Diario "La Capital". Rosario, Domingo, 10 de agosto de 2014
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El mundo
Hace 40 años Nixon renunciaba como presidente, acorralado por el Watergate
Las escandalosas revelaciones sobre el espionaje a la
oposición demócrata forzaron su abrupta y conmocionada salida de la Casa
Blanca.
La debacle. El 9 de agosto de 1974 dimitía por primera y hasta ahora por única vez un presidente de EEUU.
Richard Milhous Nixon, el trigésimo séptimo
presidente de Estados Unidos, dimitió hace cuarenta años acorralado por
el escándalo Watergate. "Por la presente renuncio al cargo de presidente
de Estados Unidos", se indicaba en la nota que a las 11.35 del viernes 9
de agosto de 1974 recibió el secretario de Estado, Henry Kissinger,
horas después de que el mismo Nixon anunciara su decisión con un mensaje
televisado.
Cuando había cumplido 2.026 días de gestión
presidencial y le restaban dos años y medio del mandato para el cual
había sido reelegido en noviembre de 1972 con el 56 por ciento de los
votos, Nixon tomó un helicóptero en el Jardín Sur de la Casa Blanca y
voló al ostracismo. La opinión pública y el sistema político
reaccionaron con alivio y el bochorno del escándalo fue atemperado por
la continuidad del proceso constitucional cuando el vicepresidente
Gerald Ford juró al mediodía de ese viernes. "Había un aire de tristeza,
como si alguien hubiera muerto. El presidente Nixon estaba espantoso,
demacrado. Estaba próximo a las lágrimas. Todo el mundo en la sala
lloraba", escribió en su diario George W. H. Bush, futuro presidente,
que estaba entre el público como jefe del Partido Republicano. En los
últimos años de su vida, Nixon reconstituyó parcialmente su imagen como
"estadista venerable" especialmente en el área de la política
internacional, antes de fallecer en abril de 1994, a los 81 años de
edad, cuatro días después de un infarto.
Espionaje político. Las semillas de
su destrucción política las sembró durante su primer mandato
presidencial, cuando a mediados de 1970 aprobó una expansión de las
operaciones de espionaje político dentro del país a cargo del Buró
Federal de Investigaciones (FBI), la Agencia Central de Inteligencia
(CIA) y otras agencias de lo que ahora se denomina Homeland (Seguridad
nacional). En septiembre de 1971, una cuadrilla de «fontaneros»
(plomeros) —así nombrados porque tenían la tarea subrepticia de tapar
las fugas de información del gobierno— entró ilegalmente en las oficinas
del psiquiatra de Daniel Ellsberg, un ex funcionario del Pentágono.
Pocos meses antes, el diario The New York Times había empezado la
publicación de documentos del Pentágono sobre la guerra de Vietnam,
"filtrados" por Ellsberg.
En junio de 1972, en la campaña presidencial en la
cual Nixon buscaba la reelección, otros «fontaneros» entraron
ilegalmente en las oficinas del comité nacional del Partido Demócrata en
el edificio de oficinas, departamentos y hotel de Watergate. Los
intrusos fueron detenidos y lo que esa noche pareció como una mera
noticia policial se transformaría en uno de los escándalos mayores de la
historia de Estados Unidos cuando la pertinaz labor de los periodistas y
el instinto político de los demócratas en el Congreso mostraron la
vinculación entre los «fontaneros» y la Casa Blanca.
La diplomacia secreta. Desde el
principio Nixon negó haber tenido conocimiento de esas operaciones,
mientras su gestión incluía una visita histórica a China, golpes
militares en Uruguay y Chile, la guerra de Yom Kippur, el embargo
petrolero árabe y la contienda global con la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS). Nixon, que había sido vicepresidente con
Dwight Eisenhower entre 1953 y 1961, fue asimismo quien puso en marcha
la diplomacia secreta que en 1973 sacaría de Vietnam las tropas de
combate de Estados Unidos tras una guerra que desgarró a la sociedad,
con más de 58.200 muertos norteamericanos, y erosionó el prestigio
mundial de Washington.
Tras una visita a Moscú, durante la cual se reunió
con el secretario general del Partido Comunista, Leonid Brezhnev, Nixon
negoció y firmó el primer pacto integral de límites a las armas
nucleares estratégicas de ambas superpotencias, y un tratado que
prohibió el desarrollo de sistemas para interceptar misiles.
En la política interna, Nixon tuvo iniciativas que
indigestarían a los republicanos conservadores de 2014: la creación de
la Agencia de Protección Ambiental, la Ley de Aire Limpio, la Agencia de
Seguridad y Salud Laboral, los esfuerzos para completar la integración
racial en la educación y el apoyo a una enmienda constitucional sobre
igualdad de derechos de las mujeres. Todo ello quedó velado por la
pertinacia con que la Casa Blanca negó durante dos años las
vinculaciones con el espionaje político.
Garganta profunda. El Watergate se
transformó, también, en hito en la historia del periodismo: dos
reporteros del The Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein,
recibieron el encargo de cubrir el incidente y sacaron a luz las
conexiones entre los intrusos de Watergate, la Casa Blanca y una madeja
de actividades clandestinas del gobierno. Bernstein y Woodward
utilizaron múltiples fuentes del entorno de la administración Nixon,
pero fue la conocida como "Garganta Profunda" quien les dio los hilos de
los que seguir tirando. La identidad de este informador fue una
incógnita durante 33 años. En 2005, su familia reveló que se trataba de
W. Mark Felt, el «número dos» del FBI durante el gobierno de Nixon.
Los periodistas del Washington Post fueron quienes
más contribuyeron a destapar el caso, aunque el golpe mortal lo propinó
la confirmación de un agente del servicio secreto, en su comparecencia
ante la comisión del Senado que se ocupaba del caso, de que Nixon
grababa secretamente las conversaciones que se realizaban en su
despacho.
La negativa de Nixon a entregar las cintas de las
grabaciones llevó a la intervención de la Justicia. El 24 de julio de
1974, el Tribunal Supremo obligó al presidente a dar las cintas,
mientras el Congreso avanzaba un proceso de «impeachment» (juicio
político) para juzgarle. Antes de que esto último se produjera, en
cuestión de dos semanas Nixon anunció su dimisión.
Así Nixon se convirtió en el primer presidente de
EEUU y único hasta ahora que ha dimitido. Veinticinco funcionarios de su
gobierno fueron enjuiciados y varios de ellos cumplieron sentencias,
mientras Nixon logró el perdón del presidente Ford, lo que, a su vez, le
costó la derrota en las elecciones de 1976.
Obsesión. Nixon quizás hubiera
podido evitar la defenestración política de haber destruido las cintas
que grababa. Su obsesión le había hecho acumularlas. Aunque en algún
momento ordenó a sus ayudantes que se deshicieran de ellas, cuando supo
que éstas seguían conservándose llegó a creer incluso que podrían
exculparle, pues estaba convencido de que nunca había sido muy explícito
ante el micrófono oculto. Se equivocaba: si hubiera destruido las
cintas, habría sobrevivido, deslustrado, pero intacto.
La decisión de grabar sus conversaciones y guardar
las cintas, según Woodward, fue "la herida política autoinfligida con
mayores consecuencias en la América del siglo XX". "La criminalidad, el
abuso de poder, la obsesión con enemigos reales y percibidos, la cólera,
el ombliguismo y la cortedad de miras revelados en esas cintas lo
dejaron abandonado por su partido y le forzaron a dimitir".
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