalización de un conflicto regional como el de las papeleras del río Uruguay. O que el despertar económico regional haya venido de la mano de un proceso de "reprimerización" de la producción: países que apuestan a la exportación de materia prima frente al desarrollo industrial que buscaba la integración regional.
Según Rouquié, "los intereses nacionales se han impuesto a los compromisos regionales". Para él, la principal traba es la asimetría entre un gigante como Brasil y el resto de los países del bloque. "Brasil sigue opuesto a las instituciones del Mercosur porque busca un beneficio máximo con un compromiso mínimo. El presidente Lagos ya planteó que para la integración hay que poner en común recursos estructurales como el carbón, el acero o la energía atómica. Mientras, el Mercosur sigue preso de la coyuntura y los acuerdos bilaterales".
Otro de las dificultades que marcó es el enorme peso que ha cobrado la opinión pública en el juego democrático, en referencia al rechazo a la nueva constitución europea en los referéndums de Francia e Irlanda. "El problema de la imagen es muy significativo. A veces para los gobiernos un sondeo vale más que el horizonte histórico", explicó Rouquié, y puso como ejemplo la criminalización de la inmigración ilegal que se está viendo en varios países europeos. "Curiosamente, la Unión Europea fue la obra de unos visionarios, nunca la hubiera aceptado la opinión pública. Nació de un tratado sobre carbón y acero casi clandestino. Si entonces se consultaba a la población francesa, habrían pedido n tratado revanchista como el de Versalles". Pese a esas dificultades de comunicación y a los conflictos internos, Rouquié fue finalmente optimista: "Las crisis imponen una pausa para la agenda futura, pero la integración ya ha dado más que lo escrito en sus bases: el Mercosur sirvió para afianzar las libertades y los estados de derecho; en la Unión Europea afianzó la paz".
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