Diario "Clarín". Buenos Aires, 2 de junio de 2013.
Brasil se estanca, pero sigue siendo protagonista
MIRADA GLOBAL- Jorge Castro
La economía brasileña creció 0,6% en el primer
trimestre de este año (1,9% anual), lo que implica que la tasa de
expansión en los cuatro trimestres previos fue 1,2% por año, virtual estancamiento.
La sexta economía del mundo, con un PBI de US$ 2,2 billones -mayor que el de India- no crece y este fenómeno central de la economía mundial en 2013 es parte de una extensa depresión estructural que comenzó en 1982, con la crisis de la deuda externa (gobierno de Ernesto Geisel / 1974-1979) y se mantiene.
Ese período coincidió con los 20 años iniciales del proceso de globalización. En él, Brasil no se expandió, tras haber sido el país de mayor crecimiento del mundo (8% anual) en las dos décadas que continuaron a 1950.
También en esos años, Brasil se transformó en el mayor centro de atracción de inversión extranjera del mundo en desarrollo y San Pablo se convirtió, a través de la industria automotriz y por decisión de Juscelino Kubitschek (1956-1961), en la capital de la inversión alemana en el exterior. Hannover y la capital paulista fueron los dos grandes ejes de la manufactura germana.
Entonces, en agosto de 1982, México declaró el default de su deuda pública.
Fue el comienzo de la “década perdida” en América Latina y ningún país latinoamericano perdió tanto como Brasil.
A partir de 2000, Brasil fue el país emergente más favorablemente afectado por el papel central de la demanda china en la acumulación global. Entre 2004 y 2008, el PBI creció 4,8% anual, el doble que en las dos décadas previas. La crisis financiera global 2008-2009 obligó a Brasil a retomar el arduo camino de depresión estructural iniciado en 1982, que culminó con la expansión de 0,9% en 2012 y un alza de 0,6% en el primer trimestre de este año.
El dato disruptivo del primer trimestre es el auge excepcional de la producción agroalimentaria, que aumentó 9,7% (17% en el año). Sin el alza de los agroalimentos, los resultados de los primeros tres meses hubieran sido 0,1%. Al mismo tiempo, la contracción de la industria manufacturera se profundiza, con una caída de -1,4% en el primer trimestre, que adquiere forma de pauta permanente al continuar los resultados de 2012 (-1,2% anual).
El problema de fondo de Brasil es su bajo nivel de productividad, que es menor que el crecimiento promedio del PBI per cápita entre 1980 y 2012 (1,2% anual). Directamente vinculada a la débil productividad, se encuentra la baja tasa de inversión (18,7% en 2012) y la dimensión todavía menor del ahorro doméstico (15,7%). Esta carencia estructural golpea sobre todo a la industria manufacturera, que requiere un nivel alto y sostenido de inversión para incorporar sistemáticamente la tecnología más avanzada, y así evitar el retraso frente a sus competidores. Los costos de producción de la manufactura brasileña aumentaron 65% en los últimos 5 años, en tanto los de EE.UU. crecieron 1%, los de Corea del Sur 18% y 20% los de China.
La apreciación del real está inscripta en la naturaleza de las cosas. Brasil depende de la inversión extranjera (IED / US$ 65.600 millones en 2012) y esto valoriza inexorablemente a la moneda.
El sector más golpeado por este dato estructural es la industria manufacturera, cuyos costos aumentan con el mismo ritmo con que pierde competitividad.
Brasil soporta el más alto nivel de presión tributaria de los países emergentes (38% del PBI). Pero esta enorme loza es imprescindible para financiar un gigantesco aparato estatal, hondamente disfuncional, capaz de paralizar cualquier iniciativa de reforma y crecimiento.
Aun así, en los últimos 10 años, Brasil ha modificado su status internacional y se ha convertido en un actor global, tanto en lo político como en lo económico, como lo reconoció esta semana en Brasilia Joe Biden, vicepresidente de EE.UU.
“Amigo -dice Chesterton- es alguien que te quiere, a pesar de que te conoce”.
La sexta economía del mundo, con un PBI de US$ 2,2 billones -mayor que el de India- no crece y este fenómeno central de la economía mundial en 2013 es parte de una extensa depresión estructural que comenzó en 1982, con la crisis de la deuda externa (gobierno de Ernesto Geisel / 1974-1979) y se mantiene.
Ese período coincidió con los 20 años iniciales del proceso de globalización. En él, Brasil no se expandió, tras haber sido el país de mayor crecimiento del mundo (8% anual) en las dos décadas que continuaron a 1950.
También en esos años, Brasil se transformó en el mayor centro de atracción de inversión extranjera del mundo en desarrollo y San Pablo se convirtió, a través de la industria automotriz y por decisión de Juscelino Kubitschek (1956-1961), en la capital de la inversión alemana en el exterior. Hannover y la capital paulista fueron los dos grandes ejes de la manufactura germana.
Entonces, en agosto de 1982, México declaró el default de su deuda pública.
Fue el comienzo de la “década perdida” en América Latina y ningún país latinoamericano perdió tanto como Brasil.
A partir de 2000, Brasil fue el país emergente más favorablemente afectado por el papel central de la demanda china en la acumulación global. Entre 2004 y 2008, el PBI creció 4,8% anual, el doble que en las dos décadas previas. La crisis financiera global 2008-2009 obligó a Brasil a retomar el arduo camino de depresión estructural iniciado en 1982, que culminó con la expansión de 0,9% en 2012 y un alza de 0,6% en el primer trimestre de este año.
El dato disruptivo del primer trimestre es el auge excepcional de la producción agroalimentaria, que aumentó 9,7% (17% en el año). Sin el alza de los agroalimentos, los resultados de los primeros tres meses hubieran sido 0,1%. Al mismo tiempo, la contracción de la industria manufacturera se profundiza, con una caída de -1,4% en el primer trimestre, que adquiere forma de pauta permanente al continuar los resultados de 2012 (-1,2% anual).
El problema de fondo de Brasil es su bajo nivel de productividad, que es menor que el crecimiento promedio del PBI per cápita entre 1980 y 2012 (1,2% anual). Directamente vinculada a la débil productividad, se encuentra la baja tasa de inversión (18,7% en 2012) y la dimensión todavía menor del ahorro doméstico (15,7%). Esta carencia estructural golpea sobre todo a la industria manufacturera, que requiere un nivel alto y sostenido de inversión para incorporar sistemáticamente la tecnología más avanzada, y así evitar el retraso frente a sus competidores. Los costos de producción de la manufactura brasileña aumentaron 65% en los últimos 5 años, en tanto los de EE.UU. crecieron 1%, los de Corea del Sur 18% y 20% los de China.
La apreciación del real está inscripta en la naturaleza de las cosas. Brasil depende de la inversión extranjera (IED / US$ 65.600 millones en 2012) y esto valoriza inexorablemente a la moneda.
El sector más golpeado por este dato estructural es la industria manufacturera, cuyos costos aumentan con el mismo ritmo con que pierde competitividad.
Brasil soporta el más alto nivel de presión tributaria de los países emergentes (38% del PBI). Pero esta enorme loza es imprescindible para financiar un gigantesco aparato estatal, hondamente disfuncional, capaz de paralizar cualquier iniciativa de reforma y crecimiento.
Aun así, en los últimos 10 años, Brasil ha modificado su status internacional y se ha convertido en un actor global, tanto en lo político como en lo económico, como lo reconoció esta semana en Brasilia Joe Biden, vicepresidente de EE.UU.
“Amigo -dice Chesterton- es alguien que te quiere, a pesar de que te conoce”.
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