Alemania en el siglo XIX, Japón en el XX; los países
del sudeste asiático después de la Segunda Guerra
Mundial, que forman parte del mundo industrializado, practicaron
el más cerrado proteccionismo para defender sus industrias
y priorizaron su desarrollo científico y tecnológico.
Cuando ya no necesitan proteger sus industrias, como ocurre con
los países de la Unión Europea, aparece la protección
a sus no competitivos bienes agropecuarios a través de
la Política Agraria Común.
Como se ve, en el debate libre cambio-proteccionismo el discurso
está alejado de la realidad. Los países que defienden
el libre cambio y se benefician más con él son los
que se han industrializado y tienen claras ventajas en productos
de mayor valor agregado, pero eso no les impide defender también
actividades productivas más ineficientes. Por el contrario,
como señala Wallerstein, "los países verdaderamente
débiles en lo económico son por lo común
naciones también débiles políticamente y
no pueden entonces envejecer su proteccionismo". Por eso,
nunca existió la más completa libertad de comercio,
ni existirá en el futuro y eso explica el fracaso de la
última reunión de la OMC en Cancún.
La liberación comercial que acompañó el actual
proceso de globalización no produjo efectos sobre el desarrollo
económico mundial o trajo consecuencias negativas, como
lo demuestra la fuerte caída de las tasas de crecimiento
en los países más avanzados y el incremento de las
desigualdades y la pobreza en los más atrasados en los
últimos treinta años, y se dio en el marco de una
mayor intensidad de los flujos comerciales en los bloques económicos
existentes, relativa o fuertemente protegidos, en Europa, Asia,
América del Norte y América del Sur. El "comercio
de proximidad" predominó sobre el "comercio a
la gran aventura", retomando la terminología de Braudel.
En este sentido, la historia nos enseña que la creación
del Mercosur y su posible ampliación a otros países
sudamericanos, con sus insuficiencias, marchas y contramarchas,
es un fenómeno que nos viene de lejos y cuyos objetivos
se expresaron, sobre todo a lo largo del siglo XX, a través
de diversas iniciativas latinoamericanas que buscaban intensificar
los intercambios en la región, creando mecanismos para
promover el comercio, la producción y el empleo. La contracara
de ello fueron proyectos como el de la Unión Aduanera de
las Américas o el del panamericanismo, que a partir de
la conferencia interamericana de Washington, en 1889, el gobierno
estadounidense ensayó implementar en el hemisferio, como
hoy el ALCA.
Para la Argentina es muy importante luchar, junto a los países
en desarrollo, por eliminar los subsidios agrícolas y todo
tipo de restricciones comerciales injustificadas, pero también
tener en cuenta que el comercio por sí sólo suprime
las desigualdades nacionales sino que puede acentuarlas y que
sólo volviendo a un sendero de industrialización,
confiando en la alta capacitación de sus recursos humanos,
haciendo una política más equitativa de distribución
de ingresos, diversificando sus exportaciones y ampliando la capacidad
productiva sobre la base del mercado interno y de un fortalecimiento
del Mercosur, se podría salir de la crisis en que estamos
sumidos y contar con una sociedad más justa y con más
altos niveles de vida.
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