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lunes, 30 de junio de 2014

ECONOMISTAS CONOCEN LOS INGREDIENTES PARA COMBATIR LA POBREZA, PERO NO LA RECETA. Wessel, David.

LOS ECONOMISTAS CONOCEN LOS INGREDIENTES
PARA COMBATIR LA POBREZA, PERO NO LA RECETA
Por David Wessel
(El Mirador de Washington, La Nación de Argentina-The Wall Street Journal Americas, 11/1/2007)
Con los miles de millones que están gastando, Bill Gates, Warren Buffett, Bill Clinton y Bono tienen posibilidades de progresar en su campana para impedir que las enfermedades curables maten a millones de personas. Casi todas estas personas viven o  vivirán en países pobres.
Esto le preocupa al economista Simon Johnson, quien no pone en duda el imperativo moral de combatir las enfermedades, pero se pregunta: “¿Realmente sabemos cómo ayudar a la gente pobre, el crecien­te número de gente pobre? ¿Sabe­mos realmente cómo ayudarlos a sa­lir de la pobreza?"
Estas cuestiones obsesionan a académicos, gobiernos, instituciones internacionales y filántropos de todo el mundo. Están impresionados con la rápida modernización de China, pero los desconcierta que le haya ido tan bien sin seguir los preceptos tra­dicionales.
El hecho de que América latina 1 no haya tenido un mejor desempeño los deja perplejos y decepcionados, sobre todo porque muchos siguieron los consejos de los expertos. Los deprime y sorprende la miseria gene­ralizada en África.
Con humildad intelectual, Johnson, profesor de la Escuela de Negocios Sloan del Instituto de Tecnología de Massachusetts, se enfrentó la semana pasada a una habitación llena de colegas durante la reunión anual de la American Economics Association y dijo: "La salud pública tuvo la teoría de los microbios de las enfermedades.  La economía ha hecho grandes progresos, pero aún está esperando su 'teoría de los microbios'." Esto probablemente exagera los desafíos que aún tienen quienes pelean por la salud publica -la gripe aviar, sida/VIH malaria y demás-, pero no las deficiencias de la economía para entender lo que los países pobres deberían hacer para alcanzar el crecimiento sostenido.
Países con algo especial
EE.UU. y Europa tomaron la delantera frente al resto del mundo en el Siglo XIX, como consecuencia de la revolución industrial, la evolución de los mercados financieros y el descubrimiento de nuevos medicamentos y productos químicos. Con unas pocas excepciones, como Corea del Sur, persiste la misma brecha entre naciones ricas y pobres. La noción de que había algo especial en las "economías en desarrollo" data de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la mayoría de las colonias pobres y principalmente agrícolas lograron la independencia.
Anne Krueger, economista que finalizó recientemente una tempo rada como número dos del Fondo Monetario Internacional, dice: "Era ­natural que un objetivo importante de la élite modernizadora fuera alcanzar economías y estándares de vida similares a los de las economías desarrolladas, como se las llamaba por entonces.” Los países pobres  tenían cultivos de arroz y plantaciones de café; las ricas tenían fábricas. El truco, se pensaba, era acelerar la industrialización de los países pobres; y eran los gobiernos quienes debían abrir el camino.
Las recomendaciones no funcionaron tan bien como esperaban los activistas contra la pobreza. Los países pobres han registrado rachas de crecimiento salpicadas de crisis.
Los países ricos también tuvieron crisis, pero se recuperaron rápido, mientras los países pobres a menudo quedaron estancados durante años tras una crisis, resalta Sebastian Edwards economista de la Universidad de California en Los Angeles.
¿Por qué es esto? ¿Por qué no más países pobres poniéndose al mismo nivel más rápido?
Una opinión, expresada por Krueger, es que los gobiernos del Tercer Mundo y sus consejeros del Primer Mundo aplicaron buenos principios económicos incorrecta mente, o sin prestar suficiente atención a la realidad. Las políticas para animar las exportaciones y proteger de las importaciones a las industrias que apenas se formaban parecían una buena idea, pero alimentaron la corrupción, malcriaron sectores y crearon poderosos intereses políticos que impidieron los cambios necesarios.
Historias de éxito
Otra opinión es que los países pobres recibieron malos consejos y pagaron las consecuencias, pero los expertos ahora saben mucho más que sus predecesores. Edwards dice que no se sabe la receta perfecta,  pero sí los ingredientes: educación de los trabajadores, acumulación e inversión inteligente de capital y la mejora de la productividad. El economista incluso reconoce que sus colegas son mejores analizando historias de éxito, como la de China, que aconsejando a países pobres sobre qué medidas tomar para mejorar los estándares de vida de la población.
Una tercera opinión es que los primeros economistas se equivocaron. Johnson, entre otros, sostiene que lo que realmente importa es tener sólidas instituciones políticas, legales y económicas: tribunales, bancos centrales, burócratas honestos y derechos de propiedad que permitan florecer a las empresas.
La imposición de lo que podrían ser políticas económicas sanas a gobiernos corruptos, incompetentes o miopes está condenada al fracaso. El desarrollo de instituciones fuertes es un requisito necesario. En esta área, hay otro debate sobre quién vendrá primero: las instituciones o la gente educada que las crea.

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